1.
Dimensión amorosa y procreadora
La sexualidad
humana cuando se vive dentro de la vida matrimonial, encierra una doble
dimensión: unitiva y procreadora. La entrega corporal es el símbolo y la
manifestación de un amor exclusivo que se abre y se encarna en la procreación,
l
a que a su vez requiere de un clima de cariño indispensable para la educación
posterior.
Existe además una doble
obligación ética en el matrimonio: la de amarse con un amor fiel y único y la
de quedar abiertos al hijo como prolongación del propio amor.
La procreación
era el fin primario del matrimonio, sin embargo, desde el pensamiento
agustiniano hasta la aceptación de la paternidad responsable por el Vaticano
II, la dimensión de la fecundidad ha ido perdiendo primacía. Pero en medio de
este desarrollo doctrinal, se ha mantenido siempre una misma exigencia: la de
no impedir la posible fecundidad con métodos artificiales. Aquí radica el
criterio básico sobre el que se ha construido la ética matrimonial.
2.
La doctrina actual de la Iglesia
El planteamiento de la Humanae vitae
ha venido a confirmar la superación de la enseñanza clásica sobre los fines del
matrimonio. No aparece por ninguna parte la terminología de “fin primario” y
“fin secundario”. En su análisis sobre la naturaleza del amor conyugal dice:
“El matrimonio... es una sabia institución del Creador para realizar en la
humanidad sus designios de amor. Los esposos mediante su recíproca donación
personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en
orden a un mutuo perfeccionamiento personal para colaborar con Dios en la
generación y educación de nuevas vidas”.
El nuevo
Código de Derecho Canónico parece confirmar esta misma orientación: “La alianza
matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio
de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y
a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la
dignidad de sacramento entre bautizados”.
3.
La nueva situación sociológica
Hoy nos
encontramos en un entorno donde el problema de la regulación de nacimientos se
plantea como una urgencia y unas características que no se dieron en épocas
anteriores, por dos motivos fundamentales.
Primero porque
el crecimiento demográfico no había constituido un motivo de preocupación. Este
se debe a una disminución de la mortalidad infantil y a un desarrollo
progresivo del índice medio de vida más que a una mayor fecundidad.
Tanto el Concilio como los
últimos Papas han señalado que una honesta regulación de la paternidad ha de
tener en cuenta el problema del incremento demográfico.
Asimismo se plantean dificultades
dentro de la familia por una serie de factores. El destino de la mujer no puede
reducirse solo a traer hijos al mundo
como única tarea en la sociedad actual; por muy digna que sea esta
función hoy siente otras urgencias y obligaciones. Además la educación de un
número elevado de hijos exige en estos tiempos un respaldo económico no exento
de sacrificios y preocupaciones, si se les quiere ofrecer posibilidades para el
futuro.
Segundo, el
relieve otorgado a la dimensión unitiva de la sexualidad ha llevado a
plantearse una nueva jerarquización de los valores matrimoniales. Ello supone
una seria dificultad frente a la normativa de la Iglesia que prohíbe el uso
de métodos anticonceptivos. Muchas parejas no ven porqué tienen que sacrificar
la expresión de su cariño para la regulación eficaz de su fecundidad.
4.
Los documentos más recientes de la Iglesia
En la primera
mitad del siglo XX , la jerarquía eclesiástica publica varios documentos sobre
anticoncepción; la intervención más definitiva llegaría con la Casti connubi
de Pío XI. La enérgica postura de Pío XI
buscó una confirmación sin ambigüedades de la doctrina tradicional. La encíclica
será un pequeño tratado sobre ella matrimonio, cuya santidad, decía el Papa
estaba en peligro por los múltiples errores que comenzaban a extenderse entre
los fieles. Sobre la anticoncepción, no se había dado en la historia una
condena tan firme.
