PRESENTACIÓN DEL
TEMA
Los aspectos
fundamentales relativos a la moral del aborto se concentran en la referencia a
los siguientes valores: a)
reconocimiento del derecho de todo ser humano a las condiciones de vida más
básicas y a la vida misma; b) la
protección de este derecho a vivir; c) la defensa de una idea de la maternidad;
d) el principio ético del médico como el que protege y cuida la vida humana, y
nunca llega a ser su destructor.
Desde un punto
de vista ético, uno de los aspectos fundamentales a considerar se da cuando
entran en conflicto diversos valores que pueden estar en juego en el momento
del aborto. La metodología del conflicto de valores la vemos, por ejemplo, en
la situación del aborto terapéutico.
El aborto
eugenésico plantea una pregunta cuya respuesta es difícil de dar a priori. Es una situación típica en la cual los
principios éticos son claros a nivel abstracto, pero requieren una gran dosis
de comprensión a nivel concreto. En este ámbito, nuestra postura es clara en el
sentido de que ningún valor en estas circunstancias puede priorizarse a lo
que es el respeto a la vida misma desde la concepción. Nunca se podrá optar entre dos vidas: siempre
deben ponerse todos los medios para salvar ambas.
En temas tan complejos como el aborto nadie tiene el
derecho de imponer sus opiniones éticas, y debe dejarse que cada uno actúe
según sus principios. Esta postura relativista o pluralista, lleva a una
verdadera anarquía, donde cada uno puede respetar o no los derechos
fundamentales del hombre según los dictados de su conciencia. Cuando está en
juego el respeto del derecho a la vida, existen valores esenciales que deben
respetarse más allá de los gustos, preferencias o necesidades, y esto es lo
que, en definitiva, diferencia a los hombres de los animales, pues es nuestra
razón, inspirada en el conocimiento de valores naturales al hombre, la que nos
marca cuáles son los imperativos éticos básicos irrenunciables de los que
depende no sólo la vida de una persona sino la existencia misma de la familia y
la sociedad.
Llegada la hora de
marcar prioridades éticas, sociales, políticas o económicas....no obstante
tener plena conciencia de la cruda realidad que rodea a la mujer que decide
abortar, nunca podemos - como sociedad - anteponer la situación de la madre al
derecho a la vida del concebido, ya que estaríamos dejando de lado la
consideración más importante de los derechos fundamentales del hombre.
Tanto el aborto
como el infanticidio son delitos abominables, pues se destruyen las vidas
humanas de los más indefensos. Aún cuando se aprobaran leyes que lo
legitimaran, el aborto es y seguirá siendo un crimen moral.
DILEMA ETICO DEL MEDICO (OBJECIÓN DE
CONCIENCIA)
Presentación del tema
Está en juego el
honor de la medicina. Es propio y digno de la profesión médica respetar la
vida, y... un buen día le dicen al médico que puede matar. Mas allá de las
formas, será él quien tendrá que ejecutar el homicidio legalizado. No olvidemos
que el medico parte de un juramento hipocrático por el que se obligó a defender
la vida del paciente. El médico tiene una formación y un orden de valores que
respetar; tiene una conciencia que lo lleva a apartarse de actos que bien sabe
son homicidas. Con la posible legalización del aborto la medicina corre el
riesgo de dividirse entre los que respetarán el juramento hipocrático y los que
no lo harán por haber perdido el respeto a la vida humana en su estado más
inocente e indefenso.
La experiencia
indica que el médico que no respeta la vida y realiza un aborto “cae por un
tobogán” donde luego admitirá la esterilización, la eutanasia, la tortura, etc.
El médico que admite el aborto porque la ley lo tolera, muestra una forma de
ser y de pensar peligrosa para el ejercicio de su profesión. El fin básico de
la medicina es proteger la vida y la salud del paciente, y resulta que en los
hechos, tal o cual galeno no respeta sino que destruye vidas.
Objeción de conciencia
El hombre tiene una
conciencia que le dicta, según su razón, la conducta debida, actuando en
libertad hacia lo que se considera verdad.
En ese ámbito el
médico, más allá de lo que digan las leyes, sabe que tiene el deber de respetar
la vida. Esta postura no depende de ser o no religioso, o de creer o no en
Dios, sino de respetar los dictados del derecho natural inherente a todo ser
humano. Cuando aparecen legislaciones que legalizan el aborto, de inmediato el
médico advertirá que su conciencia no le permite disponer de vidas inocentes e
indefensas, y no obstante la ley, invocará una objeción de conciencia.
En estos casos,
el médico debe priorizar los dictados de su conciencia y no los de la
“conciencia del cliente”, pues por naturaleza y por profesión, es un servidor y
no un destructor de la vida. Más allá de lo dispuesto en el ordenamiento
jurídico el médico puede no participar de los criterios del legislador, y
resistirse a intervenir en cualquier situación que sea cercana al aborto,
porque debe respetar sus principios éticos.
Si por razones de
principio los médicos y las enfermeras entienden que no es razonable, conforme
a sus principios éticos, el aborto, no deben de hacerlo, y deben plantear la
denominada objeción de conciencia. La conciencia del bien inviolable de la vida
supera toda propuesta de ley positiva humana. A veces se requiere heroísmo para
permanecer fieles a tales exigencias. No obstante es necesario proclamar
claramente que la vida y el desarrollo de la persona pasan por esta constante
fidelidad a la conciencia, mantenida en la rectitud y en la verdad.
La objeción de
conciencia del agente de salud, auténticamente
motivada, tiene el gran significado de denuncia social de una injusticia legal
perpetrada contra la vida inocente e indefensa.
Particularmente en
los sistemas jurídicos donde se ha legalizado el aborto, se enfrenta la difícil
situación que se da cuando el médico tiene plena conciencia de que el aborto es
un acto atentatorio contra la vida. En el momento en que le es solicitada su
participación en un aborto, el médico debería poder plantear lo que se denomina
la “objeción de conciencia”, en el sentido de que no puede realizar el acto
porque va contra sus propios principios, contra sus convicciones éticas y
morales. Más allá de lo que diga la ley, el médico debe comprender que abortar
atenta contra los principios de la ética. En este caso al médico no se le
debería imponer bajo ningún concepto la obligación de efectuar un aborto. Es
necesario obedecer a la conciencia antes que a lo determinado por ciertas leyes
y a lo solicitado por ciertos clientes que, se sabe, no responde a la ética.
La ley no puede
imponerle al médico suprimir una vida. En nuestra conciencia existen pautas que
emergiendo de nuestra naturaleza humana nos marcan lo que puede ser
bueno o malo respecto de una determinada conducta. El poder o el deber actuar
conforme a los dictados de nuestra naturaleza humana pone en juego, el uso de
una razón que libremente se orienta a la verdad. La conciencia del
médico formado en valores humanistas señalará que no es posible matar a un
indefenso e inocente niño.
La Iglesia Católica y la objeción de conciencia
En la Evangelium
Vitae, con particular rigor se establece que ante la eventualidad de que
exista una ley que autorice el aborto o la eutanasia, estas disposiciones “no
crean ninguna obligación de conciencia” sino que, por el contrario, establecen
una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de
conciencia.
Todo hombre que
respete los dictados de su conciencia en lo que refiere al respeto de la vida
humana está llamado por un grave deber de conciencia a no colaborar ni en la
aprobación ni en la puesta en práctica de leyes inmorales e injustas.
La eventual liberación del aborto puede
cambiar la imagen de la medicina e incluso de la magistratura.
El médico sólo se
concibe estando al servicio de la vida y de la salud de sus pacientes. Si por
el contrario, su actividad se orienta “al servicio de la muerte”, por más que
la ley lo autorice se verá seriamente comprometida su imagen, así como los
motivos que hacen de ésta la más digna de las profesiones. También se afecta la
imagen de la magistratura, cuando quienes siempre estuvieron para que se
respete el derecho a la vida, ahora se convierten en meros espectadores de un
proceso inhumano en el que no podrán hacer respetar el derecho humano esencial,
que es el derecho a la vida.
DILEMAS
CULTURALES DEL ABORTO
En la mayor parte
de los casos, el aborto y su problemática comienza en la existencia de serias
carencias culturales, y en particular en la falta de educación sexual, o educación para la vida en familia.
En el ámbito del
Estado y de ciertas organizaciones internacionales, cuando se habla de
educación sexual o de planificación sexual, o de paternidad responsable, en lo
único que se piensa es en educar para que la juventud sepa cómo se usa un
preservativo, de forma de no limitar el placer del sexo, evitando al mismo
tiempo, la reproducción humana y las enfermedades de transmisión sexual,
especialmente el SIDA.
Mientras esta
educación siga siendo meramente sexual, lejos estamos de educar para la vida en
familia. El presupuesto indiscutido es que el sexo está para el placer, y es
una inclinación a la que todos debemos ceder libremente como expresión de uno
de nuestro derechos fundamentales- o de nuestros instintos más bajos y animales.
Es un derecho que
se ejerce sin responsabilidades, pues se
está ante una necesidad fisiológica incontenible. El sexo tiene una finalidad
natural que es la procreación; debe ejercerse con responsabilidad, orden y respeto,
previendo sus consecuencias reproductivas en el ámbito de una relación
matrimonial estable, y particularmente, amorosa.
Vivimos una época
caracterizada por la incitación al erotismo, la frivolidad, la utilización de
nuestros semejantes; donde la sexualidad se ha desvalorizado por ser
deshumanizada y carente de amor humano legítimo. La sexualidad, como bien de
consumo, lleva al desorden y vende la idea de que ciertos problemas se
resuelven consumiendo servicios sexuales.
La sexolatría, como
plaga de nuestro tiempo, es causante en su origen de muchos abortos. No educa
sexualmente el que enseña a usar un preservativo, sino el que sabe difundir la
idea de que la dignidad de la persona se eleva cuando utiliza el sexo por amor
desinteresado y abierto a la vida en una relación estable (matrimonial).
En el tema del
aborto están en juego los valores culturales esenciales de la sociedad. El
error grave de aceptar el aborto está en que se comienza a institucionalizar el
descrédito sobre el valor mismo de la vida humana. Detrás de esta caída
cultural que supone la aceptación del aborto, viene la legalización de la
eutanasia, la supresión de los subnormales... esto, lejos de ser “alarmismo”,
es la cruda realidad.
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