Las historias entre padres e hijos que relatan conflictos familiares son
constantes, pero parece que esa situación de opiniones encontradas se ha hecho
mas critica en nuestros días. Los conflictos familiares entre padres e hijos son mas
frecuentes y graves, hasta el punto que dan lugar a la ruptura de los vínculos
familiares que acaban con la vida común en el hogar. Las “fugas” de los hijos
menores y la rápida independencia de los hijos mayores que se van a vivir
solos, son cada vez mas frecuentes.
El escenario de estos conflictos no solo es la familia, sino que abarca
todas las instituciones. Es preciso que desde la Ética se vislumbre algún punto
de solución.
El sentido de las
generaciones
Se ha definido la generación como “un cambio de nivel, una articulación de
la continuidad sin romperla, un hiato en la fluencia del tiempo” (J. Marias)
Las generaciones se sitúan a diferente nivel en el tiempo. Esa variedad de
niveles de altura connota una diversidad de ideas y de modos de pensar. Supone
que se tiene distinta valoración de los hechos, de las personas y en general de
los valores. Quienes se colocan a niveles distintos, normalmente no coinciden en
los mismos sentimientos ni en idénticos quereres y sus mismas aspiraciones
tienen que ser diversas.
El tiempo, la edad, la sensibilidad, las condiciones de la existencia, la
situación y los estados de la vida, marcan diferencias que tocan por igual al
cuerpo y al espíritu. Lo contrario seria no respetar las leyes de la
naturaleza.
La generación se expresa como “una articulación de la continuidad”. La existencia histórica no es nunca plenamente
continua, sino que se articula por momentos históricos que marcan la vida de
cada uno. Esa articulación se presta a continuos roces y fracturas, pues se
resiente en cada uno de sus movimientos.
Finalmente las generaciones se definen como “hiatos en la fluencia del
tiempo”. La horizontalidad del calendario se corta temporalmente, en
coincidencia con la vida de cada persona, dando lugar a espacios de dieciséis
anos que marcan el tiempo aproximado que separa a una generación de otra.
Pero ni el “cambio de nivel” rompe el horizonte, ni la “articulación”
destruye el miembro, ni el “hiato” finaliza la continuidad del tiempo. Aceptada
esta realidad, ha de haber un esfuerzo común para evitar lo que se ha llamado
“una ruptura de generaciones”.
La ruptura generacional seria como nivelar la montana, amputar y paralizar
un miembro o cortar la historia, sin
posibilidad alguna de avance, sino fijarla para el breve tiempo señalado a cada
generación.
La historia muestra todo el pasado como una suma de generaciones que se han
enriquecido mutuamente. Cada generación ha sabido pasar a la generación
siguiente sus valores y contravalores.
Diferencias generacionales
Ortega y Gasset ha distinguido distintos tipos de generaciones. El análisis
orteguiano descubre unas generaciones que el denomina cumulativas. Son aquellas que se han sucedido con cierto sentido de
continuidad. Se sucedieron sin fricciones excesivas y han sabido acumular los
valores respectivos. Son generaciones que prefieren “sumar” a “restar”, y antes
de “dividir” han preferido “multiplicar” sus esfuerzos para comunicarlos a la
generación siguiente. Modelo de “generación cumulativa” fueron las primeras
comunidades cristianas, la cultura medieval y, en la época moderna el intento
de la generación del 27.
Frente al espíritu de las generaciones cumulativas se sitúan las generaciones polemicas. El
enfrentamiento es la característica de estas generaciones. Prefieren “restar” y
“dividir” antes de sumar esfuerzos.
Estas generaciones no suelen ser fecundas, mas bien destruyen la herencia anteriormente
recibida. La polémica puede ser tan aguda, prolongada y profunda en ocasiones,
que pueden llegar a escindirse: “abismo generacional”.
Finalmente, la historia distingue generaciones
decisivas, que s e caracterizan por una profunda innovación. Son
generaciones ricas y creadoras que saben mirar al pasado para aprovechar todo
lo que es útil y trasmitirlo al futuro. Tienen tal capacidad de creación que
dan lugar a una “época nueva”. Todos los grandes cambios históricos tienen en
su origen una: "generación decisiva”. Tal fue sin duda la generación del
catolicismo en el siglo XVI, la
España de los Reyes Católicos, la generación del 98, y los
comienzos del empuje europeo de la posguerra de 1939.
Esta división no es exhaustiva ni siquiera puede señalar épocas que fueron
estrictamente “cumulativas”, “polémicas” o "decisivas”. Normalmente se
entrecruzan, pero la preponderancia de alguno de sus elementos es lo que de
verdad ha distinguido a las distintas generaciones.
En teoria, la generación ideal es aquella que tiene un mínimo del elemento
polémico, un buen grado de capacidad acumulativa y muy desarrollado el sentido
decisivo, que la lleva a afrontar con brío una orientación nueva de la
historia.
Análisis de una generación
Para algunos, la confrontación generacional actual es la mas grave hasta
ahora conocida, y culpan principalmente a la generación joven, pues la consideran una
"generación cansada”, “consumista” y empobrecida de valores morales.
Otros por el contrario, salen fiadores de la joven generación para
desposeer de valores a la generación de los mayores., afirmando que esa
generación anterior ha sido la que se ha
conformado con una situación establecida y no ha tenido empeño ni empuje para
afrontar un cambio histórico que se hacia necesario.
Posiblemente ninguno de estos dos juicios sea justo, por su misma
radicalidad. A unos les sobra actitud crítica negativa y los otros se exceden
en elogios.
