lunes, 28 de julio de 2014

POBLACIÓN Y RESPONSABILIDAD MORAL

Los demógrafos que estudian las tendencias del crecimiento de la población, apoyados en ciertos hechos históricos, intentan informar sobre la manera como la población mundial ha alcanzado cifras de alrededor de 5 mil millones de personas (según la Oficina de censos de Estados Unidos para 1987). La Biblia en el Antiguo Testamento, menciona dos censos (Núm 1, 2 y 1 Cr 21). En Babilonia se levantaron censos agrícolas y de bienes raíces; también se llevaron a cabo censos de población en la antigua Persia, China y Egipto. Roma hacía cuanta de sus ciudadanos cada cinco años y cada catorce años se hacían censos de población en todo el Imperio Romano. Uno de estos se menciona en el Nuevo testamento (Lc 2,1-7). Muchos de los documentos respectivos, escritos en papiros, han sido bien conservados en lugares arqueológicos de Egipto. Valiéndose de estos y de otros documentos y hechos históricos, los demógrafos calculan la población mundial así:
-          250 millones de habitantes cuando nació Jesucristo
-          400 millones en 1492, cuando fue descubierta América
-          850 millones en 1776, cuando se declaró la independencia de USA
-          1,000 millones en 1830, al inicio de la Revolución Industrial
-          1550 millones en 1900
-          2000 millones en 1930
-          2500 millones en 1950
-          3000 millones en 1960
-          4000 millones en 1975
-          4410 millones en 1980
-          5000 millones en 1987

Crecimiento de la población

La tasa anual de crecimiento, esto es, la diferencia entre el número de nacimientos y el número de muertes, al comienzo de la historia debe haber sido baja. Pasaron cerca de 16 siglos para duplicar la población mundial calculada en la época del nacimiento de Cristo; y se necesitaron sólo cien años, de 1830 a 1930, para duplicar la población de 1 a 2 mil millones; sólo 30 años para aumentarla a en mil millones el año 1960; luego 15 años para crecer en otros mil millones; finalmente sólo 10 años de 1975 a 1985.

Como se aprecia, la tasa de crecimiento aumentó gradualmente en los últimos 150 años, acelerándose rápidamente después de la II Guerra Mundial, hasta alcanzar casi el 2% en la década del sesenta. El 2% anual de incremento significa doblar la población mundial cada 35 años. Si la tasa de crecimiento se mantiene constante, la población puede calcularse aplicando la fórmula del interés compuesto.

Los datos sobre la población mundial que nos dan los demógrafos no corresponden a un censo real sino a cálculos científicos. Existe un acuerdo entre los expertos en el sentido de que el crecimiento de la población mundial se ha hecho un poco más lento durante los últimos diez años, pero que está alrededor del 1.8%.

La Oficina de consultas sobre población de los Estados Unidos calcula que la población mundial será de siete mil ochocientos diez millones para el año 2020.

Proyectar el crecimiento de la población mundial es tarea difícil, ya que el número absoluto de la población es el resultado de los factores variantes de las tasas de nacimientos y de muertes. En la hipótesis de un lento declinar de la fertilidad, la población mundial se estabilizaría alrededor de los 15 mil millones de habitantes para el siglo XXII. En el caso de una reducción rápida, la población mundial podría estabilizarse alrededor de los mil millones durante este siglo XXI.

El rápido crecimiento de la población en los tiempos modernos se atribuye a la disminución de la mortalidad infantil y al crecimiento de la esperanza de vida, debidos ambos al mejoramiento de la higiene, de la atención médica y de la erradicación de las enfermedades contagiosas.

Al comienzo de la historia, la población creció muy despacio, probablemente debido a las enfermedades y a las condiciones adversas de los climas. Dado que la humanidad sobrepasa con mucho los diez mil años, debemos concluir que la tasa de crecimiento debió haber sido apenas una pequeña fracción del 1% en los comienzos y que luego permaneció muy baja hasta épocas recientes.

Se ha calculado que cerca de 50 mil millones de seres humanos han habitado hasta ahora nuestro planeta. Si este cálculo es verdadero, entonces los habitantes actuales del mundo equivaldrían al 9.44% de ese total.



 
Crecimiento por regiones




 



Es importante anotar que el crecimiento de la población es desigual en el mundo. Mientras la tasa de crecimiento de los países desarrollados está muy por debajo del promedio mundial, el crecimiento en los países en desarrollo avanza más rápidamente que dicho promedio.
A continuación se da algunos ejemplos del número de población, tasa de crecimiento y tiempo de duplicación de la población, según la tasa actual.



Región o país

Población en millones/1983
Tasa de
crecimiento en %
Tiempo de duplicación/ años
El mundo
4.721
1.8
39
P. desarrollados
1.158
0.6
118
P. menos desarrollados
3.563
2.1
32
USA
234.2
0.7
95
Europa
489
0.4
199
Europa Occidental
155
0.2
436
URSS
272
0.8
83
Asia
2.730
1.9
36
China
1.023.3
1.5
46
Sur Asia Central
1.011
2.3
30
India
730
2.1
33
Latinoamérica
390
2.3
30

De acuerdo con la proyección hecha por los expertos, los países en vías de desarrollo absorberán el 90% del crecimiento de la población mundial. Esto podría significar que habrá una brecha económica creciente entre las naciones ricas y las pobres debido a que las naciones en desarrollo tendrían que aumentar su ritmo de producción económica para ir al ritmo del crecimiento de su población. Habrá que crear centenares de millones de nuevos puestos de trabajo en los países en vías de desarrollo para una fuerza de trabajo ya incrementada que suavice el problema del desempleo y estimule un ulterior desarrollo económico.

Población y recursos naturales


La escasez de alimentos y de recursos naturales es la obvia consecuencia del rápido crecimiento de la población. Algunos recursos son renovables, como los productos agrícolas; otros no lo son y su limitado suministro tarde o temprano se agotará (petróleo, minerales, materias primas de productos industriales).

El hambre


Siempre ha existido un cierto grado de hambre en alguna parte de la tierra en la historia de la humanidad. En nuestros días la escasez e alimentos afecta más que nunca a un número mayor de personas.

De acuerdo con un informe de la institución Pan para el mundo: uno de cada ocho habitantes sobre la tierra sufre de hambre en la mayor parte de su vida. Hasta un 40% de la población en muchos países se encuentran mal alimentada. El 16% de todos los niños del mundo está mal alimentado...

Pocos países en vías de desarrollo pueden proveer en proporción al crecimiento de su población; de aquí que un amplio sector de su gente se encuentre encerrado en el círculo vicioso de un subdesarrollo físico y mental y de una espantosa pobreza. Según datos médicos, los niños privados de una alimentación suficiente y bien balanceada, nunca desarrollarán su completa capacidad mental, y así las naciones pobres van a carecer del poder más importante para su desarrollo, la capacidad y la energía mental de su gente.


Producción de alimentos

La producción mundial de alimentos per capita ha crecido después de la II Guerra Mundial, pero dicho incremento, corresponde en gran parte a las naciones desarrolladas. Algunos países del llamado tercer Mundo han elevado sustancialmente la tasa de producción de alimentos, pero este crecimiento se ha visto neutralizado por el crecimiento de la población, de tal manera que el incremento per cápita de alimento ha sido mínimo. Paradójicamente la abundancia en el mundo en general y en el interior de algunos países, también se agrega al problema de la escasez de alimentos. Los países desarrollados consumen entre 1.200 y 1.900 libras de grano por persona; la mayor parte se consumen indirectamente en forma de huevos, productos lácteos y carne.

En Liberia y Haití, el consumo per cápita es inferior a 200 libras, en la India menos de 400 libras de grano, en su mayoría en forma de pan, arroz y cereales. El consumo de alimentos no se encuentra distribuido con equidad; los pobres no pueden comprar suficientes alimentos y se encuentran reducidos a la inanición. Cuanto más rico es un país, tanto más logra que sus productos agrícolas se conviertan en alimentos de mejor calidad o puede comprar grano de los otros países, como en el caso de Europa, Rusia y las naciones productoras de petróleo. Los países pobres y hambreados del mundo no pueden competir con las naciones ricas ni importar suficiente grano para mejorar la dieta de su gente.

Recursos renovables y no renovables


El rápido crecimiento de la población causa también la escasez de otros recursos renovables y no renovables. Más de mil millones de personas utilizan madera para combustible, calefacción y cocina, y este exceso de combustión de madera lleva a la deforestación y al desequilibrio ecológico.

La escasez de leña obliga a mucha gente, en los países pobres, a quemar boñiga seca como combustible. En estos mismos países se utiliza la boñiga como fertilizante y así se crea una nueva escasez que afecta negativamente la producción de alimentos. El problema de la escasez de energía es bien conocido. Sin energía no hay crecimiento industrial ni agrícola posible. El costo de la energía crece a medida que se agotan las reservas. Dado que los productos petroquímicos son la base de los fertilizantes, las naciones pobres son cada vez menos capaces de comprar los fertilizantes necesarios para mejorar la producción agrícola. De acuerdo con las estadísticas de la Naciones Unidas, el consumo de energía está creciendo tres veces más rápido que el crecimiento de la población. De igual forma, el consumo de minerales, está creciendo con mayor rapidez que la población y, a pesar de algún reciclaje de minerales, las reservas se están agotando. Cada vez se utiliza más tierra para vivienda y vías de acceso o que disminuye las tierras hábiles para la agricultura.

El crecimiento económico, que constituye la fuente del mejoramiento de la vida del hombre sobre la tierra, se ve afectado por el crecimiento de la población.

La educación


Una de las fuentes del crecimiento económico es una población bien educada –el agricultor, el industrial, el empresario- todos los cuales aprenden su trabajo y emplean
los mejores métodos científicos de producción y organización. Los analfabetos y quienes apenas superan su primaria, en teoría no pueden aprender fácilmente a mejorar su productividad o a planear y organizar sus asuntos con previsión y prudencia. Algunas naci0nes en vías de desarrollo están llevando una batalla perdida contra el analfabetismo y el intento de mejorar sus sistemas educativos. No pueden construir suficientes escuelas ni preparar maestros en número adecuado para educar a todos los ciudadanos ni siquiera en el nivel elemental.

En Latinoamérica existe un porcentaje bastante elevado de analfabetismo, y la situación en África y en Asia es peor. Cualquier desarrollo en sus sistemas educativos es más que neutralizado por el aumento anual del gran número de niños.

El Consejo de Desarrollo de Ultramar calculó en 1981 que la tasa de gente alfabetizada en los países en vías de desarrollo era de 52%. En algunos países los niños quedan abandonados cuando los padres no pueden sostenerlos. Se calcula que sólo en Latinoamérica existen 40 millones de “niños de la calle”. Es poco lo que los gobiernos hacen para ayudar a estos muchachos.

De acuerdo con UNICEF, en 1982 en los países menos desarrollados el 74% de los muchachos y el 54% de las niñas en edad escolar asistían a escuelas primarias. ¿Serán capaces los países en vías de desarrollo de progresar en la educación de sus niños de tal manera que éstos puedan contribuir al crecimiento económico como una fuerza de trabajo especializado? ¿Pueden realizar este intento sin disminuir la tasa de crecimiento de su población?

A medida que crezca la población se impone crear nuevos puestos de trabajo para aquellos que alcanzan la edad adulta y entran al mercado de trabajo. El desempleo y el subempleo son aún problemas importantes en los países desarrollados, sin embargo en los países en vías de desarrollo constituyen un problema cada vez mayor, que parece desafiar cualquier solución.

La Oficina Internacional del Trabajo (OIT) prevé que en Latinoamérica la fuerza laboral va a incrementarse en 96 millones para fines de siglo. ¿Cómo va a encontrar trabajo mucha de esta gente? Se calcula que en muchos países de Tercer Mundo el número de personas que van a ingresar en el mercado del trabajo, es el doble del número de puestos de trabajo que se está creando.

Otra consecuencia del rápido crecimiento de la población es la urbanización. La urbanización debiera conducir a una mejor educación y a mejores condiciones culturales; pero la migración de campesinos desempleados y no capacitados hacia las ciudades, con la esperanza de hallar trabajo, produce condiciones de hacinamiento, mala habitación, crimen, frustraciones en estas personas que viven en condiciones infrahumanas. Así, las ciudades que solían ser fuentes de civilización y lugares de condiciones de vida avanzadas, devoran los millones de recién llegados desesperados, y les ofrece pocas esperanzas de un futuro mejor.

