El enfoque ético podría tener en cuenta muchos problemas, como los ligados a la producción, elaboración y comercio de la droga en un mercado internacional cada vez más amplio, así como aquellos que se derivan del consumo de la droga que llega a ser el estímulo para una demanda creciente.
Situación
actual del problema
El fenómeno de la
droga no es nuevo puesto que era conocido ya siglos atrás. Herodoto en
la “Historia de las guerras médicas” evoca una costumbre de los pueblos
orientales: “tienen árboles que dan frutos extraños; cuando los hombres se
reúnen junto a la hoguera, arrojan al fuego las semillas de esos frutos y se
embriagan aspirando humo.” En el Imperio Romano se usaban drogas con
fines terapéuticos y también como parte del ritual en numerosas acciones
mágicas. Virgilio cuenta en la “Eneida”, que Eneas logra dormir
al dragón de la Hespérides empleando el jugo de la adormidera.
Para Ch.
Baudelaire, la droga es la salida casi normal para aquellos que el siglo XVIII
llamaba hombres sensibles y la escuela romántica clasificó como incomprendidos.
El uso antiguo de
las drogas ha cambiado en nuestros días. A lo largo de la historia cada cultura
y cada sociedad ha desarrollado e integrado en su seno el consumo de sustancias
tóxicas con fines no terapéuticos (mágico-religiosos, religiosos, recreativos,
etc.) En la actualidad el problema del consumo abusivo de sustancias tóxicas ha
alcanzado una extensión e importancia alarmantes, tanto por su frecuencia y
extensión a las edades más precoces, como por su “aceptación” y “tolerancia”
social y por los problemas sociales, políticos y morales que plantean su
promoción económica y su adicción particular.
Datos básicos sobre las drogas
Definiciones
-
Droga:
según la OMS, droga es “toda sustancia que, introducida en el organismo vivo,
puede modificar una o varias funciones de éste”. Esta definición amplia, abarca
a los medicamentos y a otras sustancias activas. Más correcto sería definirla
como una “sustancia modificadora de algunas funciones del organismo y, desde
este supuesto, capaz de crear dependencia o toxicomanía”.
-
Toxicomanía: “estado de intoxicación (alteración psíquica y eventualmente
somática), periódica o crónica, producido por el uso o consumo repetido de una
sustancia. Hay deseo irrefrenable o necesidad de seguir consumiendo un fármaco,
tendencia a aumentar la dosis (tolerancia), dependencia psíquica (necesidad
compulsiva de los efectos psíquicos de la sustancia) y/o dependencia física
(caracterizada por el síndrome de dependencia, es decir, una serie de síntomas
que aparecen de improviso cuando se interrumpe el consumo de la droga), junto
con otros efectos negativos para el individuo y la sociedad”
-
Drogodependencia: presentada por la OMS, desde 1964, como un estado de dependencia psíquica
o psíquica y física respecto de alguna sustancia que cambia el humor con una
acción sobre el sistema nerviosos central, que se toma ocasionalmente o en
forma continua y que perjudica al afectado y a la sociedad.
-
Dependencia hacia una
sustancia: vinculación metabólica y/o conductual entre
su consumo y una persona, de forma que ésta no pueda prescindir de su consumo
sin que aparezcan trastornos de la conducta y/o una serie de síntomas y signos
clínicos que desaparecen con la administración de la sustancia en cuestión.
-
Dependencia psíquica: definida por la OMS como “compulsión que requiere la administración
periódica o continua de la droga para producir placer o impedir malestar en el
individuo”.
-
Dependencia física: definida por la OMS, como “el estado de adaptación del organismo que
se manifiesta por la aparición de trastornos físicos cuando se interrumpe la
administración de la droga”.
-
Hábito: “condición derivada del consumo repetido de una droga, que entraña
deseo, más no necesidad, de esa sustancia (dependencia psíquica y no física),
que no induce tolerancia y que produce efectos nocivos para el individuo, mas
no para la sociedad”
-
Tolerancia: “se precisa una dosis cada vez mas elevada para obtener la misma
respuesta inicial, por presentar una menor sensibilidad a la misma dosis de
droga”.
-
Abstinencia: aparición de síntomas físicos como dolores o nausea, cuando se
interrumpe el uso de la droga.
