lunes, 28 de julio de 2014

Bioética: Problemas Principales: Drogas

Drogas


Vamos a tratar en este punto sobre las drogas, sustancias químicas, que se emplean para controlar la conducta.
La aplicación de las drogas psicotrópicas puede darse en dos campos principales:

1.- En el tratamiento de las enfermedades mentales.
2.- En la modificación del estado de ánimo de los consumidores.

Drogas psicoterapéuticas


El tratamiento de los enfermos mentales, por medio de drogas, se basa en el supuesto de que las enfermedades mentales pueden tener origen bioquímico. El desarrollo y el uso de las drogas psicoterapéuticas por la década del cincuenta, obtuvo un efecto fantástico en el tratamiento de los enfermos mentales. En 1995 había en las instituciones públicas de los Estados Unidos 559,000 enfermos mentales. La introducción de las drogas psicoterapéuticas redujo este número a menos de 200,000 el
año 1979. Esta disminución se produjo a pesar del hecho de que tanto el número de hospitalizados como la población habían aumentado. Muchos pacientes responden con rapidez al tratamiento con drogas. Se rehabilitan y continúan su terapia como pacientes externos.

No es nuestra intención describir las drogas que se usan en el tratamiento de las diferentes formas de enfermedad mental. Nuestro interés se limita a los problemas éticos implicados en el tratamiento con drogas. Un caso lo tenemos cuando consideramos el hecho de que estas drogas no son siempre eficaces en cada caso y de que a veces producen efectos colaterales irreversibles. Uno de estos es la disquinesia (dificultad de movimiento) tardía. El uso prolongado de ciertas drogas psicoterapéuticas, especialmente neurolépticas, produce a veces algunas convulsiones faciales o en otras partes del cuerpo.

El uso de drogas psicoterapéuticas incluye todavía un elemento de experimentación. El problema ético tendrá que ser resuelto de acuerdo con los principios de experimentación humana.

Dado que estas drogas son eficaces en la mayoría de los casos y alivian una gran parte de los sufrimientos, se puede presuponer en cada caso que tendrá un efecto saludable. Con todo, el cuerpo médico debe vigilar con cuidado las reacciones de cada paciente, y estar atento a los posibles efectos colaterales.

Tratamiento involuntario


El problema principal desde el punto de vista ético, con respecto a las drogas psicoterapéuticas, no consiste en el que presenta su carácter experimental, sino en el tratamiento involuntario de pacientes mentales.

¿Estará            moralmente permitido forzar a pacientes mentales a someterse a un tratamiento para controlar su conducta? Personas mentalmente perturbadas que constituyen una amenaza para sí mismas y para la comunidad, o que alteran seriamente la vida de la comunidad, deben ser protegidas de sí mismas y debe impedírseles que causen daño a los demás. La sociedad tiene que defender los derechos de los individuos y promover el bienestar de sus ciudadanos; en consecuencia, tiene el derecho a valerse de los medios para alcanzar tales fines. Si la reclusión de los enfermos mentales en instituciones es el mejor camino para alcanzar dichas metas, el Estado tiene el poder de ponerlas en una institución mental.

La teoría tradicional según la cual la sociedad civil tiene la parens patriae, es decir, la patria potestad sobre la nación, puede aplicarse en este caso. Es obvio que deben tomarse las precauciones correspondientes para impedir que los pacientes pierdan su libertad sin justificada razón. En la mayoría de los países se confían los enfermos mentales a instituciones sólo con la aprobación y recomendación de un comité formado por personas competentes.

La Corte Suprema de Estados Unidos determinó el 26 de junio de 1975 que los enfermos mentales no podían, contra su voluntad, ser recluidos y tratados en instituciones, si ellos no son peligrosos para nadie y son capaces de sobrevivir por fuera. La legislación pretende, en forma clara, proteger a los ciudadanos contra una reclusión y un tratamiento involuntarios cuando ellos son capaces de valerse por sí mismos y de dar un consentimiento informado a su tratamiento.

Aunque puede ser difícil juzgar en casos individuales si una persona puede sobrevivir por fuera de una institución, como ser humano, se puede estar de acuerdo con el principio de que está detrás de la decisión de la Corte Suprema, a saber, que es el individuo moralmente capaz, quien está autorizado para decidir qué tratamiento quiere recibir. Con todo, algunos arguyen que los individuos no pueden ser recluidos y tratados contra su voluntad en instituciones, aun en el caso de ser potencialmente peligrosos para sí mismos o para la sociedad. Los individuos debieran ser libres para determinar su propia conducta y el camino que su vida debiera tomar. El problema con esta defensa de la libertad es que estas personas no son bastante libres para tomar decisiones responsables. Nosotros creemos que las personas perturbadas en forma grave no son responsables de sus actos y por eso no las juzgamos dignas de castigo. Precisamente la reclusión y el tratamiento pretenden restablecer su libertad de tal manera que puedan tomar el control de su propia vida.

La sociedad civil tiene el deber y, en consecuencia, el derecho, de mirar por los intereses de sus ciudadanos que no pueden actuar por su cuenta. Se seguirá de aquí que el derecho y el deber para recluir a enfermos mentales y ciudadanos peligrosos en instituciones, implica el deber y el derecho de la sociedad para tratarlos. La sola reclusión, manteniendo al enfermo en el “foso de la serpiente” (“snake pit”) es poca con respecto al deber de la sociedad de ayudar a pacientes infortunados a recuperar el control de sus propias vidas. Se sobreentiende que el deber y el derecho de la sociedad sólo es válido en los casos en los que el paciente no posee la capacidad para dar o retener su consentimiento informado al tratamiento.

En junio de 1982, en el caso de Youngberg vs. Romeo, la Corte Suprema de los Estados Unidos aclaró que la constitución garantiza algunos derechos a los ciudadanos retardados mentales que han sido confinados en instituciones. La “rehabilitación” es uno de los derechos que enumera la Corte. Esto significa que la sociedad tiene el deber de ayudar a sus miembros infortunados a ser autosuficientes en la medida de lo posible.

