INTRODUCCION
Ética social y sociedad
La ética social
puede desempeñar diversas funciones en las distintas épocas y sistemas
sociales. Puede expresar la conciencia que la sociedad tiene de los cánones
éticos reconocidos por ella. También puede expresar su cohesión espiritual, la
acción de las fuerzas “integradoras” que poseen el poder dentro de la sociedad
dada. En la sociedad medieval, antes de las grandes crisis de renovación
(Reforma, Renacimiento, Ilustración) los órdenes sagrados fundamentaban y aseguraban
el rango que el individuo y los estamentos habían de ocupar.
De manera distinta
ocurre dentro de la dinámica sociedad moderna, que pasa de una revolución
técnica y social a otra y en la que ya no existen “estamentos” firmemente
asentados y delimitados. Esto modifica el rango individual y la conciencia del
individuo. Los miembros de la sociedad tienen gran movilidad hasta el punto de
carecer de rango fijo.
En una sociedad de
este tipo la ética social expresa las crisis sociales o los fenómenos de desintegración
e intenta llevar a cabo una toma de conciencia espiritual y superar la crisis.
Intenta poner de nuevo los fundamentos con los cuales la vida en común es
imposible. La ética social se convierte en crítica de la sociedad. Pero no ha
de quedarse en el solo diagnóstico sino que ha de ofrecer indicaciones morales
asentadas en el reconocimiento de los vínculos y criterios que son necesarios
para mantener y ordenar la sociedad humana y que en medio de las crisis que
padece y frente a ellas deben ser perfilados y sometidos a prueba.
La ética social en
una sociedad dinámica como la moderna, tiene como presupuesto la conciencia de
la crisis y el análisis critico de las relaciones sociales establecidas. La
ética social no debe quedarse en los principios o normas generales de lo bueno
y de lo justo, pues tiene por objeto las necesidades sociales concretas y las
tareas de esta sociedad en este nuestro tiempo.
Si hay ética social deberá ser una ética
concreta dentro y para esta sociedad moderna, técnica, emancipada.
Porque ética “social”
A menudo se emplea
el concepto ética social en contraposición al de ética individual, la cual
trataría de la conducta moral del individuo y de las normas que regulan su
vida. Sin embargo toda ética es en último término y de modo exclusivo ética
social.
No es posible
separar de la llamada ética individual, la doctrina del comportamiento del
individuo (no vive como individuo aislado sino como miembro de la sociedad), ni es posible dejar de hablar
dentro de la ética social del individuo. Esta debe hablar de sus acciones o de
la responsabilidad que tiene ante las instituciones de la sociedad, ya que
todas representan diferentes modos de unión entre los hombres que insertan en
ellas su ser personal.
La ética individual
desaparece pues el individuo es una existencia social y política y no puede ser
comprendido al margen de esta. Sin embargo, la ética social aun cuando conciba
al hombre como existencia social-institucional, ha de tomar en cuenta el
carácter personal de la existencia humana.
Los conceptos ética
social y ética individual definen diferentes aspectos pero no diferentes partes
de la ética. En lo referente al uso de la palabra “social” se debe tener en
cuenta que tiene un sentido general y otro especial. En el sentido general
designa cualquier modo de inserción del hombre en una asociación o bien la
“naturaleza social” como raíz de este hecho: como sociabilidad del hombre que
vive siempre junto con sus semejantes. A partir de la transformación social del
siglo XIX y del nacimiento del “problema social” esta palabra adquiere un
sentido especial, ético-histórico: expresa la conciencia de la crisis social y
de la apelación moral a seguir un comportamiento “social” y a crear
determinadas instituciones sociales, adoptar medidas legislativas y dar vida a
movimientos reformadores que lo resuelvan.
Cuando en nuestra sociedad se habla de ética social se interpretara en
este doble sentido.
Por esto se debe
acentuar la importancia que la ética social debe tener en las circunstancias
por las que atraviesa la sociedad moderna. Una sociedad que sufre
transformaciones criticas necesita considerar, a diferencia de una que se haya
mantenido y asegurado al modo tradicional, los compromisos ético sociales que
le son necesarios y necesita también investigar las relaciones entre hombre e
institución, así como considerar el poder que las instituciones tienen para
influir sobre el individuo.
Se entiende por
“institución” todo orden y estructura social que con poder propio y fuerza para
condicionar al individuo, lo abarcan en su seno. Persona e institución son
inseparables. El hombre se convierte en persona formada e históricamente
actuante cuando acepta y vivifica las instituciones. Esta no es solo forma fija
y predeterminada, sino acontecimiento y proceso.
Ética social cristiana y sociedad moderna
La transformación
que la sociedad ha sufrido, ha desencadenado un importante proceso de
transformación en la ética social y en la doctrina social cristianas. Los
viejos órdenes, santificados por la tradición y por la interpretación y
legitimación cristianas, pertenecientes
a una sociedad pre-técnica, preindustrial y estructurada con arreglo a la
jerarquía estamental, decayeron. Se consumó la emancipación y la liberación del
individuo; nuevas formas económicas y productivas aparecieron; las revoluciones
políticas condujeron al triunfo de la democracia; el proletariado industrial se
instruyo y exigió un nuevo orden social. Este proceso planteo a la ética social
cristiana problemas y tareas nuevos. Se encontró frente a un hombre cambiado y
frente a nuevas estructuras sociales. Toda la cristiandad se vio envuelta en
una confrontación de dimensiones mundiales con el comunismo.