Motivaciones
Se suele decir que
se llega a un consumo abusivo o bien desde un tratamiento médico descontrolado
o bien por influjo de un proselitismo callejero, que es el caso mas frecuente.
Causas importantes suelen ser la inmadurez personal, la falta de ideales de
creatividad y de socialidad, la necesidad de evadirse de situaciones
angustiosas, la ausencia de un clima afectivo dentro del ámbito familiar, la
necesidad de acudir a un símbolo llamativo de autoafirmación o a un modelo de
protesta contra situaciones sociales percibidas como turbadoras.
Drogas blancas
No hay que olvidar
a las drogas blancas o caseras, como el café, el tabaco, el alcohol y otros
productos excitantes o tranquilizantes. Suelen ser usados como señal de
autoafirmación, con el fin de sentirse “persona normales” o con el fin de
establecer vínculos sociales, o bien como medio para intentar una recuperación
de estados de ansiedad. Si las dosis son pequeñas, tales productos son rara vez
perjudiciales; el aumento de la cantidad puede ocasionar peligros serios para
la salud, como para el proceso de integración personal y social.
Doctrina de la Iglesia
Encíclica Centesimus
annus, de Juan Pablo II
“Un ejemplo
llamativo de consumismo, contrario a la salud y a la dignidad del hombre y que
ciertamente no es fácil de controlar, es el de la droga. Su difusión es índice
de una grave disfunción del sistema social, que supone una visión materialista
y, en cierto sentido, destructiva de las necesidades humanas. La droga, así
como la pornografía, y otras formas de consumismo, al explotar la fragilidad de
los débiles, pretenden llenar el vacío espiritual que se ha venido a crear” (CA 36).
Discurso de Juan Pablo II en el marco de la
VI Conferencia Internacional “Droga y alcoholismo contra la vida” organizada
por el Pontificio Consejo de la pastoral para agentes sanitarios en el Vaticano
en Nov 1991.
“Muy a menudo,
cuando pienso en las víctimas de la droga y el alcoholismo, -en su mayoría
jóvenes, si bien es cada vez mas preocupante su difusión entre adultos- me
viene al recuerdo el hombre de la parábola evangélica que asaltado por unos
malhechores, fue robado y dejado medio muerto en medio del camino de Jericó
(cf. Lc 10, 29-37). Estas personas van como “en camino” buscando algo en lo que
creer para vivir; tropiezan, en cambio, con los mercaderes de la muerte, que
les asaltan con la lisonja de libertades ilusorias y falsas perspectivas de
felicidad. Estas victimas son hombres y mujeres que se encuentran,
desgraciadamente, despojados de los valores mas preciados, profundamente
heridos en el cuerpo y en el espíritu, violados en la intimidad de su
conciencia y ofendidos n su dignidad de personas. En realidad, en estas
situaciones las razones que llevan a abandonar cualquier esperanza podrían
parecer fuertes”.
Este discurso
constituye un grito realmente profético a favor de las “muchas vidas que se
queman mientras los potentes señores de la droga se abandonan descaradamente al
lujo y al despilfarro”.
De la desesperación a la esperanza,
documento publicado en 1992 por el Pontificio Consejo para la familia.
“La droga no es
el problema principal del toxicodependiente. El consumo de la droga es sólo una
respuesta falaz a la falta de sentido positivo de la vida. Al centro de la
toxicodependencia se encuentra el hombre, sujeto único e irrepetible, con su
interioridad y específica personalidad, objeto del amor del Padre que, en su
plan salvífico, llama a cada uno a la sublime vocación de hijo en el Hijo. Sin
embargo, la realización de tal vocación es-junto a la felicidad en este mundo-
gravemente comprometida por el uso de la droga, porque ella, en la persona
humana, imagen de Dios (Gén 1, 27), influye de modo deletéreo sobre la
sensibilidad sobre el recto ejercicio
del intelecto y de la voluntad” (Ia).
Efectivamente la droga no es el problema
principal del toxicodependiente. En el origen se encuentran otros fenómenos como
la pérdida de valores, la presión de una sociedad de consumo, y una seducción
difícilmente superable por una voluntad no educada para el sacrificio y tantos
otros.
Desde el punto de
vista cristiano, el documento apela a la dignidad del ser humano llamado a
vivir en el espíritu de la filialidad al Dios del amor y de la salvación.
