El debate actual acerca del papel del concepto de
naturaleza en la Ética
Un tema debatido es
si se puede atribuir un carácter normativo al concepto de naturaleza y de
dignidad de la persona humana. Contra el uso normativo de esos conceptos se
hace notar que el hombre es un ser dotado, por naturaleza, de instintos muy plásticos,
en el sentido de que no contienen una respuesta fija sobre el modo de realizar
o alcanzar los bienes necesarios para la vida.
Es el hombre quien ha de darse,
a través de la cultura, una “segunda naturaleza”, que le es necesaria para
sobrevivir. El mundo moral estaría en el ámbito de esta “segunda naturaleza”
cultural, que responde y debe responder a las condiciones sociales, históricas,
tecnológicas, etc., y que sobrepasa a la naturaleza, sin poder ser medido
normativamente por ella. Esta objeción sostiene que la naturaleza es el objeto (la
materia) de la actividad humana y que esta no puede tener en aquella su regla
interna. La naturaleza no es el fin de la praxis. El fin de la praxis seria
resolver los problemas humanos que la naturaleza no resuelve y para ello la
naturaleza ha de ser manipulada y transformada.
Objeciones al
concepto de ley moral natural:
- Se sostiene la insuficiencia del concepto de
naturaleza para el planteamiento general del problema moral. Se duda si es
adecuado, y hasta que punto, fundamentar sobre el concepto de naturaleza
una concepción global del bien humano, porque tanto la filosofía moderna
como la ciencia entienden por naturaleza lo que no es humano.
- Se afirma la insuficiencia del
concepto de naturaleza para distinguir lo moralmente bueno de lo
moralmente malo. El concepto de naturaleza humana debería contener una
referencia al libre desarrollo de la persona en la cultura y en la historia,
por lo que no es posible extraer de ese concepto un código de normas
morales concretas universalmente validas. En el mejor de los casos solo
seria posible extraer, algunas pocas normas de tipo genérico. Se añade además,
que este problema no podría ser resuelto con una referencia a Dios
Creador. Dentro de una concepción creacionista, todo puede ser puesto en relación
con Dios, sea lo que se debe aceptar y respetar (p, ej. la vida humana),
sea lo que es obligatorio combatir (la enfermedad). No parece posible que la referencia a Dios Creador pueda
justificar la validez de criterios éticos
opuestos frente a hechos igualmente “naturales”, en el sentido de creados.
- Se sostiene la insuficiencia del
concepto de naturaleza para la fundamentacion de la normatividad ética. Se
manifiesta el temor de que el reconocimiento de un alcance normativo al
concepto de naturaleza lleve a confundir las leyes físicas o biológicas,
propias del mundo de la necesidad, con las leyes de la moral, que es el
reino de la libertad, del espíritu, de la historia, antitesis de la
regularidad física. Se teme que el hombre pueda quedar subordinado a las
leyes físicas y a sus fallos, lo que sucedería siempre que se afirme que
las realidades dadas, por el hecho de ser “naturales”, son valores
intocables. En lo que respecta a la dimensión teonoma del concepto de
naturaleza, se reconoce que Dios como Creador, sostiene todas las cosas en
su ser, pero se duda que Dios haya querido establecer en el mundo, a través
de las leyes de la naturaleza, una ordenación ética para la libertad
humana. Se considera que esta hipótesis seria irrespetuosa tanto respecto
de la autonomía del hombre como respecto de la trascendencia de Dios.
En estas
argumentaciones es posible encontrar confusiones notables acerca de lo que se
entiende por ley moral natural. Los que sostienen el concepto de ley moral
natural no pretenden subordinar la persona humana a las leyes físicas y a sus
fallos, sino que insisten en el valor y en la primacía de la naturaleza propia
de la persona humana, y esta insistencia les parece legítima mientras no se
demuestre que la persona es una realidad “no- natural”. Piensan que la Ética,
al subrayar el valor de la persona humana, no hace más que reafirmar la
necesidad de respetar la naturaleza de las cosas: las personas deben ser
reconocidas y tratadas como personas, y las cosas como cosas. Quien no aceptase
esto, no admitiría que toda persona posee un valor supra-cosal y
supra-utilitario.
Esas confusiones se
deben también a la complejidad del concepto de naturaleza y de lo natural.
Aclaraciones semantico históricas sobre el concepto de
naturaleza
En la filosofía clásica
griega la naturaleza es vista como el principio de la actividad y pasividad de
un ente y, también como aquello que las cosas realmente son. La filosofía
cristiana modifica parcialmente esa idea de naturaleza al introducir el
concepto de Creación: la naturaleza para la escolástica medieval es ante todo
la obra de Dios. La naturaleza es vista como un todo ordenado en cuanto que
esta medida por la Razón
divina.
