-
250 millones de habitantes cuando
nació Jesucristo
-
400 millones en 1492, cuando fue
descubierta América
-
850 millones en 1776, cuando se
declaró la independencia de USA
-
1,000 millones en 1830, al inicio
de la Revolución Industrial
-
1550 millones en 1900
-
2000 millones en 1930
-
2500 millones en 1950
-
3000 millones en 1960
-
4000 millones en 1975
-
4410 millones en 1980
-
5000 millones en 1987
Crecimiento de la población
La tasa anual de crecimiento, esto es, la
diferencia entre el número de nacimientos y el número de muertes, al comienzo
de la historia debe haber sido baja. Pasaron cerca de 16 siglos para duplicar
la población mundial calculada en la época del nacimiento de Cristo; y se
necesitaron sólo cien años, de 1830 a 1930, para duplicar la población de 1 a 2
mil millones; sólo 30 años para aumentarla a en mil millones el año 1960; luego
15 años para crecer en otros mil millones; finalmente sólo 10 años de 1975 a
1985.
Como se aprecia, la tasa de crecimiento
aumentó gradualmente en los últimos 150 años, acelerándose rápidamente después
de la II Guerra Mundial, hasta alcanzar casi el 2% en la década del sesenta. El
2% anual de incremento significa doblar la población mundial cada 35 años. Si
la tasa de crecimiento se mantiene constante, la población puede calcularse
aplicando la fórmula del interés compuesto.
Los datos sobre la población mundial que nos
dan los demógrafos no corresponden a un censo real sino a cálculos científicos.
Existe un acuerdo entre los expertos en el sentido de que el crecimiento de la
población mundial se ha hecho un poco más lento durante los últimos diez años,
pero que está alrededor del 1.8%.
La Oficina de consultas sobre población de
los Estados Unidos calcula que la población mundial será de siete mil
ochocientos diez millones para el año 2020.
Proyectar el
crecimiento de la población mundial es tarea difícil, ya que el número absoluto
de la población es el resultado de los factores variantes de las tasas de
nacimientos y de muertes. En la hipótesis de un lento declinar de la
fertilidad, la población mundial se estabilizaría alrededor de los 15 mil
millones de habitantes para el siglo XXII. En el caso de una reducción rápida,
la población mundial podría estabilizarse alrededor de los mil millones durante
este siglo XXI.
El rápido
crecimiento de la población en los tiempos modernos se atribuye a la
disminución de la mortalidad infantil y al crecimiento de la esperanza de vida,
debidos ambos al mejoramiento de la higiene, de la atención médica y de la
erradicación de las enfermedades contagiosas.
Al comienzo de la
historia, la población creció muy despacio, probablemente debido a las
enfermedades y a las condiciones adversas de los climas. Dado que la humanidad
sobrepasa con mucho los diez mil años, debemos concluir que la tasa de
crecimiento debió haber sido apenas una pequeña fracción del 1% en los
comienzos y que luego permaneció muy baja hasta épocas recientes.
Se ha calculado que cerca de 50 mil
millones de seres humanos han habitado hasta ahora nuestro planeta. Si este
cálculo es verdadero, entonces los habitantes actuales del mundo equivaldrían
al 9.44% de ese total.
Crecimiento por regiones
Es importante
anotar que el crecimiento de la población es desigual en el mundo. Mientras la
tasa de crecimiento de los países desarrollados está muy por debajo del
promedio mundial, el crecimiento en los países en desarrollo avanza más
rápidamente que dicho promedio.
A continuación se da algunos ejemplos del
número de población, tasa de crecimiento y tiempo de duplicación de la
población, según la tasa actual.
Región o país
|
Población en millones/1983
|
Tasa de
crecimiento en %
|
Tiempo de duplicación/ años
|
El mundo
|
4.721
|
1.8
|
39
|
P. desarrollados
|
1.158
|
0.6
|
118
|
P. menos desarrollados
|
3.563
|
2.1
|
32
|
USA
|
234.2
|
0.7
|
95
|
Europa
|
489
|
0.4
|
199
|
Europa Occidental
|
155
|
0.2
|
436
|
URSS
|
272
|
0.8
|
83
|
Asia
|
2.730
|
1.9
|
36
|
China
|
1.023.3
|
1.5
|
46
|
Sur Asia Central
|
1.011
|
2.3
|
30
|
India
|
730
|
2.1
|
33
|
Latinoamérica
|
390
|
2.3
|
30
|
De acuerdo con la proyección hecha por
los expertos, los países en vías de desarrollo absorberán el 90% del
crecimiento de la población mundial. Esto podría
significar que habrá una brecha económica creciente entre las naciones ricas y
las pobres debido a que las naciones en desarrollo tendrían que aumentar su
ritmo de producción económica para ir al ritmo del crecimiento de su población.
Habrá que crear centenares de millones de nuevos puestos de trabajo en los
países en vías de desarrollo para una fuerza de trabajo ya incrementada que
suavice el problema del desempleo y estimule un ulterior desarrollo económico.
Población y recursos naturales
La escasez de
alimentos y de recursos naturales es la obvia consecuencia del rápido
crecimiento de la población. Algunos recursos son
renovables, como los productos agrícolas; otros no lo son y su limitado
suministro tarde o temprano se agotará (petróleo, minerales, materias primas de
productos industriales).
El hambre
Siempre ha existido
un cierto grado de hambre en alguna parte de la tierra en la historia de la
humanidad. En nuestros días la escasez e alimentos afecta más que nunca a un
número mayor de personas.
De acuerdo con un
informe de la institución Pan para el mundo: uno de cada ocho habitantes
sobre la tierra sufre de hambre en la mayor parte de su vida. Hasta un 40% de
la población en muchos países se encuentran mal alimentada. El 16% de todos los
niños del mundo está mal alimentado...
Pocos países en
vías de desarrollo pueden proveer en proporción al crecimiento de su población;
de aquí que un amplio sector de su gente se encuentre encerrado en el círculo
vicioso de un subdesarrollo físico y mental y de una espantosa pobreza. Según
datos médicos, los niños privados de una alimentación suficiente y bien
balanceada, nunca desarrollarán su completa capacidad mental, y así las
naciones pobres van a carecer del poder más importante para su desarrollo, la
capacidad y la energía mental de su gente.