La revolución verde


La ciencia y el ingenio humanos han resuelto muchos de los problemas que se han presentado a la humanidad en los siglos pasados, y uno quisiera creer que el ulterior desarrollo en la agricultura y en la industria va a aumentar exitosamente la producción de alimentos y de otros artículos de tal modo que las necesidades de una población en crecimiento puedan ser satisfechas en un nivel aceptable. El ejemplo de la así llamada revolución verde se cita, a este respecto con frecuencia. El Dr. Norman Borlaug, hacendado y patólogo botánico de Iowa, ganó el premio Nóbel de la Paz en 1970 por su trabajo en el desarrollo de variedades de alto rendimiento de granos, especialmente trigo y arroz, ayudando así a los países pobres a incrementar su producción agrícola.

El Dr. Borlaug, logró alentadores avances en la hibridación de plantas y fue recompensado con un notable incremento de la producción agrícola en países subdesarrollados, salvando millones de personas de la inanición durante las últimas dos décadas. Sin embargo, los avances en la producción de alimentos fueron neutralizados por el rápido crecimiento de la población en esos países y resulta dudoso que la tecnología pueda continuar aumentando indefinidamente las cosechas para mantenerse a la altura del crecimiento de la población. Además, las semillas de alto rendimiento requieren más fertilizantes, insecticidas, agua, irrigación y energía, precisamente cuando la producción de todos estos ingredientes necesarios de la revolución verde se están volviendo más costosos. A medida que se intensifique la competencia por la adquisición de los fertilizantes, serán las naciones pobres las que no estarán en condiciones de pagar el alto precio de los fertilizantes y la energía.

El Centro Internacional para el desarrollo del Trigo y del Maíz con sede en México, encamina sus actividades de investigación a incrementar el rendimiento en áreas marginales de producción.

¿Limitar el crecimiento?

Todo esto nos llevan a la conclusión de que vivimos en un planeta limitado con limitada capacidad de población. Esta conclusión se elaboro y presento en “The limits to growth” (Límites para el crecimiento) en 1972, un informe para el estudio del Club de Roma sobre la difícil situación de la humanidad. Su conclusión decía que nuestro limitado planeta no podía soportar las tasas actuales de crecimiento económico y demográfico más allá del año 2100 aun en el caso de que la ciencia y la tecnología aumentaran la producción. El libro produjo una viva controversia y fue criticado por muchos científicos y economistas como demasiado pesimista.

“Mankind at the turning point” (“Momento crucial para la humanidad”), el segundo informe para el Club de Roma, es menos pesimista. Los autores presentan la idea de un “crecimiento orgánico” en lugar de la propuesta anterior de un “no crecimiento” como solución para salvar del colapso total el orden económico mundial.

El problema de la producción de alimentos para la creciente población del planeta no puede ser ignorado por los gobiernos ni por aquellos involucrados en la planeación económica mundial. Como resultado del interés universal por la llamada “explosión demográfica”, las Naciones Unidas declararon a 1974 “El año de la población mundial”. La ONU llamaba la atención de todos los estados miembros para que investigaran el tema durante dicho año y trataran de elaborar un plan de acción que fuera discutido en el Congreso Mundial sobre Población que debía reunirse en Bucarest. Este congreso duro dos semanas y recomendó que “los países que consideraban que sus tasas, actuales o futuras, de crecimiento de población ponían en peligro sus metas de promoción del bienestar humano...consideraran la posibilidad de adoptar políticas demográficas dentro del marco de desarrollo socioeconómico que estuvieran conformes con los derechos humanos fundamentales y con las metas y valores nacionales.

Informes globales

En 1977 el Presidente Carter de los Estados Unidos autorizó un estudio trienal para proyectar la población mundial, los recursos naturales y las tendencias ambientales. El estudio de 800 páginas se tituló “The global 2000 report to the president”, y fue presentado por el consejo sobre la calidad del medio ambiente y el departamento de Estado de USA. El informe no pretendió predecir con certeza lo que iba a suceder, sino predecir las consecuencias de las tendencias actuales.

Mencionamos algunas predicciones que se hicieron:

-          por cada dos personas en el mundo, habría tres en el año 2000
-          la producción alimenticia mundial entre los años 1970 y 2000 aumentaría en un 90%, pero la mayor parte de este aumento correspondería a los países desarrollados
-          el consumo per capita aumentaría en cierto grado en los países en desarrollo, aunque en algunos podría llegar aun a declinar.
-          el costo real de los alimentos se duplicaría
-          la deforestación seguiría en aumento en los países en vías de desarrollo. Cerca del 40% de sus bosques habría desaparecido para el año 2000
-          ocurriría en el mundo un grave deterioro de las tierras agrícolas
-          la escasez de agua se agudizaría y el costo para desarrollar nuevas fuentes de producción de agua aumentaría
-          la desigual distribución del petróleo, carbón, gas constituiría una fuente de tensiones internacionales
-          las tierras cultivables aumentarían en un 4%
-          la brecha entre los países ricos y pobres se ampliaría para el año 2000

El cuadro que presentó el reporte fue deprimente. Muchos estudios estuvieron de acuerdo con este informe y sus predicciones. Todos estos informes prevén tiempos extremadamente difíciles; no deben darse largas a la planeación para corregir las tendencias que están poniendo en peligro al mundo desde el punto de vista económico y ambiental.

Existe tan bien un número de científicos que están en desacuerdo con la visión demasiado pesimista de estos informes globales y prevén un futuro brillante y una cierta abundancia para la humanidad. Piensan que el desarrollo tecnológico, el crecimiento económico y la industrialización van a resolver la mayoría de los problemas actuales. A medida que crezca la población, nueva gente va a proporcionar conocimientos útiles a nuestras actuales reservas de datos científicos que favorecerán el desarrollo económico del mundo para abastecer a toda la raza humana.

Mientras la controversia entre pesimistas y optimistas prosigue, se ha ido formando un consenso en el sentido de que las dificultades y problemas del mundo son verdaderos pero que algo puede y debe hacerse antes que sea tarde. La tasa de crecimiento  de la población ha ruido tan alta en el periodo de la posguerra, que aun los analistas optimistas de la provisión de recursos naturales de la tierra y de las necesidades crecientes de la población siempre en aumento, están de acuerdo en que uno de los elementos de la solución es la reducción de la tasa de fertilidad. Paternidad responsable es el término que se viene usando para referirse al deber de los esposos para poner sus derechos personales de procreación en conformidad con las exigencias del bien común y el de su prole.