Pío XII más
adelante, reafirmó con fuerza su permanencia definitiva: “Esta prescripción
sigue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y tal será mañana y siempre, porque
no es un simple precepto de derecho sino la expresión de una ley que es natural
y divina”.
5.
Tendencias innovadoras
Estas
intervenciones no cerraron por completo las nuevas tendencias innovadoras. Así
en las vísperas finales del Concilio, cuando se iban a tratar los temas
referentes al matrimonio, existía una situación compleja y delicada. Las nuevas
perspectivas habían aportado datos de interés para una elaboración ética, pero
tampoco era factible un cambio tan significativo sin un análisis profundo y
serio de todos sus aspectos.
Los redactores
de la Constitución
sobre la Iglesia
en el mundo de hoy eran conscientes de que no podían prejuzgar en nada las
futuras decisiones sobre los métodos de control y se mantuvieron en una postura
neutral; pero se añadieron una líneas sobre la obediencia al magisterio: “en la
regulación de la procreación no les está permitido a los hijos de la Iglesia , en virtud de
estos principios, ir por aquellos caminos que el Magisterio, al aplicar la ley
divina no aprueba”.
6.
Los documentos de la Comisión Pontificia
La publicación
de los documentos secretos elaborados por la Comisión pontificia
aumentó aún más esta apertura ideológica. Sin embargo no pudo conseguirse una
plena unanimidad. Se sabe que un reducido grupo de cuatro tecnólogos se opuso
con tenacidad al cambio que aceptaba la mayoría. En una tradición que se ha
mantenido de manera tan constante y firme no cabe la posibilidad de error. De
tal forma se ha comprometido en su defensa que, si ahora se descubriera su
equivocación, la confianza de los fieles caería por tierra, con el consiguiente
desprestigio de su magisterio en el campo de la moral. Decía el documento que
recopilaba su postura:
“ La
Iglesia no puede cambiar esta respuesta, porque esta
respuesta es verdadera. Es verdadera porque la Iglesia católica, fundada
por Cristo para mostrar a los hombres el camino seguro de la vida eterna, no ha
podido equivocarse tan lamentablemente durante todos los siglos de su
historia.”
Como respuesta
a este escrito se elabora otro que firmarán los restantes en el que se matiza
el sentido que ha tenido la doctrina de la Iglesia y se intenta responder a las dificultades
expuestas por el grupo anterior.
A finales de
junio, quedará aprobado por mayoría (consejo supremo de cardenales y obispos)
el Esquema del documento sobre paternidad responsable, que habría de
presentarse al Papa.
Unas
conclusiones prácticas tan diferentes de las mantenidas con anterioridad,
entraban para los autores del documento dentro de la evolución constante y
progresiva del magisterio. Sin embargo, Pablo Vi no llegaría a considerarlas
como definitivas, “entre otros motivos porque
en el seno de la comisión no se había alcanzado una plena concordancia
de juicios acerca de las normas morales a proponer y sobre todo porque habían
aflorado algunos criterios de soluciones que se separaban de la doctrina moral
sobre el matrimonio propuesto por el magisterio en la Iglesia con constante
firmeza”.
7.
Publicación de la Humanae vitae
De nuevo recuerda:
“cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”,
por tanto hay que excluir no solo el aborto, sino “toda acción que, o en
previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus
consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la
procreación”. El rechazo de los métodos anticonceptivos se repite con absoluta claridad.
El problema de
fondo radica en la justificación filosófica de porqué “cualquier acto
matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”. “Esta doctrina
está fundada en la inseparable conexión, que Dios ha querido y que el hombre no
puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto
conyugal: el unitivo y el procreador”. El último y definitivo argumento parece
encontrase en la obligación que existe de respetar las leyes y los ritmos
naturales, como reveladores de la voluntad de Dios. Algunos no comprenden
porqué no puede cerrarse voluntariamente el acto a la procreación cuando existen
graves y serias razones. Aun aceptando como ideal el respeto a la naturaleza,
la intervención responsable del hombre para conseguir un bien no aparece en
principio como rechazable.. este planteamiento resulta convincente para algunos
pero para otros no es válido ni filosóficamente aceptable.
