lunes, 28 de julio de 2014

DROGADICCION Y ETICA

El enfoque ético podría tener en cuenta muchos problemas, como los ligados a la producción, elaboración y comercio de la droga en un mercado internacional cada vez más amplio, así como aquellos que se derivan del consumo de la droga que llega a ser el estímulo para una demanda creciente.


Situación actual del problema


El fenómeno de la droga no es nuevo puesto que era conocido ya siglos atrás. Herodoto en la “Historia de las guerras médicas” evoca una costumbre de los pueblos orientales: “tienen árboles que dan frutos extraños; cuando los hombres se reúnen junto a la hoguera, arrojan al fuego las semillas de esos frutos y se embriagan aspirando humo.” En el Imperio Romano se usaban drogas con fines terapéuticos y también como parte del ritual en numerosas acciones mágicas. Virgilio cuenta en la “Eneida”, que Eneas logra dormir al dragón de la Hespérides empleando el jugo de la adormidera.

Para Ch. Baudelaire, la droga es la salida casi normal para aquellos que el siglo XVIII llamaba hombres sensibles y la escuela romántica clasificó como incomprendidos.

El uso antiguo de las drogas ha cambiado en nuestros días. A lo largo de la historia cada cultura y cada sociedad ha desarrollado e integrado en su seno el consumo de sustancias tóxicas con fines no terapéuticos (mágico-religiosos, religiosos, recreativos, etc.) En la actualidad el problema del consumo abusivo de sustancias tóxicas ha alcanzado una extensión e importancia alarmantes, tanto por su frecuencia y extensión a las edades más precoces, como por su “aceptación” y “tolerancia” social y por los problemas sociales, políticos y morales que plantean su promoción económica y su adicción particular.

Datos básicos sobre las drogas


Definiciones


-          Droga: según la OMS, droga es “toda sustancia que, introducida en el organismo vivo, puede modificar una o varias funciones de éste”. Esta definición amplia, abarca a los medicamentos y a otras sustancias activas. Más correcto sería definirla como una “sustancia modificadora de algunas funciones del organismo y, desde este supuesto, capaz de crear dependencia o toxicomanía”.
-          Toxicomanía: “estado de intoxicación (alteración psíquica y eventualmente somática), periódica o crónica, producido por el uso o consumo repetido de una sustancia. Hay deseo irrefrenable o necesidad de seguir consumiendo un fármaco, tendencia a aumentar la dosis (tolerancia), dependencia psíquica (necesidad compulsiva de los efectos psíquicos de la sustancia) y/o dependencia física (caracterizada por el síndrome de dependencia, es decir, una serie de síntomas que aparecen de improviso cuando se interrumpe el consumo de la droga), junto con otros efectos negativos para el individuo y la sociedad”
-          Drogodependencia: presentada por la OMS, desde 1964, como un estado de dependencia psíquica o psíquica y física respecto de alguna sustancia que cambia el humor con una acción sobre el sistema nerviosos central, que se toma ocasionalmente o en forma continua y que perjudica al afectado y a la sociedad.
-          Dependencia hacia una sustancia: vinculación metabólica y/o conductual entre su consumo y una persona, de forma que ésta no pueda prescindir de su consumo sin que aparezcan trastornos de la conducta y/o una serie de síntomas y signos clínicos que desaparecen con la administración de la sustancia en cuestión.
-          Dependencia psíquica: definida por la OMS como “compulsión que requiere la administración periódica o continua de la droga para producir placer o impedir malestar en el individuo”.
-          Dependencia física: definida por la OMS, como “el estado de adaptación del organismo que se manifiesta por la aparición de trastornos físicos cuando se interrumpe la administración de la droga”.
-          Hábito: “condición derivada del consumo repetido de una droga, que entraña deseo, más no necesidad, de esa sustancia (dependencia psíquica y no física), que no induce tolerancia y que produce efectos nocivos para el individuo, mas no para la sociedad”
-          Tolerancia: “se precisa una dosis cada vez mas elevada para obtener la misma respuesta inicial, por presentar una menor sensibilidad a la misma dosis de droga”.
-          Abstinencia: aparición de síntomas físicos como dolores o nausea, cuando se interrumpe el uso de la droga.

