PRESENTACIÓN DEL TEMA
Vivimos
en una sociedad en la que se huye de la muerte. Vivimos pensamos en que
llegaremos a una edad avanzada y difícilmente la muerte está en nuestras
previsiones y en nuestro pensamiento.
La
muerte nos recuerda nuestra vulnerabilidad y la fragilidad de nuestra
existencia. Esta falta de control sobre la muerte nos lleva a buscar cómo
extender la vida, en ocasiones más de lo que naturalmente procede.
A
veces hay que enfrentar circunstancias en que la persona, por su estado de
salud, ha llegado a una situación que algunos califican de “terminal” (este
adjetivo no es del todo correcto, porque la irreversibilidad no es
absolutamente “necesaria”), donde es posible prever que su salud padece un
grado de afectación que es irreversible. Esta situación genera un entorno de
dolor y dificultades, de índole familiar, personal y social. El tema de la
eutanasia, es decir, la posibilidad de pensar que en estas circunstancias, es
posible o conveniente terminar con la vida de la persona gravemente enferma,
genera una importante problemática, a tal punto que en muchos países se discute
la conveniencia o no de su legalización.
El
debate sobre la eutanasia ha conmocionado valores humanos, culturales y
sociales fundamentales, pero de manera especial los principios médicos
sostenidos durante siglos: el valor sagrado de la vida humana y la lucha
incansable contra la enfermedad. No puede justificarse jamás matar a un
inocente, aunque tenga una existencia limitada.
En
la actualidad el tema ha cobrado auge en el mundo pues se profesa una verdadera
“cultura por la autonomía del paciente” y por la proliferación de la “cultura
de muerte” que lleva a considerar irracional que el hombre no pueda
programar su muerte y disponer de su vida. Además se ha consolidado la idea de
que para vivir debe tenerse un mínimo de “calidad de vida”.
Desde
un punto de vista ético se reivindica el derecho a una muerte digna, sin dolor,
máxime en una época en la que el desarrollo tecnológico permite una vida más
extensa.
PRINCIPIOS GENERALES
Quienes
se pronuncian a favor de la eutanasia, opinan que carece de todo contenido
humano aquella vida sobre la que no se puede tener ya iniciativa. Si no soy
plenamente libre para decidir sobre mi ser, entonces no hay diferencia sustancial
entre mi vida y la de un vegetal. Argumentan que sin plena libertad, no hay
dignidad de persona.
Es
una ilusión muy utópica pensar que nuestra libertad nos permite hacer lo que se
nos ocurra, y que ello forma parte de nuestra dignidad. Nuestra libertad es tal en la medida en que
es esencialmente limitada. La libertad humana tiene límites, que no permiten
disponer de la vida propia o ajena, pues un bien inalienable. La libertad
existe en la medida en que se respeten sus límites de imposición ética.
Por
principio, el médico nunca provocará intencionalmente la muerte de un paciente,
ni por decisión, ni cuando el enfermo o sus allegados lo soliciten, ni por
ninguna otra exigencia. La eutanasia u homicidio por compasión es contraria al
derecho, a la ética médica y al juramento hipocrático: “nunca daré a nadie
una droga mortal si me la pidiere, ni haré ninguna sugerencia en este sentido”.
La
declaración sobre eutanasia de la Asociación Médica Mundial (Madrid 1987)
establece que: “la eutanasia, es decir, el acto deliberado de poner fin a la
vida del paciente, ya sea por su propio requerimiento o a petición de los
familiares, es contraria a la ética”. Esta institución ha ratificado su
posición respecto a la eutanasia en su última asamblea realizada en Washington
a principios de octubre del 2002, por considerar que “vulnera los principios
éticos básicos de la profesión médica”. Una legislación eventualmente permisiva
sería intrínsecamente expansiva, lo que supone un alto riesgo de que triunfe el
empuje incontenible de la demanda utilitarista de eliminar vidas improductivas
o molestas. La profesión médica sufriría un grave daño en su vocación
científica y ética, pues se volvería indiferente hacia determinado grupo de
enfermos. La eutanasia, en definitiva, debe ser condenada porque implica dar
muerte anticipadamente -aunque sea por piedad- al moribundo; mientras que
lo que se ha de promover es la humanización de la muerte, con todo el
conjunto de medios y atenciones.