Un realismo elemental lleva a afirmar que existe un enfrentamiento
generacional. Se habla de “generación gap” o “brecha”.
Un segundo dato es la conciencia que tiene la juventud como grupo en si.
Nunca se hablo como hoy tan enfáticamente de “la juventud”. Los jóvenes se
sienten protagonistas de algo que se esta haciendo en grupo y que se lleva a
cabo por esa misma colectividad que es la gente joven. A eso hay que añadir el
dato cuantitativo: en número los jóvenes representan “la mayoría”.
Es evidente que la juventud actual se presenta como un grupo sumamente
critico frente a la otra edad. Se ha inventado una nueva palabra, la
“contestación”, y el termino “protesta” adquiere una enorme fuerza de
actualidad. Pero, al mismo tiempo, o como final de ese fenómeno de protesta,
surge un movimiento de modo formal poco
numeroso, pero muy importante ambientalmente, que son los “pasotas”. Entre
“pasotismo” y “criticismo” es muy difícil elegir, pero ambas actitudes se
reparten un buen sector de la juventud actual.
Parece que los defectos de la sociedad de consumo se ceban especialmente en
la juventud. El vitalismo, la capacidad de cambio que le pide la mutación de
cosas, el afán de goce que demanda su naturaleza, etc., son datos incuestionables
de la psicología juvenil que ofrecen el terreno apto para lo que denominamos
“sociedad de consumo”. Pero simultáneamente, surgen grupos que se presentan
como contestatarios contra todo consumo y sienten nostalgia por volver a una
especie de estado puro, de recuperar la naturaleza, y viven una ascesis que
proporciona la medida justa en el uso de las cosas. En este aspecto el grupo
consumista gana en número, pero no en calidad, a los que protestan contra la
civilizacion del consumo.
Es una realidad palpable que la generación joven tiene mas sensibilidad
para los grandes valores de la dignidad de la persona, los derechos
fundamentales del hombre, el valor de la libertad personal, el sentido de la
justicia, etc. La generación que haga suyos esos valores éticos tan fundamentales
es, en efecto, una generación rica y “cumulativa”. La historia atestigua sin
embargo, que no siempre que se ha descubierto una verdad, la humanidad ha sido
capaz de llevarla a cabo. Se trataría de generaciones que “profesan” unos
valores pero no los practican.
En este sentido la generación actual se presenta como ambivalente. Frente a
los que muestran sensibilidad para la justicia, la dignidad del hombre, el
sentido de igualdad y los derechos humanos, esta el grupo que defiende la
anarquía o vive el escepticismo en todos esos aspectos de la vida.
Respecto a los valores morales, las actitudes son también ambivalentes. Una
parte no pequeña de la juventud no observa las normas de convivencia con el
consiguiente incumplimiento de la justicia, ni se caracteriza por el trabajo
intenso y efectivo que contribuye al bien común, y sobre todo se muestra
inmoral, cuando no amoral, en todo lo relativo a las relaciones entre los dos
sexos. La moralidad en el campo sexual es un buen test que evalua la altura
moral de una época o de una generación.
En lo que respecta a los valores religiosos, la generación actual se
mantiene en dos grandes bloques: los que se confiesan religiosos y los que
prescinden de toda dimensión confesional creyente.
Principios de solución de la
crisis
Nadie tiene la clave de la solución de la crisis. El comienzo debe ser el
desbloqueo de las dos generaciones de sus posiciones tomadas una frente a la
otra.
Dado que es mas enconada la actitud de la juventud, como por su facilidad
para el cambio, deben ser los jóvenes los que tomen la iniciativa.
Los jóvenes actuales hacen profesión de su juventud olvidando que es una
etapa transitoria, con lo cual se
enquistan en sus posiciones y se olvidan de que por la dinámica de la vida la
juventud pasara.
El desbloqueo de sus actitudes les ayudara a no rechazar absolutamente la
generación adulta y descubrirán valores que caracterizan también a esa
generación, evitando así todo intento de ruptura con ella.
La generación adulta, ante la falta de agresividad de los jóvenes, tomara
una actitud menos crítica y más comprensiva que les hará receptivos a los
valores de la juventud y se dejaran “ayudar” en la dirección de la marcha de la
historia que ellos, por ley de vida, tienen en sus manos.
La solución esta en el dialogo paciente y comprensivo. El conflicto
generacional de nuestros días solo tiene arreglo en el dialogo a todos los
niveles: en la familia, entre padres e hijos, en la escuela, entre profesores y
alumnos, en la vida social, entre las instituciones y grupos juveniles y
quienes ostentan el poder en el plano político.
Pero el dialogo no es la fuerzas ni la prepotencia. Dialogar es saber escuchar
y esforzarse por aceptar el porque de unas actitudes y unos puntos de vista. Quien
dialoga debe mostrar en todo momento el respeto a la opinión contraria y sobre
todo, el diálogo debe estar basado en la humildad. Sócrates sostuvo que la
“atención” y la “humanidad” eran las dos condiciones del dialogo.
Todos los problemas tienen a su favor unas razones más poderosas que otras,
y que son precisamente, las que vencen en las decisiones finales. Dialogar es
buscar caminos eficaces de acción.
El dialogo generacional es indispensable para evitar dogmatismos falsos e
intransigentes, y sobre todo, para eliminar los fanatismos de ambos grupos
generacionales, con el fin de que no se acabe en lo que se ha denominado
“separación abismal de generaciones”.
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