En amplios sectores
de la filosofía moderna el concepto de naturaleza cambia completamente de
significado. Se entiende por naturaleza lo que el pensamiento predica o pone en
las cosas para que estas resulten inteligibles. La naturaleza no es lo que las
cosas realmente son, sino lo que las cosas parecen cuando son pensadas según
las leyes de la mecánica. La naturaleza significa formalmente la legalidad de
los fenómenos espaciotemporales, y en este preciso sentido afirma Kant que es
el entendimiento humano quien produce y domina la naturaleza. La naturaleza no
precede al hombre, sino que es el mundo que el hombre mismo ha estructurado.
La naturaleza en
sentido físico se refiere exclusivamente a los entes corpóreos, de forma que natural
en sentido físico se contrapone a todo lo que es espiritual y libre, y también
a lo que es artificial y a lo que es cultural. En este sentido, se llaman
naturales los procesos que surgen directa y enteramente de la estructura
constitutiva de un ente, entendida como principio individual activo. Son
naturales las actividades espontáneas, determinadas ad unum, que consiguen inflaliblemente sus objetivos. La naturaleza
y lo natural en su acepción físico-cosmologica son conceptos difícilmente
aplicables a la actividad moral.
El concepto metafísico
de naturaleza se refiere a todo lo que es real y no solo a las realidades “físicas”.
La naturaleza en sentido metafísico es la esencia misma de un ente considerada
en cuanto principio de sus operaciones y pasiones especificas. No subsiste la
oposición entre lo natural y lo espiritual o lo libre, porque el espíritu y la
libertad tienen su naturaleza. En este sentido se habla de naturalezas
espirituales y de la naturaleza de la persona humana.
Otra distinción
importante entre las acepciones de la naturaleza y de lo natural es la que
existe entre la naturaleza en sentido universal y la naturaleza en sentido
individual. Entendida en sentido metafísico, la naturaleza es la índole propia
de un ente en el plano ontologico, que esta en un nivel más profundo que el de
los “hechos”, que el de lo que acaece contingentemente a uno o más individuos.
No todo lo que le ocurre al un individuo humano es “natural”, aunque le ocurra
desde su nacimiento. Lo natural en sentido metafísico designa un orden de
conveniencia a la naturaleza constitutiva de un ente, universalmente
considerada, que no puede identificarse con lo que de hecho sucede en algunos
casos singulares. Se trata de un orden de exigencias esenciales, de un
finalismo objetivo advertido por la razón, y no siempre de tendencias psicológicas experimentadas subjetivamente.
Las tres dimensiones de la ley moral natural
La dimensión gnoseológica
En este primer
sentido ser naturalmente justo quiere decir ser conocido como tal por la razón
humana, facultad especifica de nuestra naturaleza, en virtud de su misma
constitución intrínseca, y por tanto con independencia de cualquier
determinación ético-positiva (derivada de la autoridad política, religiosa,
familiar, etc.), siendo ese conocimiento moral natural la condición que hace posible la inteligibilidad y la
recepción de cualquier disposición ético-positiva. Se afirma que existe una ley
no escrita, grabada en la mente humana, que es la condición de posibilidad de
las leyes escritas, porque constituye al hombre como ser moral.
Así entendida, la
ley moral natural designa un hecho (no una teoria): el hombre es por su misma
naturaleza un ser moral, y la razón humana es por si misma, una razón práctica
o moral. La moral es algo que nace de la naturaleza humana y que encuentra en
ella una estructura que la sostiene, sin la cual la moral no solo seria una
instancia puramente externa, represiva e insoportable, sino completamente
ininteligible; algo que el hombre no podría recibir. La ley moral natural es la
luz de nuestra inteligencia en virtud de la cual las realidades morales
resultan accesibles al hombre, y que hace posible que este posea
espontáneamente una experiencia moral.
La ley moral
natural es algo originariamente racional y por eso mismo es natural, ya que la
razón es lo específico de la naturaleza de la persona humana. Consiste en la
luz natural de la inteligencia y en los juicios morales o dictámenes racionales
que con esa luz formulamos. La ordenación moral del obrar es una ordenación
racional.
Esta luz natural de
la razón práctica alcanza con evidencia inmediata algunos conocimientos: los
primeros principios y las virtudes consideradas en su contenido más general. A
partir de estos primeros conocimientos morales llega a otras verdades. Lo que
resulta decisivo a la hora de decir si un aserto moral es de la ley natural o
no, es el hecho de que tenga una conexión necesaria con los primeros principios
o las virtudes. Si existe la conexión estamos ante una regla de la ley moral natural;
si no existe, estaremos ante una disposición ético-positiva establecida por
alguna autoridad.
La necesidad de
educación moral del individuo por parte de la familia y la sociedad no constituye una verdadera objeción. La ley
moral natural es “natural” para el
hombre de un modo semejante a como lo es el lenguaje. Los animales irracionales
nunca podrán hablar; el hombre tiene por naturaleza la capacidad de hacerlo,
pero necesita un cierto aprendizaje. De los defectos del aprendizaje dependerá
en buena parte la diversidad de juicios morales sobre un mismo comportamiento
que a veces se encuentran entre los hombres y que no constituyen una objeción a
la existencia de la ley moral natural. Del hecho que una capacidad natural
pueda desarrollarse o ejercerse de modo defectuoso no es lícito concluir que
tal capacidad no existe.
La dimensión antropológica
En sentido antropológico
se habla de ley moral natural porque las exigencias morales (conocidas
naturalmente por la razón humana) responden al bien de la persona, la vida
buena y feliz, al que ella esta inclinada en virtud de su naturaleza.
La ley moral
natural tiene su punto de referencia en el orden de la naturaleza de la
persona, según el cual todas las fuerzas naturales se integran y armonizan con
vistas al bien del hombre en cuanto ser racional. En esta línea explica Santo
Tomas de Aquino que pertenece a la ley natural todo aquello a lo que el hombre
esta inclinado en virtud de su naturaleza. El hombre esta naturalmente
inclinado a obrar según la razón, que es lo mismo que obrar según la virtud. Se
concluye por esto que todos los actos de las virtudes son el contenido de la
ley natural, ya que lo que preceptúa la razón es obrar virtuosamente.
El elemento
formalmente moral de la ley natural esta constituido por los dictámenes de la
recta razón. Lo que se quiere decir es que la razón humana al formular sus dictámenes
en algunos ámbitos de la conducta y al especificar las exigencias concretas de
algunas virtudes, toma como base la comprensión del sentido de las diversas
facultades humanas y de su integración en el bien de la persona, pudiendo
establecer cual es el modo y la medida justa de cumplir los fines y de
satisfacer las tendencias.
Las inclinaciones
no son la ley natural, sino la base material de algunas de sus exigencias: en
esos ámbitos la ley moral natural es la regulación racional de las
inclinaciones. En la ordenación de la naturaleza humana ocupa un papel singular
la tendencia natural de la voluntad hacia el bien, en virtud de la cual puede
decirse que las exigencias éticas fundamentales son no solo naturalmente
conocidas, sino naturalmente queridas.
Este querer natural
del bien aprendido por la razón constituye el fundamento antropológico de la
instancia moral, desde el punto de vista dinámico, y resulta de capital
importancia para comprender el concepto y la actividad de la razón practica.
La dimensión teonomica
En el marco de la
concepción creacionista propia del realismo filosófico, el concepto de ley
moral natural implica que se trata de una ley divina, es decir, de un conjunto
de exigencias que tienen en dios su autor y su fundamento ultimo. La capacidad
innata del hombre de regular moralmente
la propia conducta es vista en ultimo termino como la participación propia del
ser racional, creado a imagen y semejanza de Dios, en el orden y en el proyecto
finalizador de la
Inteligencia creadora, y la naturaleza humana es vista como
ordenada por la Sabiduría
divina y por tanto como dotada de sentido normativo, que para ser formalmente
moral debe pasar por la razón. Santo Tomas lo sintetiza diciendo: la ley moral
natural es la participación en la ley eterna (razón ordenadora de Dios) propia
del ser racional. La lesión de la exigencias éticas naturales tiene en ultimo
termino razón de ofensa a Dios, es decir de pecado.
Este aspecto de la
ley natural suscita objeciones por parte de la sensibilidad propia del
liberalismo, celosa de la autonomía humana y del valor de la racionalidad. Es claro
que la dimensión teonoma de la ley natural no es comprensible desde una
perspectiva atea.
No se dice que el
hombre conoce la razón de Dios directamente y en si misma, y que por tanto el
sostenedor de la ley natural presenta sus juicios personales como si fuesen
juicios de Dios. Lo que se propone es la explicación y fundamentación de la
capacidad racional que el hombre tiene. Se dice que cuando se alcanza la verdad
moral, se alcanza participativamente una ordenación divina que tiene por ello
valor absoluto y sobrehumano. El valor de la racionalidad y de la verdad se ve
reforzado por esta fundamentación trascendente.
La filosofía accede
a Dios como fundamento creador del mundo, y eso significa que la
responsabilidad, la bondad, la justicia, la razonabilidad, tienen en la Inteligencia y en el
Amor creadores su arquetipo originario. Si la creación es una obra de la Inteligencia y del
Amor, no es posible crear sin medir, sin regular, sin finalizar y en ese
sentido sin legislar. Dios crea también el sentido. La libertad y la sabiduría
son en Dios realidades idénticas e inseparables. Para el hombre estar ante la
libertad de Dios es estar medido por su Sabiduría. La razón humana ha de
discernir con sus propias luces el bien y el mal, pero puede hacerlo porque es
como un chispazo desprendido del Entendimiento divino, y el orden que descubre
y formula activamente no es un orden puramente humano. Es un orden creado, cuya
constitución radical solo puede ser entendida en relacion con la sabiduría
divina.
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