La meta de la rehabilitación consiste en capacitar a los pacientes mentales para vivir fuera de las instituciones. Las autoridades deben ser cuidadosas, con todo, en no desentenderse tan pronto de estos pacientes, forzándolos a defenderse por sí mismos cuando de hecho no están preparados para ello. Entre 1965 y 1981 el número de pacientes adultos en instituciones mentales del estado de Nueva York bajó de 85,000 a 23,000. “Se cree que unos 47,000 fueron arrojados a las calles de la ciudad de Nueva York, recargando los servicios mentales locales. Parece que muchos de ellos no estaban preparados para vivir por su cuenta. No es justo echar a las espaldas de una comunidad el peso de su cuidado cuando no está dotada para ello.

Los principios que gobiernan la reclusión y el tratamiento de enfermos mentales parecen claros y convincentes en teoría. Su aplicación, con todo,  puede crear considerables dificultades. No se dan criterios claros para juzgar si un paciente en ciertos casos es capaz o no de tomar una decisión responsable. Además, la reclusión y el tratamiento involuntarios pueden convertirse en instrumentos en las manos de los familiares del paciente o del personal público para controlar la conducta de una persona con la que ellos están en desacuerdo. La prudente legislación debe velar para que esto no ocurra.

Drogas psicotrópicas


Ya en tiempos prehistóricos se descubrió que ciertas sustancias podían cambiar el estado de ánimo de las personas. La Biblia nos cuenta el efecto que el vino le causó a Noé. En la literatura antigua se pueden encontrar referencias sobre la elaboración y el consumo de vino en diversas ocasiones. Los babilonios, ya hace unos cuatro mil años, produjeron cerveza. Cristóbal Colón encontró que los indios fumaban tabaco, y otros exploradores observaron que los incas masticaban hojas de coca y que los aztecas bebían una bebida tóxica elaborada del cactus. El té ya era, entonces, una bebida conocida en la China cuando los viajeros que regresaban de allá familiarizaban a los europeos con ella. El café fue llevado a Europa desde Arabia y Turquía. La nuez de cola, que contiene cafeína, ya se usaba en África siglos antes. Hoy día esta es la fuente de la cafeína que se toma en las bebidas de tipo cola. La marihuana, también llamada cáñamo o sisal, fue conocida en tiempos antiguos como una planta muy benéfica. Fue cultivada por su fibra y usada en la fabricación de cuerdas y telas. En historias de la época se hacen muchas referencias a ella. Ya en el tercer milenio antes de Cristo fue conocida como droga o tóxico.

El uso del opio se remonta a tiempos prehistóricos. Se lo obtiene haciendo unas incisiones en la cápsula aún no madura de una especie de amapola que exuda un jugo lechoso. Este puede tomarse por vía oral o “fumarse”, o sea, calentarse de tal modo que pueda inhalarse su vapor. Calma el dolor y produce euforia, una especie de bienestar. Parece que fue usado ampliamente en muchas partes del mundo. El elemento activo principal del opio fue aislado en 1808 por Friedrich Serturner, en Paderborn, Alemania. Lo llamó “morphium” por Morfeo, el dios griego del sueño. La morfina, como se la llama hoy día, es un calmante del dolor, aun más narcótico que el opio. Se supo muy pronto, sin embargo, que la morfina causaba adicción. Los químicos, tratando de buscar calmantes poderosos pero no adictivos, desarrollaron una serie de derivados de la morfina.

En 1898 un equipo de químicos investigadores en Alemania produjo un derivado sintético de la morfina, que resultó ser de cuatro a diez veces más eficaz para calmar el dolor que la morfina pura. Ellos creyeron también que el héroe (el producto) de su investigación, que llamaron heroína, no era adictivo y que podía llegar aun a curar a las personas que habían adquirido una adicción a la morfina. Por desgracia, pronto se verificó que la morfina y la heroína, pueden ser aspiradas o inyectadas en los músculos o directamente en las venas.

El número de las drogas psicotrópicas ha crecido mucho en los últimos tiempos. Pueden clasificarse de acuerdo con la reacción química que producen en el cuerpo y de acuerdo con los efectos psicológicos que experimentan sus consumidores.

Los grupos principales son: narcóticos, estimulantes, sedantes, LSD y parecidos (también llamados alucinógenos, por algunos) marihuana, hachís y tabaco.

Narcóticos


Las drogas que más se consumen, pertenecientes a este grupo son: opio, heroína, metadona y codeína. Actúan en el sistema nervioso central, mitigan el dolor, producen calma y euforia. Usados por un periodo de tiempo causan dependencia. La persona adicta a narcóticos se vuelve pasiva, retraída y adormilada. El efecto eufórico producido al principio, cesan cuando los narcóticos se toman con regularidad, debido a que el consumidor desarrolla tolerancia a estas drogas. ¿Por qué, entonces, continúa tomándolos? Para evitar los síntomas de suspensión verdaderamente dolorosos y atormentadores que causa la ausencia de la droga en el organismo de los consumidores. El infortunado adicto se siente impulsado a apoyar su adicción por cualquier medio, con el fin de evitar el sufrimiento y de poder evadir la realidad mientras dura el efecto de la droga. Llega a costar más de 200 dólares por día mantener la adicción a la heroína. Muchos de los adictos se vuelven criminales y negociantes de droga precisamente para poder conseguir su dosis diaria de la ansiada droga. Se calcula que el 50% de los crímenes que se cometen en Nueva York están relacionados con la droga.

Es casi imposible superar la drogadicción. “Patear el hábito” (dejar la droga), pasar por la fase del “pavo frío” (indiferencia) constituye una experiencia impresionante para el drogadicto. La voluntad para soportarla requeriría más motivación psicológica de la que el drogadicto, acostumbrado a huir de la realidad, es capaz.

Adicción y suspensión


La siguiente teoría trata de explicar el sufrimiento que causa la suspensión del hábito. El cerebro humano produce sus propios opiáceos para calmar el dolor y dar la sensación de bienestar. Los narcóticos, por ejemplo, la morfina, irrigan el cerebro con opiáceos artificiales y deja de producir los suyos. Cuando el drogadicto deja de ingerir la droga, sus neuronas se encuentran privadas de los opiáceos tanto naturales como artificiales. El resultado es dolor y una sensación horrorosa hasta que el cerebro pueda reasumir la producción de opiáceos naturales. Esta operación puede llevar desde unos pocos días hasta dos semanas, de acuerdo con la droga que se estaba consumiendo.