ANTECEDENTES HISTORICOS
Conocemos la suerte
reservada en Esparta a los recién nacidos deformes, y ya Aristóteles aprueba la
práctica de estas muertes por razones de utilidad política. Platón llegó a
admitir la muerte causada a los adultos gravemente enfermos. Desde la época del
célebre juramento hipocrático existió oposición a estas ideas, el propio
juramento dice: “no me dejaré llevar pos las súplicas de nadie, cualquiera
fuere, para proporcionar un veneno o dar mi consejo a una contingencia
semejante”. Con la llegada del cristianismo, se produce un cambio realmente
importante en este tema, pues se aplica el principio vital, conforme al cual el
derecho a la vida no es disponible ni en el origen ni en el final, ni por
terceros ni por el propio titular.
En 1930, Adolfo
Hitler legaliza la eutanasia con fines selectivos. En un primer momento se
pensó en la eutanasia para evitar el dolor de los minusválidos, de los
retrasados mentales. Luego, se flexibilizó el criterio y también se aplicó a
aquellos que tuvieran ciertos defectos mentales menores, a los ancianos, a los
veteranos de guerra, por imposición de los médicos que actuaban bajo el slogan
“matar por compasión”. La flexibilización de aquélla desquiciada ley llevo como
se sabe a abusos, a experimentaciones con humanos y al genocidio. En la actualidad
la eutanasia es admitida por ley por desgracia, en países como Holanda y
Bélgica.
Se está sufriendo
una “escalada” de la eutanasia que es admitida o aplicada en los hechos, no
sólo respecto de los ancianos o enfermos terminales, sino en la instancia prenatal,
como consecuencia de los conocimientos que brinda el diagnóstico prenatal.
Se vive un grave proceso de “banalización”
del valor de la vida como el valor fundamental del hombre.
CRITERIO RECTOR:
LIMITES EN LA LIBERTAD DE DISPOSICIÓN DE LA VIDA
La
vida humana, con prescindencia de su grado de desarrollo o de su calidad
funcional, es un valor máximo, no disponible ni por el Estado, ni por los
médicos, ni por su propio titular. No existe la libertad de disponer de la vida
humana cuando, a criterio de “alguien”, se entiende que no es “útil” y sólo
causa “sufrimientos”. No se elige nacer, y tampoco se elige cuándo ni cómo
morir. La persona por más enferma o afectada que esté, no pierde su dignidad de
tal.
La
libertad frente a la muerte, tiene sentido dentro de ciertos límites. Se
manifiesta en la capacidad de solicitar ayuda para enfrentar la muerte con
mínimos sufrimientos físicos y mentales, contando con el apoyo de la familia,
los avances de la medicina moderna y la misma sociedad. Esta libertad no supone
ni justifica pretender provocar la muerte.
Enfrentar
la muerte con libertad supone entonces asumir la situación. Esta situación no
supone usar medios desproporcionados para mantener una vida artificialmente. No
es alargando ni acortando artificialmente los tiempos como se procede en estas
instancias, pues la libertad, no puede transgredir la naturaleza. La libertad
supone la posibilidad de requerir tratamientos que alivien el dolor y el
sufrimiento psicofísico del paciente; aunque en nombre de esta libertad, se
puede solicitar la omisión de este tipo de asistencia por distintos motivos,
religiosos, etc.
CONCEPTO
Término
al que se han dado diversos significados, algunos de ellos contradictorios
entre sí. Desde un punto de vista etimológico significa “muerte buena” o
“dulce”, o “muerte tranquila” (del griego: eu= bien y thanatos= muerte).
Para
unos eutanasia supone una garantía, para sí y para los demás, respecto al
riesgo de acabar siendo víctimas de un encarnizamiento terapéutico que sólo
servirá para prolongar la agonía de una muerte cargada de angustiosos
sufrimientos.