Intervenciones del Papa Juan Pablo II
“Es necesario
llevar al toxicodependiente al descubrimiento o al redescubrimiento de la
propia dignidad del hombre; ayudarlo a hacer resurgir y crecer, como un sujeto
activo, aquellos recursos personales que la droga había sepultado, mediante una
confiada reactivación de los mecanismos de la
voluntad, orientada hacia seguros y nobles ideales”.
“Ha sido concretamente probada la
posibilidad de recuperación y de redención de la pesante esclavitud...con
métodos que excluyen rigurosamente cualquier concesión a la droga, legal o
ilegal, con carácter sustitutivo”.
“La droga no se
vence con la droga”.
“En realidad la
droga..es síntoma de una debilidad y de un malestar más profundos, que afectan
especialmente a las generaciones más jóvenes, expuestas a los peligros de una
cultura pobre en valores auténticos. En un tiempo como el nuestro, en el que el
hombre logra doblegar a su voluntad las mismas leyes de la naturaleza, la
drogadicción, con su capacidad de debilitar la fuerza de voluntad de la
persona, constituye un obstáculo que manifiesta la intima fragilidad del ser
humano y su necesidad de ayuda por parte del ambiente que lo rodea y, más radicalmente,
por parte del Único, que puede actuar en lo más profundo de su psiquis en
dificultad. La relación con Dios, vivida con una actitud de auténtica fe,
constituye un apoyo sumamente eficaz en el camino de recuperación de
situaciones humanas desesperadas: quien ha hecho la experiencia lo sabe muy
bien y puede atestiguarlo”.
El Catecismo de la Iglesia Católica
Dedica a este tema
un solo punto en el marco de la moral del quinto mandamiento y después de
haberse referido a la virtud de la templanza. El texto ofrece una calificación
moral objetiva de la drogadicción, así como de la colaboración en su difusión:
“El uso de la
droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los
casos en que se recurre a ella por prescripciones estrictamente terapéuticas,
es una falta grave. La preocupación clandestina y el trafico de drogas son
practicas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a
ellas, a practicas gravemente contrarias a la ley moral” (n. 2291).
Pronunciamientos de la santa Sede
Se ha pronunciado
en muchas ocasiones. En Viena el año
1996, en ocasión de la celebración de la Jornada de lucha contra la droga
organizada por la ONU, Juan Pablo II expresó:
“Es preciso reconocer que se da un nexo
entre la patología mortal causada por el abuso de drogas y una patología del
espíritu, que lleva a la persona a huir de sí misma y a buscar placeres
ilusorios, escapando de la realidad, hasta el punto que se pierde totalmente el
sentido de la existencia personal. Algunos factores, como la ruptura familiar,
las tensiones en las relaciones humanas, el aumento del desempleo y los modelos
infrahumanos de vida, favorecen esta alineación. De hecho, en la raíz ce estos
males se encuentra la pérdida de los valores éticos y espirituales”.
Carta pastoral “El
oscuro mundo de la droga juvenil”
Publicada en
Noviembre de 1984 por el Arzobispo de Pamplona y los obispos de las diócesis
vascas. La primera parte constituye una introducción sobre la gravedad del
problema:
“ Cualquiera de las
tres adicciones (heroína, cocaína, hachís) comporta, más o menos a la larga, la
decadencia física, la obsesión por la sustancia tóxica, la apatía creciente por
el mundo exterior, la pérdida de la capacidad mental y el deterioro del sentido
moral. Entrañan en los jóvenes grave peligro de deslizarse hacia la
delincuencia o la prostitución. En una palabra, deshumanizan a sus adeptos”
(I).
La II parte alude a
diversas complicidades que se pueden descubrir en el mundo de la droga juvenil.
En cuanto a las primeras menciona algunas causas: a) un cierto desequilibrio
psíquico inicial; b) diversos traumatismos sufridos en la adolescencia; c) un
agudo conflicto ambiental; d) la frivolidad que se respira en el ambiente.
“Existen factores biológicos, psicológicos y
sociológicos que los condicionan. No siempre pueden por si mismos controlar
estos factores. Pero si pueden controlar, debidamente ayudados, su respuesta
personal a los mismos”.
En cuanto al
segundo grupo de complicidades, menciona las organizaciones de la muerte a
nivel intercontinental y los intereses de las grandes potencias, pero también
otras responsabilidades y complicidades mas cercanas, en las que todos nos
vemos inmersos. Dice: “La escuela, la policía, la administración pública, la
Iglesia y la sociedad entera hemos tomado conciencia de este problema con
excesivo retraso”.
En su III parte la
carta alude a los “motivos” que empujan a los jóvenes a la droga. Habla de la
droga como expresión del deseo infantil de una satisfacción inmediata de las
necesidades; como evasión a un mundo ilusorio.
En su IV parte se
ofrecen ocho puntos específicos del mensaje cristiano, que , en la fe, ofrece
una liberación integral, al tiempo que invita a mirar a Jesús y sus actitudes
ante los marginados, a descubrir la solidaridad en el cuerpo de Cristo y a
denunciar las causas de la droga.
En la V parte se
ofrecen algunas sugerencias concretas de acción pastoral para el logro de “una
sociedad sin droga”. Y finalmente la parte VI
contiene una hermosa y sincera “carta a los jóvenes toxicómanos”, en la
que se les invita a compartir con otros su propia intimidad, al tiempo que los
obispos confiesan que también los que a ellos nos acercamos, tenemos que dejar
“drogas” de muchas clases que tal vez no tienen este nombre.
Para un juicio ético
Parece en
principio, que ese juicio habría de centrarse en la dignidad de la persona
humana, tanto en su individualidad personal y su libertad como en su capacidad
de relación y sociabilidad. La defensa o la pérdida de esos campos de valores,
que implican tanto la calidad y cantidad de las sustancias utilizadas, como la
finalidad perseguida por el usuario, habrá de determinar la licitud o ilicitud
de la adicción.
a)
Ambivalencia ética del
consumo de drogas
No se debe “demonizar” todo tipo de drogas.
Los estupefacientes no son en sí mismos ni buenos ni malos. El juicio ético ha
de hacerse sobre el uso concreto, teniendo en cuenta los diversos valores que
entran en juego: finalidad última perseguida, efectos, dosis empleadas,
frecuencia del consumo y peligro de dependencia, situación general del
consumidor.
b)
Uso de drogas con fines
terapéuticos
El uso de estupefacientes es lícito moralmente cuando se orienta a una
finalidad terapéutica, a juicio del profesional médico, sea que se empleen como
analgésicos o anestésicos, sea que se utilicen como antagonistas en una cura de
desintoxicación.
El médico debe juzgar cuando los efectos positivos que se esperan
conseguir superan los riesgos.
Los profesionales de farmacia podrán despachar las drogas que hayan
sido prescritas por el médico, pero deberán abstenerse de suministrar las que
vayan a ser empleadas en un uso abusivo.
c)
Administración de drogas a
moribundos
Según el Papa Pío XII, administrar al enfermo ligeras dosis de
narcóticos para mitigar el dolor, sin hacerle perder el conocimiento, puede
resultar oportuno e incluso moralmente obligatorio.
En caso que la agudeza del dolor
requiriese una dosis alta de drogas para hacerlo tolerable, no habría en su
aplicación ninguna violación de la dignidad humana, aunque sucediera que, por
la resistencia disminuida, se perdiese la conciencia y se acelerase la muerte,
con tal de haber permitido al paciente la posibilidad de resolver sus deberes
religiosos, familiares y sociales.
d)
Responsabilidad en el uso
de medicamentos
Se debe concientizar a los ciudadanos contra el uso indiscriminado de
medicamentos. El personal médico-sanitario es el responsable del bienestar del
paciente. El abuso de medicamentos por parte de los mismos pacientes supone una
cierta irresponsabilidad en el cuidado de su salud.
Idéntica responsabilidad obliga al médico a no hacer una prescripción
indiscriminada de productos farmacéuticos.
e)
El consumo de drogas fuera
del uso terapéutico
Este es el problema más preocupante y
que determina la reflexión ética sobre la toxicomanía. La reflexión moral puede
y debe prestar un servicio de instancia crítica, frente al individuo como
frente a la sociedad.
Frente al individuo
Le ha de hacer comprender que el
consumo de drogas con una finalidad placentera o evasiva en nada fomenta el
desarrollo de la personalidad, ni ayuda a resolver los problemas de la existencia humana, sino que comporta un
riesgo para la salud, así como el peligro de una dependencia esclavizante y despersonalizadora.
La droga es un camino de autodestrucción.
El
juicio ético sobre la droga ha de tener en cuenta la dignidad misma de la vida
humana y la responsabilidad personal en su defensa. Un juicio ético adecuado
habrá de subrayar que el recurso a la droga responde a carencias éticas importantes.
La drogadicción constituye la desintegración de la armonía y la dignidad
personal, pero atenta contra la necesidad de una armónica relación
interpersonal. La drogadicción atenta contra los valores éticos más básicos,
como son el valor de la personalización y el de la comunicación humana.
Para
la fe cristiana constituye una afirmación inabdicable la que confiesa que
“nadie vive para sí mismo ni muere para sí mismo” (Rom 14, 7).
Juan
Pablo II afirma, refiriéndose a los jóvenes drogadictos, “que detrás de lo que
puede aparecer como la fascinación por una especie de autodestrucción, tenemos
que percibir entre estos jóvenes una petición de ayuda y una profunda sed de
vida
Ante la sociedad
El consumo de
la droga tiende a extenderse, y son los más débiles los que resultan más
expuestos a la adicción. Por eso la reflexión moral debe constituirse en
instancia crítica también ante la sociedad.
-
Es preciso adoptar una actitud
crítica frente a las organizaciones que pasan la droga de productores a consumidores,
con afán de lucro y sin respeto por la vida y la dignidad de la persona.
También es preciso ejercer el derecho / deber de una crítica firme frente a las
instituciones que de una forma u otra prestan su complicidad a la extensión del
fenómeno de la drogadicción.
-
Es preciso adoptar una actitud
crítica frente a una sociedad masificada y despersonalizadota a la que parece
interesar más el lucro inmediato y el consumo que los auténticos valores
personales.
La Iglesia
católica, junto con otros muchos organismos subraya la importancia de algunas
medidas positivas y urgentes.
-
Se debe ayudar a los agricultores
pobres para que no caigan en la tentación del dinero fácil obtenido con el
cultivo de plantas de las que se extrae la droga. Producciones agrícolas alternativas.
-
Alentar la atención pastoral las víctimas de la droga; trabajo de
recuperación y rehabilitación social como verdadera tarea de evangelización.
f)
Consumo de “drogas”
cotidianas
Siempre que persigan los efectos beneficiosos y se eviten los excesos,
el consumo de tabaco o alcohol, no ofrece por sí mismo, serias dificultades
desde el punto de vista moral.
Podría tener mayor importancia a causa de circunstancias concretas:
peligro para la salud, gasto excesivo a expensas de las obligaciones familiares,
merma de los deberes profesionales, peligro para la vida o integridad de las
personas, falta de respeto al bienestar de las mismas, etc.
Sin embargo el abuso del alcohol, es condenable.
g)
Sobre la despenalización o
legalización de las drogas
Son frecuentes los debates tanto en el ámbito social como en el marco
de las instituciones parlamentarias.
Algunos a favor argumentan que la legalización disminuiría la
delincuencia, que su consumo disminuiría entre los jóvenes, que se contribuiría
a acabar con el mercado negro.
Sobre este tema se ha pronunciado el Pontificio Consejo para la
familia, para el cual la legalización de la libre circulación de las drogas no
sólo implica el riesgo de efectos opuestos a los deseados , sino induce la
creencia de que lo legal también es normal y por lo tanto moral. La
legalización de la droga sería “una contradicción más del mundo actual, que
trivializa un fenómeno y posteriormente intenta tratar sus consecuencias
negativas”.
Conclusión
Desde
una mirada de fe, a la que ya se ha aludido, el cristiano ha de afirmar el
señorío de Dios sobre la vida humana y, al mismo tiempo, la responsabilidad que
compete al ser humano frente a ese don inestimable.
El
uso de las drogas significa la pérdida del sentido relacional de la existencia.
La persona se ha enclaustrado en sí misma y ha olvidado su última vocación a la
comunicación, al encuentro, a la creatividad y al amor.
La
persona que ha caído en esa espiral no siempre es la más culpable. El mensaje
del evangelio lleva a los cristianos a considerar la gravedad objetiva de tal
desmoronamiento de la persona, pero les lleva a la oferta misericordiosa y
eficaz de su ayuda para la salida de tal situación.
La
fe en la resurrección de Cristo se encarna así, de alguna manera en la fe en la
resurrección de la persona toxicodependiente.
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