8.
Los planteamientos del Sínodo sobre la familia
En el Sínodo
sobre la familia se volvieron a plantear estas mismas dificultades. Muchas
personas, frecuentemente buenas, concienzudas, fieles a la Iglesia , no pueden aceptar
que el uso de métodos anticonceptivos artificiales sea en todas circunstancias
intrínsecamente maslo.
La enseñanza
ética de la Iglesia
tiene que partir de una argumentación razonable. De ahí que para muchos este es
el núcleo de la presente crisis eclesiológica: creen que el fundamento racional
de la enseñanza de la Iglesia
no es convincente”. Por eso después que
los expertos trataran de explicar los argumentos filosóficos y antropológicos
de esta doctrina, alguno manifestó: las intervenciones parecen descansar sobre
una intuición muy iluminadora para quienes la tienen pero no muy convincente
para los que no tienen acceso a ella y que con sinceridad están deseosos de
comprender. Muchas personas no llegan a encontrar en el texto de la encíclica
unas razones adecuadas.
La llamada del
Papa se hace comprensible: “por eso junto con los padres del Sínodo siento el
deber de dirigir una invitación a los teólogos a fin de que uniendo sus fuerzas
a colaborar con el magisterio jerárquico se comprometan a iluminar mejor los
fundamentos bíblicos, las motivaciones éticas y las razones personalistas de
esta doctrina. Todos los que se sienten fieles al magisterio estamos dispuestos
a colaborar y no sería difícil encontrar esos fundamentos y motivaciones para
defender “el amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y abierto a la
vida”.
9.
Carácter profético de la encíclica
Proteger el
simbolismo humano de la sexualidad, que se rebaja con la utilización egoísta e
indiscriminada de las técnicas anticonceptivas. Habría que plantearse si el
recurrir a estos métodos sirve APRA una experiencia más profunda de amor o
terminan en una banalización e insignificancia del acto.
Es una
salvaguarda contra las campañas impuestas y obligatorias, que invaden la
intimidad de las parejas en la mayoría de países subdesarrollados la encíclica
se recibió como una defensa frente al
imperialismo de aquellas naciones para las cuales resultaba más rentable una
implantación del control que una promoción al desarrollo.. un problema familiar
que se convierte en político cuando la ayuda económica está condicionada a
problemas de anticoncepción, esterilización y aborto provocado.
Habría que
señalar su carácter ecológico. Como respeto a la naturaleza humana. Como en
muchos otros campos del organismo lo ideal sería no intervenir para nada en los
procesos biológicos. Para muchas parejas los métodos naturales ha servido para
una honesta regulación de la fecundidad y para la riqueza amorosa del propio
encuentro.
La preocupación ecológica que
lleva a respetar los ciclos y mecanismos complejos de la naturaleza debería
aplicarse en este campo. No es extraño que hoy exista una campaña al margen de
las motivaciones éticas o religiosas para explicar y defender el valor de estos
métodos.
10. La
fundamentación teológica
El apuntar las
dificultades no es con el deseo de obstaculizar la aceptación de la encíclica.
Es una pronblema real que muchas personas sinceras y comprometidas con la Iglesia experimentan
aunque a otras no les interese lo que enseñe el magisterio. A pesar de una
honda reflexión no llegan a quedar convencidas de su fundamento.
Ninguna de las
muchas conferencias episcopales que explicaron el alcance y contenido de la
encíclica puso en duda la obligación de recibir y aceptar esta doctrina tal y como
la enseña la Iglesia.
Existe excesiva desafección hacia el magisterio en la
conciencia de muchos fieles que impide una seria reflexión antes de tomar otras
decisiones.