La ética cristiana
en general y la social en particular tuvieron que adoptar una forma nueva en
esta sociedad que se transformaba. La ética social cristiana tuvo que
enfrentarse con un mundo de instituciones sociales y de tendencias que no
habían existido a todo lo largo de los 1800 anos de historia de la Iglesia , periodo en el que
se habían formado la ética cristiana y la ética social y en el seno de las
instituciones de la época se había creado una rica tradición que se extendía a
la esfera del pensamiento, a la de las realizaciones ético practicas (ethos) y al de las indicaciones para
la vida. Dio lugar a lamentaciones por la pérdida de las viejas formas de vida
e instituciones honorables y valiosas (familia patriarcal, vecindad, monarquía,
orden estamental), himnos encendidos a la libertad y la igualdad, al
incalculable progreso de las técnicas y las ciencias; por una parte el
conservadurismo pesimista que solo ve destrucción y disolución y por otra la
adecuación optimista a las nuevas formas y fuerza sociales. Estas
contradicciones ilustran las dificultades de la ética social cristiana en el
seno de la nueva sociedad técnico-industrial. Esta ética no puede aislarse,
retirándose mas allá de la sociedad; existe en relación con las realidades
históricas de la sociedad; esta destinada a servir a la comunidad cristiana
actual como a ayudar a todos los hombres que viven y obran en la sociedad de
nuestros días. Cabe preguntar si la ética social cristiana tiene un destino y
una tarea tanto cristianas como universales y humanas.
Tarea y límites de una introducción
Una introducción no
puede ofrecer una exposición de conjunto de la ética cristiana ni de la ética
social, sino solo una selección de problemas tanto desde el punto de vista de
su significación fundamental, como desde el de la actualidad que tienen en la
sociedad contemporánea. Un sistema intemporal de verdades ético-sociales no es
posible ni deseable. El Evangelio es revelado en tiempo y a hombres existentes
en un momento dado. La eternidad del Evangelio divino y de sus mandamientos es
temporal e histórica. Pero estos principios solo pueden tener validez a
condición de que la ética social sea entendida y fundamentada desde un punto de
vista cristiano. La vida y las formas sociales son históricas, y la historia es
abierta e inabarcable. No puede darse una ética social que convenga a todos los
órdenes sociales históricamente realizados o posibles en el futuro. Se trata de
la ética social conveniente a esta sociedad concreta. No se puede convertir la
ética social en una ética de la situación, mas aun porque esta ultima esta
limitada por la tendencia a dirigir unilateralmente la mirada al individuo y
nada dice acerca de la existencia institucional en la sociedad.
La tarea de la
ética social consiste en hablar de las exigencias a que están sometidos el
hombre en cuanto ser social y las estructuras sociales. No se trata de imponer
a la sociedad moderna el sistema de un orden social cristiano. No existe un
orden sino exigencias cristianas básicas, que deben ser mantenidas en cualquier
sociedad donde se difunda el mensaje cristiano. Esas exigencias deben ser
referidas a las realidades de la sociedad existente. Esto no implica la
aceptación y aprobación conformista de los órdenes y relaciones sociales
establecidos. Estos no deben ser convertidos indebidamente en normas
ético-sociales o en modelos ideales.
Es preciso señalar
dos tareas de la ética social que son diferentes pero que van unidas: la ética
señala las exigencias a que debe ajustarse el obrar humano y da indicaciones
para la conducta del hombre en la sociedad. Esta tarea de formular criterios
ético-sociales exige la comprensión critica de la realidad social y responde a
la pregunta si existen instituciones tan necesarias y exigidas para considerar
humana a la sociedad, que allí donde falten estas instituciones fundamentales,
la sociedad perdería su carácter humano y la vida en común de los hombres, su
conveniencia se haría imposible. Hablar de ética social significa también
conocer y reconocer esa fuerza vinculante. La ética social ha de quedar al
margen de todo relativismo, de carácter histórico o sociológico. Va más allá de
la sola descripción de las convenciones éticas vigentes en esta o en aquella
sociedad pasada o presente y se pregunta por criterios y arquetipos, por la
libertad o la justicia o la convivencia humana. El derecho y los límites de las
convenciones éticas vigentes y de las pautas de comportamiento establecidas en
una sociedad, solo pueden establecerse sobre la base de aquellas preguntas
críticas. Hay que distinguir esta visión de las cosas del radicalismo moral y de
la exaltación, según los cuales el ethos social
establecido, las convenciones aplicadas en la vida en común deben ser
despreciadas de antemano como un legalismo inframoral, lo que tiene como
consecuencia la imposibilidad de captar la significación y efectividad ética
que la moral y el derecho tienen.
La sociedad moderna
ha desarrollado una serie de exigencias de crítica social y de arquetipos, de
carácter conservador, reformista y revolucionario. La ética social cristiana
debe aclarar y delimitar sus posiciones en dialogo con la autocrítica que la
sociedad moderna se hace a si misma. Para entablar este dialogo es necesario
traspasar los limites de la mera “ética”.
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