Motivaciones


Se suele decir que se llega a un consumo abusivo o bien desde un tratamiento médico descontrolado o bien por influjo de un proselitismo callejero, que es el caso mas frecuente. Causas importantes suelen ser la inmadurez personal, la falta de ideales de creatividad y de socialidad, la necesidad de evadirse de situaciones angustiosas, la ausencia de un clima afectivo dentro del ámbito familiar, la necesidad de acudir a un símbolo llamativo de autoafirmación o a un modelo de protesta contra situaciones sociales percibidas como turbadoras.

Drogas blancas

No hay que olvidar a las drogas blancas o caseras, como el café, el tabaco, el alcohol y otros productos excitantes o tranquilizantes. Suelen ser usados como señal de autoafirmación, con el fin de sentirse “persona normales” o con el fin de establecer vínculos sociales, o bien como medio para intentar una recuperación de estados de ansiedad. Si las dosis son pequeñas, tales productos son rara vez perjudiciales; el aumento de la cantidad puede ocasionar peligros serios para la salud, como para el proceso de integración personal y social.

Doctrina de la Iglesia


Encíclica Centesimus annus, de Juan Pablo II

“Un ejemplo llamativo de consumismo, contrario a la salud y a la dignidad del hombre y que ciertamente no es fácil de controlar, es el de la droga. Su difusión es índice de una grave disfunción del sistema social, que supone una visión materialista y, en cierto sentido, destructiva de las necesidades humanas. La droga, así como la pornografía, y otras formas de consumismo, al explotar la fragilidad de los débiles, pretenden llenar el vacío espiritual que se ha venido a crear” (CA 36).

Discurso de Juan Pablo II en el marco de la VI Conferencia Internacional “Droga y alcoholismo contra la vida” organizada por el Pontificio Consejo de la pastoral para agentes sanitarios en el Vaticano en Nov 1991.

“Muy a menudo, cuando pienso en las víctimas de la droga y el alcoholismo, -en su mayoría jóvenes, si bien es cada vez mas preocupante su difusión entre adultos- me viene al recuerdo el hombre de la parábola evangélica que asaltado por unos malhechores, fue robado y dejado medio muerto en medio del camino de Jericó (cf. Lc 10, 29-37). Estas personas van como “en camino” buscando algo en lo que creer para vivir; tropiezan, en cambio, con los mercaderes de la muerte, que les asaltan con la lisonja de libertades ilusorias y falsas perspectivas de felicidad. Estas victimas son hombres y mujeres que se encuentran, desgraciadamente, despojados de los valores mas preciados, profundamente heridos en el cuerpo y en el espíritu, violados en la intimidad de su conciencia y ofendidos n su dignidad de personas. En realidad, en estas situaciones las razones que llevan a abandonar cualquier esperanza podrían parecer fuertes”.

Este discurso constituye un grito realmente profético a favor de las “muchas vidas que se queman mientras los potentes señores de la droga se abandonan descaradamente al lujo y al despilfarro”.

De la desesperación a la esperanza, documento publicado en 1992 por el Pontificio Consejo para la familia.

“La droga no es el problema principal del toxicodependiente. El consumo de la droga es sólo una respuesta falaz a la falta de sentido positivo de la vida. Al centro de la toxicodependencia se encuentra el hombre, sujeto único e irrepetible, con su interioridad y específica personalidad, objeto del amor del Padre que, en su plan salvífico, llama a cada uno a la sublime vocación de hijo en el Hijo. Sin embargo, la realización de tal vocación es-junto a la felicidad en este mundo- gravemente comprometida por el uso de la droga, porque ella, en la persona humana, imagen de Dios (Gén 1, 27), influye de modo deletéreo sobre la sensibilidad  sobre el recto ejercicio del intelecto y de la voluntad” (Ia).

Efectivamente la droga no es el problema principal del toxicodependiente. En el origen se encuentran otros fenómenos como la pérdida de valores, la presión de una sociedad de consumo, y una seducción difícilmente superable por una voluntad no educada para el sacrificio y tantos otros.

Desde el punto de vista cristiano, el documento apela a la dignidad del ser humano llamado a vivir en el espíritu de la filialidad al Dios del amor y de la salvación.

Intervenciones del Papa Juan Pablo II


“Es necesario llevar al toxicodependiente al descubrimiento o al redescubrimiento de la propia dignidad del hombre; ayudarlo a hacer resurgir y crecer, como un sujeto activo, aquellos recursos personales que la droga había sepultado, mediante una confiada reactivación de los mecanismos de la voluntad, orientada hacia seguros y nobles ideales”.

“Ha sido concretamente probada la posibilidad de recuperación y de redención de la pesante esclavitud...con métodos que excluyen rigurosamente cualquier concesión a la droga, legal o ilegal, con carácter sustitutivo”.

“La droga no se vence con la droga”.

“En realidad la droga..es síntoma de una debilidad y de un malestar más profundos, que afectan especialmente a las generaciones más jóvenes, expuestas a los peligros de una cultura pobre en valores auténticos. En un tiempo como el nuestro, en el que el hombre logra doblegar a su voluntad las mismas leyes de la naturaleza, la drogadicción, con su capacidad de debilitar la fuerza de voluntad de la persona, constituye un obstáculo que manifiesta la intima fragilidad del ser humano y su necesidad de ayuda por parte del ambiente que lo rodea y, más radicalmente, por parte del Único, que puede actuar en lo más profundo de su psiquis en dificultad. La relación con Dios, vivida con una actitud de auténtica fe, constituye un apoyo sumamente eficaz en el camino de recuperación de situaciones humanas desesperadas: quien ha hecho la experiencia lo sabe muy bien y puede atestiguarlo”.

El Catecismo de la Iglesia Católica


Dedica a este tema un solo punto en el marco de la moral del quinto mandamiento y después de haberse referido a la virtud de la templanza. El texto ofrece una calificación moral objetiva de la drogadicción, así como de la colaboración en su difusión:

“El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se recurre a ella por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La preocupación clandestina y el trafico de drogas son practicas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a practicas gravemente contrarias a la ley moral” (n. 2291).

Pronunciamientos de la santa Sede


Se ha pronunciado en muchas ocasiones.  En Viena el año 1996, en ocasión de la celebración de la Jornada de lucha contra la droga organizada por la ONU, Juan Pablo II expresó:

“Es preciso reconocer que se da un nexo entre la patología mortal causada por el abuso de drogas y una patología del espíritu, que lleva a la persona a huir de sí misma y a buscar placeres ilusorios, escapando de la realidad, hasta el punto que se pierde totalmente el sentido de la existencia personal. Algunos factores, como la ruptura familiar, las tensiones en las relaciones humanas, el aumento del desempleo y los modelos infrahumanos de vida, favorecen esta alineación. De hecho, en la raíz ce estos males se encuentra la pérdida de los valores éticos y espirituales”.

Carta pastoral  “El oscuro mundo de la droga juvenil”


Publicada en Noviembre de 1984 por el Arzobispo de Pamplona y los obispos de las diócesis vascas. La primera parte constituye una introducción sobre la gravedad del problema:
“ Cualquiera de las tres adicciones (heroína, cocaína, hachís) comporta, más o menos a la larga, la decadencia física, la obsesión por la sustancia tóxica, la apatía creciente por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad mental y el deterioro del sentido moral. Entrañan en los jóvenes grave peligro de deslizarse hacia la delincuencia o la prostitución. En una palabra, deshumanizan a sus adeptos” (I).

La II parte alude a diversas complicidades que se pueden descubrir en el mundo de la droga juvenil. En cuanto a las primeras menciona algunas causas: a) un cierto desequilibrio psíquico inicial; b) diversos traumatismos sufridos en la adolescencia; c) un agudo conflicto ambiental; d) la frivolidad que se respira en el ambiente.

 “Existen factores biológicos, psicológicos y sociológicos que los condicionan. No siempre pueden por si mismos controlar estos factores. Pero si pueden controlar, debidamente ayudados, su respuesta personal a los mismos”.

En cuanto al segundo grupo de complicidades, menciona las organizaciones de la muerte a nivel intercontinental y los intereses de las grandes potencias, pero también otras responsabilidades y complicidades mas cercanas, en las que todos nos vemos inmersos. Dice: “La escuela, la policía, la administración pública, la Iglesia y la sociedad entera hemos tomado conciencia de este problema con excesivo retraso”.