Una persona adicta a una clase de narcótico desarrolla una tolerancia cruzada o bien, opuesta a otra clase de narcóticos, es decir, que puede sustituir un narcótico por otro para impedir los síntomas de la suspensión. El fenómeno de la tolerancia cruzada es la base del llamado tratamiento de metadona para adictos a heroína, el grupo más numeroso de drogadictos. El drogadicto, en vez de varias inyecciones diarias de heroína puede ingerir una sola dosis oral de metadona para prevenir los síntomas de la suspensión. Esta táctica le permite desarrollar una vida más balanceada y fortalecer su motivación para superar su dependencia de la metadona.

Estimulantes


La cocaína, las anfetaminas, la cafeína y la nicotina son los principales representantes de la familia de los estimulantes.

La cocaína se extrae de las hojas de la coca (eritroxylum coca). Este arbusto crece en las vertientes orientales de los Andes y de la cuenca del Amazonas. Los indios del Imperio Inca y sus descendientes masticaron hojas de coca por más de mil años. Los conquistadores españoles en un comienzo prohibieron el uso de la coca, pero pronto se extendió el uso de masticarla, y la yerba misma fue llevada a Europa. La cocaína, el ingrediente activo de las hojas de coca, es un estimulante del sistema nervioso central. El Dr. Sigmund Freud fue un gran entusiasta de los efectos de la cocaína, y la prescribió para el tratamiento de la adicción a la morfina, los desórdenes del estómago y la depresión.

El consumo de la cocaína produce una elación o éxtasis. La persona se siente más inteligente, más capaz, más enérgica, mejor y más perfecta para todo. La ilusión dura unos treinta minutos. La cocaína produce un falso sentimiento de superioridad, que desaparece pronto, y una “quiebra” o caída se presenta cuando pasa el efecto de la droga. El consumidor quiere salir de ese estado de depresión recurriendo más y más a la cocaína. Nunca dice basta. Así el consumidor se hace dependiente de la cocaína no tanto física cuanto psicológicamente. Aunque los síntomas físicos que se siguen a la suspensión de la cocaína no son tan severos como los de la heroína, “patear la cocaína” (dejarla) puede llegar a ser más difícil que el dejar la heroína.

Durante los últimos cinco años, más o menos, el uso de la cocaína se extendió por todo Estaos Unidos. Aunque se consigue con facilidad en áreas de bajo ingreso, se la considera una droga propia de ricos.  La usan ejecutivos, profesionales, actores, estudiantes, atletas y hasta “el hombre de la calle”. Aspirar cocaína se está volviendo algo normal en los sitios de trabajo, en las fiestas sociales, en los parques, sanitarios públicos, discotecas, clubes, bares, cócteles y residencias. Se calcula que en 1982 las ventas de cocaína en los Estado Unidos superaron los 30 mil millones de dólares. Hace apenas veinte años un escaso porcentaje de la población norteamericana consumía cocaína. En 1982 algo así como 22 millones de norteamericanos la consumían. De acuerdo con los datos oficiales, durante el mes de abril de 1983 un millón y medio de adultos, de 26 años en adelante, consumían cocaína.

Las anfetaminas constituyen un grupo de drogas sintéticas. Sus efectos son similares a los de la cocaína; estimulan el sistema nervioso central. La primera anfetamina que se vendió en el mercado fue en el año 1932 con el nombre de bencedrina. Las anfetaminas calman la fatiga, producen una sensación de bienestar y alegría y refuerzan la tolerancia. Pueden ser tomadas por vía oral en forma de tabletas y absorbidas en el tracto gastrointestinal. Pepas que estimulan son usadas por los estudiantes para ir a los exámenes, y por empresarios y ejecutivos para aumentar la atención. Los atletas pueden mejorar su rendimiento ingiriendo anfetaminas. En competencias internacionales los atletas son sometidos a exámenes de rutina para verificar el consumo ilícito de drogas excitantes. Aunque la cocaína es ahora la droga preferida, las anfetaminas son todavía muy usadas y vendidas en el mercado negro.

La cafeína es, también, un estimulante del sistema nervioso central. Es ampliamente consumido en forma de café, té, chocolate y gaseosas. El café fue llevado a Europa desde Arabia y Turquía, el té de la China y el cacao de México. El uso moderado de estas sustancias puede aumentar la viveza, pero su abuso puede producir excesiva tolerancia, dependencia física y obsesión.

El tabaco. Es bien sabido que los primeros europeos que se familiarizaron con el tabaco fueron Cristóbal Colón y los primeros conquistadores del nuevo mundo. Se quedaron pasmados viendo a los indios inhalar el humo de rollitos hechos con hojas secas de tabaco y el humo sacado de sus pipas. Los conquistadores lo probaron y a muchos les gustó. Algunos marineros llevaron las semillas de tabaco a Europa, Filipinas, Asia y África, y el fumar pronto se extendió por todo el Viejo Mundo. A pesar de muchas leyes eclesiásticas y civiles contra el tabaco, la costumbre de fumar se hizo normal en Europa a comienzos del siglo XVII.

Desde 1972 se viene notando una moderada disminución anual en el consumo del tabaco en Estados Unidos. El Ministerio de Salud, Educación y Bienestar, con todo, descubrió que en 1979 el número de niñas que adquirían el vicio de fumar superaba al de los muchachos. En la categoría de los 12 a los 18 años de edad, por “primera vez en la historia del país, el número de mujeres fumadoras en un grupo considerable, de hecho, es mayor que el de los hombres”.  “Entre los de 17 y 18 años, sólo el 19% de los muchachos fumaba contra el 26% de las niñas, y en el de los 12 a los 18 años, las niñas fumadoras sobrepasaban a los muchachos en la siguiente proporción: un millón setecientos mil, ellas, frente a un millón seiscientos mil, ellos”.

De acuerdo con el informe anual de 1983 del jefe de la Oficina de Salud, Dr. C. Everett COP, los fumadores diarios entre los estudiantes de High School (equivalente, en parte, a nuestro bachillerato) bajaron de 29% en 1977 a 20% en 1981.

