EL ORDEN DE LO
CONTINGENTE
El orden se descubre como una razón o principio
imperado, impuesto o propuesto en pro de lo diverso. Se instala entre la razón
o principio que lo sostiene y el fin que explica y justifica su existencia.
El orden no da razón de si mismo
sino en virtud del legislador que lo impera, de la ley que lo sostiene y de la
jerárquica diversidad que lo recibe. El orden de lo contingente, se extiende a
todo el mundo natural y es la apoyatura de todo conocimiento científico.
Hay que distinguir entre el orden ontológico,
inmanente a la naturaleza de algo y el ordenamiento operativo, que puede ser
espontáneo o intencional. Cuando es espontáneo el fin esta implícito en la ley
impuesta que lo conduce; cuando es intencional el fin es previsto y propuesto.
El orden ontológico de lo contingente no es
propio ni emerge de su acto, sino que pertenece a la definición original de su
naturaleza. El ordenamiento operativo de lo contingente supone las
disposiciones naturales para su cumplimiento; pertenece y participa de su
destino final. Todo lo contingente se encuentra asido, por origen y destino, a
la razón causal que lo crea, lo sostiene y lo ordena a un fin.
El mundo natural es por definición, orden
ordenado a un fin previsto por la causa original. El orden es esencial a todo lo contingente,
sea en su naturaleza, sea en su operación. Como es orden dinámico, lo
contingente no puede ser concluso en sí, sino ordenado, desde origen, a un fin
meta o perfección inmanente y a un fin destino.
EL ORDEN DE LAS INTELIGENCIAS CONTINGENTES
El hombre forma parte del mundo natural, puede
instalarse en el y vivir un tiempo biológico. A diferencia del mundo natural,
orden ordenado por leyes naturales impuestas y de cumplimiento necesario, el
mundo humano, es orden intencional que depende de la mimesis inteligente del
mundo natural.
Es inestable al estar siempre amenazado por la
injusticia del obrar y del hacer del hombre. Para poder recrear el mundo humano
es necesario, primero, el reconocimiento de la objetivad y valor insustituible
del orden natural.
La segunda condición para que la inteligencia
racional pueda conservar el mundo humano, es la sabia y humilde imitación del
mundo natural.
La tercera condición para que la persona pueda
acrecentar el mundo humano es buscar el desarrollo armónico de la creatividad
intelectual, la eficiencia operativa y las virtudes morales. Una existencia
armónica y jerárquica entre el hombre y el mundo natural.
La cuarta condición es la aceptación del valor
de la justicia, tanto del obrar como del hacer y vivir en consecuencia.
Los actos de las inteligencias contingentes son
intencionales y por tanto son actos ordenados a fines y sujetos a medios
adecuados. Si la inteligencia contingente se margina del orden natural, rechaza
al mismo tiempo toda norma, toda jerarquía y todo poder.
Se ha intentado definir la libertad como la
posibilidad humana de crear un nuevo orden, de renunciar o rechazar todo
aquello que sea escollo para el lanzamiento de las propias ideas, planes y
afectos.
Conocer, aceptar y obrar conforme al orden
natural imperante en el hombre y en el mundo, es iniciar el verdadero y único
camino de la liberación de todas aquellas limitaciones potenciales que pueden y
deben ser actualizadas.
Un acto intencional es verdaderamente
liberador, cuando alcanza el bien previsto en el orden. La obligación moral de
hacer lo justo es la fuente de todas las demás virtudes o perfecciones. Ética,
ciencia de la libertad en el orden.
EL ORDEN EN LA LIBERTAD
Origen en el sujeto inteligente que puede
conocer, distinguir y evaluar lo verdadero, lo bueno, lo bello y lo justo. La
voluntad aparece como facultad consciente y libre, ordenada al bien.
El orden en la libertad emerge del querer
inteligente de la persona a la que pertenece y del bien o perfección objetiva
que lo manifiesta. La libertad es un medio para alcanzar el bien, no un fin en
sí; se plenifica en el encuentro con el bien.
La libertad no es absoluta o indeterminada,
sino ordenada y relativa al bien. No es la simple capacidad de elegir, ya que
la elección depende de la naturaleza y grado de los bienes ofrecidos. No se
opone a la necesidad sino a la incapacidad del sujeto para autodeterminarse, ya
que ante el Bien Absoluto y Perfecto la voluntad adheriría sin dejar de ser
libre.
Permite distinguir entre la libertad física de
hacer o no hacer algo y la libertad psíquica de querer o no querer, de adherir
o no adherir. La libertad física no es absoluta, sino limitada y limitable
físicamente. La psíquica en su orden, es limitada y limitable.
La libertad metafísica consiste en el
compromiso ontológico que en toda criatura inteligente se extiende entre el
progreso debido y la degradación posible, entre el ideal de perfección
obligatoria y la tentativa de negarse a ser.
Para sintetizar el sentido ontológico de la
libertad hay que recordar algunos conceptos de la metafísica. En primer lugar
todo lo contingente tiene una existencia de hecho, unida por origen y destino a
su causa.
En segundo lugar, una individualidad humana es
una existencia contingente que tiene un fin meta. La inmanente perfección de la
naturaleza humana (madurez biológica y psíquica), sobreviene con el tiempo, en
el supuesto de una normalidad genética y de un contexto psicofísico adecuado.
En tercer lugar, la persona humana, como sujeto
substancial subsistente, puede asumir el fin meta de su naturaleza y servirse
de el.
La autodeterminación inteligente de cada persona supera los limites de la justicia como equidad, para trasladarse a la justicia ontológica de ser en el Ser y para el Ser, como su imagen y semejanza. Este estado de santidad o de libertad perfecta transforma la historia en un tiempo de espera y preparación para la vida eterna.
La autodeterminación inteligente de cada persona supera los limites de la justicia como equidad, para trasladarse a la justicia ontológica de ser en el Ser y para el Ser, como su imagen y semejanza. Este estado de santidad o de libertad perfecta transforma la historia en un tiempo de espera y preparación para la vida eterna.
CONCLUSIÓN
Liberarse de limitaciones potenciales para
alcanzar el bien o perfección debida a
cada potencia, es intentar ser en plenitud.
Si el orden en la libertad representa todas las
características y modos de la libertad, el orden natural que impera en las potencias
superiores del hombre se convierten en el cauce de la justicia operativa.
Ser libre es la posibilidad que tiene el hombre
de ser esclavo, con tal que el bien que motiva la adhesión valga la pena
(esclavo de la verdad, del bien, de un gran amor, de un gran tesoro).
La libertad es la posibilidad que tiene y exige
para sí toda persona, de poder hacer lo que es debido a su naturaleza, en
vistas de un ideal trascendente y perfectivo.
La libertad es la posibilidad que tiene el
sujeto inteligente de conocer y ordenarse a su fin destino, sinónimo de
justicia ontológica o de ajuste de lo contingente respecto de lo Absoluto.
Esto supone la aceptación de una dependencia
original y final con el Ser Absoluto.
Para los hijos de Dios que por la Fe y la razón natural han
alcanzado sabiduría, ser libre es ser plenamente hombre, es ser plenamente ser;
ser libre es ser más.
Para la verdadera sabiduría, ser libre es
aceptar el orden ontológico, el orden operativo y la jerarquía del bien, es
vencer la tentación de negarse a ser en el Ser.
La libertad del hombre se convierte en la
posibilidad de ser, en la mayor perfección y santidad, semejante a Aquel de
quien ya es su verdadera imagen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario