lunes, 28 de julio de 2014

DILEMAS ÉTICOS Y CULTURALES DEL ABORTO

PRESENTACIÓN DEL TEMA

Los aspectos fundamentales relativos a la moral del aborto se concentran en la referencia a los siguientes valores:   a) reconocimiento del derecho de todo ser humano a las condiciones de vida más básicas y a la vida misma;  b) la protección de este derecho a vivir; c) la defensa de una idea de la maternidad; d) el principio ético del médico como el que protege y cuida la vida humana, y nunca llega a ser su destructor.
Desde un punto de vista ético, uno de los aspectos fundamentales a considerar se da cuando entran en conflicto diversos valores que pueden estar en juego en el momento del aborto. La metodología del conflicto de valores la vemos, por ejemplo, en la situación del aborto terapéutico.  

El aborto eugenésico plantea una pregunta cuya respuesta es difícil de dar a priori.   Es una situación típica en la cual los principios éticos son claros a nivel abstracto, pero requieren una gran dosis de comprensión a nivel concreto. En este ámbito, nuestra postura es clara en el sentido de que ningún valor en estas circunstancias puede priorizarse a lo que es el respeto a la vida misma desde la concepción.  Nunca se podrá optar entre dos vidas: siempre deben ponerse todos los medios para salvar ambas.

En temas tan complejos como el aborto nadie tiene el derecho de imponer sus opiniones éticas, y debe dejarse que cada uno actúe según sus principios. Esta postura relativista o pluralista, lleva a una verdadera anarquía, donde cada uno puede respetar o no los derechos fundamentales del hombre según los dictados de su conciencia. Cuando está en juego el respeto del derecho a la vida, existen valores esenciales que deben respetarse más allá de los gustos, preferencias o necesidades, y esto es lo que, en definitiva, diferencia a los hombres de los animales, pues es nuestra razón, inspirada en el conocimiento de valores naturales al hombre, la que nos marca cuáles son los imperativos éticos básicos irrenunciables de los que depende no sólo la vida de una persona sino la existencia misma de la familia y la sociedad.

Llegada la hora de marcar prioridades éticas, sociales, políticas o económicas....no obstante tener plena conciencia de la cruda realidad que rodea a la mujer que decide abortar, nunca podemos - como sociedad - anteponer la situación de la madre al derecho a la vida del concebido, ya que estaríamos dejando de lado la consideración más importante de los derechos fundamentales del hombre.

Tanto el aborto como el infanticidio son delitos abominables, pues se destruyen las vidas humanas de los más indefensos. Aún cuando se aprobaran leyes que lo legitimaran, el aborto es y seguirá siendo un crimen moral.

DILEMA ETICO DEL MEDICO (OBJECIÓN DE CONCIENCIA)

Presentación del tema


Está en juego el honor de la medicina. Es propio y digno de la profesión médica respetar la vida, y... un buen día le dicen al médico que puede matar. Mas allá de las formas, será él quien tendrá que ejecutar el homicidio legalizado. No olvidemos que el medico parte de un juramento hipocrático por el que se obligó a defender la vida del paciente. El médico tiene una formación y un orden de valores que respetar; tiene una conciencia que lo lleva a apartarse de actos que bien sabe son homicidas. Con la posible legalización del aborto la medicina corre el riesgo de dividirse entre los que respetarán el juramento hipocrático y los que no lo harán por haber perdido el respeto a la vida humana en su estado más inocente e indefenso.

La experiencia indica que el médico que no respeta la vida y realiza un aborto “cae por un tobogán” donde luego admitirá la esterilización, la eutanasia, la tortura, etc. El médico que admite el aborto porque la ley lo tolera, muestra una forma de ser y de pensar peligrosa para el ejercicio de su profesión. El fin básico de la medicina es proteger la vida y la salud del paciente, y resulta que en los hechos, tal o cual galeno no respeta sino que destruye vidas.

Objeción de conciencia


El hombre tiene una conciencia que le dicta, según su razón, la conducta debida, actuando en libertad hacia lo que se considera verdad.

En ese ámbito el médico, más allá de lo que digan las leyes, sabe que tiene el deber de respetar la vida. Esta postura no depende de ser o no religioso, o de creer o no en Dios, sino de respetar los dictados del derecho natural inherente a todo ser humano. Cuando aparecen legislaciones que legalizan el aborto, de inmediato el médico advertirá que su conciencia no le permite disponer de vidas inocentes e indefensas, y no obstante la ley, invocará una objeción de conciencia.

En estos casos, el médico debe priorizar los dictados de su conciencia y no los de la “conciencia del cliente”, pues por naturaleza y por profesión, es un servidor y no un destructor de la vida. Más allá de lo dispuesto en el ordenamiento jurídico el médico puede no participar de los criterios del legislador, y resistirse a intervenir en cualquier situación que sea cercana al aborto, porque debe respetar sus principios éticos.

Si por razones de principio los médicos y las enfermeras entienden que no es razonable, conforme a sus principios éticos, el aborto, no deben de hacerlo, y deben plantear la denominada objeción de conciencia. La conciencia del bien inviolable de la vida supera toda propuesta de ley positiva humana. A veces se requiere heroísmo para permanecer fieles a tales exigencias. No obstante es necesario proclamar claramente que la vida y el desarrollo de la persona pasan por esta constante fidelidad a la conciencia, mantenida en la rectitud y en la verdad.

La objeción de conciencia del agente de salud, auténticamente motivada, tiene el gran significado de denuncia social de una injusticia legal perpetrada contra la vida inocente e indefensa.

Particularmente en los sistemas jurídicos donde se ha legalizado el aborto, se enfrenta la difícil situación que se da cuando el médico tiene plena conciencia de que el aborto es un acto atentatorio contra la vida. En el momento en que le es solicitada su participación en un aborto, el médico debería poder plantear lo que se denomina la “objeción de conciencia”, en el sentido de que no puede realizar el acto porque va contra sus propios principios, contra sus convicciones éticas y morales. Más allá de lo que diga la ley, el médico debe comprender que abortar atenta contra los principios de la ética. En este caso al médico no se le debería imponer bajo ningún concepto la obligación de efectuar un aborto. Es necesario obedecer a la conciencia antes que a lo determinado por ciertas leyes y a lo solicitado por ciertos clientes que, se sabe, no responde a la ética.

La ley no puede imponerle al médico suprimir una vida. En nuestra conciencia existen pautas que emergiendo de nuestra naturaleza humana nos marcan lo que puede ser bueno o malo respecto de una determinada conducta. El poder o el deber actuar conforme a los dictados de nuestra naturaleza humana pone en juego, el uso de una razón que libremente se orienta a la verdad. La conciencia del médico formado en valores humanistas señalará que no es posible matar a un indefenso e inocente niño.

La Iglesia Católica y la objeción de conciencia


En la Evangelium Vitae, con particular rigor se establece que ante la eventualidad de que exista una ley que autorice el aborto o la eutanasia, estas disposiciones “no crean ninguna obligación de conciencia” sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia.

Todo hombre que respete los dictados de su conciencia en lo que refiere al respeto de la vida humana está llamado por un grave deber de conciencia a no colaborar ni en la aprobación ni en la puesta en práctica de leyes inmorales e injustas.

La eventual liberación del aborto puede cambiar la imagen de la medicina e incluso de la magistratura.

El médico sólo se concibe estando al servicio de la vida y de la salud de sus pacientes. Si por el contrario, su actividad se orienta “al servicio de la muerte”, por más que la ley lo autorice se verá seriamente comprometida su imagen, así como los motivos que hacen de ésta la más digna de las profesiones. También se afecta la imagen de la magistratura, cuando quienes siempre estuvieron para que se respete el derecho a la vida, ahora se convierten en meros espectadores de un proceso inhumano en el que no podrán hacer respetar el derecho humano esencial, que es el derecho a la vida.

DILEMAS CULTURALES DEL ABORTO

En la mayor parte de los casos, el aborto y su problemática comienza en la existencia de serias carencias culturales, y en particular en la falta de educación sexual, o  educación para la vida en familia.

En el ámbito del Estado y de ciertas organizaciones internacionales, cuando se habla de educación sexual o de planificación sexual, o de paternidad responsable, en lo único que se piensa es en educar para que la juventud sepa cómo se usa un preservativo, de forma de no limitar el placer del sexo, evitando al mismo tiempo, la reproducción humana y las enfermedades de transmisión sexual, especialmente el SIDA.

Mientras esta educación siga siendo meramente sexual, lejos estamos de educar para la vida en familia. El presupuesto indiscutido es que el sexo está para el placer, y es una inclinación a la que todos debemos ceder libremente como expresión de uno de nuestro derechos fundamentales- o de nuestros instintos más bajos y animales.

Es un derecho que se ejerce sin  responsabilidades, pues se está ante una necesidad fisiológica incontenible. El sexo tiene una finalidad natural que es la procreación; debe ejercerse con responsabilidad, orden y respeto, previendo sus consecuencias reproductivas en el ámbito de una relación matrimonial estable, y particularmente, amorosa.

Vivimos una época caracterizada por la incitación al erotismo, la frivolidad, la utilización de nuestros semejantes; donde la sexualidad se ha desvalorizado por ser deshumanizada y carente de amor humano legítimo. La sexualidad, como bien de consumo, lleva al desorden y vende la idea de que ciertos problemas se resuelven consumiendo servicios sexuales.

La sexolatría, como plaga de nuestro tiempo, es causante en su origen de muchos abortos. No educa sexualmente el que enseña a usar un preservativo, sino el que sabe difundir la idea de que la dignidad de la persona se eleva cuando utiliza el sexo por amor desinteresado y abierto a la vida en una relación estable (matrimonial).

En el tema del aborto están en juego los valores culturales esenciales de la sociedad. El error grave de aceptar el aborto está en que se comienza a institucionalizar el descrédito sobre el valor mismo de la vida humana. Detrás de esta caída cultural que supone la aceptación del aborto, viene la legalización de la eutanasia, la supresión de los subnormales... esto, lejos de ser “alarmismo”, es la cruda realidad.

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