La anticoncepción


La moralidad de la anticoncepción, tiene que ver con la bondad o malicia del uso de diversos métodos mediante los cuales puede impedirse la concepción dentro los medios que pueden impedir la unión del espermatozoide con el óvulo pueden ser químicos o físicos. Puede también impedirse la concepción mediante la esterilización de uno delos cónyuges, retirándose del acto antes de la eyaculación o finalmente, limitando el acto conyugal al periodo infértil del ciclo menstrual de la mujer.

Historia del control natal


Los documentos históricos certifican que en tiempos antiguos se usaban diversos métodos para el control natal. El Génesis 38,8-10 describe la forma más simple de controlar la natalidad: “...cuando Onán tenia el acto conyugal con su cuñada, dejaba caer el semen en el suelo, con el fin de no darle descendencia a su hermano. Lo que disgustó al Señor y el Señor le dio la muerte”. Debe anotarse aquí, de acuerdo con los biblistas, que Dios castigó a Onán no propiamente por el pecado de impedir la natalidad sino más bien por haber trasgredido la ley judía, según la cual él debía llevar vida marital con su cuñada quien quedo sin hijos a la muerte de su marido, para que su hermano tuviera descendencia que perpetuara su nombre.

Algunos textos antiguos, griegos y latinos, que dan información sobre aconcepcion, no expresan ninguna opinión acerca de la moralidad de tal práctica. Los estoicos, sostuvieron que los órganos sexuales debían usarse exclusivamente con miras a su fin biológico, según ellos, la procreación. Usar la sexualidad para otros fines es decir, exclusivamente con miras al placer y al amor, iba contra su finalidad y era consecuentemente malo.

Los Padres de la Iglesia aceptaron el punto de vista estoico y enseñaron que el acto sexual estaba permitido únicamente dentro del matrimonio y sólo con miras a la procreación. Su enseñanza llegó a prevalecer en el cristianismo, y la Iglesia mantuvo por siglos que el acto conyugal es procreativo por su naturaleza propia y que es moralmente bueno sólo cuando es realizado con la intención de procrear. De aquí que, por ejemplo, el acto durante el embarazo fuera tenido por inmoral. A las personas estériles se les permitía el acto si lo hacían con la esperanza de engendrar niños y confiaban en que Dios bendijera su unión matrimonial por la prole. Declaraciones oficiales de la Iglesia Católica, hasta el tiempo del Concilio Vaticano II, sostuvieron que el fin primario del acto conyugal era la procreación y que la expresión de mutuo amor de los esposos era sólo un fin secundario o subordinado a la procreación. Con todo, el Vaticano II habla del gran valor del amor conyugal y declara que: “Este amor se expresa y perfecciona singularmente con el acto conyugal”, y abandona el enunciado tradicional de los fines primario y secundario del matrimonio.

A pesar de esto, el Papa Pablo VI en su encíclica Humanae vitae (1968), acerca de la transmisión de la vida humana, mantiene la doctrina tradicional según la cual la anticoncepción va contra la naturaleza del acto conyugal y, por tanto, es moralmente mala. Sólo el método del ritmo es considerado lícito para la regulación de la natalidad. El método del ritmo significa la restricción de las relaciones conyugales al periodo infértil del ciclo menstrual de la esposa. Se lo juzga lícito por no transgredir las leyes naturales del proceso procreador. El control de la natalidad se extendió ampliamente en Europa en el siglo XIX, cuando, a consecuencia de la revolución industrial y del desarrollo económico, las familias numerosas se convirtieron en una carga en lugar de reportar las ventajas económicas como en la era feudal y agrícola. La fertilidad disminuyó notablemente en los países industrializados en el siglo XIX, y los moralistas, volviendo su atención a este fenómeno, empezaron a examinar el problema teniendo en cuenta los conocimientos de la sexualidad, recientemente adquiridos. Los moralistas, especialmente los protestantes, no pensaron que las practicas anticonceptivas fueran inmorales si los cónyuges las usaban con miras a una paternidad responsable.

El descubrimiento del periodo estéril en el ciclo menstrual introdujo una nueva intuición de la valoración moral d los actos que deliberadamente excluyen la procreación del acto conyugal. Los estudios del japonés Kyusaku Ogino, en 1924, y del médico austriaco Hermann Knaus, hicieron evidente que una mujer es estéril por un tiempo considerable durante el ciclo menstrual. Este hecho parece probar que cada acto conyugal no es procreativo por su propia naturaleza. La misma naturaleza biológica de la sexualidad humana separa los aspectos unitivo y procreativo del acto conyugal. En el ciclo de 28 días, sólo unos seis días son fértiles y veintidós son infértiles. Si asumimos que la sexualidad normal continua después de la menopausia hasta  la edad de 66 años, de siete días sólo uno es fértil, durante la vida sexual activa de una mujer. Si se descubre la moralidad en la naturaleza biológica de la sexualidad, la finalidad de la vida sexual, es mucho más el acto con miras al amor que a la procreación.

Moralidad de la anticoncepción

Los argumentos morales, miran al problema de cómo la naturaleza humana, y en especial la naturaleza del acto conyugal debe entenderse como la norma de moralidad. Los utilitaristas no encuentran dificultad en justificar la anticoncepción como  moralmente lícita y aun obligatoria. La controversia se da entre dos grupos de moralistas, ambos inspirados en la moral de la ley natural. Ambas partes están de acuerdo en que la naturaleza humana es el criterio de moralidad, pero difieren en su interpretación de la naturaleza humana referente a ala sexualidad. Una teoría desarrollada durante el siglo XIX por la neoescolástica considera la ley natural dentro de un marco “esencialista”. De acuerdo con esta teoría, el orden natural trazado por Dios constituye una realidad anterior al hombre, y toda interferencia en este orden está prohibida.

La otra teoría sigue la concepción de la ley natural, defendida por santo Tomás  de Aquino, según la cual la ley natural se da en el entendimiento humano (en la recta razón) en cuanto éste participa de la ley eterna. La razón humana está ligada por las leyes del mundo creado, y valiéndose de la recta razón, es como el hombre descubre y entiende su naturaleza y su fin. Su razón pondera el valor de su vida y establece un orden racional a partir de valores en conflicto. Así los valores de la persona y de la familia que miran la totalidad de la naturaleza singular del hombre, se tienen por superiores a las leyes biológicas de la sexualidad, que contemplan tan sólo una parte de la naturaleza del hombre.



