En
el problema de las drogas son muchos los valores que están en juego. La moral
tiene por lo tanto que interesarse necesariamente del problema.
Tradicionalmente
los estupefacientes no han sido considerados malos; no siempre su uso es
ilícito. Es verdad que pueden comprometer el autocontrol y la libertad del
individuo, pero también poseen efectos positivos: aliviar el dolor, insomnios,
etc. El uso de estupefacientes, es lícito con un fin curativo y bajo
prescripción médica. Pueden emplearse como analgésicos, anestésicos o como
antagonistas en la cura de desintoxicación.
Aquí
se trata del abuso en el consumo de drogas que genera dependencia y alienación.
La diversidad de situaciones es muy grande, por ello resulta difícil llegar a
una valoración concreta; necesariamente hay que fijar la atención en la persona
misma del drogadicto, en los factores que lo incitan y en el desgaste de la
responsabilidad. Si consideramos el fenómeno de la drogadicción en sí mismo, la
droga merece un juicio moral negativo, pues constituye un factor de
despersonalización ya que sufre la salud física, psíquica y espiritual del
individuo; cuando la persona pierde su libertad, control, autonomía, dominio de
sí; cuando se impide el desarrollo y maduración de la persona. Todo esto,
prescindiendo de que la drogodependencia degenere e impulse a acciones
criminales.
Una
mención especial merecen quienes se dedican al tráfico de drogas como fuente de
ganancias y lucro, sin importarles las consecuencias negativas para la persona
y para la sociedad. En el tráfico de drogas se comercia con la dignidad de la
persona, se explota la fragilidad de los débiles, se tiende a la manipulación y
alienación. El narcotráfico destruye biológica y espiritualmente a la persona y
a la sociedad.
El
Catecismo de la Iglesia Católica valora moralmente la cuestión así: “El
uso de la droga origina graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de
los casos en que se recurre a ello por motivos estrictamente terapéuticos, es
una falta grave. La producción clandestina y el tráfico de drogas son prácticas
escandalosas y gravemente contrarias a la ley moral”.
Liberalizar o Penalizar
Un tema polémico
es el que se refiere a su posible legalización. Muchos piensan que la sociedad
debe proteger de su abuso a los ciudadanos a través de leyes restrictivas,
prohibiciones y penas; otros defienden que no debe intervenirse en lo que
consideran que es un asunto privado. Basándose en el fracaso de la actitud
penalizadora de la mayoría de las legislaciones, que condena el uso de algunas
drogas, algunos postulan su liberalización.
Quienes defienden
la despenalización, parten de la hipótesis de que las drogas ilegales no son
tan dañinas como muchos temen; denuncian la incoherencia y el cinismo de una
sociedad que mientras penaliza severamente unas drogas, tolera otras tan
peligrosas como el alcohol y el tabaco; juzgan que la sociedad no tiene derecho
a intervenir en la vida privada de los individuos. Piensan que el mayor daño
social producido por las drogas proviene de su ilegalidad. Su legalización,
permitiría desistir de las soluciones costosas de tipo penal y centrarse más en
estrategias preventivas y terapéuticas. Subrayan que el fracaso de las medidas
penales y policiales se debe al incentivo económico que ofrece el mercado de
las drogas ilícitas. Si se legalizan, se eliminarían estos elevados precios, al
poderse obtener en las tiendas sustancias como la cocaína o la heroína; del
mismo modo que se eliminarían muchos delitos relacionados a ellas.
Hoy son pocos los
que dudan que la droga disuade a muchos de su consumo. Su legalización
induciría a admitir que lo que es legal es despenalización elevaría sobremanera
su uso. Es un hecho que la sola existencia de leyes contra la normal y moral.
Ante la posible legalización, habría que pensar seriamente en sus consecuencias
sociales. La droga no es sólo un mal para el individuo, no sólo deteriora su
salud y su vida; es también un mal social. Por ello, la misma tutela del bien
común exige un control social y legal, que proteja los derechos de los
individuos, la estabilidad de la familia y el bienestar de todos los
ciudadanos.
