Las relaciones
entre los hombres, deben basarse en el amor mutuo, si quieren alcanzar la armonía.
La historia
confirma que no ha sido suficiente exigir una vida moral basada en el principio
de dignidad, ni en el principio de igualdad, ni siquiera en el de justicia. La
simple justicia no es creadora de un orden social “justo”. Se puede defender la
equidad, pero no se construye un orden moral humano, de respeto y aprecio a la
dignidad de la persona.
El principio del
interés, que nace del egoísmo, solo es posible vencerlo si la ética social, no
solo la moral individual, se fundamenta en el amor.
El principio y la
razón del amor debe ser, la igualdad radical de todos los individuos y la
dignidad de la persona; pero sobre todo, el amor se inicia cuando se desarrolla
la idea de fraternidad universal entre todos los hombres.
La dimensión humana del amor
La palabra “amor”
es uno de los términos más universales y frecuentes en todas las lenguas,
porque expresa una inmensa riqueza de la persona.
La palabra amor
parece haber desaparecido como fundamento de la ética. Cuando se trata de
cimentar la moral individual, se recurre más frecuentemente al término “honradez”
y “cumplimiento”, y, respecto a la ética social, se la sustituye por
“solidaridad” y “servicio”. Solo en el Cristianismo se recuerda que la
“caridad” es el fundamento de la moral católica. Sin embargo no son muchos los
cristianos que se empeñan en llevar a cabo esa consigna que predico Jesús y que
dejo como “señal” y distinción de sus verdaderos seguidores.
El amor es una
forma del querer que se dirige a lo más profundo de aquello que se quiere. Por
ejemplo Ortega y Gasset escribe: “amar una cosa es estar empeñado en que
exista”. En relación a las personas dice: “Amar es estar continuamente deseando
la vida en lo que de nosotros depende”. Nedoncelle escribe: “El yo que quiere,
quiere ante todo la existencia del tu”. Mauricio Blondel (filosofo francés)
opina: “El amor es por excelencia lo que hace ser, lo que hace que alguien
sea”. El existencialista Gabriel Marcel sentencia: “Amar a una persona es
decirle: tu no morirás”. Joseph Pieper
afirma: “Amar algo o a alguna persona significa dar por bueno a ese algo o a
ese alguien. Es decirle: “es bueno que existas, es bueno que estés en el
mundo”.
Según estos autores
el “amor” es una afirmación radical de la persona amada, es sentir y decir: “es
maravilloso que tu existas”, “me alegra que estés en el mundo”, “me alegra que
seas y que te sientas bien”. Si esto es así, el fundamento mas seguro y radical
de la convivencia humana debería basarse en el amor. El amor confirma a los
otros en su propio ser, se alegra con sus bienes y se siente gozoso de aceptar
sus derechos, dado que estos representan la riqueza de la persona a quien se
ama.
Fomentar el amor
verdadero es robustecer la raíz de la vida moral, pues cuando se ama, el corazón
humano desconoce la enemistad o el rencor. Goethe sentencio: “Un corazón que
ama a una persona, no puede odiar nada”. El mensaje moral de Jesús, resalta el
amor a todos, sin excluir al enemigo.
La amistad es el clima mas propicio para la moral social
El amor humano
florece y llega a su más alto sentido cuando se convierte en amor de amistad.
La amistad mira al otro en cuanto otro; desea todo el bien al que ama como
amigo sin necesidad de beneficiarse de ese amor. Amor es el deseo de dar, no de
recibir. El deseo desmedido de ser amado tiene poco que ver con el verdadero
amor.
La amistad no es
egoísta, exige una purificación del amor, reconoce el bien del otro, aunque
también acentúa su propia personalidad. La amistad afirma y establece, al mismo
tiempo, la una mediante la otra, la alteridad mas completa y la unidad más
acabada de dos personas.
