PRESENTACIÓN DEL TEMA
El paciente
“terminal” es aquél cuya salud está afectada de manera irreversible,
independientemente de que reciba o no tratamientos, y que muy probablemente
morirá en un periodo breve.
Son casos en que la enfermedad está muy
avanzada, es incurable, progresiva,
y sin posibilidades razonables de respuesta
a un tratamiento especifico. Debido a que la muerte es inminente, esta
situación se caracteriza además, por causar una fuerte impacto emocional tanto
al enfermo como a su familia.
Por tratarse de un enfermo terminal, la
reacción de quienes lo rodean no debe llevar a aislarlo sino a integrarlo,
demostrarle cariño, encaminarlo y asistirlo para que muera dignamente. Este es
un deber del medico y del resto del personal de salud, que debe proyectarse
también a los miembros de la familia.
La actitud ante el enfermo terminal es
frecuentemente la prueba clave del sentido de justicia, de caridad, de la
nobleza de ánimo, de la responsabilidad, y de la calidad profesional de los
agentes de la salud, comenzando por los médicos.
Ayudar a una persona a bien morir, significa ayudarlo a vivir intensamente la ultima experiencia de su
vida. Se le debe dar un tratamiento médico tal, que contribuya a aliviar su
sufrimiento. Existen “cuidados paliativos” destinados a hacer más soportable el
sufrimiento en las ultimas fases de la enfermedad.
En este contexto existe la licitud del uso
de cierto tipo de analgésicos y sedantes para aliviar el dolor, aún cuando
pueda tener como efecto limitar la conciencia y acortar la vida. En estos caso
no se busca la muerte aunque se corra este riesgo, solo se pretende mitigar el
dolor de manera eficaz. Sin embargo no es lícito privar al moribundo de la
conciencia propia sin grave motivo.
CARACTERES DEL PACIENTE TERMINAL
El diagnóstico se basa en la existencia de
ciertos factores que son determinantes:
a)
enfermedad causal de evolución
progresiva
b)
pronóstico de supervivencia
inferior a un mes
c)
ineficacia comprobada de los
tratamientos
d)
pérdida de la esperanza de
recuperación o irreversibilidad
DOLOR Y SUFRIMIENTO
El dolor y el placer son compañeros
inseparables de todas las personas. Con relación a la salud, el dolor cumple
una función de aviso para evitar su causa. El paciente terminal padece dolores
físicos y sufrimientos psicológicos importantes. El dolor físico es controlable
con analgésicos, y el sufrimiento psíquico también puede ser tratado por los
propios familiares, el médico, los amigos, etc. el sufrimiento psíquico es
provocado por la propia situación: el miedo al más allá. Considerar el dolor
causado a los propios familiares, etc.
TRATAMIENTO: DISMINUCIÓN DEL SOLOR
(MEDICINA PALIATIVA)
Generalidades
No toda muerte es precedida de situaciones
de dolor profundo, pero hay casos en los que los sufrimientos pueden ser
insoportables, de tal modo que pueden llegar a pensar que la eutanasia es
necesaria.
Una vez que el paciente entra en fase
terminal, exige de parte del cuerpo medico un tratamiento tendiente a disminuir
el dolor y a aplicar lo que se denomina medicina paliativa. Estas técnicas se
utilizan con el objetivo de mejorar la calidad de vida en la fase terminal de
la enfermedad, aunque sólo sea aliviando el dolor, controlando la ansiedad y la
depresión. Asimismo debe entablarse una relaciona interpersonal humanitaria que
favorezca el estado espiritual del paciente.
Se le deben brindar todos los cuidados
básicos e indispensables: comodidad, atención, cariño, alimentos, hidratación,
cuidados de higiene, etc. Cuando los pacientes terminales reciben cuidados
generales y paliativos correctos, y se les da el apoyo afectivo, el deseo de
suicidarse desaparece.
Medicina paliativa (muerte sin dolor)
a)
Presentación del tema
Ante una enfermedad irreversible, hay dos
factores importantes: el dolor físico y la tristeza espiritual. Ambos necesitan
de un tratamiento.
Se ha sostenido que una de las causas
principales de la eutanasia es que se acude a ella porque no es posible
soportar determinado dolor. En la medicina moderna van teniendo auge los
llamados cuidados paliativos, destinados a hacer más soportable el sufrimiento
en la fase terminal de la enfermedad, y al mismo tiempo asegurar una
acompañamiento humano adecuado.
Es perfectamente lícito y ético la
disminución del dolor a través de
analgésicos o sedantes, a pesar que limita la conciencia y en ocasiones lo que
se le da al paciente para disminuir el dolor indirectamente termine por
acortarle la vida.
b) Medicina paliativa
Es la que tiene por fin aliviar, mitigar,
disminuir el dolor y está dirigida fundamentalmente a los moribundos de cáncer
y a sus familias, o a los enfermos graves. El objetivo no es que el paciente no
muera, sino procurar que la muerte se produzca sin sufrimientos o con el menor
dolor posible. La muerte se encara como algo natural, sin acelerar o retardar
artificialmente su llegada.
Más allá de las técnicas medicas
aplicadas para aliviar el dolor, que por cierto han variado y mejorado en el
correr de los años, lo que importa destacar en estos casos es el apoyo
emocional y la asistencia espiritual y psicológica que se debe dar n esta
instancia tanto al paciente como a su familia.
Supone un cuidado total del cuerpo, mente y
espíritu del paciente, en su proximidad a la muerte, contemplando muy
especialmente la situación en que se encuentra la familia.
c)
Técnicas aplicables
Existen escalas en
cuanto a la intensidad del dolor y a la determinación de los fármacos
aplicables. Se pueden utilizar en primera instancia analgésicos; narcóticos
débiles en un segundo estadio; en una tercera etapa se puede recurrir a la
morfina y a la heroína, con el agravante que este tipo de productos puede
determinar la dependencia del sujeto. El uso del denominado “cóctel lítico”
(morfina, fenergán y demerol) merece una reflexión. Determina tres efectos,
actúa sobre el dolor, determina la perdida de conciencia y puede determinar la
muerte. En este caso no se debe hablar de eutanasia pues no se busca la muerte
del paciente sino aliviar su dolor.
d)
Posición de la Iglesia Católica
Pío XII afirmó que era lícito suspender el dolor por
medio de narcóticos, a pesar de tener como consecuencia limitar la conciencia y
abreviar la vida, “si no hay otros medios, y si en tales circunstancias ello no
impide el cumplimiento de otros deberes morales”. En estos casos no se quiere ni busca la
muerte, simplemente se busca mitigar el
dolor de manera eficaz recurriendo a los analgésicos puestos a disposición por
la medicina. Sin embargo no es lícito privar al moribundo de la conciencia sin
grave motivo, pues los hombres deben estar en condiciones de poder cumplir sus
obligaciones personales y familiares y preparar su situación espiritual.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice:
“El uso de analgésicos para aliviar el sufrimiento de enfermos y moribundos,
incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la
dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino
solamente prevista y tolerada como inevitable”.
En la Declaración
de la Sagrada Consagración para la Doctrina de la Fe para la Eutanasia, de
1980, se establece que es lícito usar analgésicos aunque estos puedan
comportar un riesgo al acortar la vida, si no hay otro medio de aliviar el
dolor. Se insiste en contar con el consentimiento del enfermo cuando llega a
esta instancia, pudiendo este rechazar total o parcialmente el uso de
analgésicos, para poder dar a su propio dolor el sentido más pleno.
Hoy la utilización
de analgésicos es menos dramática pues la ciencia medica ha progresado y se
ofrecen terapias antálgicas que limitan y anulan las consecuencias indeseables
de los primeros, especialmente la perdida de conciencia.
e)
Fundamentos éticos de la medicina
paliativa
La medicina se
apoya en dos pilares básicos desde el punto de vista de la ética medica: uno es
el respeto ético de la debilidad que debe ser aceptada y protegida como parte
del existir humano; y el otro es el carácter limitado, finito de las
intervenciones medicas agresivas, que han de dejar paso a los cuidados
paliativos como respuesta sabia y compasiva a la enfermedad terminal.
El paciente
debilitado en forma extrema, debe ser asistido, nutrido e hidratado; la vida
debilitada debe respetarse hasta el fin natural.
Es esencial que los
médicos acierten a reconocer los limites prácticos y éticos de su saber
científico-técnico. Cuando se entra en la fase terminal e irreversible, ya
no será posible curar, y el medico se tiene que encargar de aliviar y consolar.
La medicina
paliativa se debe fundar en:
-
brindar atención integral
contemplando loas aspectos físicos, psíquicos, sociales, espirituales
-
contemplar al enfermo y a la
familia como una unidad
-
debe respetarse la autonomía del
paciente (no significa derecho al suicidio)
-
se debe valorar el ambiente que
rodea al paciente de sinceridad, serenidad, respeto.
f)
En el 99% de los casos se controla
el denominado “dolor insoportable”
Salvo casos excepcionales, el dolor físico
por mas fuerte que sea en su origen, puede ser controlado. En consecuencia, el
reclamo de que el dolor físico agudo es una razón válida para matar al paciente,
no tiene fundamento.
