LA
NATURALEZA DE LOS JUICIOS MORALES
Toda persona es
necesariamente moral en la medida en que no tiene su vida hecha, sino que ha de
ir haciéndola a lo largo de su existencia a través de sucesivas deliberaciones
y elecciones. Deliberar supone sopesar distintas posibilidades para responder a
la realidad y para adaptarla a sus necesidades y deseos. Elegir implica
preferir unas posibilidades frente a otras. En este proceso es fundamental el
lugar que ocupan los juicios morales.
El juicio moral sea
evaluador, imperativo o consiliativo, es un juicio prescriptivo, no
descriptivo. Los juicios descriptivos se proponen sobre todo trasmitir
informaciones, aunque determinadas informaciones se trasmiten con la intención
de orientar la acción, más que con la intención de acrecentar el conocimiento. Los
juicios prescriptivos, se proponen primariamente orientar la acción.
Los juicios morales
son juicios prescriptivos, tengan forma
evaluadora (es bueno decir la verdad), imperativa (no se debe dejar desatendido
al paciente) o simplemente consiliativa (deberías dejar de fumar). Puede
decirse que los juicios morales evaluadores pueden convertirse en imperativos o
en consejos, en la medida en que también ellos se proponen orientar la acción.
REGLAS TECNICAS, CONSEJOS Y DEBERES
Los juicios morales
pueden transformase en mandatos. A estos mandatos llamo Kant imperativos,
distinguiendo entre ellos tres tipos, indispensables en la forja del carácter
de las personas, las actividades sociales y las instituciones.
1.
Imperativos hipotéticos
Ordenan realizar una determinada acción,
que es un medio para alcanzar un fin que se persigue. El mandato obliga a
quienes desean alcanzar un fin, pero no es valioso por sí mismo. Se expresa del
siguiente modo: “Si quieres X, no
hagas Y”.
2.
Imperativos categóricos
Ordenan realizar u omitir una acción por su
valor interno. Este tipo de imperativos manda categóricamente, sin condiciones.
Se expresa del siguiente modo: “¡No hagas X!”.
Los imperativos
hipotéticos pueden ser a su vez de dos tipos:
a) Imperativos de la habilidad, que preparan a una persona para alcanzar diversos fines que pueda
proponerse en su vida.
b) Consejos de prudencia, que ayudan a las personas a alcanzar la felicidad.
Las habilidades son
reglas que conviene aprender para poder aplicarlas cuando resulta necesario. El
ámbito de las habilidades es el ámbito de la competencia técnica, instrumental,
y en cualquier profesión es un deber moral tratar de ampliar el conocimiento de
las técnicas con objeto de resolver mejor los problemas.
Los consejos de
prudencia tienen la siguiente peculiaridad: conviene dirigirlos a las personas
concretas, conociendo sus características personales y las de su entorno. Estos
consejos para la felicidad son invitaciones a actuar de una forma determinada, y
los contenidos de esos consejos nunca pueden establecerse a priori, sino que han de extraerse de la experiencia personal o de
la experiencia ajena, pero adaptándose al caso concreto de la persona concreta,
ya que cada persona tiene un peculiar proyecto de autorrealización.
Mientras las
habilidades son cosa de aptitud técnica para manejarse en la vida, los consejos
de prudencia se refieren al arte de vivir, que enraíza en una única biografía.
Kant considera que
los imperativos categóricos son los auténticos mandatos de la moralidad, pues se trata de exigencias que se
presentan como justificadas pretensiones de universalidad, sean cuales fueren
las metas de los individuos concretos. La fuerza obligatoria de los mandatos de
la moralidad no depende de las metas individuales, sino que mandan
incondicionalmente, y son expresivos de la autonomía de las personas. Autonomía
significa autolegislación universal: establecimiento de leyes que cualquier ser
humano podría querer.