Para
otros significa un seguro contra una muerte sobrecargada de tecnología, rodeado
de aparatos sofisticados y personas extrañas, atentas, a los datos que
sucesivamente le suministrarán los instrumentos, y no a la persona que está
muriendo y a sus profundas exigencias humanas.
Otros
la entienden como una muerte sin dolor, provocada voluntariamente por petición
propia o no, de una persona que en cualquier caso está “destinada” a morir tras
un periodo más o menos largo de sufrimiento especialmente grave. Se debe
distinguir la eutanasia de cualquier otro procedimiento tendiente a aliviar el
dolor del paciente, o de aquellos procedimientos aplicados para prolongar la
vida en forma artificial. Eutanasia, en esencia, es la supresión indolora o
por piedad de quien sufre o se considera que sufre, o puede sufrir en el
futuro, de modo insoportable.
En la
declaración del 5 de Mayo de 1970, la Sagrada Congregación para la Doctrina de
la Fe, se define la eutanasia como la acción u omisión que, por su naturaleza o
su intención, procura la muerte a fin de eliminar todo dolor. Debe
diferenciarse la denominada “muerte sin dolor”, en la que se llega a la muerte
natural aliviando el dolor, pero donde la muerte del paciente no es provocada
intencionalmente. En la definición de eutanasia se resalta la “intención” de
quitar la vida y la utilización de un medio. La intención que existe es la de
poner fin a la vida o acelerar el proceso de muerte. Si la intención es calmar
el dolor, pero al administrar calmantes se acorta la vida, no habrá eutanasia,
porque la intención fue aliviar no matar.
El medio usado para practicar la eutanasia
– entendida como “homicidio consentido” o “suicidio asistido” – puede consistir
en suministrar una droga letal o una dosis de narcótico que se sabe tiene
efecto mortal; otra opción es no suministrar alimentos o agua (suero), o de un
medicamento que se sabe puede ser curativo. Por acción u omisión, la eutanasia pone fin a la vida.
Según
los sujetos que actúan podemos estar frente a un homicidio (la practica un
tercero) o un suicidio (la misma persona atenta contra su vida). Puede existir
además, el suicidio asistido o el homicidio consentido. En la actualidad el
término eutanasia no se utiliza sólo en relación al enfermo grave y terminal,
sino que se aplica a otras situaciones, como en el recién nacido afectado de
graves deficiencias, eutanasia neonatal; para evitar que sufra se deja
por ejemplo de alimentarlo.
Se
habla también de la eutanasia social para referirse a la situación que
se da cuando por razones económicas en materia de gastos sanitarios, no es
posible soportar la carga financiera que supone asistir a los enfermos
“terminales”, particularmente costosos. Algunos médicos argumentan esto para
promover la eutanasia, mencionan que los enfermos irreversibles consumen
recursos ocasionando gastos mientras otros con posibilidades de curación no
tienen acceso a la asistencia por falta de medios. Un tratamiento aunque sea paliativo,
siempre será beneficioso en cuanto es asistencial.
Todo
pensamiento a favor de la eutanasia parte de la base de que la vida no vale por
sí misma, y que puede ser instrumentalizada, sea por el propio titular o por un
tercero, en orden a la obtención de una finalidad contingente.
Algunos
autores sostienen que el “progreso” que ha existido en cuanto a aceptar la
eutanasia, de alguna manera es el resultado de la era industrial, que ha
llevado a buscar en el utilitarismo productivista el fenómeno de una ética
hedonista para la cual la muerte y el
dolor son elementos de máxima perturbación. Para este tipo de cultura y de
ordenamiento de valores, el dolor y el sufrimiento comportan una carga
desvalorizadora, suscitando su rechazo y en consecuencia justificando todo lo
que lleve a evitar el dolor y el sufrimiento. En definitiva, la eutanasia como
escape al dolor y a la agonía, se sitúa primero en el espíritu y luego en la
sociedad y en el derecho. Los países que la aceptan están altamente
desarrollados 6y secularizados; al parecer estos factores influyen en la
existencia de una gran confusión en el ordenamiento jerárquico de los valores.
Se considera irracional que una persona que sufre por una enfermedad dolorosa e
incurable, siga viviendo en condiciones consideradas poco dignas para su
existencia.