Producción de
alimentos
La producción mundial de alimentos per capita ha crecido después de la II Guerra Mundial, pero dicho
incremento, corresponde en gran parte a las naciones desarrolladas. Algunos
países del llamado tercer Mundo han elevado sustancialmente la tasa de
producción de alimentos, pero este crecimiento se ha visto neutralizado por el
crecimiento de la población, de tal manera que el incremento per cápita
de alimento ha sido mínimo. Paradójicamente la abundancia en el mundo en
general y en el interior de algunos países, también se agrega al problema de la
escasez de alimentos. Los países desarrollados consumen entre 1.200 y 1.900
libras de grano por persona; la mayor parte se consumen indirectamente en forma
de huevos, productos lácteos y carne.
En Liberia y Haití,
el consumo per cápita es inferior a 200 libras, en la India menos de 400
libras de grano, en su mayoría en forma de pan, arroz y cereales. El consumo de
alimentos no se encuentra distribuido con equidad; los pobres no pueden comprar
suficientes alimentos y se encuentran reducidos a la inanición. Cuanto más rico
es un país, tanto más logra que sus productos agrícolas se conviertan en
alimentos de mejor calidad o puede comprar grano de los otros países, como en
el caso de Europa, Rusia y las naciones productoras de petróleo. Los países
pobres y hambreados del mundo no pueden competir con las naciones ricas ni
importar suficiente grano para mejorar la dieta de su gente.
Recursos renovables y no renovables
El rápido
crecimiento de la población causa también la escasez de otros recursos
renovables y no renovables. Más de mil millones de personas utilizan madera
para combustible, calefacción y cocina, y este exceso de combustión de madera
lleva a la deforestación y al desequilibrio ecológico.
La escasez de leña
obliga a mucha gente, en los países pobres, a quemar boñiga seca como
combustible. En estos mismos países se utiliza la boñiga como fertilizante y
así se crea una nueva escasez que afecta negativamente la producción de
alimentos. El problema de la escasez de energía es bien conocido. Sin energía
no hay crecimiento industrial ni agrícola posible. El costo de la energía crece
a medida que se agotan las reservas. Dado que los productos petroquímicos son
la base de los fertilizantes, las naciones pobres son cada vez menos capaces de
comprar los fertilizantes necesarios para mejorar la producción agrícola. De
acuerdo con las estadísticas de la Naciones Unidas, el consumo de energía está
creciendo tres veces más rápido que el crecimiento de la población. De igual
forma, el consumo de minerales, está creciendo con mayor rapidez que la
población y, a pesar de algún reciclaje de minerales, las reservas se están
agotando. Cada vez se utiliza más tierra para vivienda y vías de acceso o que
disminuye las tierras hábiles para la agricultura.
El crecimiento
económico, que constituye la fuente del mejoramiento de la vida del hombre
sobre la tierra, se ve afectado por el crecimiento de la población.
La educación
Una de las fuentes del crecimiento económico
es una población bien educada –el agricultor, el industrial, el empresario-
todos los cuales aprenden su trabajo y emplean
los mejores métodos
científicos de producción y organización. Los analfabetos y quienes apenas
superan su primaria, en teoría no pueden aprender fácilmente a mejorar su
productividad o a planear y organizar sus asuntos con previsión y prudencia.
Algunas naci0nes en vías de desarrollo están llevando una batalla perdida
contra el analfabetismo y el intento de mejorar sus sistemas educativos. No
pueden construir suficientes escuelas ni preparar maestros en número adecuado
para educar a todos los ciudadanos ni siquiera en el nivel elemental.
En Latinoamérica
existe un porcentaje bastante elevado de analfabetismo, y la situación en
África y en Asia es peor. Cualquier desarrollo en sus sistemas educativos es más
que neutralizado por el aumento anual del gran número de niños.
El Consejo de
Desarrollo de Ultramar calculó en 1981 que la tasa de gente alfabetizada en los
países en vías de desarrollo era de 52%. En algunos países los niños quedan
abandonados cuando los padres no pueden sostenerlos. Se calcula que sólo en
Latinoamérica existen 40 millones de “niños de la calle”. Es poco lo que los
gobiernos hacen para ayudar a estos muchachos.
De acuerdo con
UNICEF, en 1982 en los países menos desarrollados el 74% de los muchachos y el
54% de las niñas en edad escolar asistían a escuelas primarias. ¿Serán capaces
los países en vías de desarrollo de progresar en la educación de sus niños de
tal manera que éstos puedan contribuir al crecimiento económico como una fuerza
de trabajo especializado? ¿Pueden realizar este intento sin disminuir la tasa
de crecimiento de su población?
A medida que crezca
la población se impone crear nuevos puestos de trabajo para aquellos que
alcanzan la edad adulta y entran al mercado de trabajo. El desempleo y el
subempleo son aún problemas importantes en los países desarrollados, sin
embargo en los países en vías de desarrollo constituyen un problema cada vez
mayor, que parece desafiar cualquier solución.
La Oficina Internacional del Trabajo (OIT)
prevé que en Latinoamérica la fuerza laboral va a incrementarse en 96 millones
para fines de siglo. ¿Cómo va a encontrar trabajo mucha de esta gente? Se
calcula que en muchos países de Tercer Mundo el número de personas que van a
ingresar en el mercado del trabajo, es el doble del número de puestos de
trabajo que se está creando.
Otra consecuencia
del rápido crecimiento de la población es la urbanización. La urbanización
debiera conducir a una mejor educación y a mejores condiciones culturales; pero
la migración de campesinos desempleados y no capacitados hacia las ciudades,
con la esperanza de hallar trabajo, produce condiciones de hacinamiento, mala
habitación, crimen, frustraciones en estas personas que viven en condiciones
infrahumanas. Así, las ciudades que solían ser fuentes de civilización y
lugares de condiciones de vida avanzadas, devoran los millones de recién
llegados desesperados, y les ofrece pocas esperanzas de un futuro mejor.
La revolución verde
La ciencia y el
ingenio humanos han resuelto muchos de los problemas que se han presentado a la
humanidad en los siglos pasados, y uno quisiera creer que el ulterior
desarrollo en la agricultura y en la industria va a aumentar exitosamente la
producción de alimentos y de otros artículos de tal modo que las necesidades de
una población en crecimiento puedan ser satisfechas en un nivel aceptable. El
ejemplo de la así llamada revolución verde se cita, a este respecto con
frecuencia. El Dr. Norman Borlaug, hacendado y patólogo botánico de Iowa, ganó
el premio Nóbel de la Paz en 1970 por su trabajo en el desarrollo de variedades
de alto rendimiento de granos, especialmente trigo y arroz, ayudando así a los
países pobres a incrementar su producción agrícola.
El Dr. Borlaug,
logró alentadores avances en la hibridación de plantas y fue recompensado con
un notable incremento de la producción agrícola en países subdesarrollados,
salvando millones de personas de la inanición durante las últimas dos décadas.
Sin embargo, los avances en la producción de alimentos fueron neutralizados por
el rápido crecimiento de la población en esos países y resulta dudoso que la
tecnología pueda continuar aumentando indefinidamente las cosechas para
mantenerse a la altura del crecimiento de la población. Además, las semillas de
alto rendimiento requieren más fertilizantes, insecticidas, agua, irrigación y
energía, precisamente cuando la producción de todos estos ingredientes
necesarios de la revolución verde se están volviendo más costosos. A medida que
se intensifique la competencia por la adquisición de los fertilizantes, serán
las naciones pobres las que no estarán en condiciones de pagar el alto precio
de los fertilizantes y la energía.
El Centro
Internacional para el desarrollo del Trigo y del Maíz con sede en México,
encamina sus actividades de investigación a incrementar el rendimiento en áreas
marginales de producción.
¿Limitar el
crecimiento?
Todo esto nos
llevan a la conclusión de que vivimos en un planeta limitado con limitada
capacidad de población. Esta conclusión se elaboro y presento en “The limits
to growth” (Límites para el crecimiento) en 1972, un informe para el
estudio del Club de Roma sobre la difícil situación de la humanidad. Su
conclusión decía que nuestro limitado planeta no podía soportar las tasas
actuales de crecimiento económico y demográfico más allá del año 2100 aun en el
caso de que la ciencia y la tecnología aumentaran la producción. El libro
produjo una viva controversia y fue criticado por muchos científicos y
economistas como demasiado pesimista.
“Mankind at the
turning point” (“Momento crucial para la humanidad”),
el segundo informe para el Club de Roma, es menos pesimista. Los autores
presentan la idea de un “crecimiento orgánico” en lugar de la propuesta
anterior de un “no crecimiento” como solución para salvar del colapso total el
orden económico mundial.
El problema de la
producción de alimentos para la creciente población del planeta no puede ser
ignorado por los gobiernos ni por aquellos involucrados en la planeación
económica mundial. Como resultado del interés universal por la llamada
“explosión demográfica”, las Naciones Unidas declararon a 1974 “El año de la
población mundial”. La ONU llamaba la atención de todos los estados miembros
para que investigaran el tema durante dicho año y trataran de elaborar un plan
de acción que fuera discutido en el Congreso Mundial sobre Población que debía
reunirse en Bucarest. Este congreso duro dos semanas y recomendó que “los
países que consideraban que sus tasas, actuales o futuras, de crecimiento de
población ponían en peligro sus metas de promoción del bienestar
humano...consideraran la posibilidad de adoptar políticas demográficas dentro
del marco de desarrollo socioeconómico que estuvieran conformes con los
derechos humanos fundamentales y con las metas y valores nacionales.
Informes
globales
En 1977 el
Presidente Carter de los Estados Unidos autorizó un estudio trienal para
proyectar la población mundial, los recursos naturales y las tendencias
ambientales. El estudio de 800 páginas se tituló “The global 2000 report to
the president”, y fue presentado por el consejo sobre la calidad del medio
ambiente y el departamento de Estado de USA. El informe no pretendió predecir
con certeza lo que iba a suceder, sino predecir las consecuencias de las
tendencias actuales.
Mencionamos algunas
predicciones que se hicieron:
-
por cada dos personas en el mundo,
habría tres en el año 2000
-
la producción alimenticia mundial
entre los años 1970 y 2000 aumentaría en un 90%, pero la mayor parte de este
aumento correspondería a los países desarrollados
-
el consumo per capita aumentaría
en cierto grado en los países en desarrollo, aunque en algunos podría llegar
aun a declinar.
-
el costo real de los alimentos se
duplicaría
-
la deforestación seguiría en
aumento en los países en vías de desarrollo. Cerca del 40% de sus bosques
habría desaparecido para el año 2000
-
ocurriría en el mundo un grave
deterioro de las tierras agrícolas
-
la escasez de agua se agudizaría y
el costo para desarrollar nuevas fuentes de producción de agua aumentaría
-
la desigual distribución del
petróleo, carbón, gas constituiría una fuente de tensiones internacionales
-
las tierras cultivables
aumentarían en un 4%
-
la brecha entre los países ricos y
pobres se ampliaría para el año 2000
El cuadro que presentó
el reporte fue deprimente. Muchos estudios estuvieron de acuerdo con este
informe y sus predicciones. Todos estos informes prevén tiempos extremadamente
difíciles; no deben darse largas a la planeación para corregir las tendencias
que están poniendo en peligro al mundo desde el punto de vista económico y
ambiental.
Existe tan bien un
número de científicos que están en desacuerdo con la visión demasiado pesimista
de estos informes globales y prevén un futuro brillante y una cierta abundancia
para la humanidad. Piensan que el desarrollo tecnológico, el crecimiento
económico y la industrialización van a resolver la mayoría de los problemas
actuales. A medida que crezca la población, nueva gente va a proporcionar
conocimientos útiles a nuestras actuales reservas de datos científicos que
favorecerán el desarrollo económico del mundo para abastecer a toda la raza
humana.
Mientras la
controversia entre pesimistas y optimistas prosigue, se ha ido formando un
consenso en el sentido de que las dificultades y problemas del mundo son
verdaderos pero que algo puede y debe hacerse antes que sea tarde. La tasa de
crecimiento de la población ha ruido tan
alta en el periodo de la posguerra, que aun los analistas optimistas de la
provisión de recursos naturales de la tierra y de las necesidades crecientes de
la población siempre en aumento, están de acuerdo en que uno de los elementos
de la solución es la reducción de la tasa de fertilidad. Paternidad responsable
es el término que se viene usando para referirse al deber de los esposos para
poner sus derechos personales de procreación en conformidad con las exigencias
del bien común y el de su prole.
La anticoncepción
La moralidad de la
anticoncepción, tiene que ver con la bondad o malicia del uso de diversos
métodos mediante los cuales puede impedirse la concepción dentro los medios que
pueden impedir la unión del espermatozoide con el óvulo pueden ser químicos o
físicos. Puede también impedirse la concepción mediante la esterilización de
uno delos cónyuges, retirándose del acto antes de la eyaculación o finalmente,
limitando el acto conyugal al periodo infértil del ciclo menstrual de la mujer.
Historia del control natal
Los documentos
históricos certifican que en tiempos antiguos se usaban diversos métodos para
el control natal. El Génesis 38,8-10 describe la forma más simple de controlar
la natalidad: “...cuando Onán tenia el acto conyugal con su cuñada, dejaba caer
el semen en el suelo, con el fin de no darle descendencia a su hermano. Lo que
disgustó al Señor y el Señor le dio la muerte”. Debe anotarse aquí, de acuerdo
con los biblistas, que Dios castigó a Onán no propiamente por el pecado de
impedir la natalidad sino más bien por haber trasgredido la ley judía, según la
cual él debía llevar vida marital con su cuñada quien quedo sin hijos a la
muerte de su marido, para que su hermano tuviera descendencia que perpetuara su
nombre.
Algunos textos
antiguos, griegos y latinos, que dan información sobre aconcepcion, no expresan
ninguna opinión acerca de la moralidad de tal práctica. Los estoicos,
sostuvieron que los órganos sexuales debían usarse exclusivamente con miras a
su fin biológico, según ellos, la procreación. Usar la sexualidad para otros
fines es decir, exclusivamente con miras al placer y al amor, iba contra su
finalidad y era consecuentemente malo.
Los Padres de la
Iglesia aceptaron el punto de vista estoico y enseñaron que el acto sexual
estaba permitido únicamente dentro del matrimonio y sólo con miras a la
procreación. Su enseñanza llegó a prevalecer en el cristianismo, y la Iglesia
mantuvo por siglos que el acto conyugal es procreativo por su naturaleza propia
y que es moralmente bueno sólo cuando es realizado con la intención de
procrear. De aquí que, por ejemplo, el acto durante el embarazo fuera tenido por
inmoral. A las personas estériles se les permitía el acto si lo hacían con
la esperanza de engendrar niños y confiaban en que Dios bendijera su unión
matrimonial por la prole. Declaraciones oficiales de la Iglesia Católica, hasta
el tiempo del Concilio Vaticano II, sostuvieron que el fin primario del acto
conyugal era la procreación y que la expresión de mutuo amor de los esposos era
sólo un fin secundario o subordinado a la procreación. Con todo, el Vaticano II
habla del gran valor del amor conyugal y declara que: “Este amor se expresa y
perfecciona singularmente con el acto conyugal”, y abandona el enunciado
tradicional de los fines primario y secundario del matrimonio.
A pesar de esto, el
Papa Pablo VI en su encíclica Humanae vitae (1968), acerca de la
transmisión de la vida humana, mantiene la doctrina tradicional según la cual
la anticoncepción va contra la naturaleza del acto conyugal y, por tanto, es
moralmente mala. Sólo el método del ritmo es considerado lícito para la
regulación de la natalidad. El método del ritmo significa la restricción de las
relaciones conyugales al periodo infértil del ciclo menstrual de la esposa. Se
lo juzga lícito por no transgredir las leyes naturales del proceso procreador.
El control de la natalidad se extendió ampliamente en Europa en el siglo XIX,
cuando, a consecuencia de la revolución industrial y del desarrollo económico,
las familias numerosas se convirtieron en una carga en lugar de reportar las
ventajas económicas como en la era feudal y agrícola. La fertilidad disminuyó
notablemente en los países industrializados en el siglo XIX, y los moralistas,
volviendo su atención a este fenómeno, empezaron a examinar el problema
teniendo en cuenta los conocimientos de la sexualidad, recientemente
adquiridos. Los moralistas, especialmente los protestantes, no pensaron que las
practicas anticonceptivas fueran inmorales si los cónyuges las usaban con miras
a una paternidad responsable.
El descubrimiento
del periodo estéril en el ciclo menstrual introdujo una nueva intuición de la
valoración moral d los actos que deliberadamente excluyen la procreación del
acto conyugal. Los estudios del japonés Kyusaku Ogino, en 1924, y del médico
austriaco Hermann Knaus, hicieron evidente que una mujer es estéril por un
tiempo considerable durante el ciclo menstrual. Este hecho parece probar que
cada acto conyugal no es procreativo por su propia naturaleza. La misma
naturaleza biológica de la sexualidad humana separa los aspectos unitivo y
procreativo del acto conyugal. En el ciclo de 28 días, sólo unos seis días son
fértiles y veintidós son infértiles. Si asumimos que la sexualidad normal
continua después de la menopausia hasta
la edad de 66 años, de siete días sólo uno es fértil, durante la vida
sexual activa de una mujer. Si se descubre la moralidad en la naturaleza
biológica de la sexualidad, la finalidad de la vida sexual, es mucho más el
acto con miras al amor que a la procreación.
Moralidad de
la anticoncepción
Los argumentos
morales, miran al problema de cómo la naturaleza humana, y en especial la
naturaleza del acto conyugal debe entenderse como la norma de moralidad. Los
utilitaristas no encuentran dificultad en justificar la anticoncepción
como moralmente lícita y aun
obligatoria. La controversia se da entre dos grupos de moralistas, ambos
inspirados en la moral de la ley natural. Ambas partes están de acuerdo en que
la naturaleza humana es el criterio de moralidad, pero difieren en su
interpretación de la naturaleza humana referente a ala sexualidad. Una teoría
desarrollada durante el siglo XIX por la neoescolástica considera la ley
natural dentro de un marco “esencialista”. De acuerdo con esta teoría, el orden
natural trazado por Dios constituye una realidad anterior al hombre, y toda
interferencia en este orden está prohibida.
La otra teoría
sigue la concepción de la ley natural, defendida por santo Tomás de Aquino, según la cual la ley natural se da
en el entendimiento humano (en la recta razón) en cuanto éste participa de la
ley eterna. La razón humana está ligada por las leyes del mundo creado, y
valiéndose de la recta razón, es como el hombre descubre y entiende su
naturaleza y su fin. Su razón pondera el valor de su vida y establece un orden
racional a partir de valores en conflicto. Así los valores de la persona y de
la familia que miran la totalidad de la naturaleza singular del hombre, se
tienen por superiores a las leyes biológicas de la sexualidad, que contemplan
tan sólo una parte de la naturaleza del hombre.
Razones en contra de la anticoncepción
El Papa Pablo VI creó
una comisión para estudiar este problema y asesorarse en este asunto
(propiamente la amplió porque quien la creó fue el Papa Juan XXIII). La mayoría
de la comisión dio su parecer en el sentido de que la anticoncepción no entra
en conflicto con la naturaleza humana ni con la ley natural si se practica para
promover la paternidad responsable. La minoría argumentó a favor de la
sentencia contraria que el Papa siguió, ya que sostuvo en su encíclica Humanae
vitae, que las parejas deben respetar las “leyes biológicas, que son parte
de la persona humana” y de aquí que ninguna intervención artificial para
suprimir la capacidad procreativa del acto conyugal sea moralmente lícita. El
Papa declaró que iba contra la voluntad divina traspasar el plan de Dios indicado,
con claridad, en el proceso biológico, las leyes biológicas de la procreación y
en el ritmo, porque el hombre no tiene un “poder ilimitado sobre su propio
cuerpo, y esto se aplica en especial al poder procreador, puesto que tal poder
está relacionado, por la misma naturaleza, con la propagación de la vida”. El
uso del periodo infértil o sea el método del ritmo es licito porque no
interfiere los procesos biológicos de la naturaleza humana.
Razones a
favor de la anticoncepción
Quienes se oponen a
esta interpretación de la naturaleza humana y de la ley natural anotan que el
hombre tiene cierto dominio sobre su cuerpo y que las leyes biológicas no
debieran identificarse con la moralidad. El hombre es más que la suma total de
sus procesos biológicos. Él es espíritu en la materia, un ser singular, ni puro
espíritu ni pura materia. Por medio de su razón, el hombre puede apreciar la
importancia de valores que se relacionan con todo su ser y no solo con su
cuerpo.
La sexualidad
humana difiere de la del animal, y el uso de la potencia generativa debe tener
en cuenta el bien de toda la familia, los padres y los niños juntamente, y aun
el bien más ampli9o de todo el cuerpo social. El hombre puede interferir las
leyes biológicas por el bienestar de la persona, porque es un ser racional y
como tal se encuentra bajo la guía de su entendimiento y no de sus instintos.
En virtud de su naturaleza racional, el hombre está obligado a mirar por el
bien de la totalidad de su ser, al cual le están subordinadas las leyes biológicas.
Este grupo argumenta que el uso del método del ritmo, permitido por la
encíclica, elimina deliberadamente la concepción y así resulta igual a los
otros medios anticonceptivos. Ateniéndose a la verdad no se puede afirmar que
el acto conyugal realizado durante el periodo estéril, permanezca “abierto a la
transmisión de la vida” y que no impida intencionalmente la concepción.
El gobierno y el control de la población
Los gobiernos son
elegidos por el pueblo para la defensa de sus derechos individuales y para la
promoción del bien común. Esto significa el establecimiento de un orden en el
cual los individuos y las familias, mediante la cooperación de la sociedad y de
sus esfuerzos personales, puedan alcanzar la realización del ideal humano. Como
vimos, el rápido incremento de la población humana en los países en vías de
desarrollo disminuye en gran medida la capacidad de sus gobiernos para crear un
orden dentro del cual todos los miembros de estas naciones puedan ser
adecuadamente alimentados, vestidos, dotados de vivienda y de educación, de tal
modo que puedan llevar una viuda digna de seres racionales. Puesto que el
rápido crecimiento demográfico afecta negativamente el bienestar de la mayoría
de la gente en los países en vías de desarrollo, es obvio que sus gobiernos
tienen el deber de intervenir en las tasas de fertilidad para llevarlas a un
nivel compatible con el bien común. La pregunta es: ¿qué medios moralmente
lícitos puede usar un gobierno para controlar la población al tratar de
resolver el conflicto entre la autodeterminación de las parejas y el derecho de
la sociedad para buscar el bien común?
La India, cuyo
esfuerzo por salir de una de las más graves situaciones de subdesarrollo del
mundo se ha visto continuamente bloqueado por el crecimiento de su población,
propuso la esterilización obligatoria en 1976. Debido a que su población crece
en más de un millón de habitantes al mes, y a que menos del 45% de las
parejas usan los medios conocidos para
el control de la natalidad, el gobierno de Indira Gandhi argumentó que se hacía
necesaria la legislación que imponía la esterilización obligatoria para parejas
que ya tenían cierto numero de hijos. Se obligó a los empleados del estado a
limitar sus familias o a enfrentar castigos. La Primera ministra dijo: “Algunos
derechos personales debían ser suspendidos por consideración a los derechos de
la nación, el derecho a la vida, el derecho al progreso”. La situación era
comparable al estado de guerra, y en tan grave emergencia, los derechos
personales de los individuos tenían que ser sacrificados e vista del bien de la
nación entera.
La Sra. Gandhi fue
acusada de forzar a los varones a someterse a la esterilización durante la ley
de emergencia que ella impuso a la India de 1975 a 1977. Dijo que los cargos
que se le hacían eran exagerados y que nadie había sido forzado a hacerse
esterilizar. Durante sus gobiernos promovió con vigor un programa nacional de
control natal en pro del cual aducía buenas razones. Aunque la India ha
incrementado en gran medida la producción de trigo y arroz, el crecimiento
anual de la población del 2.1% absorbe una gran parte de su crecimiento
económico, dejando pocos recursos para el mejoramiento de la calidad de vida.
El gobierno de la
India distribuyó píldoras y condones subsidiados y promovió la esterilización
de hombre y mujeres. Se distribuía a las mujeres toda clase de aparatos
anticonceptivos, pero el énfasis se ponía en la esterilización.
Las políticas
demográficas de la China son aún más violentas. En 1979 el gobierno anunció un
plan de no permitir que la población sobrepasara los mil doscientos millones.
La meta es reducir la población a los 700 millones para el 2080.
Recientemente el
límite de dos niños por familia fue remplazado por la política de “una pareja,
un niño”. Se urge a las parejas para que “por propia decisión” no tengan más de
un niño. A pesar de todo, el “voluntarismo masivo” no es suficiente para
alcanzar esta meta y se ha tenido que recurrir a premios y castigos en muchas
regiones del país. Las brigadas de planificación natal “movilizan” hombres y
mujeres para que se sometan a la esterilización o se procuren el aborto cuando
un embarazo no planificado significaría el aumento de un segundo hijo en la
familia. La familia de un solo hijo no es todavía una ley oficial, pero obedece
a una política nacional que está siendo llevada a cabo mediante diversas
medidas administrativas.
Moralidad del
control natal impuesto
¿Pueden
justificarse moralmente la esterilización obligatoria y otros métodos de
control natal impuestos por causa del crecimiento de la población? Es el caso
del conflicto entre los derechos del individuo y las exigencias del bien común.
El bien común sufrirá si los derechos individuales fueran recortados sin
necesidad, y que la protección de los derechos particulares forma parte del
bien común. La limitación de las libertades del individuo, como en el caso del
reclutamiento militar, se justifica sólo por razones de una emergencia, cuando
la supervivencia de una nación esta en peligro.
Se dan métodos menos
coactivos que no han sido ensayados todavía o puestos adecuadamente en
práctica. Campañas educacionales bien organizadas e incentivos que respeten la
libertad y la libre cooperación de la gente han dado buenos resultados en
varios países en vías de desarrollo. La habilidad del gobierno consiste en
persuadir a la gente, en tratarla como seres racionales y así obtener de ella
la cooperación necesaria para el bien común. Un gobierno no debiera recurrir
a la fuerza cuando la cooperación de los ciudadanos para el afianzamiento del
bien común puede obtenerse mediante su libre consentimiento.
Derecho a la procreación
Casarse y engendrar
descendencia es una derecho humano fundamental. El libre ejercicio de este
derecho es necesario para la realización de la naturaleza en la mayoría de la
gente. Dado que los gobiernos están instituidos para defender los derechos
individuales y para promover el bien común, ellos tienen la grave obligación de
garantizar a los ciudadanos el ejercicio responsable de este derecho en la
forma que sea compatible con el bien común. Parece evidente, que el problema de
la pobreza y de la promoción del bienestar material de la población en los
países en vías de desarrollo, no puede resolverse sólo por el control de la
población. Para alcanzar un estándar de vida humanamente aceptable debe
incrementarse la producción económica en el tercer mundo.
Según numerosos
estudios, el deseo de una familia numerosa surge con frecuencia de una
motivación económica. En las naciones pobres los niños representan una especie
de seguridad social para sus padres de escasos recursos, ya que no pueden
apoyarse en nadie más que en sus hijos para que miren por ellos cuando se
enfermen o les llegue la ancianidad.
La historia de
Europa y de los países industrializados indica, que el tamaño de la familia
disminuye cuando aumenta la seguridad económica de los padres. Como es obvio,
implica mas de una generación el reducir la tasa de fertilidad por este medio,
y las naciones pobres, no pueden esperar a que pasen varias generaciones. Se
encuentran encerrados en un circulo vicioso ya que el crecimiento demográfico
impide en gran manera o frena al menos su desarrollo económico en las presentes
circunstancias. Este hecho nos lleva al problema de la responsabilidad internacional
referente al desarrollo del tercer Mundo y su conexión con el control
demográfico.
El año de la población mundial
Una creciente
preocupación internacional en el sentido de que el crecimiento demográfico está
agotando los recursos naturales del planeta y amenazando la estabilidad
mundial, incitó a las Naciones Unidas a proclamar el año 1974 como el año de la
población mundial. Las naciones miembros fueron invitadas a considerar su
respectivo problema demográfico t a trazar un plan de acción.
El plan demográfico
de acción que fue adoptado por los delegados de 135 naciones, hizo varias
recomendaciones. Los países que creían que su crecimiento demográfico estaba
poniendo en peligro el programa del bienestar humano de sus ciudadanos, fueron
invitados a adoptar políticas demográficas “que fueran consistentes con los
derechos humanos básicos y con las metas y valores nacionales”. Se pidió a los
países desarrollados que reconocieran el hecho de que la utilización, per
cápita, de los recursos naturales de la tierra era mucho más alta que el de
los países en vías de desarrollo y se les urgió adoptar “políticas apropiadas
en lo referente a población, consumo e inversión, teniendo en mente la
necesidad de un progreso fundamental dentro de una equidad internacional”.
Se llego a un
acuerdo en el sentido de que la promoción de la justicia social, una más
equitativa distribución de las tierras, de los ingresos, de la salud y de los
servicios sociales, favorecía la disminución de los niveles de fertilidad. Así
mismo se vio que la total integración de la mujer en la vida económica, social
y cultural de la nación y la promoción de la educación de ambos sexos en todos
los niveles producía un efecto limitativo de la fertilidad. Se señaló que la
introducción de la seguridad social y los beneficios para la tercera edad, eran
medios para eliminar la necesidad, por parte de algunas familias de escasos
recursos, de tener muchos hijos que les sirvieran de seguridad social para la
vejez.
Se invitó a los
países que se habían dado cuenta de que sus tasas de crecimiento demográfico
afectaban negativamente la promoción del bienestar humano, a que se fijaran
metas cuantitativas e iniciaran políticas que posibilitaran el alcance de estos
objetivos para 1985. Se debía respetar la soberanía de cada país y ningún
organismo internacional debía inmiscuirse en la planificación y ejecución de
políticas demográficas de otros países.
Se recomendó que las Naciones Unidas supervisaran las tendencias y
políticas contenidas en el plan de acción, haciendo una revisión cada dos años,
a partir de 1977. Una revisión más comprensiva y una evaluación más a fondo de
este plan de acción debía hacerse cada cinco años por parte de organismos
especializados de la Naciones Unidas.
Calmar el hambre
El Congreso sobre
la Población Mundial no desarrolló ningún plan concreto respecto del suministro
mundial de alimentos ni de la cooperación económica de las naciones avanzadas
con el Tercer Mundo. El problema de desarrollo de planes para atender a casos
urgentes de inanición y para ayudar a las naciones en vías de desarrollo a
producir más alimentos, fue discutido en Roma por parte de la Conferencia
Mundial de Alimentos, de la ONU, en 1974 en la sede de la FAO. Este congreso
adoptó 22 resoluciones que pueden reunirse en torno a tres metas que la
comunidad internacional debería esforzarse por alcanzar:
a)
Debe darse una ayuda inmediata,
por medio de alimentos y fondos allí donde haga falta.
b)
Establecer un sistema de reserva
internacional de alimentos, que pueda suministrar urgentes recursos y, que
pueda estabilizar los precios de los alimentos en el mercado internacional.
c)
Incrementar la producción agrícola
en aquellos países que presentan déficit alimentarios.
Esta tercera meta,
un enfoque a largo plazo, es la iniciativa más importante para tratar de
resolver la escasez periódica de alimentos en el Tercer Mundo. Se invitó a
estos países a desarrollar sus economías de forma balanceada, de tal modo que
el desarrollo industrial no fuera privilegiado por encima del agrícola. El Fondo
Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD) asumió la tarea de ayudar a
los países en vías de desarrollo en el mejoramiento de su agricultura. Los
países industrializados de Occidente y los países de la OPEP prometieron los
mil millones de dólares que se necesitaban para dar comienzo a la operación.
Responsabilidad internacional
Teniendo en cuenta
el problema moral de la justicia internacional, debemos notar que los tesoros y
recursos d la tierra fueron dados a toda la humanidad para satisfacer sus
necesidades naturales. La justicia distributiva internacional impone la
obligación sobre toda la raza humana de ayudar a alimentar a los que padecen
hambre. Con todo, este problema no puede resolverse sólo recurriendo a la
caridad, limitándose a dar de comer al hambriento. Ayudar a los necesitados que
se encuentran dentro de una misma nación tampoco es asunto de mera caridad,
sino de justicia distributiva y social, lo cual implica una compleja
organización y un reajuste constante de la economía nacional de acuerdo con las
variables situaciones.
La caridad y las
donaciones tampoco pueden resolver el problema a nivel mundial, primero que
todo, porque vivir habitualmente de la caridad de los demás, degrada la
dignidad humana y, segundo, porque se deben tener en cuenta las dificultades
económicas y técnicas de la producción creciente de alimentos y la distribución
mundial por parte de las naciones desarrolladas. Existe un viejo dicho: “no des
un pescado a quien tiene hambre, enséñale a pescar”. Si se reparten alimentos a
las naciones pobres, saciarán su hambre por unos pocos días, pero si se les
enseña a producir alimentos y se les ayuda a desarrollar su agricultura, se
verán libres del hambre por todo el resto de su vida. Tanto las naciones
desarrolladas como las que están en vais de desarrollo, esta obligadas a
aportar su colaboración a la solución del problema mundial de alimentación.
Moral del bote salvavidas
El problema moral
de la ayuda internacional para alimentar a los países pobres se agudiza con los
argumentos de las así llamadas moral del bote salvavidas y moral de la
selección entre tres. Algunos autores argumentan que los gobiernos, ya que
tienen la responsabilidad de asegurar la sobrevivencia y el bienestar de sus
ciudadanos, deben tener también el derecho de limitar el numero de niños por
nacer. De otra manera no se podría evitar la “tragedia de los comunes”, es
decir, agotar la capacidad de la tierra.
La moral
del bote salvavidas, compara a las naciones ricas con un bote bien
provisto y bien conservado. Las naciones pobres se encuentran en botes
hacinados y mal provistos o nadan detrás del bote salvavidas con la esperanza
de ser recogidas. La moral del bote salvavidas sostiene que no existe campo
suficiente en el bote para que todos se salven y que si las naciones
desarrolladas tratan de ser generosas con las naciones pobres, no se podrá
evitar la tragedia ya que se hundirían. Es un mal menor permitir que algunas o
inclusive muchas se hundan que poner en peligro la seguridad de todas.
La palabra francesa
triage significa clasificación, selección. En la II Guerra Mundial se
utilizó la práctica de distribuir los soldados heridos en tres grupos. El
primero lo formaban aquellos que estaban próximos a morir, a pesar de cualquier
tratamiento. El segundo por los que se recuperarían aun sin tratamiento, pues
sus heridas eran leves, mientras que el tercero estaba formado por aquellos que
se salvarían si recibían atención inmediata. Como los implementos y el personal
eran limitados, la decisión lógica se tomo a favor del tercer grupo.
Algunos aplican
esta política de la clasificación a la situación internacional de alimentos.
Muchas naciones no pueden proveer adecuadamente de alimentos a su población.
Cuando se cuenta con un excedente de alimentos deberían decidir qué naciones
pueden ser salvadas y recibir alimentos, cuáles pueden sobrevivir sin ayuda, ya
que son capaces de mejorar su agricultura, y cuáles están en situación
desesperada y deberían ser abandonadas. Las naciones que controlan los
excedentes tendrán el terrible deber de decidir cuáles deberían ser alimentadas
y cuáles morir de hambre. El punto álgido de la argumentación consiste en
que hay que elegir entre dos males: la muerte por hambre de una gran parte de
la humanidad o el peligro de arruinar a toda la raza humana. No es tanto la
devastación nuclear lo que amenaza al mundo cuanto la sobrepoblación y la
hambruna.
Para evaluar las morales del bote salvavidas
y de la clasificación, las preguntas obvias que se ocurren son, si sus
defensores plantean los datos en forma correcta, si la disyunción es correcta,
de tal modo que no haya alternativas. Parece que la alegoría del bote
salvavidas no describe con exactitud la situación actual. No existen botes por
parte para naciones ricas y pobres. Todos viajamos en el mismo bote, ricos y
pobres, ya que somos dependientes unos de otros. Las naciones desarrolladas
gastan una porción considerablemente mayor de recursos naturales del mundo que
las naciones pobres, y así el problema de la justicia distributiva no puede
pasarse por alto.
¿Quién es el dueño de los recursos naturales
del planeta? La crisis energética arroja alguna luz sobre este problema. Pero
aún en la hipótesis de aceptar las alegorías del bote salvavidas y de la
clasificación, tenemos que concluir que las disyunciones no son válidas, ya que
se dan soluciones alternativas. Durante la década del sesenta la producción
mundial de alimentos subió un 2.8% anual, mientras la población aumento en un
2%. En la década del setenta la producción de alimentos descendió a un 2.4%
anual; el crecimiento demográfico bajo alrededor del 1.8%. Esto no significa
que no exista problema de alimentos en el mundo, simplemente indica que el
mundo no se está acercando a una hambruna general.
Paternidad responsable
El nivel de la población no ha agotado
todavía los recursos naturales de la tierra, necesarios para el bienestar de
todos los habitantes que viven hoy día. Sin embargo, aun los expertos están
convencidos de que la tasa de crecimiento de la población mundial debe
reducirse porque le planeta y sus recursos son limitados. Deben equilibrarse el
crecimiento de la población y la disponibilidad de los recursos naturales.
La procreación ha sido siempre una actividad
humana responsable. Sin embargo, la idea de la paternidad responsable ha tomado
un significado adicional en estos últimos años de crecimiento extraordinario de
la población. Tenemos que examinar que clase de deberes morales impone tal
responsabilidad en el contexto actual. Se puede considerar la procreación y el
tamaño de la familia con respecto a una sociedad conyugal en particular, en
relación con la comunidad en un sentido
amplio de una nación, o, yendo más allá de los limites de un país, en relación
con el bienestar de toda la raza humana.