Prevenir la droga
La primera gran
tarea es la prevención. Su necesidad y urgencia no está en discusión, sin
embargo no hay el mismo acuerdo sobre los
medios adecuados a utilizar para ello. Es importante que la acción preventiva
se preocupe de la disminución de la oferta; lógicamente si la oferta disminuye,
disminuye el consumo, para lo cual hay que llegar al control del cultivo, de la
producción y del comercio. En esto tienen una responsabilidad las autoridades
públicas.
Pero la acción
preventiva no puede quedarse en estos objetivos, hay que enfrentarse además con
el problema de la demanda. Si se quiere llegar a la raíz del problema, hay que
ver porque se drogan los hombres occidentales de nuestro tiempo y hay que
modificar y superar estas causas.
La prevención
comienza en el seno de la familia porque la familia es el elemento clave en la
formación del carácter de una persona y de sus actitudes respecto a la
sociedad. Si desde muy niños se inician en la droga, esto supone una
interpelación muy fuerte a la familia. Esta realiza una labor de prevención en
cuanto ámbito de amor y exigencia, de diálogo y autoridad, de libertad y de
propuestas de valores, normas y motivaciones. Un ambiente familiar cálido, rico
en afecto y valores resulta el primer medio protector y preventivo.
La tarea
preventiva se realiza también en la escuela, a través de una educación que
prepara para afrontar los conflictos de todo crecimiento. Una educación
adecuada exige una programación educativa que proporcione no sólo información y
conocimientos, sino también ideales, valores y actitudes. La educación ha de
tender a proporcionar información, promover la comprensión de los problemas
planteados por la droga, presentar a los jóvenes respuestas y alternativas que
respondan a sus necesidades y aspiraciones, desmitificar el fenómeno de la
droga, tener en cuenta la realidad concreta que vive el individuo.
Hay que
distinguir entre información y educación. La información es sólo trasmisión de
conocimientos. La educación va más allá; pretende llegar al desarrollo integral
de la persona, busca la elección responsable del individuo. Ello implica una
información adecuada, pero también que sea consciente y capaz de enfrentarse
consigo mismo, de desarrollar sus cualidades, de aceptar y participar en la
responsabilidad social y de tomar decisiones. La escuela no puede limitarse a
trasmitir información, tiene que prestar orientación y asistencia. El consumo
de drogas es un síntoma de que el joven no tiene satisfechas una serie de
necesidades. Hay que conocer todos estos
factores personales y sociales. Es importante conocer el ambiente de la
escuela, procurando mejorar la comunicación y las relaciones humanas, porque el
problema de las drogas es ante todo un problema humano. Es eficaz mostrar que
la droga es un error, una renuncia a lo más humano, un camino de
autodestrucción y alienación.
Terapia y rehabilitación
La
drogodependencia provoca la desesperación de los afectados y de sus familiares.
Sin embargo, por muy encadenada que este la persona, hay siempre un deseo de
rehabilitarse; y por mas deteriorado que esté su organismo, y su psiquismo,
existe una posibilidad y esperanza de recuperación. El servicio y atención de
los drogadictos constituye una responsabilidad social ineludible. La atención
terapéutica implica diagnostico, tratamiento y rehabilitación.
El diagnostico
consiste en la descripción del estado del individuo y de los factores que lo
han llevado a este estado. El tratamiento propiamente dicho incluye:
intervención en momento de la crisis, desintoxicación, ayuda y apoyo
psicológico o de cualquier otro tipo y programas de mantenimiento. El
toxicómano es un enfermo que precisa múltiples cuidados, médicos y
asistenciales, psicológicos y del comportamiento. El tratamiento se apoya
ordinariamente en terapias individuales o de grupo, terapia familiar,
meditación, ejercicios de relajación, modificación de la conducta, etc.
El tratamiento
incluye la rehabilitación vocacional, entendida como el conjunto de servicios
que pueden ayudar a la persona a asegurar el trabajo deseable y la integración
social, que intenta la adaptación y participación del individuo a la sociedad.
En esta fase se intenta modificar las actitudes, valores, conducta del
drogodependiente hasta llegar a una vida libre de drogas; y se busca
proporcionarle los apoyos sociales necesarios para restablecerlos dentro de la
comunidad, asumiendo su identidad personal de un modo más satisfactorio.
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