En concreto, se
debe entender por eutanasia, en el sentido verdadero y propio, una acción u omisión que, por su
naturaleza en la intención, causa la muerte con el fin de eliminar cualquier
dolor. La eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones sobre los
métodos usados. Es un crimen en el que nadie puede cooperar en forma alguna
ni consentir. Los científicos y los médicos no pueden considerarse a sí mismos
como dueños de la vida, sino que deberán actuar como generosos servidores de
ella. El significado técnico implica la muerte que una persona da a otra que
padece una enfermedad al parecer incurable y dolorosa, para abreviarle el
sufrimiento.
Distanasia se refiere, al encarnizamiento
terapéutico, donde se adoptan medidas desproporcionadas por parte del personal
sanitario, con el objetivo de mantener las funciones vitales del paciente
moribundo. Es lo contrario a la eutanasia, pues supone retrasar la muerte todo
lo posible. Se considera una “mala praxis”, pues alarga inútilmente la agonía
del paciente, no permitiendo mitigar su sufrimiento ni salvarle la vida.
Ortotanasia es lo contrario a la distanasia.
Significa una muerte correcta, a su tiempo, sin procurarla activamente, pero
sin prolongaciones innecesarias para el paciente. Es lo que denominamos “buena muerte”. Se habla de adistanasia
para referirse al retiro de lo medios extraordinarios para mantener al paciente
con vida, con el objeto de permitirle morir en paz.
Cacotanasia se refiere a la mala muerte
impuesta bajo regímenes totalitarios de gobierno – como ocurrió en el régimen
nazi del Tercer Reich – en los que se mata a los enfermos que sin haber pedido
que se les quite la vida, se consideran “sobrantes”. La mentalidad de los
“sobrantes” va desde los embriones recién formados hasta los ancianos.
La
eutanasia supone un acto voluntario por el que se permite la terminación de la
vida del enfermo, que pide o exige que se le ponga término.
En
la ayuda al suicidio, se le facilitan al paciente elementos con los que se va
privando de la vida por acto directo. Se supone que el que actúa en esas
condiciones, privando la vida de otro, lo hace dejándose guiar por el
sentimiento altruista de compasión y de humanidad solidaria.
Algunos autores
(POMBO) clasifican la eutanasia según el interés al que responde, como:
1.
Eutanasia económica: eliminación
indolora de los enfermos incurables, inválidos y ancianos, para aligerar a la
sociedad el peso que suponen personas económicamente inútiles.
2.
Eutanasia criminal: dar muerte
indolora a las personas socialmente peligrosas.
3.
Eutanasia experimental: cuando la
conducta tiene por finalidad el “progreso de la ciencia”.
4.
Eutanasia “solidaria”: cuando la
muerte indolora de una persona persigue la salvación de vidas ajenas.
La eutanasia ha
cobrado en los últimos tiempos un creciente interés social, básicamente por dos
motivos:
a)
La existencia de modernos aparatos
que permiten prolongar artificialmente la vida humana, con la consiguiente
posibilidad de retirar los mismos, y las dudas en cuanto a la obligatoriedad de
su utilización; y
b)
El aumento del número de adeptos
que ha ganado la eutanasia en los últimos años en los países mas desarrollados.
Estos adeptos se ordenan en el slogan de posibilitar el “derecho a morir con
dignidad”.
CLASIFICACIÓN
Presentación del
tema
Siguiendo lo
propuesto en la obra de MONTANO (Eutanasia y omisión de asistencia,
1994), la eutanasia se clasifica en:
a)
Eutanasia transpersonalista
Cuando
responde a una finalidad y utilidad pública colectiva, no consensual y a gran
escala. Dentro de esta categoría están la eutanasia eugenésica, la económica,
la criminal, la experimental y la solidaria.
b)
Eutanasia personalista
O “por
piedad”, se caracteriza por tener como móvil la “caridad”. En este ámbito, la
doctrina suele diferenciar lo que es la eutanasia lenitiva de lo que es la
eutanasia larvada o indirecta.