El Catecismo
Católica para adultos II presenta el problema con realismo y sinceridad;
reafirma el punto básico de la declaración que hicieron al publicarse la
encíclica: “Puesto que el Papa ha hablado después de examinar durante largo
tiempo las cuestiones surgidas. Todo católico, aunque se haya formado otra
opinión, se encuentra ante las exigencias
de aceptar esta doctrina”. Pero admiten al mismo tiempo que “hay parejas
que no pueden reconocer aquí un camino practicable para ellos. Los cónyuges que
llegan a la firme convicción de que en si situación personal no pueden seguir
la doctrina de la Iglesia
sobre la regulación de nacimientos, se acogen a su responsable juicio de
conciencia”.
11. Ayuda
a los mecanismos de la naturaleza
Dentro de la
más estricta fidelidad al magisterio de la Iglesia , no hay que excluir la interpretación que
puede darse a su doctrina en el ámbito concreto de la casuística. El acto puede
quedar privado de su aspecto procreador para ayudar a la naturaleza en sus
leyes biológicas fundamentales o cuando la esterilidad no sea directamente
pretendida como fin o como medio. Es lo que la encíclica había designado como
“el uso de medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar
enfermedades del organismo”. Por ejemplo
el uso de pastillas anovulatorias para el tratamiento de disfunciones
femeninas; para ajustar el ciclo femenino en ciertas irregularidades que
dificultan la seguridad de la abstinencia periódica.
12. Esterilización
indirecta
Son muchos los
que admiten cualquier anticonceptivo cundo se busca defender el derecho de la
persona a evitar el embarazo como consecuencia de una relación injusta. Excluir
la procreación no es una acción ilícita cuando tal acto no se quiere ni se debe
realizar, pues la persona tiene derecho a impedir las consecuencias graves de
un gesto que se le impone por la fuerza y en contra de su voluntad. Semejante
situación podría darse dentro del matrimonio. Sería la defensa contra una
maternidad involuntaria en indebida.
Otro caso
discutido ampliamente es el de la histerectomía para evitar graves
consecuencias de una gestación después de varias cesáreas. La solución positiva
es aceptable para muchos y tampoco habría dificultad en hacer una ligadura de
trompas o en utilizar cualquier
anticonceptivo que traería quizás menores inconvenientes que la operación.
13. Interpretación
personalista de la terapia
El mismo
concepto de remedio terapéutico necesitaría una interpretación de signo
personalista. La salud no se reduce a la
curación de una determinada patología orgánica sino que ha de buscar el bien de
la persona en todas sus dimensiones. Hoy son muchos los que aceptan que el bien
de la persona no hay que situarlo sólo en la integridad del organismo sino que
debe ampliarse al enriquecimiento producido por otros valores espirituales. Por
ejemplo en el caso de los transplantes de órganos, la mutilación del donante
queda justificada por el gesto de solidaridad que lo dignifica como persona.
La clase de
cura, cuando fuese necesaria, que busque el bien totalizante de la persona
debería considerarse como una terapia auténtica. Si se permite el uso de
anovulatorios para curar una erupciñon cutánea, a amucha gente se le hace
incomprensible que no se pueda tolerar cuando está en peligro el amor de los
cónyuges o la vida de la madre por citar casos extremos.
¿Por qué se admiten para superar
una pequeña molestia y no para impedir una tragedia mayor?
14. Situaciones conflictivas
Son bastantes
las parejas que pueden verse enfrentadas a un conflicto de valores dentro de su
vida conyugal. Desean cumplir la
voluntad de Dios pero no saben como actuar cuando se sientes incapacitados para
cumplir con todas las exigencias que se les demandan el comportamiento tendrá
que tener en cuenta la objetividad de todos los valores; pero cuando no pueda
cumplirse con todos, se deberá elegir uno de ellos el mas importante y preferente.
Dicha elección no debería nacer del gusto, interés o capricho personal sino que
requiere la existencia de un motivo adecuado que la oriente y determine hacia
el mayor bien posible.
En el tema de
la regulación, algunos obispos franceses dicen: “La contracepción nunca puede
ser un bien. Siempre es un desorden, pero este desorden no siempre es culpable.
Se da el caso de que los esposos se encuentran ante un verdadero conflicto de
deberes.”
No se trata de
que un fin bueno justifique los medios intrínsecamente malos, nunca ha sido “la
enseñanza constante de la moral” e iría contra la afirmación de la encíclica:
“no es lícito, ni aun por razones gravísimas hacer el mal para conseguir el
bien”. En otras palabras, si la anticoncepción es un grave desorden, ¿cómo puede
ser empleada en algunas ocasiones sin que constituya un pecado mortal?.
16. La opción por el valor
preferente
Si existe por
tanto la obligación de no tener mas hijos; si la manifestación del cariño a
través de la entrega corporal parece necesaria o conveniente en orden a
conseguir una comunión más profunda y evitar la crisis de una convivencia que
se desmorona; si la abstinencia provocara en tales circunstancias otra serie de
males, no cabe otra salida que el empleo de anticonceptivos, cuyo uso el Papa
nos recuerda que en un mal. Nos encontramos ante una triple exigencia
incompatible pues ninguna de ellas respeta los valores que deberían
salvaguardarse: la paternidad responsable, el cariño conyugal y la doctrina
Pontificia Buscar cualquiera de ellos llevaría al incumplimiento de alguno de
los restantes. Entre las diversas posibilidades negativas ha escogido aquella
que considera mejor, buscando el mayor bien posible. Esto no significa que el
mayor bien posible tenga que ser siempre el uso de anticonceptivos. No será
difícil que algunos quieran encontrar una justificación al egoísmo personal
optando por, lo mas cómodo.
17. El problema de la
esterilización
Cualquier método anticonceptivo supone siempre una
esterilización aunque limitada a un espacio mas o menos reducido de tiempo. Sin
embargo, la vasectomía o la ligadura de trompas implican un rechazo de la
procreación de forma definitiva. La doctrina tradicional la excluía como camino
para la regulación de la natalidad o por motivaciones eugenésicas, y sólo la
aceptaba como remedio terapéutico para la curación de alguna anomalía.
Bastantes
autores sin embargo no se oponen a su licitud, en la hipótesis apuntada de un
conflicto de valores, siempre y cuando se tuviera el convencimiento de que esta
opción iba a ser a futuro el mal menor en cualquier circunstancia.
Su aplicación
se plantea en el caso de los deficientes mentales, cuando no tienen capacidad
de defenderse de persona desaprensivas que se aprovechan de su condición o
ellos mismos con una sexualidad incontrolada no son responsables de las
consecuencias que puedan derivarse de su acción. No están preparados para
fundar un hogar ni para mantener o educar a los hijos que deberán ser acogidos
por la familia o otras personas.
18. Las intervenciones de Juan
Pablo II
Para nadie es
secreto que Juan Pablo II ha ido repitiendo por todas partes, en forma
constante, la validez y vigencia de la doctrina tradicional sobre este punto:
la objetiva inmoralidad de los métodos artificiales para regular los nacimientos.
En todo su magisterio, la condena ha sido explícita y reiterada sin ninguna
duda o vacilación. La encíclica Veritatis splendor, al condenar una
ética teleológica ( que descubre la moralidad de una acción teniendo en cuenta
su naturaleza y las circunstancias o consecuencias que la acompañan) supondría
también la condena de esta misma orientación.
La doctrina
oficial de la Iglesia ,
confirmada por la Humanae
vitae y por el magisterio posterior, enseña la malicia objetiva e
intrínseca de la anticoncepción. Aceptar este carácter impide que pueda
catalogarse como buena en cualquier circunstancia y por muy digno que sea el
fin pretendido. Cuando se habla de conflicto de valores nadie pretende
justificar esa acción, que sigue constituyendo un verdadero mal.
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