PRESENTACIÓN DEL TEMA
Detrás de las políticas que fomentan la
liberación no está la preocupación por la situación de la madre que aborta
clandestinamente, sino que suelen existir motivos más profundos que involucran
intereses económicos de ciertos países o de poderosos laboratorios
internacionales.
INTERESES ECONÓMICOS EN QUE NO CREZCA LA POBLACIÓN
La mejor forma de concentrar el poder
económico es evitar que otros países crezcan, y para ello nada mejor que
destruir o controlar su población fomentando la esterilización, el uso de
anticonceptivos y, finalmente, despenalizando el aborto.
Ningún país que
tenga estos flagelos será un país en desarrollo, y esto puede ser de utilidad
para algunos con afán de dominación político-económica. Hace veinte o treinta
años, algunos organismos internacionales como la ONU o la UNESCO se preocuparon
del “explosivo” crecimiento demográfico del mundo y obviamente aparecieron
campañas abortivas para limitar este crecimiento. Hoy las agencias más serias
de la ONU han dado marcha atrás, y se preocupan por la implosión demográfica
y el envejecimiento poblacional.
INTERESES DE
“GRUPOS ECONÓMICOS”
Se destaca la
importante inversión que ha desarrollado ciertos laboratorios internacionales
en “mejorar” las técnicas abortivas, recurriendo quizás a la ultima novedad de
tal o cual píldora que, con mayor eficacia y sin dolor, logra el fin de
destruir a un ser humano. Estos laboratorios que persiguen fines comerciales
logran el lucro a través de campañas en la que las píldoras muchas veces son
presentadas como anticonceptivos, cuando en realidad son abortivas.
EL EMBRIÓN
HUMANO “NO ES UN OBJETO DE CONSUMO”
Uno de los
problemas más serios que es determinante de un gran numero de abortos, es la
exagerada importancia que se le da al factor económico, a los bienes
materiales, o al deseado nivel social, al extremo de ponerlos por encima de los
derechos del hijo. En ocasiones el solo hecho de que este en camino un hijo o
que éste no venga con la calidad estructural y funcional adecuada, determina
que se le deseche, pues no podrá proporcionar la utilidad o los beneficios
esperados.
Por desgracia lo
que se advierte es que, en ocasiones, los hijos se convierten en un “articulo
de consumo” que se busca o se tiene cuando se necesita. Si el hijo viene para
satisfacer necesidades de los padres, y no están estos a las ordenes de las
necesidades espirituales o económicas del hijo, no vamos por buen camino. Los
argumentos más frecuentes a favor del aborto pasan por decir que la persona en
sí esta en contra, pero que debe respetarse la opinión del que está de acuerdo
con abortar.
Ocurre que detrás
de este planteo existe una concepción de la vida social de carácter
utilitarista: remodelar la sociedad según el nivel de los sucesivos compromisos
de interés, pues en realidad lo que importa es cómo pasarla bien o en forma lo
más placentera posible. Si permitimos que la vida humana (en vías de nacer),
sea considerada una pieza que se puede jugar en el tapete de los intereses o de
las utilidades, con mayor razón el individuo de esa sociedad se sentirá
disculpado si rapta a otro con el fin de lucrar. El bajo nivel de moralidad que
evidencia la defensa del aborto determina un grave desorden en la jerarquía de
los valores de la sociedad, que puede llegar a desestabilizarla. El respeto de
la vida humana como valor máximo debe sobreponerse a los intereses
circunstanciales, pues de ello depende el fundamento mismo del sistema
democrático y el mismo bien común.
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