La eutanasia
lenitiva, que en realidad no es eutanasia, supone el empleo de medios
mitigadores o eliminadores del sufrimiento. Lo único que se hace es paliar el
dolor sin adelantar el momento de la muerte. Aquí no existe la intención de
matar por piedad sino que la intención es aliviar por piedad. Si ocasionalmente
sobreviene la muerte, si se adelanta por la aplicación de ciertos tratamientos,
es como consecuencia de una acción de doble efecto que, con el fin de aliviar
un dolor insoportable, trae como consecuencia indeseada la muerte.
Otros criterios de clasificación
a)
Eutanasia activa y pasiva
La
eutanasia activa o por omisión es una acción tendiente a suprimir la
vida del paciente en el transcurso de una enfermedad o en el periodo agónico.
Es un homicidio aún cuando se actúe por compasión. Es función del médico salvar
vidas y no destruirlas.
Argumentos
a favor:
-
La vida del que sufre y está en
estado “terminal” no es útil para su familia sin para la sociedad.
-
Es inhumano mantener la vida del
que sufre en estado “terminal”.
-
El hombre es dueño de su vida y
libre de determinar cuando ésta debe terminar.
-
Se debe proteger a la familia y la
sociedad, que pueden resultar afectadas sentimental o económicamente.
Errores
en estos planteamientos:
-
la vida no se protege en función
que sea útil o no, sino por su valor en sí, como una valor inherente a la
persona.
-
No somos dueños de la vida ni
disponemos de ella.
-
El paciente tiene derecho a no
sufrir, pero el medio no es matarlo sino aliviar su dolor.
La
eutanasia activa se clasifica a su vez en voluntaria e involuntaria. Voluntaria
es cuando el propio enfermo, con lucidez mental, solicita que se el mate para
aliviar sus sufrimientos: “homicidio por requerimiento”.
Puede
ser no voluntaria cuando el enfermo no da su consentimiento pero igual
se le aplica. Puede ocurrir por ejemplo con ancianos enfermos mentales, o con
recién nacidos que han tenido alguna enfermedad o tara.
Se
diferencia también en eutanasia activa directa e indirecta. En la
primera se trata de una acción con la que claramente se pretende dar fin a la
vida del paciente, por ejemplo aplicando una sobredosis de morfina. En la
segunda se administran calmantes al paciente – especialmente derivados de
morfina – con el presunto fin de aliviar su dolor, pero en dosis tales que
necesariamente llevan a la muerte al enfermo.
La eutanasia activa o por omisión
supone suspender la asistencia o el soporte artificial que se le venía dando a
la vida. La eutanasia activa por omisión supone inducir la muerte
deliberadamente mediante la supresión del tratamiento necesario para mantener
la vida.
Esta eutanasia cumple tres requisitos
básicos: a) intención de poner fin a la vida del paciente; b) aplicación de un
medio adecuado que en el caso es negarle al paciente la técnica o el
tratamiento que le permita sobrevivir; y c) intención de evitar el sufrimiento.
La distinción entre eutanasia activa
por acción y por omisión no tiene gran trascendencia práctica, y puede llevar a
confusiones. La distinción entre ambas no tiene fundamento ético pues no hay
diferencia moral entre provocar la muerte por uno u otro procedimiento.
El no aplicar o suspender los
tratamientos puede ser en ocasiones una forma de conducta eutanásica, pero en
otras pasa a ser el modo correcto a través del cual se cumple un mandato ético,
que establece que no es necesario someter al paciente incurable y terminal a
tratamientos inútiles, probablemente ineficaces e ilimitadamente artificiales.
Si la situación del enfermo es
considerada incurable e irreversible, no es lícito mantener indefinidamente y
en forma artificial su vida, prolongando en forma innecesaria su martirio. En
estos casos no se trata de acabar con el enfermo, sino dejarlo morir
naturalmente, lo cual no implica negarle el suministro de agua y alimentos.
En
estos casos, si no existe intención de quitar la vida, es lícito suspender un
tratamiento médico que puede llegar a prolongar la vida artificialmente, sin
beneficio alguno para el paciente. No podemos hablar de eutanasia cuando se
interrumpe un tratamiento que no sirve para que el enfermo mejore. Tampoco
cuando se utilizan medio agresivos que alivian el dolor aunque, se sabe que de
alguna manera pueden acortar la vida. La intencionalidad del profesional,
las dosis de medicamento aplicadas y las alternativas para lograr el mismo
efecto, deberían ser consideradas al juzgar la moralidad de la aplicación de
determinada medicina.