La falta de
honradez, la injusticia o el servilismo, el engaño o la instrumentalización de
las personas, son acciones que en principio están desacreditadas por tratarse
de acciones inhumanas. Por eso Kant añadió a la exigencia de universalidad la
de incondicionalidad, lo cual implica que en ningún contexto o situación un
mandato moral puede ser desobedecido.
Resulta imposible
cumplir una exigencia semejante, porque en los contextos concretos de acción un
deber moral puede entrar en conflicto con otros deberes igualmente morales, y
en ese caso es inevitable dejar sin cumplir alguno de ellos. De ahí que un buen
número de éticos haya puntualizado, con posterioridad a Kant, que los mandatos
morales son exigencias universales, cuya fuerza obligatoria debe entenderse en
el siguiente sentido:
1.
Los deberes morales deben
entenderse como mandatos no condicionados o prima
facie, es decir, mandatos que, a primera vista, cuando no están inscritos
en ningún contexto de acción, los reconocemos como morales. Sin embargo, en los
contextos concretos de acción, cuando entran en conflicto con otros mandatos,
tenemos que sopesar cuál de ellos es más exigente moralmente (optar por el
llamado mal menor).
No significa que pierdan su fuerza
obligatoria sino que una exigencia moral más profunda puede llevar a eximir de
cumplirlos cuando entran en conflicto con ella. La dificultad de decidir entre
dos obligaciones morales cuando entran en conflicto ha llevado a establecer
principios que puedan orientar la elección.
2.
El hecho de que en una situación
determinada un mandato moral tenga que quedar incumplido, porque se presenta
otro con mayor fuerza obligatoria, no significa que el primero pierda su
validez y su fuerza obligatoria para el futuro.
Quien en una situación determinada se ve
impelido a matar en legítima defensa, no por eso da por buena la acción de
quitar la vida.
LOS
MANDATOS ESPECIFICAMENTE MORALES
Las reglas técnicas
no son en sí mismas reglas morales, sino que cobran peso moral cuando se
emplean con buen fin, cuando se orientan por valores morales.
En lo que respecta
a los imperativos de la prudencia y los que Kant llama de la moralidad, Kant
piensa que solo los segundos son morales, porque solo ellos exigen su
cumplimiento universal e incondicional, sin depender en su fuerza obligatoria
de que el sujeto se proponga un fin u otro. Si la autonomía de las personas, se
expresa a través de estos mandatos universales, en cada persona podemos suponer
proyectos de autorrealización, que podrán cumplirse con la ayuda de consejos
prudenciales.
Mandatos morales: expresivos de
la autonomía de las personas, que son aquellos que universalizaríamos, porque
se refieren a acciones que cualquier ser humano debería realizar o evitar, si
quiere ser plenamente humano.
Consejos morales de prudencia:
se refieren sobre todo a la realización personal.
Podemos decir que
la formación del juicio moral requiere atender a dos dimensiones:
·
A la dimensión prudencial, en
virtud de la cual una persona va ejercitándose en el arte de deliberar sobre
los medios más oportunos para alcanzar la felicidad, contando para ello con los
consejos de quienes le merezcan confianza.
·
A la dimensión de autonomía,
especifica de las normas que universalizaríamos, porque consideramos propias de
seres humanos.
Cada una de estas
dimensiones del juicio expresa una dimensión de la persona. En el primer caso
la individual; en el segundo, la universalizable, aquella que tiene en común
con las demás personas.
AUTONOMIA Y AUTORREALIZACION
La dimensión de
autonomía, no se refiere a que cada persona se dé leyes individuales, sino a que
las personas tienen conciencia de que hay unas leyes que son propias de seres
humanos, que son nuestras propias leyes. La autonomía
es expresión de universalidad, pero también de intersubjetividad; es decir que
los mandatos morales van más allá de la pura opinión subjetiva y se extienden a
todos los seres humanos.