En su III parte la carta alude a los “motivos” que empujan a los jóvenes a la droga. Habla de la droga como expresión del deseo infantil de una satisfacción inmediata de las necesidades; como evasión a un mundo ilusorio.

En su IV parte se ofrecen ocho puntos específicos del mensaje cristiano, que , en la fe, ofrece una liberación integral, al tiempo que invita a mirar a Jesús y sus actitudes ante los marginados, a descubrir la solidaridad en el cuerpo de Cristo y a denunciar las causas de la droga.

En la V parte se ofrecen algunas sugerencias concretas de acción pastoral para el logro de “una sociedad sin droga”. Y finalmente la parte VI  contiene una hermosa y sincera “carta a los jóvenes toxicómanos”, en la que se les invita a compartir con otros su propia intimidad, al tiempo que los obispos confiesan que también los que a ellos nos acercamos, tenemos que dejar “drogas” de muchas clases que tal vez no tienen este nombre.

Para un juicio ético


Parece en principio, que ese juicio habría de centrarse en la dignidad de la persona humana, tanto en su individualidad personal y su libertad como en su capacidad de relación y sociabilidad. La defensa o la pérdida de esos campos de valores, que implican tanto la calidad y cantidad de las sustancias utilizadas, como la finalidad perseguida por el usuario, habrá de determinar la licitud o ilicitud de la adicción.

a)      Ambivalencia ética del consumo de drogas

No se debe “demonizar” todo tipo de drogas. Los estupefacientes no son en sí mismos ni buenos ni malos. El juicio ético ha de hacerse sobre el uso concreto, teniendo en cuenta los diversos valores que entran en juego: finalidad última perseguida, efectos, dosis empleadas, frecuencia del consumo y peligro de dependencia, situación general del consumidor.

b)     Uso de drogas con fines terapéuticos

El uso de estupefacientes es lícito moralmente cuando se orienta a una finalidad terapéutica, a juicio del profesional médico, sea que se empleen como analgésicos o anestésicos, sea que se utilicen como antagonistas en una cura de desintoxicación.
El médico debe juzgar cuando los efectos positivos que se esperan conseguir superan los riesgos.
Los profesionales de farmacia podrán despachar las drogas que hayan sido prescritas por el médico, pero deberán abstenerse de suministrar las que vayan a ser empleadas en un uso abusivo.

c)      Administración de drogas a moribundos

Según el Papa Pío XII, administrar al enfermo ligeras dosis de narcóticos para mitigar el dolor, sin hacerle perder el conocimiento, puede resultar oportuno e incluso moralmente obligatorio.
En caso que la agudeza del dolor requiriese una dosis alta de drogas para hacerlo tolerable, no habría en su aplicación ninguna violación de la dignidad humana, aunque sucediera que, por la resistencia disminuida, se perdiese la conciencia y se acelerase la muerte, con tal de haber permitido al paciente la posibilidad de resolver sus deberes religiosos, familiares y sociales.

d)     Responsabilidad en el uso de medicamentos

Se debe concientizar a los ciudadanos contra el uso indiscriminado de medicamentos. El personal médico-sanitario es el responsable del bienestar del paciente. El abuso de medicamentos por parte de los mismos pacientes supone una cierta irresponsabilidad en el cuidado de su salud.
Idéntica responsabilidad obliga al médico a no hacer una prescripción indiscriminada de productos farmacéuticos.

e)      El consumo de drogas fuera del uso terapéutico

Este es el problema más preocupante y que determina la reflexión ética sobre la toxicomanía. La reflexión moral puede y debe prestar un servicio de instancia crítica, frente al individuo como frente a la sociedad.

Frente al individuo

Le ha de hacer comprender que el consumo de drogas con una finalidad placentera o evasiva en nada fomenta el desarrollo de la personalidad, ni ayuda a resolver los problemas de  la existencia humana, sino que comporta un riesgo para la salud, así como el peligro de una dependencia esclavizante y despersonalizadora. La droga es un camino de autodestrucción. 

El juicio ético sobre la droga ha de tener en cuenta la dignidad misma de la vida humana y la responsabilidad personal en su defensa. Un juicio ético adecuado habrá de subrayar que el recurso a la droga responde a carencias éticas importantes. La drogadicción constituye la desintegración de la armonía y la dignidad personal, pero atenta contra la necesidad de una armónica relación interpersonal. La drogadicción atenta contra los valores éticos más básicos, como son el valor de la personalización y el de la comunicación humana.

Para la fe cristiana constituye una afirmación inabdicable la que confiesa que “nadie vive para sí mismo ni muere para sí mismo” (Rom 14, 7).

Juan Pablo II afirma, refiriéndose a los jóvenes drogadictos, “que detrás de lo que puede aparecer como la fascinación por una especie de autodestrucción, tenemos que percibir entre estos jóvenes una petición de ayuda y una profunda sed de vida

      Ante la sociedad

El consumo de la droga tiende a extenderse, y son los más débiles los que resultan más expuestos a la adicción. Por eso la reflexión moral debe constituirse en instancia crítica también ante la sociedad.

-          Es preciso adoptar una actitud crítica frente a las organizaciones que pasan la droga de productores a consumidores, con afán de lucro y sin respeto por la vida y la dignidad de la persona. También es preciso ejercer el derecho / deber de una crítica firme frente a las instituciones que de una forma u otra prestan su complicidad a la extensión del fenómeno de la drogadicción.
-          Es preciso adoptar una actitud crítica frente a una sociedad masificada y despersonalizadota a la que parece interesar más el lucro inmediato y el consumo que los auténticos valores personales.
La Iglesia católica, junto con otros muchos organismos subraya la importancia de algunas medidas positivas y urgentes.

-          Se debe ayudar a los agricultores pobres para que no caigan en la tentación del dinero fácil obtenido con el cultivo de plantas de las que se extrae la droga. Producciones agrícolas alternativas.
-          Alentar la atención pastoral  las víctimas de la droga; trabajo de recuperación y rehabilitación social como verdadera tarea de evangelización.

f)       Consumo de “drogas” cotidianas

Siempre que persigan los efectos beneficiosos y se eviten los excesos, el consumo de tabaco o alcohol, no ofrece por sí mismo, serias dificultades desde el punto de vista moral.

Podría tener mayor importancia a causa de circunstancias concretas: peligro para la salud, gasto excesivo a expensas de las obligaciones familiares, merma de los deberes profesionales, peligro para la vida o integridad de las personas, falta de respeto al bienestar de las mismas, etc.

Sin embargo el abuso del alcohol, es condenable.


g)      Sobre la despenalización o legalización de las drogas

Son frecuentes los debates tanto en el ámbito social como en el marco de las instituciones parlamentarias.
Algunos a favor argumentan que la legalización disminuiría la delincuencia, que su consumo disminuiría entre los jóvenes, que se contribuiría a acabar con el mercado negro.
Sobre este tema se ha pronunciado el Pontificio Consejo para la familia, para el cual la legalización de la libre circulación de las drogas no sólo implica el riesgo de efectos opuestos a los deseados , sino induce la creencia de que lo legal también es normal y por lo tanto moral. La legalización de la droga sería “una contradicción más del mundo actual, que trivializa un fenómeno y posteriormente intenta tratar sus consecuencias negativas”.

Conclusión


Desde una mirada de fe, a la que ya se ha aludido, el cristiano ha de afirmar el señorío de Dios sobre la vida humana y, al mismo tiempo, la responsabilidad que compete al ser humano frente a ese don inestimable.
El uso de las drogas significa la pérdida del sentido relacional de la existencia. La persona se ha enclaustrado en sí misma y ha olvidado su última vocación a la comunicación, al encuentro, a la creatividad y al amor.
La persona que ha caído en esa espiral no siempre es la más culpable. El mensaje del evangelio lleva a los cristianos a considerar la gravedad objetiva de tal desmoronamiento de la persona, pero les lleva a la oferta misericordiosa y eficaz de su ayuda para la salida de tal situación.
La fe en la resurrección de Cristo se encarna así, de alguna manera en la fe en la resurrección de la persona toxicodependiente.

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