El retiro de
los medios artificiales para el sostenimiento de la vida, medios que “sobran”,
que están de más, que no permiten al paciente morir en paz y que prolongan su
agonía, es adistanasia. Quitar medios necesarios para mantener la vida del paciente, es
eutanasia activa. La distinción entre eutanasia activa
y pasiva es confusa, porque en definitiva en ambos casos está presente la
intención de matar, y no existen diferencias desde el punto de vista ético
entre una y otra. No parece conveniente llamar eutanasia pasiva al retiro de
los medios extraordinarios, sino adistanasia; y eutanasia activa al retiro de
los medios ordinarios.
La
intencionalidad en el acto moral es definitoria, y si
el fin es matar, sea por acción u omisión: se trata de un acto moralmente malo.
Para que un acto moral sea bueno, el objeto, el fin y las circunstancias deben
tender a la bondad del acto. Si uno de ellos es malo, el acto moral es malo. La
distinción entre eutanasia activa o pasiva, en realidad no tiene importancia,
pues sea por acción u omisión, a partir de un acto humano, se priva de la vida
a una persona. Si no se tiene la intención de matar no hay eutanasia.
b) Eutanasia
suicida y homicida
El
acto de determinación de la muerte del paciente proviene de su mismo actuar,
ante la situación de sufrimiento grave y consciente de su estado terminal. El
privarse de la vida lleva al hombre a pisotear la exigencia de la ley natural
que radica en la tendencia a la auto conservación. El suicidio atenta
contra la ley natural.
La
eutanasia homicida es la determinada por un tercero o el propio médico.
Los motivos que se aducen de “humanidad” o de “piedad”, desde el punto de vista
objetivo no constituyen más que una máscara tras la cual se esconde un gesto
innoble. Al mal sigue siendo mal aunque se lleve a cabo queriendo hacer el
bien.
c)
Distanasia y adistanasia
Se produce una
situación de distanasia cuando el estado del paciente es de enfermedad
incurable e irresistible, y se aplican sobre el todo tipo de técnicas para
prolongar artificialmente la vida, entrando en el ámbito de lo que se conoce
como “encarnizamiento terapéutico”. Es condenable.
La denominada
adistanasia supone la aplicación de fármacos para aliviar la situación del
enfermo terminal, aunque ello produzca un cierto acortamiento de la vida. La
distanasia alarga artificialmente la vida sin perspectivas de reversibilidad en
la enfermedad, mientras que la adistanasia lo que busca es aliviar el dolor
aunque se sepa que en ciertos casos el tratamiento puede determinar cierto
acortamiento en la vida del enfermo.
d) Eutanasia según
la gravedad del sujeto; eutanasia neonatal y eutanasia social
BOMPIANI, clasifica
la eutanasia por la gravedad del sujeto, diferenciando el enfermo grave del
paciente terminal o irreversible.
La eutanasia se
puede aplicar antes del nacimientote la criatura, cuando se detecta que nacerá
con defectos. Este tipo de eutanasia se clasifica como aborto eugenésico en
ciertos países. La eutanasia social se funda en razones económicas o sociales,
y parte de que se exijan ciertas cualidades para poder seguir viviendo.
e) Eutanasia
terapéutica
Cierta corriente
del derecho penal propone agregar al termino eutanasia el calificativo de
“terapéutica” a fin de diferenciar el homicidio propiamente tal, del homicidio
causado para hacer cesar el dolor. Autores como BOMPIANI, destacan que no puede
llamarse terapéutico lo que no busca curar sino matar.