El ingrediente psicoactivo del tabaco es la nicotina. Produce una extraña combinación de efectos. Cuando el fumador necesita estimulación, el cigarrillo se la da; cuando una persona es nerviosa el cigarrillo la puede relajar, actuando como un tranquilizante. Fumar es en gran manera adictivo, como lo pueden testimoniar todos los fumadores que intentan dejar el hábito. Quienes intentan dejarlo experimentan síntomas muy desagradables.

Está perfectamente comprobado que el fumar es dañino para la salud. Puede causar cáncer pulmonar, enfisema, agravar las enfermedades del corazón y provocar problemas respiratorios. Está comprobado que el tabaco perjudica también a los no fumadores. Los filtros reducen la cantidad de veneno inhalado por el fumador, pero el humo proveniente de la colilla contiene por lo menos el doble de sustancia tóxica. Esta, como el humo exhalado por el fumador, debe ser aspirada por los no fumadores en salones, automóviles, y trenes llenos de humo. La Sociedad Norteamericana de Cáncer advertía: “Una cantidad creciente de datos indica que fumar constituye un peligro también para la salud de los que no fuman como para la de los fumadores, en particular en ambientes cerrados”. La Compañía Estatal y Mutual de Seguros de Vida de Norteamérica estudió las estadísticas del cien mil accionistas desde 1964 y “encontró que las tasas de mortalidad entre los fumadores de todas las edades superaban el doble de los no fumadores y por ciertas causas tales como el cáncer respiratorio, eran 15 veces más altas”.

En Estados Unidos el primer informe federal sobre el cigarrillo apareció en 1964. Se trataba de un trabajo bien documentado de 1,200 páginas sobre los efectos nocivos del tabaco. Dieciocho años más tarde, febrero 22 de 1982, el jefe de la Oficina de Salud de los Estados Unidos, Dr. Everett COP, publicó un nuevo informe. Declaró el cigarrillo como “el problema de salud más importante de nuestro tiempo”.

De acuerdo con dicho informe, fumar fue la causa principal del cáncer del pulmón, al cual corresponde el 25% de todas las muertes de cáncer. El cigarrillo causa cerca de 130,000 muertes por cáncer cada año. Es la mayor causa del cáncer de pulmón, laringe, de la cavidad oral y del esófago. Es “factor que contribuye” en los cánceres de vejiga, riñón y páncreas. Además del cáncer, el cigarrillo causa enfermedades cardíacas. En Estados Unidos es la causa de cerca del 30% de todas las muertes por enfermedades del corazón, cada año.

Sedantes


En los sedantes se incluyen tranquilizantes (por ejemplo librium, valium) barbitúricos, metacualona (cualudos), alcohol. Los antineuróticos o tranquilizantes menores se usan para disminuir la ansiedad y la tensión.

Los barbitúricos calman el insomnio y son sedantes. Cuando se abusa de ellos, producen una borrachera muy semejante a la intoxicación con bebidas alcohólicas. Los consumidores habituales se vuelven adictos y manifiestan todos los síntomas del alcoholismo. La metacualona, llamada vulgarmente en los Estados Unidos quaaludes, es la droga de moda en las discotecas. Es sedante e hipnótica. En un comienzo produce euforia, que más tarde se convierte en una perplejidad, apatía y alejamiento de la realidad, muy agudas. Su consumo ha tomado recientemente en estados Unidos proporciones epidémicas.

Los tranquilizantes menores, por otra parte, cuando se consumen con moderación no crean el peligro de una grave adicción. Sin embargo, su uso frecuente puede producir dependencia física y psicológica y síntomas similares a los de la borrachera con bebidas alcohólicas.

El alcohol clasificado de ordinario como depresivo, posee una serie de efectos, según parece contradictorios. En un cóctel uno puede notar que la gente, según los diversos grados de ingestión de alcohol, presenta diversas reacciones. El alcohol puede deprimir o estimular, tranquilizar o excitar, liberar de inhibiciones o producir somnolencia.

El alcohol es parte de la vida moderna. Siete de diez americanos beben regularmente. El número de los adolescentes que beben se está aumentando todos los días. Por desgracia, muchos bebedores se vuelven adictos al alcohol y desarrollan la enfermedad del alcoholismo. El Instituto Nacional para el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo: “calcula que existen en Norteamérica por encima de 12 millones de adultos con problema de alcohol. Hay que añadir a éstos, otros tres millones trescientos mil adolescentes entre 14 y 17 años con problemas de alcohol. El abuso del alcohol se encuentra más extendido que el de las drogas psicotrópicas”.

El alcoholismo le cuesta a Estados Unidos cerca de 50 mil millones al año por concepto de accidentes, cuentas médicas, cese de producción y otros gastos. La mitad de las muertes por accidentes de tráfico, cerca de 25,000 por año, son causadas por conductores borrachos. En los dos últimos años (1982-1983) murieron más americanos a causa de conductores borrachos que los que murieron en toda la guerra de Vietnam. Cerca de tres norteamericanos mueren y ochenta quedan heridos por conductores borrachos, cada hora del día. Un cuarto de millón de norteamericanos murió en la última década bajo las ruedas de los conductores borrachos. La Administración Nacional de la Seguridad en el Tráfico de Carreteras calcula que cerca del 10% de todos los conductores en las noches de los fines de semana conducen embriagados. De no producirse una caída drástica en el número de los conductores borrachos, uno de cada dos norteamericanos será víctima de un conductor embriagado a lo largo de su vida. El alcohol está implicado en una cuarta parte de los accidentes mortales y en la mitad de todos los asesinatos que se cometen. Cerca de una quinta parte de todos los divorcios está relacionada con el alcohol.

El alcohol puede causar daños irreparables en el hígado hasta terminar en la cirrosis. Puede causar enfermedades cardíacas y daños cerebrales. Si los ingiere una mujer embarazada, puede afectar negativamente la salud y el normal desarrollo del feto.