Por otra parte cada
persona posee una dimensión de interioridad, es un individuo irrepetible, con
un proyecto de felicidad; puede recibir consejos prudenciales de personas
experimentadas y de gentes que la aprecian. Pero, en último termino, es cada
persona quien tiene un acceso privilegiado a su intimidad, a su idea de lo que
le hace feliz: a su ideal de autorrealización.
La universalidad de
los mandatos morales es expresión de la autonomía de los seres humanos,
mientras que los consejos de prudencia se remiten a seres únicos e
irrepetibles, que los asumen o los rechazan desde su biografía única. Autonomía
personal y autorrealización individual son dos dimensiones del sujeto humano,
de la persona, que es preciso atender con esmero en cualquier ética
profesional. La formación del juicio moral tiene que tener ambas en cuenta.
LA FORMACION DEL JUICIO MORAL
Las personas no
nacen con una conciencia moral completamente formada, sino que esta va evolucionando
a través de unas etapas de maduración. Algunos autores han diseñado teorías
sobre cómo se configura nuestra conciencia moral. Destaca entre ellos Lorenz
Kohlberg. El se percata de que la conciencia va conformándose a través de un
proceso de aprendizaje en el que desempeñan un papel fundamental los factores
socio-culturales, el tipo de educación recibida y la experiencia emocional; sin
embargo considera central la evolución que se produce en el aspecto cognitivo,
es decir, en el modo de razonar acerca de las cuestiones morales y de juzgar
sobre ellas.
Empleando la
técnica de pasar a diversos sujetos dilemas morales con unas cuestiones muy
precisas, pensadas para apreciar el nivel de argumentación de los sujetos; el
autor analiza la estructura del crecimiento de la persona teniendo en cuenta
cómo formula juicios sobre lo que es justo o correcto (juicios sobre la
justicia de las acciones). De sus análisis extrae algunas conclusiones:
1.
En el terreno de lo moral
formulamos juicios y, por tanto, es un tipo de conocimiento sobre el que se
puede argumentar. A esta posición se le denomina cognitivismo moral.
2.
Los contenidos de los juicios morales
son diferentes en diversas culturas, pero la estructura del juicio moral es
igual en todos los individuos. Ello es muestra del universalismo.
3.
Es posible educar la conciencia
moral en las formas, más justas de tomar decisiones, porque las cuestiones de
justicia se pueden universalizar. A esta posición se le denomina formalismo.
4.
La estructura universal de los
juicios morales se desarrolla a través de unas etapas, que siguen una secuencia
idéntica en personas de las diversas culturas. Estas etapas son sucesivas, de
forma que nadie puede acceder a las posteriores sin haber pasado por las
anteriores.
EL JUICIO SOBRE LO JUSTO
Desde estos
presupuestos, Kohlberg establece una secuencia de 3 niveles y 6 estadios en la
evolución moral de la personas, desde la infancia hasta la vida adulta.
·
Los niveles definen las
perspectivas de razonamiento que la persona puede adoptar en relación con las
normas morales de la sociedad.
·
Los estadios expresan los
criterios mediante los que la persona emite su juicio moral, lo cual muestra la
evolución seguida dentro de cada nivel.
I.
Nivel preconvencional
Estadio 1: Orientación a la obediencia y el castigo
Estadio 2: Orientación egoísta e instrumental
II.
Nivel convencional
Estadio 3: Orientación de “buen(a) chico (a)”
Estadio 4: Orientación
hacia el mantenimiento del orden social
III.
Nivel posconvencional
Estadio 5: Orientación legalista (jurídico contractual)
Estadio 6: Orientación
por principios éticos universales
______________________________________________________________________
·
Nivel preconvencional: el egoísmo como
principio de justicia
Este nivel
representa la forma menos madura de razonamiento moral. La persona enjuicia las
cuestiones morales desde la perspectiva de sus propios intereses. La persona
tiene por justo lo que le conviene. Las relaciones humanas se entienden de un
modo similar a las del mercado. Este primer nivel caracteriza principalmente el
razonamiento moral de los niños, aunque muchos adolescentes y un buen número de
adultos persisten en el.