EUTANASIA EN EL DERECHO COMPARADO
Presentación del tema
La recomendación
779/1976 de la Asamblea del Consejo de Europa relativa a los derechos de los
enfermos y de los moribundos, se opone a la eutanasia activa en los siguientes
términos: “considerando que el medico debe esforzarse por aliviar los
sufrimientos, y que no tiene derecho, incluso en los casos que parezcan
desesperados, de acelerar intencionalmente el proceso natural de la muerte; sin
embargo, se pretende subrayar que la prolongación de la vida por medios
artificiales depende en gran medida de factores como el instrumental
disponible, y de que los médicos que actúan en los hospitales en los que las
instalaciones técnicas permiten prolongar la vida por un periodo
particularmente extenso, se encuentran a menudo en una posición delicada acerca
de la continuación del tratamiento, en el caso en que el cese de todas las
funciones cerebrales de una persona es irreversible”.
Asimismo, se
pretende poner de relieve que los médicos deben actuar de conformidad con la
ciencia y la experiencia medica admitida, y que ningún otro medico o miembro de
la profesión medica podría ser obligado a actuar contra su conciencia en
relación con el derecho del enfermo a no sufrir inútilmente. En el ámbito del
derecho comparado se advierte una tendencia a dulcificar las consecuencias de
la eutanasia. La tendencia es a considerar la situación del enfermo en
cualquier situación irreversible, sea terminal o meramente crónica.
En Holanda, en
1993, el Parlamento aprobó una serie de medidas legales sobre la practica de la
eutanasia. Si bien no ha quedado despenalizada, se han atenuado las sanciones a
los médicos que la practican si cumplen una serie de condiciones establecidas
en la ley.
En Australia, en
1995, se legalizo la eutanasia voluntaria en el estado de Northern Territory.
En Estados Unidos,
en 1994, en el estado de Oregon, el 52% de la población se manifestó en un referéndum
a favor de la legalización del suicidio asistido. En 1996, la eutanasia queda
legalizada en nueve estados del oeste.
En España, en 1995
el Parlamento aprobó un Código Penal en el que se rebajaron sustancialmente las
penas a quienes ayudan a morir a otros por piedad.
En el art. 6 del
Convenio Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos (Asamblea general de
las Naciones Unidas, 1966), se declaro que: “El derecho a la vida es inherente
a la persona. Este derecho esta protegido por la ley. Nadie podrá ser privado
de la vida arbitrariamente”.
En la Declaración
de la Naciones Unidas sobre Derechos de la Infancia (del Niño), se estableció
que el niño tendrá derecho a una adecuada alimentación, vivienda, descanso y
asistencia medica. El niño física, mental o socialmente disminuido, deberá
recibir la educación y asistencia sanitaria que requiere su condición especial.
En la Declaración
de la naciones Unidas sobre los derechos de los Retrasados mentales de 1981, se
estableció que: “la persona retrasada mentalmente tiene, hasta donde sea
posible, los mismos derechos que el resto de los seres humanos”.
En la Declaración
de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Minusválidos, de 1975, se
sostuvo que las personas con minusvalía disfrutaran de todos los derechos
establecidos en esta declaración. Estos derechos estarán garantizados a todas
las personas minusválidas sin excepción, distinción o discriminación. Por
ultimo, se debe recordar que en un documento aprobado por unanimidad en la
Asamblea de la Asociación Medica Mundial (Venecia, 1983), donde se analizo “la
fase terminal del enfermo”, se dispuso que la misión del medico es curar. Por
lo tanto, no procurara deliberadamente la muerte del paciente aun cuando este o
su familia lo requieran. Este principio no admite excepciones, ni aun en los
casos de enfermos incurables, incapaces, dementes, o malformados.
Postura holandesa
La legislación
holandesa se ha destacado en el ámbito del derecho comparado por permitir la
eutanasia activa, admitiéndose que se puede matar a una persona cuando sufre. A
Holanda se le ha denominado “la capital de la muerte” de Europa. Las
estadísticas en este país marcan que en el ano 1990 se autorizaron 590 casos,
en el ano 1992 se llego a 1300 y durante el 2000 2123. En la actualidad la
eutanasia significa el 3% de las causas de fallecimientos anuales. La razón
principal de los pacientes para pedir la eutanasia fue el “sufrimiento
insoportable, sin perspectivas de mejoramiento”. Las siguientes razones mas
comunes fueron evitar la perdida de la dignidad y evitar un sufrimiento
ulterior.
