A los 15 o 16 anos,
junto con el descubrimiento de las riquezas del propio Yo, empieza una etapa de
interés por todo el mundo circundante.
La vida en esa edad
de iniciación a la juventud no es solo la familia y el colegio; se descubre la
importancia de las ideas, de la política, surge la preocupación por todos los
problemas sociales. El mundo se abre a situaciones más amplias de la existencia
humana.
La existencia
humana no es un puro biologismo, ni concluye en el simple conocimiento de la
realidad, sino que todo el actuar del hombre esta en relación a los valores
morales. Por eso, los juicios éticos no solo abarcan la vida individual, sino
que alcanzan al mundo de las ideas y de las actividades políticas y sociales.
La ética individual
y la moral social tratan de armonizar las dos dimensiones del hombre: su
dignidad de persona-individuo y su carácter social.
Todos los aspectos
de la vida deben ser iluminados por la Ética. La moral orienta la vida personal
y la sociedad, de forma que ambas sean dignas de la existencia del hombre. Esta
es la cima de la Ética: la moralidad de la persona individual y crear
condiciones de vida que hagan posible y fomenten la moralidad en todos los
campos de la vida publica.
La dimensión social de la persona
La cultura de todos
los tiempos ha destacado la sociabilidad como nota característica y diferenciadora
de la persona.
Aristóteles, que definió
al hombre como un “animal racional”, también alcanzo a determinarle como un
“animal político”. El filósofo griego define al hombre como el ser que vive en
sociedad.
A partir de
Aristóteles, la filosofía ha acentuado la dimensión social del hombre como un elemento
que brota de su misma esencia. Heidegger lo definió como “un ser que vive con otros”.
Martin Buber pone de relieve el “aspecto dialogal” como elemento constitutivo
del ser humano.
Entre los filósofos
españoles contemporáneos, Zubiri
destaca el aspecto social de la persona, hasta el punto de inventar el
neologismo de “realidad sintáctica”, como nota característica que indica la
riqueza insondable de la persona humana.
La razón de la sociabilidad
del hombre ha de buscarse en el espíritu, como elemento especifico de la
persona frente al animal. El espíritu no es una categoría religiosa, sino una
realidad aceptada por todas las ideologías.
Una de las
propiedades del espíritu es la capacidad de autocomunicarse. El espíritu no
puede cerrarse sobre si mismo, sino que busca la alteridad, la comunicación. Al
encontrarse consigo mismo siente la imperiosa necesidad de comunicar la riqueza
que descubre en lo mas intimo de su ser.
Esta
autocomunicación es una exigencia a compartir su propia riqueza y al mismo
tiempo, expresa la necesidad de enriquecerse con las aportaciones de los demás.
La “sociabilidad” le viene al hombre no de fuera, sino
desde si mismo
La persona es un
ser social por naturaleza. El hombre es esencialmente un ser social.
Es constatación
personal inmediata que lo que percibimos directamente es nuestro propio Yo;
pero esa percepción subjetiva de la intimidad del Yo, no seria posible si no
existiera la referencia en un Tu. La propia experiencia personal incluye la correlación
social entre el Yo y el Tú, entre el Nosotros y el Vosotros. Lo social es como
la “otra cara del Yo”. Personalismo y alteridad son como anverso y reverso del
mismo Yo. Personalismo y sociabilidad deben entenderse como elementos
esenciales y complementarios de la propia persona.
Zubiri define como personeidad ese ángulo de visión que
alcanza a integrar al hombre en cuanto individuo y alteridad o comunicación. El
concepto de “persona” puede adulterarse hasta caer en su egoísmo
individualista. Por el contrario, la “personeidad” logra integrar en la propia
intimidad esa otra dimensión social, como elemento esencialmente constitutivo
de la persona.
La “personeidad” no
diluye al individuo en la masa, sino que enriquece la noción de hombre con la
sociabilidad. Esa dimensión social, como constitutiva del ser mismo del hombre,
no le difumina. No masifica al individuo, sino que lo destaca como una persona
que aporta y recibe, comunica y se enriquece por medio de la comunicación con
los demás hombres.
“Esta concepción
del hombre debe ser una ayuda para valorar a “los otros”, a los demás hombres. En esta
perspectiva no se entiende por que Sastre haya afirmado “el infierno son los
otros”.
En una sana antropología,
“los otros” cabe que sean el infierno, porque pueden constituir una amenaza
para el “Yo”. Además es evidente que “los
otros” limitan la libertad, pero son también la posibilidad del que el
Yo pueda realizarse como hombre, porque le permiten la comunicación. Los
“otros” son conversación enriquecedora, amistad agradable, ayuda necesaria,
amor comunicativo, etc.
Sastre describe a
“los otros” como una amenaza, pero la verdadera sociabilidad del hombre más que
una amenaza debe convertirse en comunión creadora.
Pruebas de la sociabilidad natural del hombre
Las pruebas que
demuestran que el hombre es social por naturaleza se basan en múltiples hechos.
1.
El primer argumento parte de la necesidad
radical en que el hombre se encuentra respecto a los demás. El hombre recibe
una numerosa información de sus antepasados. Los demás hombres le han
trasmitido una cultura y unas formas de vida que debe asumir si quiere vivir como
hombre y no solo subsistir como animal. Como escribió Goethe: “todos tenemos
que recibir y aprender tanto de los que existieron antes que nosotros como de
los que viven con nosotros. Ni el mayor genio llegaría muy lejos si quisiera
deberlo todo a su propio interior”.
2.
La naturaleza misma del hombre es
comunicativa: el hombre se comunica por el lenguaje y se interrelaciona
espontáneamente con los demás. Esta interrelacion en una necesidad que toma
origen en su mismo ser.
3.
L a sociabilidad del hombre se
manifiesta en el propio cuerpo. El hombre tiene una gran capacidad de
expresión. Mediante el cuerpo expresa el lenguaje, la sonrisa, el llanto, la
plástica, el arte, la comunicación, la donación, la entrega, etc. Todo el
cuerpo humano puede ser un lenguaje de comunicación con los demás.
4.
Tal comunicación no es solo el
gesto corporal ni la palabra, sino que esta es el vehiculo de las ideas que se
elaboran en contacto con los demás y cultiva los valores que originan entre
todos los hombres una res de derechos y deberes. Así se explica que esa dimensión
social pueda plasmarse en instituciones estables que refuerzan su propia
naturaleza, como son la amistad, el grupo, las sociedades, el matrimonio, etc.
El origen de estas
interrelaciones estables hay que buscarlo en la espontaneidad a asociarse y esa
capacidad de asociación responde a la propia naturaleza del hombre.
Esa inclinación
natural a convivir con los demás es la posibilidad de que el hombre desarrolle
un cúmulo de virtudes sociales, como la fidelidad, la obediencia, la veracidad,
la justicia, etc. Todas esas virtudes no tendrían sentido si el hombre no
incluyese en su propio ser mas que su peculiaridad individual. El ejercicio de
esas virtudes no se basa en puros compromisos sociales sino que son obligaciones
que asume como nacidas de su propio interior, pues han tomado origen de esa
alteridad natural y espontanea de su misma naturaleza.
Las plasmaciones
del espíritu social del hombre estan postulando una realidad que esta por
encima de sus iniciativas particulares y que tienen un fundamento ontologico en
su mismo ser.
La historia social
del hombre demuestra que el es por naturaleza un ser social.
Personalismo y sociabilidad: persona y sociedad
Al hablar del hombre
es imprescindible salvar esa doble dimensión. Apostar por uno de esos dos
elementos ha sido una constante de la historia humana, dando lugar a diversos
desequilibrios: individualismo exagerado y socialismo colectivista son dos
formas de entender al hombre que han tenido vigencia en distintas épocas de la
humanidad.
Todos los sistemas filosófico-políticos
colectivistas (totalitarismos) no alcanzan a valorar la dimension personalista del
hombre y casi siempre, de un modo u otro, el individuo queda subordinado a las
exigencias de la clase social. En tales sistemas la persona sucumbe frente a
las exigencias colectivistas de la sociedad.
Los sistemas
personalistas a ultranza (liberalismos radicales) han fomentado el
individualismo hasta el punto de que el egoísmo de algunos da lugar a la esclavitud
de los otros.
La filosofía
existencial se preocupo de la existencia concreta del hombre, pero no fue capaz
de superar un individualismo narcisista. El personalismo existencialista a
pesar de sus protestas contra el orden social, no pudo lograr una ética capaz
de orientar moralmente la vida social.
La razón del fracaso
de esta dos corrientes del pensamiento esta en la concepción deficiente que se
tiene del hombre; difícilmente se alcanza entre la dimension personal y social.
La solución esta en un sano personalismo que destaque el carácter espiritual
del hombre: es el espíritu lo que hace que el individuo alcance la categoría de
persona humana y al mismo tiempo, le integre en la sociedad.
En el individualismo
la persona es individuo, pero abierto a otros y que se relaciona con los demás.
El personalismo no es un individualismo abstracto en el que el individuo se
pierde en el anonimato de la mas, ni un intimismo aislacionista que viva
ensimismado, sino que la posesión de si mismo lleva al hombre al encuentro e
intercambio con los demás, dado que no puede ser si mismo sino en la medida en
que vive la alteridad.
Individualismo y masificación
La sociedad y la
cultura pueden disgregar la unidad de la persona porque acentúan el aspecto individuo
o el aspecto hombre masa; pero es el mismo hombre el que debe esforzarse en
alcanzar en la vida esa unidad que tiene por naturaleza.
El individualismo
es la consecuencia del egoísmo personal, que se encierra en si mismo y acepta a
los demás solo como peldaño para escalar ciertas cumbres. Es constatación de la
historia que el hombre se sirve del hombre como medio para su provecho.
La masificacion por
el contrario, tiene lugar cuando el hombre descuida el cultivo de su propia
riqueza interior. El hombre masa carece de personalidad propia y se refugia en
el anonimato del “se”. Heidegger ha puesto de relieve que la existencia
inauténtica del hombre es la que se desarrolla en la despersonalización del que
“se dice: “se piensa”, “se hace’, etc. Por el contrario la existencia autentica
se caracteriza porque toma sus propias opciones, cultiva los valores propios
del espíritu, es decir, la razón y la voluntad, y al mismo tiempo, desarrolla
su existencia en medio de los demás hombres, como un servicio a la sociedad
pero sin diluir su propia identidad ni tampoco practicar una originalidad
llamativa.
Individualismo y
masificacion son dos peligros auténticos que debe evitar el hombre. Por el
contrario la interrelación entre individuo y sociedad es el camino del
verdadero personalismo que alcanza a expresar la autentica dignidad de la
persona, dado que responde a su ser natural.
En esa síntesis se
consigue hasta un equilibrio psíquico: persona normal es la que sabe integrar
el amor a su dignidad de hombre y cultiva los valores que emanan de la vida
social.
De esa interrelación
entre hombre y sociedad es de donde manan los derechos y deberes de la persona.
El hombre es portador de derechos, al mismo tiempo debe cumplir una serie de deberes. Derechos y
deberes constituyen el entramado de la moral social. En su justo cumplimiento
el hombre alcanza su propia dignidad.
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