LSD


El LSD (ácido lisérgico, dietilamida), la mescalina (derivado del peyote, una especie de cactus), la psilocibina y fenciclidina o PCP llamado popularmente polvo de ángel, pertenece a un grupo de drogas llamadas a veces alucinógenos y psicodélicos (palabra griega que significa abrir la mente). Hablando con propiedad, el LSD no produce alucinaciones, pero intensifica la percepción sensorial de los objetos presentes. Los colores se perciben más saturados. Se puede producir sinestesia, lo cual quiere decir que los sonidos pueden ser “vistos” y los colores “oídos”. Los objetos percibidos adquieren gran profundidad y claridad, los objetos ordinarios aparecen en forma extraordinaria, hermosos y sugerentes, los objetos fijos parecen moverse, el tiempo se para, las actividades mentales, las sensaciones y las emociones se funden en un punto central del yo, “el viaje” con LSD trasciende el tiempo y el espacio, es comparado a veces, con la experiencia mística que es indescriptible en el lenguaje ordinario.

El LSD fue descubierto por casualidad en 1943 por Albert Hofman de los Laboratorios Sandoz, de Basilea, Suiza. El sintetizó un compuesto de ácido lisérgico cuando ingirió desprevenidamente una pequeña porción del compuesto que produjo al punto en él los extraños efectos del LSD. Este y sus similares no son adictivos. Su consumo, con todo, puede causar graves desórdenes a la personalidad ya que bajo los efectos de la droga el consumidor no puede actuar en forma normal.



Marihuana


Marihuana es el nombre popular que se da a la planta de cáñamo, científicamente llamada cannabis sativa. Las hojas y las flores de esta planta se secan y luego se fuman o se toman al tiempo con comidas o bebidas. Hachís es la resina seca, secretada por la planta de marihuana. Contiene más canabinol, el elemento activo de la marihuana, que las mismas hojas de la planta.

A pesar de su prohibición legal, fumar marihuana se ha extendido ampliamente en los Estados Unidos y en el mundo en general y el número de consumidores va en aumento. El Instituto Nacional  que se ocupa del Abuso de las Drogas, de Estados Unidos calculaba que el 1983, 57 millones de norteamericanos habían fumado marihuana. Esto significa que el 31.3% de los mayores de 12 años la probaron. En 1982, el 64% de los adultos entre 18 y 25 años fumaron alguna vez marihuana. Cuando en 1962 solamente el 4% entre esa edad la fumó.

Los efectos de la marihuana varían ampliamente de acuerdo con la cantidad que se tome. Después de inhalar una chupada, la persona experimenta sensación de bienestar y, en ocasiones de estar soñado.

Empieza a hablar rápido en voz alta y tiene la sensación de estarse expresando con mucha profundidad. Está convencido de que sus afirmaciones son muy agudas. En un “marihuana party” abundan las risas y las burlas. Cuanto más marihuana fuma una persona, su percepción del tiempo y la distancia puede llegar a distorsionarse y su capacidad decisoria a debilitarse. Conducir automóvil bajo el influjo de la marihuana puede con facilidad terminar en accidentes fatales. Tomados en gran cantidad, la marihuana y el hachís pueden inducir un estado semejante al de la intoxicación del alcohol y terminar en alucinaciones.

La marihuana está prohibida. Con todo, el gran número de consumidores está indicando su fácil acceso. Las ventas callejeras de marihuana, representan una suma superior a los 25 millones de dólares al año en Estados Unidos.

Los consumidores, los productores y los distribuidores de la planta, como es obvio, tienen puesto su interés en quitar todas o al menos algunas de sus limitaciones legales. Alegan que la marihuana es menos dañina para la salud que el tabaco o el alcohol. Defensores y opositores de la hierba se refieren respectivamente a estudios sobre su carácter inocuo o perjudicial, mientras continua la discusión sobre la legislación. La Organización Nacional para la revisión de la Legislación sobre la Marihuana, de Estados Unidos, se muestra muy activa a este respecto.

Como resultado de varios estudios se puede afirmar que la marihuana no es la droga más peligrosa del mercado negro. Con todo, no es tan inocua como alegan sus defensores. Existe consentimiento entre los expertos en el sentido de que la marihuana distorsiona la percepción e impide las habilidades psicomotoras, necesaria para mover máquinas y conducir vehículos. Además, hay peligros para la salud bien conocidos, relacionados con su consumo.

El Dr. Gabriel Nahas, anestesiólogo investigador de la Universidad de Columbia y Consejero de la Naciones Unidas en asuntos de narcóticos, con su grupo investigador, estableció que los derivados de la cannabis interfieren con la formación regular de los ácidos y proteínas de las células; óvulos y espermatozoides, lo mismo que los glóbulos blancos, tan necesarios para nuestro sistema inmunológico, son también afectados negativamente. En los experimentos, los canabinoides han destruido tales células en caldos de cultivo. La marihuana puede producir abortos y malformaciones en los fetos, como lo han comprobado experimentos hechos en ratas y monos. Debido a que la difusión de la marihuana entre las mujeres es de reciente data, no contamos con el número de generaciones requerido para probar con estadísticas que los mismos resultados también se dan en seres humanos.

En el Cercano Oriente y el África, donde la marihuana ha sido utilizada por más de un siglo, las mujeres no estaban acostumbradas a usarla y por este motivo tampoco contamos con datos de allí. Las pruebas con animales muestran, sin embargo, que los canabinoides atraviesan la placenta y afectan al feto en desarrollo. Ha sido comprobado que el THC, el agente psicoactivo de la marihuana es liposoluble y que se acumula en los tejidos adiposos y en el sistema nervioso del cuerpo. También se ha probado que la mitad de la marihuana que se inhala en una chupada o “toque” es almacenada en el cuerpo una semana después de fumarla. Los consumidores regulares de marihuana acumulan tal cantidad de THC en el cuerpo que sigue actuando en forma constante en su organismo. En este sentido es aún más perjudicial que el alcohol, ya que este es soluble en el agua y es eliminado del organismo un día después de su ingestión.

En los últimos años un grupo de científicos y de investigadores en este campo, llegaron a un acuerdo, a saber: que la marihuana no puede tenerse por inocua y que algunas personas deben prescindir del todo de ella. Tales son: los adolescentes, las mujeres embarazadas, personas aquejadas de males cardíacos y pulmonares y los que tiene problemas emocionales.

El 26 de febrero de 1982  el Instituto de medicina de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos dio a conocer un exhaustivo informe de un prolongado estudio acerca de los efectos de la marihuana sobre la salud.

El informe dice que aunque todavía no hay datos confiables acerca del peligro que impone la marihuana a la salud, a largo plazo, los datos científicos, publicados
hasta entonces indican que “la marihuana presenta un amplio espectro de efectos psicológicos y biológicos, algunos de los cuales...son perjudiciales para la salud”. La marihuana altera la percepción y la coordinación motora; disminuye la capacidad de aprendizaje y debilita la memoria de lo reciente. Provoca apatía y menoscaba el rendimiento escolar. Una de las consecuencias de la marihuana parece ser el llamado “síndrome desmotivante”. Su uso exagerado puede producir bronquitis crónica y cáncer de pulmón. “Nuestra mayor preocupación, dice el informe es que lo poco que sabemos con seguridad acerca de los efectos de la marihuana sobre la salud del hombre – y lo mucho que sospechamos – justifican una seria preocupación nacional.”

Moralidad del consumo de drogas


Se dan dos clases de problemas éticos relacionados con el consumo de drogas psicotrópicas:

1.- La responsabilidad individual en el consumo de estas drogas.
2.- La responsabilidad de la sociedad civil en la regulación de su uso.


1. Las drogas psicotrópicas y el individuo

La moralidad del acto bueno consiste en su conformidad con la naturaleza humana. De acuerdo con su naturaleza el hombre debe tener dominio de sus propios actos y no puede descargar en los demás la responsabilidad por su propia vida. Debe conservar su libertad de elección, base de la responsabilidad y la moralidad. Además, el hombre tiene el deber de valerse de los medios ordinarios para conservar su propia salud que le es necesaria para llevar una vida humana normal.

Se sigue de aquí que a la persona le está permitido servirse de las drogas en la medida que la ayuden a  su autocontrol. Tomar una taza de té o de café que le ayude a estar despierto o tomar una bebida que le quite la tensión y le mejore su seguridad, serían acciones acorde con la naturaleza racional de la persona. Hay muchos objetos y sustancias de que se sirve el hombre legítima y moralmente para obrar de acuerdo con su naturaleza racional. No es correcto, sin embargo, consumir sustancias que le hacen perder su dominio. Algunas sustancias tomadas con moderación pueden ayudarle a su autocontrol. Su consumo excesivo o constante puede, sin embargo, disminuir su habilidad para dominarse, y esto lo hace menos señor de sí mismo, señorío que debe mantener para vivir de acuerdo a su naturaleza.

Drogadicción, alcoholismo


El consumo frecuente de ciertas drogas crea dependencia física y psicológica, y disminuye el autocontrol. Aun el café tomado en exceso puede crear dependencia. En vez de ayudarle a la persona a estar despierta e independiente, puede hacerla nerviosa y crearle una dependencia en una sustancia química sin la cual ya no puede actuar. Tomar alcohol en exceso y emborracharse sólo en ocasiones no causa tanto daño como una verdadera dependencia de sí mismo. Con todo, aun casos individuales de embriaguez son actos indignos del ser humano. El borracho pierde su capacidad para pensar racionalmente y para tomar una de las decisiones más sencillas, necesarias para llevar una vida normal. Pocas personas se embriagan de propósito. Sencillamente llegan allí por seguir bebiendo. Al ser humano le compete planificar su vida. Cuando, más tarde, cae en la cuenta de lo sucedido, tiene la obligación de tomar las medidas para evitar que se repita.

Como es bien sabido, el consumo del alcohol puede crear el hábito, una dependencia de él y una inclinación ciega hacia él. El gran número de alcohólicos en Estado unidos y en tantas parte del mundo está indicando la complejidad del problema. No es el propósito aquí el sugerir remedios y formas de terapia a la infortunada víctima del alcoholismo. Nos limitamos tan sólo a enseñar los problemas morales relacionados con el alcoholismo.

Una persona puede no ser responsable por hacerse adicta al alcohol. Sea o no responsable por haberse convertido en un adicto al alcohol, una vez que se de cuenta de su estado, tiene la obligación de hacer de su parte todo lo posible para superar su hábito. Pero es triste reconocer que ciertos hábitos llegan a ser tan poderosos que una persona pierde el autocontrol caso de todo y, a pesar de sus buenos propósitos, encuentra simplemente que no puede resistir estar buscando y tomando una sustancia específica como el alcohol o la heroína. Es como si la persona perdiera su capacidad de elección. La obligación de una persona en tales circunstancias es obvia: debe restablecer su autocontrol tan pronto como le sea posible. Debe buscar ayuda para cumplir este deber, porque en la mayoría de los casos no puede ganar la pelea sola. Por desgracia, algunas personas pueden alcanzar tal grado de adicción que se vuelven incapaces de pedir ayuda. La comunidad tiene que venir en auxilio de estos adictos.

Tranquilizantes


Veinte millones de norteamericanos toman valium y librium con regularidad. En 1978 sólo de valium se despacharon 44 millones de fórmulas. Un 15% de la población adulta toma valium como cosa normal. De acuerdo con las autoridades, “el sobreuso de tranquilizantes se clasifica de segundo, después de alcohol, como el problema de salud más grande del país” (Estados Unidos). Después de varios meses de uso constante se desarrollan una dependencia y una adicción física. La moral no puede aprobar el abuso de tranquilizantes. No resuelven los problemas de la gente. Se limitan a hacerlo sentir a uno como zonzo en insensible. El consumidor se priva de la autodeterminación consciente de su vida por escapar del continuo hacia un estado de ánimo calmado y atontado. Es lícito recurrir a los tranquilizantes para recuperar el autocontrol y así mejorar nuestro rendimiento humano, no disminuirlo.

Fumar


Los fumadores, aún los que lo hacen en exceso no pierden su capacidad para pensar racionalmente o para tomar decisiones libres. Si les falta su ración diaria de tabaco, se irritan y pierden el control pero con unas cuentas chupadas de ordinario les vuelve la compostura. Desde el punto de vista racional, por lo tanto, el fumar no hace inhumano a los fumadores. Quizá alguien podría alegar que tanta dependencia del cigarrillo hasta el punto de no poder vivir sin el, es algo degradante para el hombre.

El problema moral del cigarrillo viene, por otra parte, de su peligro para la salud. Es un deber moral conservar nuestra salud en la medida de lo posible y evitar riesgos. Con todo, algunos fumadores alegan en su favor que el efecto saludable de la relajación contrapesa el peligro de debilitar la salud. Deliberada y libremente escogen poner en peligro su salud a cambio de los buenos efectos de fumar. Esta elección, dicen ellos, se justifica moralmente. Parecería que se esconden algunas fallas en este razonamiento. Las 1,200 páginas del informe del Jefe de la Oficina de Salud de los Estados Unidos, Dr. Julio Richmond, publicado en 1964, y el informe publicado en 1982 del Ministerio de Salud, Dr. C. Everett COP ofrecen una evidencia avasalladora acerca de los peligros que acarrea el cigarrillo a la salud. El daño que causa el cigarrillo a la salud no es simple especulación, es un hecho. Es cierto que no todo fumador desarrolla un cáncer de pulmón o las otras enfermedades mencionadas en los informes, pero correr un riesgo seguro no es una conducta racional cuando las personas pueden evitarlo. Uno no se tira en medio del tráfico con la esperanza de que no lo va a coger un vehículo.

Por otra parte, los fumadores exponen a muchos riesgos a sus vecinos. La mujer embarazada que fuma bloquea el oxígeno del feto. El niño puede nacer adicto a la nicotina y sufrir el síndrome de abstención por varios meses. Es antiético exponer a riesgos a los demás sean estos adultos o no nacidos aun. El propósito de nuestra argumentación no es el intento de probar que los fumadores son personas antiéticas, que de propósito se causan perjuicio a sí mismos y a los demás. Nuestro intento es sólo mostrar que es difícil encontrar buenas razones para fumar. Muchos fumadores, en especial aquellos que tratan de vencer su adicción, admiten fácilmente que fumar constituye un mal hábito y que ellos se encontrarán mejor sin el.

¿Por qué, entonces, fuma tanta gente? ¿Es de veras tan deliberada la decisión, como ellos afirman? De acuerdo con las estadísticas, el 75% de los 54 millones de fumadores norteamericanos, adquirió el vicio antes de los veinte años. Muchos ciertamente no deliberaron si debían o no fumar. Estaban sometidos al sutil pero fuerte influjo de la publicidad de la industria del cigarrillo y bajo la presión de otros fumadores, para empezar a fumar. Para la mayoría no se trató de una elección del todo libre y deliberada. Una vez que se forma el hábito los fumadores permanecen adictos a el, aunque quisieran liberarse del mismo. Desde el punto de vista moral, la mayoría de los fumadores deberían juzgarse de acuerdo con el grado de responsabilidad en empezar y conservar el hábito.

2. Consumo de drogas y política de gobierno

La sociedad civil tiene el deber de crear y mantener condiciones sociales apacibles, en donde los ciudadanos puedan con facilidad llevar una vida decente, sin verse expuestos a decepción y presiones indebidas para usar sustancias dañinas. No es obligación de la sociedad civil educar a cada ciudadano con respecto a la conducta moral. Tal deber compete en primer lugar a la familia y a las asociaciones religiosas y a otras por el estilo. La sociedad, con todo, tiene el deber y el derecho de regular la venta de venenos y sustancias nocivas con el fin de proteger a sus miembros. Puesto que las drogas, de que venimos hablando pueden ser muy peligrosas, se deduce que los gobiernos tienen el derecho y el deber de controlarlas.

Este argumento, como es bien sabido, llevó a la prohibición de las ventas y del consumo del alcohol en los Estados Unidos de 1920 a 1933.

Existe una evidencia impresionante sobre el hecho de que el alcohol, es por tanto, la droga más peligrosa para la mente, usada en Estados Unidos, y en muchas partes del mundo. Sin embargo, la ley 18 de 1920 fue rechazada en 1933 porque los 13 años de experiencia revelaron que la prohibición no fue efectiva. El alcohol siguió siendo de fácil adquisición en el mercado negro.

El alcohol clandestino, no controlado por autoridad alguna, contenía con frecuencia sustancias tóxicas. Se pasó de vinos ligeros a licores fuertes, cuya producción, transporte y venta demandaban menos espacio y corrían menos peligro. Se desarrolló un mercado clandestino de alcohol y la tasa de criminalidad marcó una escalada.

Existe un principio válido en ética social según el cual una ley que no alcanza su objetivo debe ser reemplazada por otra que si lo logre. El Gobierno debe velar porque los ciudadanos se vean protegidos de manera más apropiada y práctica. La prohibición del alcohol fue reemplazada por la ley que regulaba la producción y venta de las bebidas alcohólicas. ¿Son efectivas estas leyes hoy en día? Parece que la prohibición no funcionó. No deberíamos volver atrás a experimentarla de nuevo. Existen soluciones legítimas y éticas y no habría porque prohibir tales usos. Con todo, el excesivo consumo de bebidas alcohólicas debería ser prohibido con medidas bien eficaces.

Los anunciadores del alcohol no pueden sostener que es moralmente neutro promover su consumo sin advertir en forma clara y adecuada que su exceso es en alta escala, perjudicial. Con frecuencia, en programas y anuncios de TV se exalta el beber, al menos, se presenta como un buen pasatiempo social. Este abuso debe frenarse. Las latas de cerveza y las botellas de licor deberían llevar la etiqueta en grandes caracteres que indicaran que su contenido es perjudicial para la salud cuando se usan con frecuencia o en exceso. La impresión de que el país (Estados Unidos) pasó de la prohibición del alcohol a una permisividad casi ilimitada.

Aquí no se intenta sugerir una legislación particular. Sin embargo, se debe enfatizar que la sociedad civil tiene el deber moral de regular el consumo del alcohol por medio de leyes prudentes y prácticas. El aumento constante del número de víctimas del alcohol es una prueba de que la sociedad civil no está cumpliendo su deber en esta materia.

En Estados Unidos las leyes que regulan la publicidad y venta de cigarrillos son más estrictas que las que se refieren al alcohol. Sin embargo, otros países han aprobado leyes más estrictas aún que en los Estados Unidos, para proteger la salud de los ciudadanos contra el uso del tabaco.