Últimamente se
ajusto la normativa a través de una ley, donde se establece claramente cuales
son los requisitos objetivos, subjetivos y administrativos que debe seguir un
medico para dar por terminada la vida de un paciente.
La Conferencia de
Profesionales Médicos en 1987, reaccionó duramente contra la postura de
Holanda, basada en la idea de que la razón de la medicina, es la curación del
enfermo, la mitigación del dolor, y la condolencia ante la muerte cuando no
existe la curación posible: curar, aliviar y consolar, son los deberes del
medico. Por tanto, aquel profesional de la salud que aun a pedido del paciente,
colabora activamente en pos de un resultado intencional diferente de tales obligaciones,
no realiza un acto medico.
Es desesperanzador
para la comunidad profesional que, en lugar de buscar nuevos adelantos para
curar ciertas enfermedades, la medicina se rinda y se dirija directamente al
altar de la ejecución con el consiguiente costo de vidas humanas. En el caso de
la ley holandesa, se establece que es el medico quien debe ejecutar
materialmente los procedimientos que llevan a la muerte, previo cumplimiento de
algunos requisitos impuestos por la ley. Lo curioso del régimen holandés, es
que la decisión en definitiva, no la toma el propio enfermo. Existe una serie
de requisitos externos que se deben cumplir, de manera que la petición debe ser
sometida a un control ajeno al enfermo, que es quien toma la decisión. De
manera que el quitar la vida no depende del propio interesado sino de un
tercero.
Particularmente
errónea es la exigencia legal de que el medico constate que el dolor es
insoportable, pues su finalidad es aliviarlo. En la actualidad se puede afirmar
que existen medicamentos que permiten controlar el dolor en el 99% de los
casos.
Algunos autores
manifiestan su grave preocupación con respecto a la evolución que ha tenido la
eutanasia en Holanda: se comenzó retirando la alimentación e hidratación a los
enfermos comatosos, luego se alentó la necesidad de suministrarles una
inyección letal con consentimiento de sus familiares; ahora se mata a propia
petición de los moribundos que así lo solicitan. Seguramente luego se dará
muerte a quienes no lo soliciten pero que sean terminales y quizás un día decidirán directamente, que
enfermos deben vivir y cuales morir. Es interesante constatar como cuando
cae la primera barrera moral, es solo cuestión de tiempo que comiencen a caer
todas las demás.
Eutanasia en los Códigos de Ética
Ningún Código de
Ética Medica ha admitido la eutanasia. El Código Internacional de Ética Medica
establece que el medico debe recordar siempre que tiene la obligación de
preservar la vida humana en todas las circunstancias.
La Asociación
Medica Mundial, máximo organismo internacional en ética profesional, estableció
en la Declaración de la Eutanasia del ano 1987, lo siguiente: “La eutanasia, es
decir, el acto deliberado (por acción u omisión), de dar fin a la vida de un
paciente, aunque sea por requerimiento de este o a petición de sus familiares,
es contraria a la ética”.
En la Declaración
sobre la Eutanasia que se realizo en Venecia por la Asociación Medica Mundial
se estableció:
1.
El deber del medico es curar y
aliviar en la medida de lo posible, teniendo siempre a la vista los intereses
de sus pacientes
2.
No admitirá ninguna excepción a
este principio, ni siquiera en caso de enfermedad incurable o de
malformaciones.
3.
Este principio no impide que se
apliquen las reglas siguientes:
-
el medico puede aliviar al
paciente de los sufrimientos de la enfermedad terminal si, con el
consentimiento del paciente, o en el caso de no poder expresar su propia
voluntad, con el de su familia, suspende el tratamiento curativo. Tal
suspensión del tratamiento no libera al medico de atender al moribundo, y de
darle los medicamentos necesarios para aliviar la fase terminal de su
enfermedad.
-
el medico se abstendrá de emplear
cualquier medio extraordinario que no reportara beneficio alguno al paciente.
No debemos olvidar
que en el juramento hipocrático se establece que se debe velar por el máximo
respeto de la vida humana desde su comienzo, incluso bajo amenaza.
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