·
Nivel convencional: conformismo con las normas sociales.
La persona enfoca
las cuestiones morales de acuerdo con las normas, expectativas e intereses que
conviene al “orden social establecido”, porque le interesa ante todo ser
aceptada por el grupo, para lo cual está dispuesta a acatar sus costumbres.
La persona tiene
por justo lo que es conforme a las normas y usos de su sociedad. Considera que
es valioso en si mismo desempeñar bien los “roles” o papeles sociales
convencionales, adaptarse a lo que su sociedad considera bueno.
Al principio lo
justo es lo que le gusta a los demás, lo que el grupo acepta. Posteriormente,
el juicio se orienta hacia el respeto a la autoridad establecida, hacia la conformidad
con las normas vigentes. Lo justo consiste en que cada uno cumpla con sus
obligaciones sociales. Se adopta el punto de vista del colectivo social y se sitúa
por encima de los intereses individuales.
Este segundo nivel
surge normalmente en la adolescencia y es dominante en el pensamiento de la
mayoría de los adultos. No superarlo supone plegarse a lo que el grupo desee,
lo cual tiene serios peligros. Por eso es preciso acceder al nivel supremo de
madurez: el posconvencional.
·
Nivel posconvencional: la autonomía moral
La persona distingue
entre las normas de su sociedad y los principios morales universales, y enfoca
los problemas morales desde estos últimos. Es capaz de reconocer principios
morales universales en los que debería basarse una sociedad justa y con los que
cualquier persona debería comprometerse para orientar el juicio y la acción. La
medida de lo justo la dan los principios morales universales desde los cuales
puede criticar las normas sociales.
En un principio, lo
justo se define en función de los derechos, valores y contratos legales básicos
reconocidos por toda la sociedad. Posteriormente la persona puede ir mas allá
del punto de vista contractual y utilitario para pensar en la perspectiva de
principios éticos de justicia validos para toda la humanidad. Se trata de reconocer
los derechos humanos en la igualdad y el respeto por la dignidad personal de
todos los seres humanos. Lo justo se define por la decisión de la conciencia de
acuerdo a tales principios. La conquista de la autonomía es considerada así
como la meta del desarrollo moral de la persona.
Este nivel es el
menos frecuente, surge durante la adolescencia o el comienzo de la edad adulta
y caracteriza el razonamiento de solo una minoría de adultos.
ETICA DEL CUIDADO
Carol Gilligan, discípula
de Kohlberg, critico la posición de su maestro, como la de otros relevantes
psicólogos de la historia (Freud y Piaget), al percatarse de que en sus
investigaciones cuentan solo con varones y no con mujeres.
Gilligan realizó
pruebas y llegó a la conclusión de que existen dos lenguajes diferentes para
codificar el mundo moral:
·
El lenguaje de la lógica formal de
la imparcialidad de la justicia, que consiste en tomar decisiones poniéndose en
el lugar de cualquier otro.
·
El lenguaje de la lógica
psicológica de las relaciones, que asume la perspectiva concreta de la situación,
y trata de preservar las relaciones ya creadas.
Entre ambos
lenguajes puede establecerse una comparación que nos permite analizar qué
valores aprecia de forma preponderante cada uno de ellos.
Lógica de la justicia
(separación)
|
Lógica del cuidado
(unión)
|
Individualización
Autonomía
Ley/Derecho/Justicia
Contrato
Abstracción
Universalidad
Imparcialidad
|
Trama de relaciones que puede ser
dañada
Proteger lo vulnerable (las relaciones,
lo débiles)
Responsabilidad/cuidado
Protección/autosacrificio
Narración/contexto
Particularidad
Parcialidad
|
Desde esta
perspectiva, los valores apreciados en el lenguaje masculino serian aquellos que
van conformando individuos autónomos, capaces de tomar decisiones acerca de lo
justo y lo injusto desde condiciones de imparcialidad. Los valores preferidos
por el lenguaje femenino serían aquellos que protegen las relaciones humanas,
se hacen cargo de los débiles, se cuidan de las personas concretas en los
concretos contextos de acción. ¿Significa esto que los varones han de optar por
la autonomía y la justicia, y las mujeres, por cuidado y la compasión?
Tales repartos de
papeles y de valores van en detrimento de los dos sexos, porque la justicia, autonomía, compasión y
responsabilidad son indispensables para alanzar la madurez moral. Por tanto,
que predomine uno u otro en una persona es una cuestión individual, más que una
característica del sexo. Lo que ocurre es que hay al menos dos voces morales,
en las que han de expresarse tanto las mujeres como los varones:
·
La voz de la justicia, que
consiste en juzgar sobre lo bueno y lo malo situándose en una perspectiva
universal, más allá de las convenciones sociales y el gregarismo grupal. Esta
perspectiva se denomina imparcialidad.
·
La voz de la compasión por los que
precisan de ayuda, que son responsabilidad nuestra, empezando por los más
cercanos.
No hay verdadera
justicia sin solidaridad con los débiles, ni autentica solidaridad si una base
de justicia. La conciencia femenina, en su evolución, recorre también tres
niveles, pero sus contenidos resultan ser diferentes de los de la voz
masculina:
·
Nivel preconvencional: es el del egoísmo y la
supervivencia
·
Nivel convencional: diferente del varón. La mujer
quiere ser admitida en su grupo social, pero esto le exige renunciar a sí misma
y vivir para otros. Si una mujer quiere
ser socialmente aceptada, debe relegar sus proyectos de autonomía y tratar de
cuidar y responsabilizarse de aquellos que socialmente le han sido
encomendados: hijos, marido, padres ancianos, parientes con minusvalías.
La protección de los
seres vulnerables que están a su cargo es entonces una virtud femenina.
·
Nivel posconvencional: es aquello en que la
compasión se modera con la justicia, el cuidado con la autonomía. La mujer toma
conciencia de que también ella tiene derechos que han der ser protegidos y
amplia la responsabilidad a su propia persona. La fase de madurez incluye a la
vez responsabilidad y autonomía, compasión y justicia.
Lo que se sugiere
para la evolución de la conciencia moral femenina, debe valer también para la
voz masculina: que la madurez en ambos casos significa acceder al nivel de la
autonomía y la compasión, de la justicia y la responsabilidad, de la
solidaridad universal y del cuidado y la preocupación por el más cercano.
ETICA CRÍTICA - LA
PERSONA COMO INTERLOCUTOR VALIDO
En la década de los
70 dos filósofos alemanes, Karl Otto Apel y Jurgen Habermas, propusieron un
nuevo concepto de persona, basado en una transformación dialógica del concepto
kantiano de autonomía. La persona se nos presentara como un ser capaz de darse
sus propias normas, pero a través de un dialogo con las otras personas
afectadas por las normas, igualmente facultadas para autolegislarse.
La persona se nos
presentara como un interlocutor válido a la hora de decidir normas que le
afectan, de donde se sigue un principio
ético, al que debe someterse cualquier norma y que Apel expone del
siguiente modo:
“Todos los seres
capaces de comunicación lingüística deben ser reconocidos como personas, puesto
que en todas sus acciones y expresiones son interlocutores virtuales, y la justificación
ilimitada del pensamiento no puede renunciar a ningún interlocutor y a ninguna
de sus aportaciones virtuales a la discusión”.
La persona se nos
presenta como un interlocutor válido que como tal debe ser reconocido por cuantos
pertenecen a la comunidad de hablantes; ningún interlocutor válido puede ser
excluido de la argumentación cuando esta versa sobre normas que le afecten.
Para decidir si una
norma es o no correcta, es preciso entablar un diálogo entre los afectados por
ella, que se atenga a unas normas muy precisas.
1.
Desde el punto de vista lógico, la
argumentación ha de cumplir las reglas de una lógica mínima:
-
Ningún hablante puede
contradecirse
-
Cualquier hablante que aplique un
predicado F a un objeto a, tiene que estar dispuesto a aplicar F a cualquier otro objeto que coincida
con a en todos los aspectos
relevantes.
-
Distintos hablantes no pueden
utilizar la misma expresión con significados distintos.
2.
Han de considerar la argumentación
como un procedimiento, que consiste en la búsqueda cooperativa de la
corrección, y no como un medio para persuadir a otros de que se tiene razón o
para lucirse. Los interlocutores han de atenerse a reglas que tiene ya un
contenido ético (no solo lógico), porque les exigen reconocerse recíprocamente
como personas. Estas reglas son:
-
Un hablante puede afirmar únicamente
lo que cree
-
Quien recurra a un enunciado o a
una norma que no es objeto de la discusión debe dar una razón para ello.
3.
Si consideramos el discurso
argumentativo como un proceso de comunicación, esto significa que los
interlocutores quieren llegar a un acuerdo que no venga motivado por la fuerza
o por impulsos más o menos viscerales, sino por el mejor argumento, y para eso
han de satisfacer ciertas reglas, ya que en caso contrario se estaría
decidiendo arbitrariamente que algunos no son interlocutores validos. Las
reglas a cumplir son:
-
Cualquier sujeto capaz de lenguaje
y acción puede participar en el discurso
-
Cualquiera puede poner en duda
cualquier afirmación
-
Cualquiera puede introducir en el
discurso cualquier afirmación
-
Cualquiera puede expresar sus
posiciones, deseos y necesidades
-
No puede impedirse a ningún
hablante hacer valer sus derechos, establecidos en la reglas anteriores,
mediante coacción interna o externa al discurso.
Una vez que el
discurso ha finalizado, los interlocutores habrán de atenerse a dos principios
para comprobar si la norma es correcta:
1.
El principio de universalización, según el cual:
“Una norma será válida cuando todos los
afectados por ella puedan aceptar libremente las consecuencias y efectos
secundarios que se seguirían, previsiblemente, de su cumplimiento general para
la satisfacción de los intereses de cada uno”.
Este
principio nos mostrara que las normas que solo satisfacen intereses
individuales o grupales no son morales, y que el equilibrio que puede
conseguirse entre ellas tras un dialogo puede ser una buena solución política,
pero no una norma moral.
2.
El principio de la ética del discurso que dice así:
“Solo pueden pretender validez las
normas que encuentran (o podrían encontrar) aceptación por parte de todos los
afectados, como participantes en un discurso practico”.
Para que la norma sea correcta tienen que
haber participado en el dialogo todos los afectados por ella; tienen que
haberlo hecho según las reglas, en condiciones de simetría; y la norma se tendrá
por correcta solo cuando todos los afectados la acepten porque les parece que
satisface intereses universalizables. El acuerdo sobre la corrección moral de
una norma no puede ser nunca un pacto de intereses individuales o grupales,
fruto de una negociación, sino un acuerdo unánime, fruto de un dialogo sincero en
el que se busca satisfacer intereses universalizables.
Dado que las
personas son interlocutoras validas para determinar la corrección de las normas
que les afectan, podemos decir que son dignas de recibir un doble tipo de
trato:
1. En primer lugar sus intereses deben ser tenidos en cuenta al tratar
sobre normas que les afectan.
2. En segundo lugar, el hecho de que sea a través del dialogo como
determinamos qué normas van a ser correctas, plantea con respecto a los interlocutores
potenciales una serie de exigencias que tiene que ser satisfechas.
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