Aunque el consumo de tabaco, per cápita, en Suecia, es sólo una tercera parte de lo que se consume en los Estados Unidos, estos dos países aprobaron sendas legislaciones en 1975 tendientes a levantar nuevas generaciones de no fumadores. Las leyes proveen educación contra el cigarrillo, eliminan las máquinas vendedoras de cigarrillos, piden alza anual de precios y la prohibición de fumar en ciertos sitios públicos, la prohibición de venta de tabaco a personas menores de 16 años; las mismas leyes tienden a que se declare ilegal la publicidad del cigarrillo, y a que se eleven las pólizas de seguro a los fumadores.

En Estados Unidos, se está formando una controversia acerca de un número de leyes que prohíben fumar en ciertos lugares y separar a los no fumadores de los no fumadores. Los fumadores insisten en su derecho a fumar. Los no fumadores, por su parte, enfatizan su derecho a no ser expuestos al humo del cigarrillo que, según consta, es tan dañino como el acto de fumar. Uno tiene que ponerse de parte de los no fumadores en esta disputa: no existe un derecho a causar daño a los demás. En cuanto a lo de elevar las pólizas de seguro a los fumadores, parece justo y equitativo que los no fumadores no se vean forzados a pagar por una mayor incidencia de enfermedad entre los fumadores.

La Organización Nacional para la Revisión de la Legislación sobre la Marihuana, de los Estados Unidos, se está mostrando muy activa en buscar defensores de la marihuana que respalden una cierta forma de legislación de la yerba. En vista de la buena documentación sobre los nocivos efectos de la marihuana sobre el ser humano, constituiría un desacierto legalizarla. Lo que hace falta es un prudente ajuste de las leyes sobre la marihuana de tal forma que sean coactivas y que protejan a los ciudadanos, en especial a la joven generación, de ser inducidos al uso de esta peligrosa droga.

A pesar de las estrictas leyes que prohíben la venta y el consumo de las llamadas drogas heroicas, el número de los adictos no ha disminuido en los Estados Unidos. Se calcula que el número de adictos sólo a la heroína anda por los 600 mil.

En 1982, un informe dirigido al gobernador del estado de Nueva York calculaba que el número de adictos a la heroína en la ciudad de Nueva York había subido en un 50% con respecto a 1978. se da un adicto a la heroína por 40 residentes en la ciudad. Los adictos pueden mantener su costoso hábito sólo volviéndose criminales.

En 1982 el estudio de la Rand Corporation sobre el crimen cometido por adictos a la heroína, encontró que los residentes en California arrojaban un promedio de 167 crímenes por año, en contraposición a 2.3 crímenes por año cometidos por prisioneros que no eran adictos. Los Estados Unidos se han hecho tristemente célebres porque allí el uso ilícito de la droga per cápita sobrepasa a la de cualquier otra nación industrializada.

Es triste que las autoridades no hayan sido capaces de impedir que el bien organizado bajo mundo continúe su inescrupuloso y destructivo comercio. Parece que por varias razones las leyes actuales contra las drogas no funcionan. Con todo, la sociedad civil tiene la obligación de mirar porque se aprueben leyes eficaces que protejan a los ciudadanos inocentes. La fuerza arrolladora, por supuesto, que lleva a negociar ilícitamente con la droga es su alta rentabilidad. El “precio de la calle” de los narcóticos es varias veces más alto que el de su costo de producción.

La Unión de Consumidores indicó que el mercado negro de la heroína sólo podía ser abolido “eliminando la demanda”. Con el objeto de acabar con el mercado negro, las nuevas leyes debieran asegurar que los drogadictos no adquirieran la droga en el mercado negro, y que fuera asequible gratis bajo protección médica. Ambos, la sociedad y los adictos, se sentirían mejor si los drogadictos pudieran recibir la droga gratis o a bajo precio en forma legal. El proyecto debería, por supuesto, incluir una vigorosa educación y programas para la rehabilitación de los drogadictos.

Con todo, este programa, aunque podría disminuir el problema de los adictos a la heroína, no podría ser aplicado a los muchos millones de consumidores de otras drogas ilícitas, que crean un enorme problema a la salud física, psicológica e industrial de la nación (los Estados Unidos).

Los ingleses trataron de eliminar o disminuir la adicción a la heroína, prescribiéndola a los adictos confirmados. Aunque algunos promotores del programa saludaron en un comienzo el experimento como exitoso. The Lancet, la famosa revista médica inglesa, conceptuó que el sistema era un fracaso. El número de adictos y de tráfico callejero ilegal había crecido.

Poner al alcance la droga no resuelve el problema de la adicción y del abuso. Parece que las autoridades van a tener que concentrarse en parar el flujo de drogas prohibidas al país y fortalecer la coactividad de las leyes. Con todo, tal coactividad se hace casi imposible cuando cerca del 30% de la población adulta usa  o ha usado las drogas ilícitas. No se puede encerrar en la cárcel la tercera parte de la población. Si se añade el abuso del alcohol, una droga permitida por la ley, al abuso de drogas ilícitas, el asunto del abuso de la droga puede verse como una amenaza que se cierne sobre la salud y la fibra moral de la nación. Sólo una mejor educación en los valores morales de la salud, unida a una prudente coactividad de las leyes y a la prohibición de dejar entrar a las costas del país, puede alejar una tragedia nacional.


Preguntas para repaso y discusión

1.- Describa la diferencia entre las drogas psicoterapéuticas y las psicotrópicas.

2.- ¿Puede la autoridad civil recluir a los ciudadanos enfermos mentales?

3.- Describa las clases principales de drogas psicotrópicas que se consumen con más frecuencia en su país.

4.- ¿Cómo se hace alcohólica una persona? ¿Cómo explica usted la adicción? ¿Está mal tomar alcohol?

5.- ¿Cuáles son los efectos de la marihuana? ¿Es malo fumarla?

6.- Si el cigarrillo es perjudicial para la salud, ¿se podrá justificar moralmente fumar? ¿Cultivar o vender este producto dañino?

7.- ¿Se justifica que las compañías aseguradoras cobren un poco más caro las pólizas de seguro a los fumadores que a los no fumadores?

8.- Exponga los principios éticos que regulan el uso de las drogas psicotrópicas.

9.- Si el consumo de la marihuana no se puede detener, ¿podría justificarse que la sociedad lo legalizara?

10.- ¿Qué medidas sugiere usted para controlar el consumo de drogas nocivas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario