lunes, 28 de julio de 2014

EL AMOR, CENTRO DE LA ÉTICA PERSONAL Y SOCIAL


Las relaciones entre los hombres, deben basarse en el amor mutuo, si quieren alcanzar la armonía.

La historia confirma que no ha sido suficiente exigir una vida moral basada en el principio de dignidad, ni en el principio de igualdad, ni siquiera en el de justicia. La simple justicia no es creadora de un orden social “justo”. Se puede defender la equidad, pero no se construye un orden moral humano, de respeto y aprecio a la dignidad de la persona.

El principio del interés, que nace del egoísmo, solo es posible vencerlo si la ética social, no solo la moral individual, se fundamenta en el amor.

El principio y la razón del amor debe ser, la igualdad radical de todos los individuos y la dignidad de la persona; pero sobre todo, el amor se inicia cuando se desarrolla la idea de fraternidad universal entre todos los hombres.

La dimensión humana del amor

La palabra “amor” es uno de los términos más universales y frecuentes en todas las lenguas, porque expresa una inmensa riqueza de la persona.

La palabra amor parece haber desaparecido como fundamento de la ética. Cuando se trata de cimentar la moral individual, se recurre más frecuentemente al término “honradez” y “cumplimiento”, y, respecto a la ética social, se la sustituye por “solidaridad” y “servicio”. Solo en el Cristianismo se recuerda que la “caridad” es el fundamento de la moral católica. Sin embargo no son muchos los cristianos que se empeñan en llevar a cabo esa consigna que predico Jesús y que dejo como “señal” y distinción de sus verdaderos seguidores.

El amor es una forma del querer que se dirige a lo más profundo de aquello que se quiere. Por ejemplo Ortega y Gasset escribe: “amar una cosa es estar empeñado en que exista”. En relación a las personas dice: “Amar es estar continuamente deseando la vida en lo que de nosotros depende”. Nedoncelle escribe: “El yo que quiere, quiere ante todo la existencia del tu”. Mauricio Blondel (filosofo francés) opina: “El amor es por excelencia lo que hace ser, lo que hace que alguien sea”. El existencialista Gabriel Marcel sentencia: “Amar a una persona es decirle: tu no morirás”.  Joseph Pieper afirma: “Amar algo o a alguna persona significa dar por bueno a ese algo o a ese alguien. Es decirle: “es bueno que existas, es bueno que estés en el mundo”.

Según estos autores el “amor” es una afirmación radical de la persona amada, es sentir y decir: “es maravilloso que tu existas”, “me alegra que estés en el mundo”, “me alegra que seas y que te sientas bien”. Si esto es así, el fundamento mas seguro y radical de la convivencia humana debería basarse en el amor. El amor confirma a los otros en su propio ser, se alegra con sus bienes y se siente gozoso de aceptar sus derechos, dado que estos representan la riqueza de la persona a quien se ama.

Fomentar el amor verdadero es robustecer la raíz de la vida moral, pues cuando se ama, el corazón humano desconoce la enemistad o el rencor. Goethe sentencio: “Un corazón que ama a una persona, no puede odiar nada”. El mensaje moral de Jesús, resalta el amor a todos, sin excluir al enemigo.

La amistad es el clima mas propicio para la moral social

El amor humano florece y llega a su más alto sentido cuando se convierte en amor de amistad. La amistad mira al otro en cuanto otro; desea todo el bien al que ama como amigo sin necesidad de beneficiarse de ese amor. Amor es el deseo de dar, no de recibir. El deseo desmedido de ser amado tiene poco que ver con el verdadero amor.

La amistad no es egoísta, exige una purificación del amor, reconoce el bien del otro, aunque también acentúa su propia personalidad. La amistad afirma y establece, al mismo tiempo, la una mediante la otra, la alteridad mas completa y la unidad más acabada de dos personas.

La originalidad de la moral de Santo Tomas de Aquino es haberla fundamentado en el “amor de la amistad”. La moral tomista sostiene que el “amor de amistad” es el amor propiamente dicho, pues consiste en amar precisamente lo que es bueno para el otro.

La “moral de amistad” de Santo Tomas tuvo una gran influencia en la historia de la moral católica y, aun separada de su dimensión religiosa, podría jugar hoy día una gran influencia. En primer lugar para fomentar la amistad y sobre todo para enriquecer los numerosos contactos humanos.

Si la moral social trata de que las relaciones humanas se desenvuelvan conforme a los principios éticos, parece conveniente que los numerosos encuentros humanos: de grupos diversos, de diversos pueblos, se fomenten más por contactos de amistad que por relaciones jurídicas. Que lo social y lo jurídico que motiva tantas reuniones se humanice con los vínculos de la amistad.

La generosidad y la comprensión como efecto de la amistad y fundamento de la moral social

El amor es generoso y la generosidad es una de las fuentes más abundantes de la alegría. San Pablo recoge lo dicho por Jesús: “hay mas placer en dar que en recibir”.

Existe una relación estrecha entre “felicidad” y “generosidad”, así como entre “tristeza” y “egoísmo”. La fuerza de la generosidad reside en que quien la practica alcanza un alto nivel de vida moral y además en que la generosidad contribuye a un excederse en el cumplimiento de los deberes a favor de la vida social. En la generosidad se dan cita la moral individual y la ética social.

Junto a la generosidad se ha de destacar la comprensión y la disculpa de los errores y debilidades ajenas. El verdadero amor ama a la persona tal cual es, sin excluir sus limitaciones y sus defectos.

La vida humana es una existencia defectuosa y débil, de aquí que el amor suponga la comprensión y el perdón. Pero se ha de distinguir con claridad estas dos actitudes diversas. El juicio ético ha de discernir entre la “debilidad” y la “culpabilidad”.

Cuando el prójimo (o las instituciones) ocasiona y hace el mal por debilidad, la respuesta debe ser siempre la comprensión generosa y el perdón. Por el contrario en el caso que exista una culpabilidad consciente, tiene que ser reconocida por el culpable y solo después de manifestar arrepentimiento, debe ser perdonado.

La ética social no es ajena ni a la comprensión ni al perdón, aunque en ambos casos, esta disposición puede (y en ocasiones debe) ir acompañada de la justa compensación. La ética no se opone al castigo, sino que postula el restablecimiento de la justicia entre la partes. El perdón para todo el que reconozca sus propios fallos, para el que se considere culpable y se arrepienta, es uno de los valores de la vida moral.

El amor y la justicia se vuelven a encontrar y la ética no se adultera ni se lesiona, sino que se complementa con estas dos virtudes.

Solidaridad y ayuda mutua, consecuencias del amor

El Vaticano II ha recordado que “entre los signos de nuestro tiempo hay que mencionar el creciente e ineludible sentido de solidaridad entre los pueblos”.

En esta constante llamada a la solidaridad, hay tantas incongruencias históricas, dado que cuanto más se la invoca menos se la practica. Aunque se han dado algunos pasos en orden a la solidaridad entre las naciones, los grupos sociales tanto a nivel nacional como de bloques ideológicos desconocen lo que es ayuda mutua.

En esta llamada a la solidaridad hay que anotar los esfuerzos de la ONU por alcanzar una ayuda solidaria de las naciones y las llamadas de la Iglesia católica a favor de la unidad de la huumanidad y a la ayuda entre los pueblos.

La solidaridad para el bien es siempre un valor moral. Esa unión solidaria es el medio único para alcanzar grandes metas. Contra el individualismo que se esconde en toda persona, la ética social hace un llamado a la responsabilidad, a la solidaridad y a la ayuda mutua. Esa ayuda solidaria debe extenderse a todos los niveles.

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