La originalidad de
la moral de Santo Tomas de Aquino es haberla fundamentado en el “amor de la
amistad”. La moral tomista sostiene que el “amor de amistad” es el amor
propiamente dicho, pues consiste en amar precisamente lo que es bueno para el
otro.
La “moral de
amistad” de Santo Tomas tuvo una gran influencia en la historia de la moral católica
y, aun separada de su dimensión religiosa, podría jugar hoy día una gran
influencia. En primer lugar para fomentar la amistad y sobre todo para
enriquecer los numerosos contactos humanos.
Si la moral social
trata de que las relaciones humanas se desenvuelvan conforme a los principios éticos,
parece conveniente que los numerosos encuentros humanos: de grupos diversos, de
diversos pueblos, se fomenten más por contactos de amistad que por relaciones jurídicas.
Que lo social y lo jurídico que motiva tantas reuniones se humanice con los vínculos
de la amistad.
La generosidad y la comprensión como efecto de la amistad
y fundamento de la moral social
El amor es generoso
y la generosidad es una de las fuentes más abundantes de la alegría. San Pablo
recoge lo dicho por Jesús: “hay mas placer en dar que en recibir”.
Existe una relación
estrecha entre “felicidad” y “generosidad”, así como entre “tristeza” y
“egoísmo”. La fuerza de la generosidad reside en que quien la practica alcanza
un alto nivel de vida moral y además en que la generosidad contribuye a un
excederse en el cumplimiento de los deberes a favor de la vida social. En la
generosidad se dan cita la moral individual y la ética social.
Junto a la
generosidad se ha de destacar la comprensión y la disculpa de los errores y
debilidades ajenas. El verdadero amor ama a la persona tal cual es, sin excluir
sus limitaciones y sus defectos.
La vida humana es
una existencia defectuosa y débil, de aquí que el amor suponga la comprensión y
el perdón. Pero se ha de distinguir con claridad estas dos actitudes diversas.
El juicio ético ha de discernir entre la “debilidad” y la “culpabilidad”.
Cuando el prójimo
(o las instituciones) ocasiona y hace el mal por debilidad, la respuesta debe
ser siempre la comprensión generosa y el perdón. Por el contrario en el caso
que exista una culpabilidad consciente, tiene que ser reconocida por el
culpable y solo después de manifestar arrepentimiento, debe ser perdonado.
La ética social no es
ajena ni a la comprensión ni al perdón, aunque en ambos casos, esta disposición
puede (y en ocasiones debe) ir acompañada de la justa compensación. La ética no
se opone al castigo, sino que postula el restablecimiento de la justicia entre
la partes. El perdón para todo el que reconozca sus propios fallos, para el que
se considere culpable y se arrepienta, es uno de los valores de la vida moral.
El
amor y la justicia se vuelven a encontrar y la ética no se adultera ni se
lesiona, sino que se complementa con estas dos virtudes.
Solidaridad y ayuda mutua,
consecuencias del amor
El
Vaticano II ha recordado que “entre los signos de nuestro tiempo hay que
mencionar el creciente e ineludible sentido de solidaridad entre los pueblos”.
En
esta constante llamada a la solidaridad, hay tantas incongruencias históricas,
dado que cuanto más se la invoca menos se la practica. Aunque se han dado
algunos pasos en orden a la solidaridad entre las naciones, los grupos sociales
tanto a nivel nacional como de bloques ideológicos desconocen lo que es ayuda
mutua.
En
esta llamada a la solidaridad hay que anotar los esfuerzos de la ONU por alcanzar una ayuda
solidaria de las naciones y las llamadas de la Iglesia católica a favor
de la unidad de la huumanidad y a la ayuda entre los pueblos.
La
solidaridad para el bien es siempre un valor moral. Esa unión solidaria es el
medio único para alcanzar grandes metas. Contra el individualismo que se
esconde en toda persona, la ética social hace un llamado a la responsabilidad,
a la solidaridad y a la ayuda mutua. Esa ayuda solidaria debe extenderse a
todos los niveles.
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