Razones en contra de la anticoncepción


El Papa Pablo VI creó una comisión para estudiar este problema y asesorarse en este asunto (propiamente la amplió porque quien la creó fue el Papa Juan XXIII). La mayoría de la comisión dio su parecer en el sentido de que la anticoncepción no entra en conflicto con la naturaleza humana ni con la ley natural si se practica para promover la paternidad responsable. La minoría argumentó a favor de la sentencia contraria que el Papa siguió, ya que sostuvo en su encíclica Humanae vitae, que las parejas deben respetar las “leyes biológicas, que son parte de la persona humana” y de aquí que ninguna intervención artificial para suprimir la capacidad procreativa del acto conyugal sea moralmente lícita. El Papa declaró que iba contra la voluntad divina traspasar el plan de Dios indicado, con claridad, en el proceso biológico, las leyes biológicas de la procreación y en el ritmo, porque el hombre no tiene un “poder ilimitado sobre su propio cuerpo, y esto se aplica en especial al poder procreador, puesto que tal poder está relacionado, por la misma naturaleza, con la propagación de la vida”. El uso del periodo infértil o sea el método del ritmo es licito porque no interfiere los procesos biológicos de la naturaleza humana.

Razones a favor de la anticoncepción

Quienes se oponen a esta interpretación de la naturaleza humana y de la ley natural anotan que el hombre tiene cierto dominio sobre su cuerpo y que las leyes biológicas no debieran identificarse con la moralidad. El hombre es más que la suma total de sus procesos biológicos. Él es espíritu en la materia, un ser singular, ni puro espíritu ni pura materia. Por medio de su razón, el hombre puede apreciar la importancia de valores que se relacionan con todo su ser y no solo con su cuerpo.

La sexualidad humana difiere de la del animal, y el uso de la potencia generativa debe tener en cuenta el bien de toda la familia, los padres y los niños juntamente, y aun el bien más ampli9o de todo el cuerpo social. El hombre puede interferir las leyes biológicas por el bienestar de la persona, porque es un ser racional y como tal se encuentra bajo la guía de su entendimiento y no de sus instintos. En virtud de su naturaleza racional, el hombre está obligado a mirar por el bien de la totalidad de su ser, al cual le están subordinadas las leyes biológicas. Este grupo argumenta que el uso del método del ritmo, permitido por la encíclica, elimina deliberadamente la concepción y así resulta igual a los otros medios anticonceptivos. Ateniéndose a la verdad no se puede afirmar que el acto conyugal realizado durante el periodo estéril, permanezca “abierto a la transmisión de la vida” y que no impida intencionalmente la concepción.

El gobierno y el control de la población


Los gobiernos son elegidos por el pueblo para la defensa de sus derechos individuales y para la promoción del bien común. Esto significa el establecimiento de un orden en el cual los individuos y las familias, mediante la cooperación de la sociedad y de sus esfuerzos personales, puedan alcanzar la realización del ideal humano. Como vimos, el rápido incremento de la población humana en los países en vías de desarrollo disminuye en gran medida la capacidad de sus gobiernos para crear un orden dentro del cual todos los miembros de estas naciones puedan ser adecuadamente alimentados, vestidos, dotados de vivienda y de educación, de tal modo que puedan llevar una viuda digna de seres racionales. Puesto que el rápido crecimiento demográfico afecta negativamente el bienestar de la mayoría de la gente en los países en vías de desarrollo, es obvio que sus gobiernos tienen el deber de intervenir en las tasas de fertilidad para llevarlas a un nivel compatible con el bien común. La pregunta es: ¿qué medios moralmente lícitos puede usar un gobierno para controlar la población al tratar de resolver el conflicto entre la autodeterminación de las parejas y el derecho de la sociedad para buscar el bien común?

La India, cuyo esfuerzo por salir de una de las más graves situaciones de subdesarrollo del mundo se ha visto continuamente bloqueado por el crecimiento de su población, propuso la esterilización obligatoria en 1976. Debido a que su población crece en más de un millón de habitantes al mes, y a que menos del 45% de las parejas  usan los medios conocidos para el control de la natalidad, el gobierno de Indira Gandhi argumentó que se hacía necesaria la legislación que imponía la esterilización obligatoria para parejas que ya tenían cierto numero de hijos. Se obligó a los empleados del estado a limitar sus familias o a enfrentar castigos. La Primera ministra dijo: “Algunos derechos personales debían ser suspendidos por consideración a los derechos de la nación, el derecho a la vida, el derecho al progreso”. La situación era comparable al estado de guerra, y en tan grave emergencia, los derechos personales de los individuos tenían que ser sacrificados e vista del bien de la nación entera.

La Sra. Gandhi fue acusada de forzar a los varones a someterse a la esterilización durante la ley de emergencia que ella impuso a la India de 1975 a 1977. Dijo que los cargos que se le hacían eran exagerados y que nadie había sido forzado a hacerse esterilizar. Durante sus gobiernos promovió con vigor un programa nacional de control natal en pro del cual aducía buenas razones. Aunque la India ha incrementado en gran medida la producción de trigo y arroz, el crecimiento anual de la población del 2.1% absorbe una gran parte de su crecimiento económico, dejando pocos recursos para el mejoramiento de la calidad de vida.

El gobierno de la India distribuyó píldoras y condones subsidiados y promovió la esterilización de hombre y mujeres. Se distribuía a las mujeres toda clase de aparatos anticonceptivos, pero el énfasis se ponía en la esterilización.

Las políticas demográficas de la China son aún más violentas. En 1979 el gobierno anunció un plan de no permitir que la población sobrepasara los mil doscientos millones. La meta es reducir la población a los 700 millones para el 2080.

Recientemente el límite de dos niños por familia fue remplazado por la política de “una pareja, un niño”. Se urge a las parejas para que “por propia decisión” no tengan más de un niño. A pesar de todo, el “voluntarismo masivo” no es suficiente para alcanzar esta meta y se ha tenido que recurrir a premios y castigos en muchas regiones del país. Las brigadas de planificación natal “movilizan” hombres y mujeres para que se sometan a la esterilización o se procuren el aborto cuando un embarazo no planificado significaría el aumento de un segundo hijo en la familia. La familia de un solo hijo no es todavía una ley oficial, pero obedece a una política nacional que está siendo llevada a cabo mediante diversas medidas administrativas.