El matrimonio y la procreación constituyen
derechos naturales de cada adulto competente. Sin embargo, ningún derecho
ofrece un carácter ilimitado, porque podría entrar en conflicto con los
derechos de los demás, o con los deberes que resultan del legitimo ejercicio de
los derechos. La procreación lleva consigo el deber correspondiente de cuidar
de la educación física y espiritual de la prole. No seria un acto responsable,
engendrar un número de hijos mayor del
que una pareja pueda atender. Los hijos no son el producto de la sociedad, y no
es deber de la sociedad asumir el papel de los padres. El principio de
subsidiariedad significa que la sociedad tiene que venir en ayuda de los
individuos, sea en casos particulares de eventual necesidad, sea en el
cumplimiento de los deberes que sobrepasan la capacidad de los particulares o
grupos menores, por ejemplo, organizando escuelas para la educación de los
niños. El cuidado físico, intelectual y moral de los niños es derecho y deber
de los padres: por consiguiente el estado violaría el derecho primario de los
padres a la educación de sus hijos, si, por ejemplo, les quitara los hijos y
los colocara en sus instituciones.
Criterios de paternidad responsable
El primer criterio
de paternidad responsable es la capacidad de los padres para mirar por sus
hijos; no deberían engendrar más hijos de los que pueden educar. Podrían darse
otros factores que deberían tenerse en cuenta. El crecimiento de la población
en un país en particular puede ser tan rápido que el desarrollo económico no puede
ir al paso con las necesidades de la población en crecimiento. En este caso las
parejas tienen que mirar más allá de su propia sociedad conyugal y pesar las
consecuencias que una familia numerosa pueda ocasionar al bien común y a la
posibilidad de mirar por otros niños.
Es cierto que
algunas parejas están en capacidad de mirar económica, física y
psicológicamente por una familia numerosa, pero su poder adquisitivo puede
impedir a las parejas más pobres adquirir el alimento necesario, el vestido y
el techo, que se encuentran en poca provisión. Uno está obligado a no realizar
un acto cuando prevé con claridad que sus consecuencias pueden perjudicar a
otros. En un país en que la economía
nacional puede abastecer suficientemente a la población y la tasa de
crecimiento está a la par con el crecimiento económico, tener una familia un
poco más numerosas de lo ordinario, sería un proceder responsable en la medida
en que la pareja esté en condiciones de educarla decentemente. La pareja tiene
el derecho de decidir cuántos hijos quiere tener, siempre y cuando ellos puedan
cumplir adecuadamente sus deberes de padres y su decisión no ponga en peligro
el bien común.
Se podría objetar
sin embargo, que sería irresponsable engendrar una familia numerosa aún en la
hipótesis de que la pareja pudiera ver por los hijos y el país en que viven no
tuviera problemas de población. La razón de esta objeción consiste en que cada
persona en un país desarrollado consume diez veces la cantidad de alimento y de
recursos naturales que consume otra del Tercer Mundo. Puesto que el mundo se
está convirtiendo en una “aldea global” en la que todas las naciones están
relacionadas entre sí, cada persona, está en la obligación de tener en cuenta
los efectos de sus acciones y de evitar aquellas que perjudiquen a otros en la
ciudad.
Es probable que en
este contexto se esté llevando más allá de la cuenta la frase popular y la
alegoría teatral de la “aldea global”, ya que no es posible probar que una
familia ocasionalmente más numerosa que el promedio en una nación desarrollada
vaya a perjudicar notablemente a otras en el mundo y vaya a privar a los niños
en crecimiento del alimento y de los demás recursos naturales. La justicia
internacional tanto distributiva como social, se logra mediante acciones
respectivas de los gobiernos más que por las pocas acciones de un reducido
numero de familias.
Responsabilidad por el futuro
¿La actual
generación está en la obligación de mirar con interés los problemas de las
futuras generaciones, el tamaño de la población en el siglo XXI, el potencial
energético necesario, los alimentos y
recursos naturales indispensables para su bienestar? Podríamos responder que ya
tenemos suficientes problemas propios y que no deberíamos preocuparnos por
ahorrar los recursos naturales del planeta para los millones de personas que
vendrán después de nosotros. Deberíamos pensar más bien en satisfacer nuestras
inmediatas e inmensas necesidades usando los recursos de la tierra. “¿Qué ha
hecho alguna vez la posteridad por mí?, se podría preguntar. La posteridad no
podrá hacer nada, sino los que lo anteceden a uno. ¿No estamos obligados a la
reciprocidad con lo que no hemos recibido? Una mirada utilitarista podría
objetar que no nos deberíamos privar nosotros mismos de cosas que podrían aumentar
nuestra felicidad; dejemos a las generaciones futuras que resuelvan sus propios
problemas. Hay también personas religiosamente motivadas que insisten, en
especial con respecto al control natal, en que si Dios da la vida, también
proveerá los medios necesarios para sostenerla. En consecuencia, dicen tales
personas, que no nos deberíamos preocupar demasiado por el futuro sino confiar
en la divina providencia.
Estas y otras
opiniones semejantes son la expresión de una moral y de una teología pobres. Dios
confió la tierra al cuidado del hombre y dotó a éste de razón para elaborar
planes de cómo servirse de los recursos limitados de un planeta también
limitado. Es moral deficiente negar la responsabilidad frente a las
consecuencias de nuestras acciones. Si coloco una poderosa bomba de tiempo en
el sótano de un rascacielos para que estalle años más tarde, quizás después de
mi muerte, estoy realizando una acto moralmente malo porque soy responsable de
las malas consecuencias de mi acto, así ellas sobrevengan después de mi muerte.
Muchos actos
realizados hoy día por individuos o por empresas pueden producir consecuencias
de largo alcance mas tarde. Arrojar productos químicos a los ríos o enterrarlos
desconsideradamente, destruir los bosques, contaminar el aire, y acciones por
el estilo que tienden a corromper nuestro medio ambiente, pueden poner en
peligro la vida de quienes vienen después de nosotros. De acuerdo con sanos
principios morales, las omisiones deliberadas son también decisiones
responsables. La negligencia que se refiere al bienestar de las actuales o
futuras generaciones puede poner en peligro a un gran número de personas, y si
prevemos las malas consecuencias de nuestra negligencia, se nos imputarán a
nosotros el día de mañana. Se ha escrito tanto y se ha dicho tanto en torno a
la ecología en los últimos tiempos, que resulta difícil ignorar las
consecuencias de nuestras acciones u omisiones a este respecto. Los problemas
del crecimiento de la población y el cuidado de mirar por satisfacer a todas
las necesidades que requieren una vida decente, para todo el mundo, se refieren
al futuro, y el futuro está siendo modelado hoy día por nuestras acciones u
omisiones.
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