Hay en día hay una
gama de medicamentos particularmente potentes para aliviar el dolor.
g)
¿Hasta dónde llega la medicina
paliativa?
Los cuidados
paliativos tienden a humanizar y dignificar el fin de la vida humana. Su
ejercicio comporta el cuidado esmerado de múltiples facetas, no estrictamente
medicas. El equipo profesional requiere además de competencia científica, una
autentica integridad moral. En esta instancia el medico contempla no solo al
paciente, sino al entorno familiar y social, preocupándose particularmente del
auxilio y el apoyo espiritual.
Aspectos
psicosociales: ¿decirle la verdad al paciente?
Decir la verdad no
significa trasmitir o aumentar el temor, la ansiedad o la preocupación. Debe
proporcionarse información relacionada con la gravedad clínica, sin dar plazo a
la vida, manteniendo una prudente reserva. Lo importante en estos casos es
generar una relación de amistad y trasmitir serenidad y paz.
La profundidad de
la muerte hace difícil y dramática la notificación, pero no exime de la
obligación de decir la verdad. Existe un especial derecho de la persona a estar
informada, aun en presencia de un diagnostico que conduce a la muerte.
Cuando un medico
esta frente a un paciente terminal, debe priorizarse la obligación de informar
correctamente al paciente, pues este tiene derecho a adoptar decisiones que
pueden ser sustanciales para culminar su vida, tomando las medidas necesarias.
El medico es un servidor del paciente y no tiene la facultad de sustituir su
voluntad por lo que entienda más conveniente. Se debe tener en cuenta el
respeto a la autonomía y la autodeterminación del paciente (no en cuanto a
disponer de su vida), y el respeto al paciente evitando que se le causen
perjuicios innecesarios.
Decir la verdad no
supone decirla en forma abrupta, grosera, sino que debe seguirse una técnica de
modo que se diga en forma progresiva, continua y sembrando esperanza.
El paciente tiene
derecho a ser informado y prepararse para una muerte digna. Se busca crear un
dialogo de solidaridad y de apoyo en el mismo momento en que se da la
información al paciente. Es conveniente preparar el estado de animo del
paciente para no agravar las fases depresivas; corresponde asesorarlo en otros
aspectos, como puede ser el prepararlo para lo que se considera una buena
muerte, acorde a sus aspiraciones espirituales. El medico debe seguir
asistiendo al enfermo para tratar de aliviar el dolor, confortarlo,
solidarizarse con él.
No hay lugar para
las mentiras piadosas. La conspiración del silencio, no protege al enfermo sino
a sus familiares y a los asistentes médicos Cuando se plantea la pregunta de sí
debe o no decírsele al enfermo la verdad sobre su estado, la respuesta
afirmativa o negativa dependerá de las circunstancias del caso, y de cómo haya
encarado el tema el propio paciente, pues a este no se le puede imponer una
información que no desea. La mayor parte de veces se engaña al moribundo porque
le cuesta al sano decir la verdad.
Buena parte del
tratamiento del paciente, consiste en que este mantenga la esperanza. Si
bien no se debe mentir al paciente, en ocasiones no es imprescindible
decirle toda la verdad si de ello depende mantener la esperanza para seguir
enfrentando la situación con valor.
No al ensañamiento terapéutico: ¿hasta dónde
existe la obligación de conservar la vida?
Si la técnica
aplicada es inútil, penosa y excepcional o desproporcionada se habla de
ensañamiento terapéutico es necesario
afirmar el valor de la muerte digna, lo que no supone hablar de
eutanasia.
El paciente y el
medico no están facultados para disponer de la vida y no están obligados a
alargarla artificialmente todo lo que sea posible. Cuando se encara el
tratamiento terapéutico del paciente, pueden existir medidas curativas de
carácter ordinario o proporcionadas, y medidas extraordinarias o
desproporcionadas. Desde el punto d vista ético, los medios ordinarios son todo
medicamento, tratamiento u operación que ofrezca una razonable esperanza de
mejoría o curación del paciente. Las denominadas extraordinarias o
desproporcionadas se aplican al paciente cuando no existen posibilidades
definidas de recuperarlo, y sólo logran prolongar el proceso de morir por
horas, días o semanas.
La medicina moderna
dispone de medios con capacidad de retardar efectivamente la muerte, sin que el
paciente reciba un real beneficio. Se describe esto como “obstinación
terapéutica”, esto es, el uso de medios extenuantes y pesados para el
enfermo condenándolo a una agonía prolongada artificialmente. Esto es contrario
a la dignidad y al deber moral de aceptar la muerte y dejar que elle siga su
curso.
El medico debe
aplicar el principio de la “proporcionalidad del tratamiento”: ante la
eminencia de una muerte inevitable, no obstante los medios utilizados, es
licito en conciencia, tomar la decisión de renunciar a tratamientos que sólo
significarían un prolongamiento precario y penoso de la vida, pero sin
interrumpir el tratamiento normal que corresponde al enfermo en casos
similares.
Los medios
desproporcionados son inútiles para conservar la vida del paciente y
constituyen una carga grave en términos de dolor y de sufrimiento para el
enfermo. Los medio son proporcionados cuando son útiles para conservar la vida
del paciente o para curarlo.
La renuncia al uso
de medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la
eutanasia, sino que expresa mas bien la aceptación de la condición humana ante
la muerte.
Para el medico y
sus colaboradores no se trata de decidir sobre la vida y la muerte de una
persona. Se trata solamente de actuar como medico y decidir, a ciencia y
conciencia sobre el tratamiento y cuidados que respeten el buen vivir y morir
del enfermo que se le ha confiado.
FRANCA TARRAGO,
enuncia los derechos a morir con dignidad:
-
derecho a ser tratado como una persona
hasta el momento de la muerte
-
a conservar un sentimiento de
esperanza
-
a ser cuidado por quienes sean
capaces de conservar ese sentimiento de confianza ante cualquier cambio que
pueda ocurrir
-
a expresar los sentimientos y
emociones propios de ka muerte
-
a participar de las decisiones que
afecten a los cuidados de la propia persona
-
a esperar una atención medica y
una asistencia continuas
-
a no morir solo
-
a ser aliviado de los dolores
-
a que se le respondan honestamente
y con veracidad las preguntas formuladas
-
a no ser engañado
-
a recibir la ayuda de su familia
-
a morir en paz y con dignidad
-
a conservar la individualidad y a
no ser juzgado por el hecho de que las decisiones del paciente sean contrarias
a la opinión de otros
-
a comentar y ahondar en su
experiencia religiosa y espiritual
-
a esperar que sea respetada la
dignidad del cuerpo del paciente después de la muerte
Derecho a no sufrir inútilmente
El paciente
“terminal”, víctima de una enfermedad irreversible, no sólo tiene derecho a que
con él no se incurra en escarnio terapéutico, sino que también tiene derecho a
no sufrir inútilmente y a recibir una terapia adecuada para aliviar el dolor.
Pero del derecho a no sufrir, no se puede deducir un presunto derecho a
quitarse o a hacerse quitar la vida.
El derecho a no
sufrir, no se ejerce matando al paciente, sino exigiendo la aplicación de la
medicina paliativa especializada para aliviarle el dolor. Si como consecuencia
del tratamiento para aliviar el dolor, indirectamente, y como efecto no
querido, se acorta la vida, ello no puede considerarse como una conducta
censurable.
Derecho a que se respete su libertad
En la preparación
del paciente para su muerte, se debe respetar su dignidad como persona,
debiéndose: a) informar sobre la situación y b) respetar su autonomía. En las
decisiones que se tomen sobre su persona mientras esté consciente, no puede ser
sustituido. Es necesario preservar en la medida de lo posible la autonomía y
autocontrol del paciente, fomentando su reracionamiento familiar y social.
En términos
generales, existe la obligación ética de no privar de la conciencia de sí mismo
al paciente sin verdadera necesidad.
Otros derechos
El estado terminal
del paciente no afecta sus derechos como persona; como consecuencia, deben
mantenerse los cuidados mínimos y las medidas de soporte vital. Las medidas de
soporte vital, como la hidratación o la alimentación, no se pueden suspender.
El paciente terminal tiene derecho a ser visitado por los parientes y amigos,
derecho a recibir asistencia religiosa, y derecho a la confidencialidad.
ESTADO VEGETATIVO CONTINUADO
En ocasiones, el
estado irreversible lleva a una vida realmente vegetativa, en la que se
establece que existe vida puramente biológica. Puede durar meses o años. Fue
famoso el caso de Karen Anne Quilan – una joven estadounidense de la que se
ocupó la prensa desde 1975 hasta nuestros días -. El que planteó precisamente
el interrogante de hasta qué momento debe conservarse la vida vegetativa
cuando se sabe que existe un coma irreversible, o casi con certeza
irreversible-; cuando algunas de las funciones vitales cesaron, y son
mantenidas en cierto grado, gracias a tecnologías artificiales.
Se ha señalado que,
por ejemplo en los estados Unidos, existen aproximadamente 250.00 adultos y
niños, que se encuentran en estado vegetativo continuo, o sea, en una condición
de completa inconsciencia de sí mismos y
del ambiente, pasando por ciclos de sueño-vigilia con total o parcial
preservación de las funciones respiratorias automáticas de hipotálamo.
Estos pacientes no
son enfermos terminales, sino que cuentan con vida cerebral y están reanimados
artificialmente en alguna de las funciones vitales que pudieron haber perdido.
El gran dilema a
resolver aquí es hasta qué punto es posible, es necesario, es éticamente
aceptable, mantener estas vidas vegetativas en estado de reanimación
artificial, pues las funciones vitales básicas se mantienen artificialmente.
La labor de reanimación la asume el médico
cuando tiene la certeza de que el paciente continuará recibiendo un adecuado
tratamiento a la espera de una recuperación; pero si se tiene la certeza de que
el retorno a la vida del paciente es imposible, no hay porqué continuar
realizando labores de reanimación artificiales.
La orden de no
reanimar (ONR) sólo procede cuando el médico tiene
constancia de que el paciente ha fallecido, o sea, cuando ha llegado a la
muerte cerebral; o, cuando el paciente sufre una enfermedad letal conocida y el
tratamiento de esa enfermedad, con toda probabilidad no interrumpirá el curso
de la misma muerte. La condición del paciente debe ser tal que la muerte sea
inminente. En el caso de pacientes capaces, irreversibles y terminales, la
orden de no reanimar puede ser consignada bajo el consentimiento informado del
propio paciente. Si éste es incapaz o está incapacitado irreversiblemente o en
forma terminal, la orden de no reanimar puede ser dispuesta si el médico
determina, a la luz del historial del paciente y de la condición y deseos de la
familia, que sería médicamente inadecuado efectuar esfuerzos de reanimación.
Un problema
particularmente espinoso es el de la interrupción de la alimentación y la
hidratación artificial en los casos de enfermos en estado coma vegetativo
persistente, convertido ya en permanente. Se trata de una situación neurológica
específica en la que graves lesiones en la corteza cerebral han dejado a estas
personas en situación de inconsciencia y de falta de sensibilidad, aunque sigue
funcionando el tronco cerebral del que depende la vida vegetativa. Estas
situaciones se pueden prolongar por muchos años a través medios totalmente
artificiales en el ámbito de la alimentación y la hidratación.
No han faltado
quienes han sostenido que estas personas deben considerarse como cadáveres, ya
que la corteza cerebral, base de su psiquismo, ha dejado de funcionar. Otros
consideran que la alimentación artificial en estos casos es un tratamiento
desproporcionado ante un pronóstico negativo, que por tanto se puede éticamente
interrumpir. Lo decisivo en estos casos es si la alimentación y la hidratación
pueden considerarse tratamientos desproporcionados en atención a que no existe
ninguna posibilidad de reanimar a estas personas.
Cuando el paciente
cae en un “estado vegetativo persistente” (S.V.P.) determinar hasta cuándo debe
hidratarse o alimentarse es un tema que ha generado polémicas, tanto desde el
punto de vista ético, económico, familiar y social.
Se ha sostenido que
cuando el estado de coma perdura y se vuelve irreversible por meses o años, la
misma alimentación o hidratación se puede convertir, para algunos, en un medio
de atención desproporcionado. En estos casos extremos –se dice –el respeto de
la vida está en aceptar el derecho a la muerte natural. Se llega a casos en los
que la hidratación o el alimento, cuando se suprimen, no son la causa de la
muerte, sino que su aplicación se estaba convirtiendo en un ensañamiento
terapéutico.
La alimentación y
la hidratación nunca pueden ser vistas como medios desproporcionados, sino como
los elementos imprescindibles para llegar a la muerte natural.
Si se afirma que en el 99% de los casos del enfermo terminal se puede controlar el dolor. Que sentido tiene que apliquen la sedación profunda o irreversible cuando se sabe que ésta produce la muerte en 2 o 3 dias máximo?
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