Moralidad del control natal impuesto

¿Pueden justificarse moralmente la esterilización obligatoria y otros métodos de control natal impuestos por causa del crecimiento de la población? Es el caso del conflicto entre los derechos del individuo y las exigencias del bien común. El bien común sufrirá si los derechos individuales fueran recortados sin necesidad, y que la protección de los derechos particulares forma parte del bien común. La limitación de las libertades del individuo, como en el caso del reclutamiento militar, se justifica sólo por razones de una emergencia, cuando la supervivencia de una nación esta en peligro.

Se dan métodos menos coactivos que no han sido ensayados todavía o puestos adecuadamente en práctica. Campañas educacionales bien organizadas e incentivos que respeten la libertad y la libre cooperación de la gente han dado buenos resultados en varios países en vías de desarrollo. La habilidad del gobierno consiste en persuadir a la gente, en tratarla como seres racionales y así obtener de ella la cooperación necesaria para el bien común. Un gobierno no debiera recurrir a la fuerza cuando la cooperación de los ciudadanos para el afianzamiento del bien común puede obtenerse mediante su libre consentimiento.

Derecho a la procreación


Casarse y engendrar descendencia es una derecho humano fundamental. El libre ejercicio de este derecho es necesario para la realización de la naturaleza en la mayoría de la gente. Dado que los gobiernos están instituidos para defender los derechos individuales y para promover el bien común, ellos tienen la grave obligación de garantizar a los ciudadanos el ejercicio responsable de este derecho en la forma que sea compatible con el bien común. Parece evidente, que el problema de la pobreza y de la promoción del bienestar material de la población en los países en vías de desarrollo, no puede resolverse sólo por el control de la población. Para alcanzar un estándar de vida humanamente aceptable debe incrementarse la producción económica en el tercer mundo.

Según numerosos estudios, el deseo de una familia numerosa surge con frecuencia de una motivación económica. En las naciones pobres los niños representan una especie de seguridad social para sus padres de escasos recursos, ya que no pueden apoyarse en nadie más que en sus hijos para que miren por ellos cuando se enfermen o les llegue la ancianidad.

La historia de Europa y de los países industrializados indica, que el tamaño de la familia disminuye cuando aumenta la seguridad económica de los padres. Como es obvio, implica mas de una generación el reducir la tasa de fertilidad por este medio, y las naciones pobres, no pueden esperar a que pasen varias generaciones. Se encuentran encerrados en un circulo vicioso ya que el crecimiento demográfico impide en gran manera o frena al menos su desarrollo económico en las presentes circunstancias. Este hecho nos lleva al problema de la responsabilidad internacional referente al desarrollo del tercer Mundo y su conexión con el control demográfico.

El año de la población mundial


Una creciente preocupación internacional en el sentido de que el crecimiento demográfico está agotando los recursos naturales del planeta y amenazando la estabilidad mundial, incitó a las Naciones Unidas a proclamar el año 1974 como el año de la población mundial. Las naciones miembros fueron invitadas a considerar su respectivo problema demográfico t a trazar un plan de acción.

El plan demográfico de acción que fue adoptado por los delegados de 135 naciones, hizo varias recomendaciones. Los países que creían que su crecimiento demográfico estaba poniendo en peligro el programa del bienestar humano de sus ciudadanos, fueron invitados a adoptar políticas demográficas “que fueran consistentes con los derechos humanos básicos y con las metas y valores nacionales”. Se pidió a los países desarrollados que reconocieran el hecho de que la utilización, per cápita, de los recursos naturales de la tierra era mucho más alta que el de los países en vías de desarrollo y se les urgió adoptar “políticas apropiadas en lo referente a población, consumo e inversión, teniendo en mente la necesidad de un progreso fundamental dentro de una equidad internacional”.

Se llego a un acuerdo en el sentido de que la promoción de la justicia social, una más equitativa distribución de las tierras, de los ingresos, de la salud y de los servicios sociales, favorecía la disminución de los niveles de fertilidad. Así mismo se vio que la total integración de la mujer en la vida económica, social y cultural de la nación y la promoción de la educación de ambos sexos en todos los niveles producía un efecto limitativo de la fertilidad. Se señaló que la introducción de la seguridad social y los beneficios para la tercera edad, eran medios para eliminar la necesidad, por parte de algunas familias de escasos recursos, de tener muchos hijos que les sirvieran de seguridad social para la vejez.

Se invitó a los países que se habían dado cuenta de que sus tasas de crecimiento demográfico afectaban negativamente la promoción del bienestar humano, a que se fijaran metas cuantitativas e iniciaran políticas que posibilitaran el alcance de estos objetivos para 1985. Se debía respetar la soberanía de cada país y ningún organismo internacional debía inmiscuirse en la planificación y ejecución de políticas demográficas de otros países.  Se recomendó que las Naciones Unidas supervisaran las tendencias y políticas contenidas en el plan de acción, haciendo una revisión cada dos años, a partir de 1977. Una revisión más comprensiva y una evaluación más a fondo de este plan de acción debía hacerse cada cinco años por parte de organismos especializados de la Naciones Unidas.

Calmar el hambre


El Congreso sobre la Población Mundial no desarrolló ningún plan concreto respecto del suministro mundial de alimentos ni de la cooperación económica de las naciones avanzadas con el Tercer Mundo. El problema de desarrollo de planes para atender a casos urgentes de inanición y para ayudar a las naciones en vías de desarrollo a producir más alimentos, fue discutido en Roma por parte de la Conferencia Mundial de Alimentos, de la ONU, en 1974 en la sede de la FAO. Este congreso adoptó 22 resoluciones que pueden reunirse en torno a tres metas que la comunidad internacional debería esforzarse por alcanzar:

a)      Debe darse una ayuda inmediata, por medio de alimentos y fondos allí donde haga falta.
b)      Establecer un sistema de reserva internacional de alimentos, que pueda suministrar urgentes recursos y, que pueda estabilizar los precios de los alimentos en el mercado internacional.
c)      Incrementar la producción agrícola en aquellos países que presentan déficit alimentarios.

Esta tercera meta, un enfoque a largo plazo, es la iniciativa más importante para tratar de resolver la escasez periódica de alimentos en el Tercer Mundo. Se invitó a estos países a desarrollar sus economías de forma balanceada, de tal modo que el desarrollo industrial no fuera privilegiado por encima del agrícola. El Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD) asumió la tarea de ayudar a los países en vías de desarrollo en el mejoramiento de su agricultura. Los países industrializados de Occidente y los países de la OPEP prometieron los mil millones de dólares que se necesitaban para dar comienzo a la operación.

Responsabilidad internacional

Teniendo en cuenta el problema moral de la justicia internacional, debemos notar que los tesoros y recursos d la tierra fueron dados a toda la humanidad para satisfacer sus necesidades naturales. La justicia distributiva internacional impone la obligación sobre toda la raza humana de ayudar a alimentar a los que padecen hambre. Con todo, este problema no puede resolverse sólo recurriendo a la caridad, limitándose a dar de comer al hambriento. Ayudar a los necesitados que se encuentran dentro de una misma nación tampoco es asunto de mera caridad, sino de justicia distributiva y social, lo cual implica una compleja organización y un reajuste constante de la economía nacional de acuerdo con las variables situaciones.

La caridad y las donaciones tampoco pueden resolver el problema a nivel mundial, primero que todo, porque vivir habitualmente de la caridad de los demás, degrada la dignidad humana y, segundo, porque se deben tener en cuenta las dificultades económicas y técnicas de la producción creciente de alimentos y la distribución mundial por parte de las naciones desarrolladas. Existe un viejo dicho: “no des un pescado a quien tiene hambre, enséñale a pescar”. Si se reparten alimentos a las naciones pobres, saciarán su hambre por unos pocos días, pero si se les enseña a producir alimentos y se les ayuda a desarrollar su agricultura, se verán libres del hambre por todo el resto de su vida. Tanto las naciones desarrolladas como las que están en vais de desarrollo, esta obligadas a aportar su colaboración a la solución del problema mundial de alimentación.

Moral del bote salvavidas


El problema moral de la ayuda internacional para alimentar a los países pobres se agudiza con los argumentos de las así llamadas moral del bote salvavidas y moral de la selección entre tres. Algunos autores argumentan que los gobiernos, ya que tienen la responsabilidad de asegurar la sobrevivencia y el bienestar de sus ciudadanos, deben tener también el derecho de limitar el numero de niños por nacer. De otra manera no se podría evitar la “tragedia de los comunes”, es decir, agotar la capacidad de la tierra.

La moral  del bote salvavidas, compara a las naciones ricas con un bote bien provisto y bien conservado. Las naciones pobres se encuentran en botes hacinados y mal provistos o nadan detrás del bote salvavidas con la esperanza de ser recogidas. La moral del bote salvavidas sostiene que no existe campo suficiente en el bote para que todos se salven y que si las naciones desarrolladas tratan de ser generosas con las naciones pobres, no se podrá evitar la tragedia ya que se hundirían. Es un mal menor permitir que algunas o inclusive muchas se hundan que poner en peligro la seguridad de todas.

La palabra francesa triage significa clasificación, selección. En la II Guerra Mundial se utilizó la práctica de distribuir los soldados heridos en tres grupos. El primero lo formaban aquellos que estaban próximos a morir, a pesar de cualquier tratamiento. El segundo por los que se recuperarían aun sin tratamiento, pues sus heridas eran leves, mientras que el tercero estaba formado por aquellos que se salvarían si recibían atención inmediata. Como los implementos y el personal eran limitados, la decisión lógica se tomo a favor del tercer grupo.

Algunos aplican esta política de la clasificación a la situación internacional de alimentos. Muchas naciones no pueden proveer adecuadamente de alimentos a su población. Cuando se cuenta con un excedente de alimentos deberían decidir qué naciones pueden ser salvadas y recibir alimentos, cuáles pueden sobrevivir sin ayuda, ya que son capaces de mejorar su agricultura, y cuáles están en situación desesperada y deberían ser abandonadas. Las naciones que controlan los excedentes tendrán el terrible deber de decidir cuáles deberían ser alimentadas y cuáles morir de hambre. El punto álgido de la argumentación consiste en que hay que elegir entre dos males: la muerte por hambre de una gran parte de la humanidad o el peligro de arruinar a toda la raza humana. No es tanto la devastación nuclear lo que amenaza al mundo cuanto la sobrepoblación y la hambruna.

Para evaluar las morales del bote salvavidas y de la clasificación, las preguntas obvias que se ocurren son, si sus defensores plantean los datos en forma correcta, si la disyunción es correcta, de tal modo que no haya alternativas. Parece que la alegoría del bote salvavidas no describe con exactitud la situación actual. No existen botes por parte para naciones ricas y pobres. Todos viajamos en el mismo bote, ricos y pobres, ya que somos dependientes unos de otros. Las naciones desarrolladas gastan una porción considerablemente mayor de recursos naturales del mundo que las naciones pobres, y así el problema de la justicia distributiva no puede pasarse por alto.

¿Quién es el dueño de los recursos naturales del planeta? La crisis energética arroja alguna luz sobre este problema. Pero aún en la hipótesis de aceptar las alegorías del bote salvavidas y de la clasificación, tenemos que concluir que las disyunciones no son válidas, ya que se dan soluciones alternativas. Durante la década del sesenta la producción mundial de alimentos subió un 2.8% anual, mientras la población aumento en un 2%. En la década del setenta la producción de alimentos descendió a un 2.4% anual; el crecimiento demográfico bajo alrededor del 1.8%. Esto no significa que no exista problema de alimentos en el mundo, simplemente indica que el mundo no se está acercando a una hambruna general.

Paternidad responsable

El nivel de la población no ha agotado todavía los recursos naturales de la tierra, necesarios para el bienestar de todos los habitantes que viven hoy día. Sin embargo, aun los expertos están convencidos de que la tasa de crecimiento de la población mundial debe reducirse porque le planeta y sus recursos son limitados. Deben equilibrarse el crecimiento de la población y la disponibilidad de los recursos naturales.

La procreación ha sido siempre una actividad humana responsable. Sin embargo, la idea de la paternidad responsable ha tomado un significado adicional en estos últimos años de crecimiento extraordinario de la población. Tenemos que examinar que clase de deberes morales impone tal responsabilidad en el contexto actual. Se puede considerar la procreación y el tamaño de la familia con respecto a una sociedad conyugal en particular, en relación con la  comunidad en un sentido amplio de una nación, o, yendo más allá de los limites de un país, en relación con el bienestar de toda la raza humana.

El matrimonio y la procreación constituyen derechos naturales de cada adulto competente. Sin embargo, ningún derecho ofrece un carácter ilimitado, porque podría entrar en conflicto con los derechos de los demás, o con los deberes que resultan del legitimo ejercicio de los derechos. La procreación lleva consigo el deber correspondiente de cuidar de la educación física y espiritual de la prole. No seria un acto responsable, engendrar un  número de hijos mayor del que una pareja pueda atender. Los hijos no son el producto de la sociedad, y no es deber de la sociedad asumir el papel de los padres. El principio de subsidiariedad significa que la sociedad tiene que venir en ayuda de los individuos, sea en casos particulares de eventual necesidad, sea en el cumplimiento de los deberes que sobrepasan la capacidad de los particulares o grupos menores, por ejemplo, organizando escuelas para la educación de los niños. El cuidado físico, intelectual y moral de los niños es derecho y deber de los padres: por consiguiente el estado violaría el derecho primario de los padres a la educación de sus hijos, si, por ejemplo, les quitara los hijos y los colocara en sus instituciones.

Criterios de paternidad responsable


El primer criterio de paternidad responsable es la capacidad de los padres para mirar por sus hijos; no deberían engendrar más hijos de los que pueden educar. Podrían darse otros factores que deberían tenerse en cuenta. El crecimiento de la población en un país en particular puede ser tan rápido que el desarrollo económico no puede ir al paso con las necesidades de la población en crecimiento. En este caso las parejas tienen que mirar más allá de su propia sociedad conyugal y pesar las consecuencias que una familia numerosa pueda ocasionar al bien común y a la posibilidad de mirar por otros niños.

Es cierto que algunas parejas están en capacidad de mirar económica, física y psicológicamente por una familia numerosa, pero su poder adquisitivo puede impedir a las parejas más pobres adquirir el alimento necesario, el vestido y el techo, que se encuentran en poca provisión. Uno está obligado a no realizar un acto cuando prevé con claridad que sus consecuencias pueden perjudicar a otros. En  un país en que la economía nacional puede abastecer suficientemente a la población y la tasa de crecimiento está a la par con el crecimiento económico, tener una familia un poco más numerosas de lo ordinario, sería un proceder responsable en la medida en que la pareja esté en condiciones de educarla decentemente. La pareja tiene el derecho de decidir cuántos hijos quiere tener, siempre y cuando ellos puedan cumplir adecuadamente sus deberes de padres y su decisión no ponga en peligro el bien común.

Se podría objetar sin embargo, que sería irresponsable engendrar una familia numerosa aún en la hipótesis de que la pareja pudiera ver por los hijos y el país en que viven no tuviera problemas de población. La razón de esta objeción consiste en que cada persona en un país desarrollado consume diez veces la cantidad de alimento y de recursos naturales que consume otra del Tercer Mundo. Puesto que el mundo se está convirtiendo en una “aldea global” en la que todas las naciones están relacionadas entre sí, cada persona, está en la obligación de tener en cuenta los efectos de sus acciones y de evitar aquellas que perjudiquen a otros en la ciudad.

Es probable que en este contexto se esté llevando más allá de la cuenta la frase popular y la alegoría teatral de la “aldea global”, ya que no es posible probar que una familia ocasionalmente más numerosa que el promedio en una nación desarrollada vaya a perjudicar notablemente a otras en el mundo y vaya a privar a los niños en crecimiento del alimento y de los demás recursos naturales. La justicia internacional tanto distributiva como social, se logra mediante acciones respectivas de los gobiernos más que por las pocas acciones de un reducido numero de familias.

Responsabilidad por el futuro


¿La actual generación está en la obligación de mirar con interés los problemas de las futuras generaciones, el tamaño de la población en el siglo XXI, el potencial energético necesario, los alimentos  y recursos naturales indispensables para su bienestar? Podríamos responder que ya tenemos suficientes problemas propios y que no deberíamos preocuparnos por ahorrar los recursos naturales del planeta para los millones de personas que vendrán después de nosotros. Deberíamos pensar más bien en satisfacer nuestras inmediatas e inmensas necesidades usando los recursos de la tierra. “¿Qué ha hecho alguna vez la posteridad por mí?, se podría preguntar. La posteridad no podrá hacer nada, sino los que lo anteceden a uno. ¿No estamos obligados a la reciprocidad con lo que no hemos recibido? Una mirada utilitarista podría objetar que no nos deberíamos privar nosotros mismos de cosas que podrían aumentar nuestra felicidad; dejemos a las generaciones futuras que resuelvan sus propios problemas. Hay también personas religiosamente motivadas que insisten, en especial con respecto al control natal, en que si Dios da la vida, también proveerá los medios necesarios para sostenerla. En consecuencia, dicen tales personas, que no nos deberíamos preocupar demasiado por el futuro sino confiar en la divina providencia.

Estas y otras opiniones semejantes son la expresión de una moral y de una teología pobres. Dios confió la tierra al cuidado del hombre y dotó a éste de razón para elaborar planes de cómo servirse de los recursos limitados de un planeta también limitado. Es moral deficiente negar la responsabilidad frente a las consecuencias de nuestras acciones. Si coloco una poderosa bomba de tiempo en el sótano de un rascacielos para que estalle años más tarde, quizás después de mi muerte, estoy realizando una acto moralmente malo porque soy responsable de las malas consecuencias de mi acto, así ellas sobrevengan después de mi muerte.

Muchos actos realizados hoy día por individuos o por empresas pueden producir consecuencias de largo alcance mas tarde. Arrojar productos químicos a los ríos o enterrarlos desconsideradamente, destruir los bosques, contaminar el aire, y acciones por el estilo que tienden a corromper nuestro medio ambiente, pueden poner en peligro la vida de quienes vienen después de nosotros. De acuerdo con sanos principios morales, las omisiones deliberadas son también decisiones responsables. La negligencia que se refiere al bienestar de las actuales o futuras generaciones puede poner en peligro a un gran número de personas, y si prevemos las malas consecuencias de nuestra negligencia, se nos imputarán a nosotros el día de mañana. Se ha escrito tanto y se ha dicho tanto en torno a la ecología en los últimos tiempos, que resulta difícil ignorar las consecuencias de nuestras acciones u omisiones a este respecto. Los problemas del crecimiento de la población y el cuidado de mirar por satisfacer a todas las necesidades que requieren una vida decente, para todo el mundo, se refieren al futuro, y el futuro está siendo modelado hoy día por nuestras acciones u omisiones.

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