Drogas
Vamos
a tratar en este punto sobre las drogas, sustancias químicas, que se emplean
para controlar la conducta.
La aplicación de
las drogas psicotrópicas puede darse en dos campos principales:
1.-
En el tratamiento de las enfermedades mentales.
2.- En la
modificación del estado de ánimo de los consumidores.
Drogas psicoterapéuticas
El
tratamiento de los enfermos mentales, por medio de drogas, se basa en el
supuesto de que las enfermedades mentales pueden tener origen bioquímico. El
desarrollo y el uso de las drogas psicoterapéuticas por la década del
cincuenta, obtuvo un efecto fantástico en el tratamiento de los enfermos
mentales. En 1995 había en las instituciones públicas de los Estados Unidos
559,000 enfermos mentales. La introducción de las drogas psicoterapéuticas
redujo este número a menos de 200,000 el
año
1979. Esta disminución se produjo a pesar del hecho de que tanto el número de
hospitalizados como la población habían aumentado. Muchos pacientes responden
con rapidez al tratamiento con drogas. Se rehabilitan y continúan su terapia
como pacientes externos.
No
es nuestra intención describir las drogas que se usan en el tratamiento de las
diferentes formas de enfermedad mental. Nuestro interés se limita a los
problemas éticos implicados en el tratamiento con drogas. Un caso lo tenemos
cuando consideramos el hecho de que estas drogas no son siempre eficaces en
cada caso y de que a veces producen efectos colaterales irreversibles. Uno de
estos es la disquinesia (dificultad de movimiento) tardía. El uso prolongado de
ciertas drogas psicoterapéuticas, especialmente neurolépticas, produce a veces
algunas convulsiones faciales o en otras partes del cuerpo.
El
uso de drogas psicoterapéuticas incluye todavía un elemento de experimentación.
El problema ético tendrá que ser resuelto de acuerdo con los principios de
experimentación humana.
Dado
que estas drogas son eficaces en la mayoría de los casos y alivian una gran
parte de los sufrimientos, se puede presuponer en cada caso que tendrá un
efecto saludable. Con todo, el cuerpo médico debe vigilar con cuidado las
reacciones de cada paciente, y estar atento a los posibles efectos colaterales.
Tratamiento involuntario
El
problema principal desde el punto de vista ético, con respecto a las drogas
psicoterapéuticas, no consiste en el que presenta su carácter experimental,
sino en el tratamiento involuntario de pacientes mentales.
¿Estará moralmente permitido forzar a
pacientes mentales a someterse a un tratamiento para controlar su conducta?
Personas mentalmente perturbadas que constituyen una amenaza para sí mismas y
para la comunidad, o que alteran seriamente la vida de la comunidad, deben ser
protegidas de sí mismas y debe impedírseles que causen daño a los demás. La sociedad
tiene que defender los derechos de los individuos y promover el bienestar de
sus ciudadanos; en consecuencia, tiene el derecho a valerse de los medios para
alcanzar tales fines. Si la reclusión de los enfermos mentales en instituciones
es el mejor camino para alcanzar dichas metas, el Estado tiene el poder de
ponerlas en una institución mental.
La
teoría tradicional según la cual la sociedad civil tiene la parens patriae,
es decir, la patria potestad sobre la nación, puede aplicarse en este caso. Es
obvio que deben tomarse las precauciones correspondientes para impedir que los
pacientes pierdan su libertad sin justificada razón. En la mayoría de los
países se confían los enfermos mentales a instituciones sólo con la aprobación
y recomendación de un comité formado por personas competentes.
La
Corte Suprema de Estados Unidos determinó el 26 de junio de 1975 que los
enfermos mentales no podían, contra su voluntad, ser recluidos y tratados en
instituciones, si ellos no son peligrosos para nadie y son capaces de
sobrevivir por fuera. La legislación pretende, en forma clara, proteger a los
ciudadanos contra una reclusión y un tratamiento involuntarios cuando ellos son
capaces de valerse por sí mismos y de dar un consentimiento informado a su
tratamiento.
Aunque
puede ser difícil juzgar en casos individuales si una persona puede sobrevivir
por fuera de una institución, como ser humano, se puede estar de acuerdo con el
principio de que está detrás de la decisión de la Corte Suprema, a saber, que
es el individuo moralmente capaz, quien está autorizado para decidir qué
tratamiento quiere recibir. Con todo, algunos arguyen que los individuos no
pueden ser recluidos y tratados contra su voluntad en instituciones, aun en el
caso de ser potencialmente peligrosos para sí mismos o para la sociedad. Los
individuos debieran ser libres para determinar su propia conducta y el camino
que su vida debiera tomar. El problema con esta defensa de la libertad es que
estas personas no son bastante libres para tomar decisiones responsables.
Nosotros creemos que las personas perturbadas en forma grave no son
responsables de sus actos y por eso no las juzgamos dignas de castigo.
Precisamente la reclusión y el tratamiento pretenden restablecer su libertad de
tal manera que puedan tomar el control de su propia vida.
La
sociedad civil tiene el deber y, en consecuencia, el derecho, de mirar por los
intereses de sus ciudadanos que no pueden actuar por su cuenta. Se seguirá de
aquí que el derecho y el deber para recluir a enfermos mentales y ciudadanos
peligrosos en instituciones, implica el deber y el derecho de la sociedad para
tratarlos. La sola reclusión, manteniendo al enfermo en el “foso de la
serpiente” (“snake pit”) es poca con respecto al deber de la sociedad de ayudar
a pacientes infortunados a recuperar el control de sus propias vidas. Se
sobreentiende que el deber y el derecho de la sociedad sólo es válido en los
casos en los que el paciente no posee la capacidad para dar o retener su
consentimiento informado al tratamiento.
En
junio de 1982, en el caso de Youngberg vs. Romeo, la Corte Suprema de los
Estados Unidos aclaró que la constitución garantiza algunos derechos a los
ciudadanos retardados mentales que han sido confinados en instituciones. La
“rehabilitación” es uno de los derechos que enumera la Corte. Esto significa
que la sociedad tiene el deber de ayudar a sus miembros infortunados a ser
autosuficientes en la medida de lo posible.
La
meta de la rehabilitación consiste en capacitar a los pacientes mentales para
vivir fuera de las instituciones. Las autoridades deben ser cuidadosas, con
todo, en no desentenderse tan pronto de estos pacientes, forzándolos a
defenderse por sí mismos cuando de hecho no están preparados para ello. Entre
1965 y 1981 el número de pacientes adultos en instituciones mentales del estado
de Nueva York bajó de 85,000 a 23,000. “Se cree que unos 47,000 fueron
arrojados a las calles de la ciudad de Nueva York, recargando los servicios
mentales locales. Parece que muchos de ellos no estaban preparados para vivir
por su cuenta. No es justo echar a las espaldas de una comunidad el peso de su
cuidado cuando no está dotada para ello.
Los
principios que gobiernan la reclusión y el tratamiento de enfermos mentales
parecen claros y convincentes en teoría. Su aplicación, con todo, puede crear considerables dificultades. No se
dan criterios claros para juzgar si un paciente en ciertos casos es capaz o no
de tomar una decisión responsable. Además, la reclusión y el tratamiento
involuntarios pueden convertirse en instrumentos en las manos de los familiares
del paciente o del personal público para controlar la conducta de una persona
con la que ellos están en desacuerdo. La prudente legislación debe velar para
que esto no ocurra.
Drogas psicotrópicas
Ya
en tiempos prehistóricos se descubrió que ciertas sustancias podían cambiar el
estado de ánimo de las personas. La Biblia nos cuenta el efecto que el vino le
causó a Noé. En la literatura antigua se pueden encontrar referencias sobre la
elaboración y el consumo de vino en diversas ocasiones. Los babilonios, ya hace
unos cuatro mil años, produjeron cerveza. Cristóbal Colón encontró que los
indios fumaban tabaco, y otros exploradores observaron que los incas masticaban
hojas de coca y que los aztecas bebían una bebida tóxica elaborada del cactus.
El té ya era, entonces, una bebida conocida en la China cuando los viajeros que
regresaban de allá familiarizaban a los europeos con ella. El café fue llevado
a Europa desde Arabia y Turquía. La nuez de cola, que contiene cafeína, ya se
usaba en África siglos antes. Hoy día esta es la fuente de la cafeína que se
toma en las bebidas de tipo cola. La marihuana, también llamada cáñamo o sisal,
fue conocida en tiempos antiguos como una planta muy benéfica. Fue cultivada
por su fibra y usada en la fabricación de cuerdas y telas. En historias de la
época se hacen muchas referencias a ella. Ya en el tercer milenio antes de
Cristo fue conocida como droga o tóxico.
El
uso del opio se remonta a tiempos prehistóricos. Se lo obtiene haciendo unas
incisiones en la cápsula aún no madura de una especie de amapola que exuda un
jugo lechoso. Este puede tomarse por vía oral o “fumarse”, o sea, calentarse de
tal modo que pueda inhalarse su vapor. Calma el dolor y produce euforia, una
especie de bienestar. Parece que fue usado ampliamente en muchas partes del
mundo. El elemento activo principal del opio fue aislado en 1808 por Friedrich
Serturner, en Paderborn, Alemania. Lo llamó “morphium” por Morfeo, el dios
griego del sueño. La morfina, como se la llama hoy día, es un calmante del
dolor, aun más narcótico que el opio. Se supo muy pronto, sin embargo, que la
morfina causaba adicción. Los químicos, tratando de buscar calmantes poderosos
pero no adictivos, desarrollaron una serie de derivados de la morfina.
En
1898 un equipo de químicos investigadores en Alemania produjo un derivado
sintético de la morfina, que resultó ser de cuatro a diez veces más eficaz para
calmar el dolor que la morfina pura. Ellos creyeron también que el héroe (el
producto) de su investigación, que llamaron heroína, no era adictivo y que
podía llegar aun a curar a las personas que habían adquirido una adicción a la
morfina. Por desgracia, pronto se verificó que la morfina y la heroína, pueden
ser aspiradas o inyectadas en los músculos o directamente en las venas.
El
número de las drogas psicotrópicas ha crecido mucho en los últimos tiempos.
Pueden clasificarse de acuerdo con la reacción química que producen en el
cuerpo y de acuerdo con los efectos psicológicos que experimentan sus
consumidores.
Los
grupos principales son: narcóticos, estimulantes, sedantes, LSD y parecidos
(también llamados alucinógenos, por algunos) marihuana, hachís y tabaco.
Narcóticos
Las
drogas que más se consumen, pertenecientes a este grupo son: opio, heroína,
metadona y codeína. Actúan en el sistema nervioso central, mitigan el dolor,
producen calma y euforia. Usados por un periodo de tiempo causan dependencia.
La persona adicta a narcóticos se vuelve pasiva, retraída y adormilada. El
efecto eufórico producido al principio, cesan cuando los narcóticos se toman
con regularidad, debido a que el consumidor desarrolla tolerancia a estas
drogas. ¿Por qué, entonces, continúa tomándolos? Para evitar los síntomas de
suspensión verdaderamente dolorosos y atormentadores que causa la ausencia de
la droga en el organismo de los consumidores. El infortunado adicto se siente
impulsado a apoyar su adicción por cualquier medio, con el fin de evitar el
sufrimiento y de poder evadir la realidad mientras dura el efecto de la droga.
Llega a costar más de 200 dólares por día mantener la adicción a la heroína.
Muchos de los adictos se vuelven criminales y negociantes de droga precisamente
para poder conseguir su dosis diaria de la ansiada droga. Se calcula que el 50%
de los crímenes que se cometen en Nueva York están relacionados con la droga.
Es
casi imposible superar la drogadicción. “Patear el hábito” (dejar la droga),
pasar por la fase del “pavo frío” (indiferencia) constituye una experiencia
impresionante para el drogadicto. La voluntad para soportarla requeriría más
motivación psicológica de la que el drogadicto, acostumbrado a huir de la
realidad, es capaz.
Adicción y suspensión
La
siguiente teoría trata de explicar el sufrimiento que causa la suspensión del
hábito. El cerebro humano produce sus propios opiáceos para calmar el dolor y
dar la sensación de bienestar. Los narcóticos, por ejemplo, la morfina, irrigan
el cerebro con opiáceos artificiales y deja de producir los suyos. Cuando el
drogadicto deja de ingerir la droga, sus neuronas se encuentran privadas de los
opiáceos tanto naturales como artificiales. El resultado es dolor y una
sensación horrorosa hasta que el cerebro pueda reasumir la producción de
opiáceos naturales. Esta operación puede llevar desde unos pocos días hasta dos
semanas, de acuerdo con la droga que se estaba consumiendo.
Una
persona adicta a una clase de narcótico desarrolla una tolerancia cruzada o
bien, opuesta a otra clase de narcóticos, es decir, que puede sustituir un
narcótico por otro para impedir los síntomas de la suspensión. El fenómeno de
la tolerancia cruzada es la base del llamado tratamiento de metadona para
adictos a heroína, el grupo más numeroso de drogadictos. El drogadicto, en vez
de varias inyecciones diarias de heroína puede ingerir una sola dosis oral de
metadona para prevenir los síntomas de la suspensión. Esta táctica le permite
desarrollar una vida más balanceada y fortalecer su motivación para superar su
dependencia de la metadona.
Estimulantes
La
cocaína, las anfetaminas, la cafeína y la nicotina son los principales
representantes de la familia de los estimulantes.
La
cocaína se extrae de las hojas de la coca (eritroxylum coca). Este
arbusto crece en las vertientes orientales de los Andes y de la cuenca del
Amazonas. Los indios del Imperio Inca y sus descendientes masticaron hojas de
coca por más de mil años. Los conquistadores españoles en un comienzo
prohibieron el uso de la coca, pero pronto se extendió el uso de masticarla, y
la yerba misma fue llevada a Europa. La cocaína, el ingrediente activo de las
hojas de coca, es un estimulante del sistema nervioso central. El Dr. Sigmund
Freud fue un gran entusiasta de los efectos de la cocaína, y la prescribió para
el tratamiento de la adicción a la morfina, los desórdenes del estómago y la
depresión.
El
consumo de la cocaína produce una elación o éxtasis. La persona se siente más
inteligente, más capaz, más enérgica, mejor y más perfecta para todo. La
ilusión dura unos treinta minutos. La cocaína produce un falso sentimiento de
superioridad, que desaparece pronto, y una “quiebra” o caída se presenta cuando
pasa el efecto de la droga. El consumidor quiere salir de ese estado de
depresión recurriendo más y más a la cocaína. Nunca dice basta. Así el
consumidor se hace dependiente de la cocaína no tanto física cuanto
psicológicamente. Aunque los síntomas físicos que se siguen a la suspensión de
la cocaína no son tan severos como los de la heroína, “patear la cocaína”
(dejarla) puede llegar a ser más difícil que el dejar la heroína.
Durante
los últimos cinco años, más o menos, el uso de la cocaína se extendió por todo
Estaos Unidos. Aunque se consigue con facilidad en áreas de bajo ingreso, se la
considera una droga propia de ricos. La
usan ejecutivos, profesionales, actores, estudiantes, atletas y hasta “el
hombre de la calle”. Aspirar cocaína se está volviendo algo normal en los
sitios de trabajo, en las fiestas sociales, en los parques, sanitarios
públicos, discotecas, clubes, bares, cócteles y residencias. Se calcula que en
1982 las ventas de cocaína en los Estado Unidos superaron los 30 mil millones
de dólares. Hace apenas veinte años un escaso porcentaje de la población
norteamericana consumía cocaína. En 1982 algo así como 22 millones de
norteamericanos la consumían. De acuerdo con los datos oficiales, durante el
mes de abril de 1983 un millón y medio de adultos, de 26 años en adelante,
consumían cocaína.
Las
anfetaminas constituyen un grupo de drogas sintéticas. Sus efectos son
similares a los de la cocaína; estimulan el sistema nervioso central. La
primera anfetamina que se vendió en el mercado fue en el año 1932 con el nombre
de bencedrina. Las anfetaminas calman la fatiga, producen una sensación de
bienestar y alegría y refuerzan la tolerancia. Pueden ser tomadas por vía oral
en forma de tabletas y absorbidas en el tracto gastrointestinal. Pepas que
estimulan son usadas por los estudiantes para ir a los exámenes, y por
empresarios y ejecutivos para aumentar la atención. Los atletas pueden mejorar
su rendimiento ingiriendo anfetaminas. En competencias internacionales los
atletas son sometidos a exámenes de rutina para verificar el consumo ilícito de
drogas excitantes. Aunque la cocaína es ahora la droga preferida, las
anfetaminas son todavía muy usadas y vendidas en el mercado negro.
La
cafeína es, también, un estimulante del sistema nervioso central. Es
ampliamente consumido en forma de café, té, chocolate y gaseosas. El café fue
llevado a Europa desde Arabia y Turquía, el té de la China y el cacao de
México. El uso moderado de estas sustancias puede aumentar la viveza, pero su
abuso puede producir excesiva tolerancia, dependencia física y obsesión.
El
tabaco. Es bien sabido que los primeros europeos que se familiarizaron
con el tabaco fueron Cristóbal Colón y los primeros conquistadores del nuevo
mundo. Se quedaron pasmados viendo a los indios inhalar el humo de rollitos
hechos con hojas secas de tabaco y el humo sacado de sus pipas. Los
conquistadores lo probaron y a muchos les gustó. Algunos marineros llevaron las
semillas de tabaco a Europa, Filipinas, Asia y África, y el fumar pronto se
extendió por todo el Viejo Mundo. A pesar de muchas leyes eclesiásticas y
civiles contra el tabaco, la costumbre de fumar se hizo normal en Europa a
comienzos del siglo XVII.
Desde
1972 se viene notando una moderada disminución anual en el consumo del tabaco
en Estados Unidos. El Ministerio de Salud, Educación y Bienestar, con todo,
descubrió que en 1979 el número de niñas que adquirían el vicio de fumar
superaba al de los muchachos. En la categoría de los 12 a los 18 años de edad,
por “primera vez en la historia del país, el número de mujeres fumadoras en un
grupo considerable, de hecho, es mayor que el de los hombres”. “Entre los de 17 y 18 años, sólo el 19% de
los muchachos fumaba contra el 26% de las niñas, y en el de los 12 a los 18
años, las niñas fumadoras sobrepasaban a los muchachos en la siguiente
proporción: un millón setecientos mil, ellas, frente a un millón seiscientos
mil, ellos”.
De
acuerdo con el informe anual de 1983 del jefe de la Oficina de Salud, Dr. C.
Everett COP, los fumadores diarios entre los estudiantes de High School
(equivalente, en parte, a nuestro bachillerato) bajaron de 29% en 1977 a 20% en
1981.
El
ingrediente psicoactivo del tabaco es la nicotina. Produce una extraña
combinación de efectos. Cuando el fumador necesita estimulación, el cigarrillo
se la da; cuando una persona es nerviosa el cigarrillo la puede relajar,
actuando como un tranquilizante. Fumar es en gran manera adictivo, como lo
pueden testimoniar todos los fumadores que intentan dejar el hábito. Quienes
intentan dejarlo experimentan síntomas muy desagradables.
Está
perfectamente comprobado que el fumar es dañino para la salud. Puede causar
cáncer pulmonar, enfisema, agravar las enfermedades del corazón y provocar
problemas respiratorios. Está comprobado que el tabaco perjudica también a los
no fumadores. Los filtros reducen la cantidad de veneno inhalado por el
fumador, pero el humo proveniente de la colilla contiene por lo menos el doble
de sustancia tóxica. Esta, como el humo exhalado por el fumador, debe ser
aspirada por los no fumadores en salones, automóviles, y trenes llenos de humo.
La Sociedad Norteamericana de Cáncer advertía: “Una cantidad creciente de datos
indica que fumar constituye un peligro también para la salud de los que no
fuman como para la de los fumadores, en particular en ambientes cerrados”. La
Compañía Estatal y Mutual de Seguros de Vida de Norteamérica estudió las
estadísticas del cien mil accionistas desde 1964 y “encontró que las tasas de
mortalidad entre los fumadores de todas las edades superaban el doble de los no
fumadores y por ciertas causas tales como el cáncer respiratorio, eran 15 veces
más altas”.
En
Estados Unidos el primer informe federal sobre el cigarrillo apareció en 1964.
Se trataba de un trabajo bien documentado de 1,200 páginas sobre los efectos
nocivos del tabaco. Dieciocho años más tarde, febrero 22 de 1982, el jefe de la
Oficina de Salud de los Estados Unidos, Dr. Everett COP, publicó un nuevo informe.
Declaró el cigarrillo como “el problema de salud más importante de nuestro
tiempo”.
De
acuerdo con dicho informe, fumar fue la causa principal del cáncer del pulmón,
al cual corresponde el 25% de todas las muertes de cáncer. El cigarrillo causa
cerca de 130,000 muertes por cáncer cada año. Es la mayor causa del cáncer de
pulmón, laringe, de la cavidad oral y del esófago. Es “factor que contribuye”
en los cánceres de vejiga, riñón y páncreas. Además del cáncer, el cigarrillo
causa enfermedades cardíacas. En Estados Unidos es la causa de cerca del 30% de
todas las muertes por enfermedades del corazón, cada año.
Sedantes
En
los sedantes se incluyen tranquilizantes (por ejemplo librium, valium)
barbitúricos, metacualona (cualudos), alcohol. Los antineuróticos o
tranquilizantes menores se usan para disminuir la ansiedad y la tensión.
Los
barbitúricos calman el insomnio y son sedantes. Cuando se abusa de
ellos, producen una borrachera muy semejante a la intoxicación con bebidas
alcohólicas. Los consumidores habituales se vuelven adictos y manifiestan todos
los síntomas del alcoholismo. La metacualona, llamada vulgarmente en los
Estados Unidos quaaludes, es la droga de moda en las discotecas. Es sedante e
hipnótica. En un comienzo produce euforia, que más tarde se convierte en una
perplejidad, apatía y alejamiento de la realidad, muy agudas. Su consumo ha
tomado recientemente en estados Unidos proporciones epidémicas.
Los
tranquilizantes menores, por otra parte, cuando se consumen con moderación no
crean el peligro de una grave adicción. Sin embargo, su uso frecuente puede
producir dependencia física y psicológica y síntomas similares a los de la
borrachera con bebidas alcohólicas.
El
alcohol clasificado de ordinario como depresivo, posee una serie de
efectos, según parece contradictorios. En un cóctel uno puede notar que la
gente, según los diversos grados de ingestión de alcohol, presenta diversas
reacciones. El alcohol puede deprimir o estimular, tranquilizar o excitar,
liberar de inhibiciones o producir somnolencia.
El
alcohol es parte de la vida moderna. Siete de diez americanos beben
regularmente. El número de los adolescentes que beben se está aumentando todos
los días. Por desgracia, muchos bebedores se vuelven adictos al alcohol y
desarrollan la enfermedad del alcoholismo. El Instituto Nacional para el Abuso
del Alcohol y el Alcoholismo: “calcula que existen en Norteamérica por encima
de 12 millones de adultos con problema de alcohol. Hay que añadir a éstos,
otros tres millones trescientos mil adolescentes entre 14 y 17 años con
problemas de alcohol. El abuso del alcohol se encuentra más extendido que el de
las drogas psicotrópicas”.
El
alcoholismo le cuesta a Estados Unidos cerca de 50 mil millones al año por
concepto de accidentes, cuentas médicas, cese de producción y otros gastos. La
mitad de las muertes por accidentes de tráfico, cerca de 25,000 por año, son
causadas por conductores borrachos. En los dos últimos años (1982-1983)
murieron más americanos a causa de conductores borrachos que los que murieron
en toda la guerra de Vietnam. Cerca de tres norteamericanos mueren y ochenta
quedan heridos por conductores borrachos, cada hora del día. Un cuarto de
millón de norteamericanos murió en la última década bajo las ruedas de los
conductores borrachos. La Administración Nacional de la Seguridad en el Tráfico
de Carreteras calcula que cerca del 10% de todos los conductores en las noches
de los fines de semana conducen embriagados. De no producirse una caída
drástica en el número de los conductores borrachos, uno de cada dos
norteamericanos será víctima de un conductor embriagado a lo largo de su vida.
El alcohol está implicado en una cuarta parte de los accidentes mortales y en
la mitad de todos los asesinatos que se cometen. Cerca de una quinta parte de todos
los divorcios está relacionada con el alcohol.
El
alcohol puede causar daños irreparables en el hígado hasta terminar en la
cirrosis. Puede causar enfermedades cardíacas y daños cerebrales. Si los
ingiere una mujer embarazada, puede afectar negativamente la salud y el normal
desarrollo del feto.
LSD
El
LSD (ácido lisérgico, dietilamida), la mescalina (derivado del peyote, una
especie de cactus), la psilocibina y fenciclidina o PCP llamado popularmente
polvo de ángel, pertenece a un grupo de drogas llamadas a veces alucinógenos y
psicodélicos (palabra griega que significa abrir la mente). Hablando con
propiedad, el LSD no produce alucinaciones, pero intensifica la percepción
sensorial de los objetos presentes. Los colores se perciben más saturados. Se
puede producir sinestesia, lo cual quiere decir que los sonidos pueden ser
“vistos” y los colores “oídos”. Los objetos percibidos adquieren gran
profundidad y claridad, los objetos ordinarios aparecen en forma
extraordinaria, hermosos y sugerentes, los objetos fijos parecen moverse, el
tiempo se para, las actividades mentales, las sensaciones y las emociones se
funden en un punto central del yo, “el viaje” con LSD trasciende el tiempo y el
espacio, es comparado a veces, con la experiencia mística que es indescriptible
en el lenguaje ordinario.
El
LSD fue descubierto por casualidad en 1943 por Albert Hofman de los
Laboratorios Sandoz, de Basilea, Suiza. El sintetizó un compuesto de ácido
lisérgico cuando ingirió desprevenidamente una pequeña porción del compuesto
que produjo al punto en él los extraños efectos del LSD. Este y sus similares
no son adictivos. Su consumo, con todo, puede causar graves desórdenes a la
personalidad ya que bajo los efectos de la droga el consumidor no puede actuar
en forma normal.
Marihuana
Marihuana es el nombre popular que se da a la
planta de cáñamo, científicamente llamada cannabis sativa. Las hojas y
las flores de esta planta se secan y luego se fuman o se toman al tiempo con
comidas o bebidas. Hachís es la resina seca, secretada por la planta de
marihuana. Contiene más canabinol, el elemento activo de la marihuana, que las
mismas hojas de la planta.
A
pesar de su prohibición legal, fumar marihuana se ha extendido ampliamente en
los Estados Unidos y en el mundo en general y el número de consumidores va en
aumento. El Instituto Nacional que se
ocupa del Abuso de las Drogas, de Estados Unidos calculaba que el 1983, 57
millones de norteamericanos habían fumado marihuana. Esto significa que el
31.3% de los mayores de 12 años la probaron. En 1982, el 64% de los adultos
entre 18 y 25 años fumaron alguna vez marihuana. Cuando en 1962 solamente el 4%
entre esa edad la fumó.
Los
efectos de la marihuana varían ampliamente de acuerdo con la cantidad que se
tome. Después de inhalar una chupada, la persona experimenta sensación de
bienestar y, en ocasiones de estar soñado.
Empieza
a hablar rápido en voz alta y tiene la sensación de estarse expresando con
mucha profundidad. Está convencido de que sus afirmaciones son muy agudas. En
un “marihuana party” abundan las risas y las burlas. Cuanto más marihuana fuma
una persona, su percepción del tiempo y la distancia puede llegar a
distorsionarse y su capacidad decisoria a debilitarse. Conducir automóvil bajo
el influjo de la marihuana puede con facilidad terminar en accidentes fatales.
Tomados en gran cantidad, la marihuana y el hachís pueden inducir un estado
semejante al de la intoxicación del alcohol y terminar en alucinaciones.
La
marihuana está prohibida. Con todo, el gran número de consumidores está
indicando su fácil acceso. Las ventas callejeras de marihuana, representan una
suma superior a los 25 millones de dólares al año en Estados Unidos.
Los
consumidores, los productores y los distribuidores de la planta, como es obvio,
tienen puesto su interés en quitar todas o al menos algunas de sus limitaciones
legales. Alegan que la marihuana es menos dañina para la salud que el tabaco o
el alcohol. Defensores y opositores de la hierba se refieren respectivamente a
estudios sobre su carácter inocuo o perjudicial, mientras continua la discusión
sobre la legislación. La Organización Nacional para la revisión de la
Legislación sobre la Marihuana, de Estados Unidos, se muestra muy activa a este
respecto.
Como
resultado de varios estudios se puede afirmar que la marihuana no es la droga
más peligrosa del mercado negro. Con todo, no es tan inocua como alegan sus
defensores. Existe consentimiento entre los expertos en el sentido de que la
marihuana distorsiona la percepción e impide las habilidades psicomotoras,
necesaria para mover máquinas y conducir vehículos. Además, hay peligros para
la salud bien conocidos, relacionados con su consumo.
El
Dr. Gabriel Nahas, anestesiólogo investigador de la Universidad de Columbia y
Consejero de la Naciones Unidas en asuntos de narcóticos, con su grupo
investigador, estableció que los derivados de la cannabis interfieren con la
formación regular de los ácidos y proteínas de las células; óvulos y
espermatozoides, lo mismo que los glóbulos blancos, tan necesarios para nuestro
sistema inmunológico, son también afectados negativamente. En los experimentos,
los canabinoides han destruido tales células en caldos de cultivo. La marihuana
puede producir abortos y malformaciones en los fetos, como lo han comprobado
experimentos hechos en ratas y monos. Debido a que la difusión de la marihuana
entre las mujeres es de reciente data, no contamos con el número de
generaciones requerido para probar con estadísticas que los mismos resultados
también se dan en seres humanos.
En
el Cercano Oriente y el África, donde la marihuana ha sido utilizada por más de
un siglo, las mujeres no estaban acostumbradas a usarla y por este motivo
tampoco contamos con datos de allí. Las pruebas con animales muestran, sin
embargo, que los canabinoides atraviesan la placenta y afectan al feto en
desarrollo. Ha sido comprobado que el THC, el agente psicoactivo de la
marihuana es liposoluble y que se acumula en los tejidos adiposos y en el
sistema nervioso del cuerpo. También se ha probado que la mitad de la marihuana
que se inhala en una chupada o “toque” es almacenada en el cuerpo una semana
después de fumarla. Los consumidores regulares de marihuana acumulan tal
cantidad de THC en el cuerpo que sigue actuando en forma constante en su
organismo. En este sentido es aún más perjudicial que el alcohol, ya que este
es soluble en el agua y es eliminado del organismo un día después de su
ingestión.
En
los últimos años un grupo de científicos y de investigadores en este campo,
llegaron a un acuerdo, a saber: que la marihuana no puede tenerse por inocua y
que algunas personas deben prescindir del todo de ella. Tales son: los
adolescentes, las mujeres embarazadas, personas aquejadas de males cardíacos y
pulmonares y los que tiene problemas emocionales.
El
26 de febrero de 1982 el Instituto de
medicina de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos dio a
conocer un exhaustivo informe de un prolongado estudio acerca de los efectos de
la marihuana sobre la salud.
El
informe dice que aunque todavía no hay datos confiables acerca del peligro que
impone la marihuana a la salud, a largo plazo, los datos científicos,
publicados
hasta entonces
indican que “la marihuana presenta un amplio espectro de efectos psicológicos y
biológicos, algunos de los cuales...son perjudiciales para la salud”. La
marihuana altera la percepción y la coordinación motora; disminuye la capacidad
de aprendizaje y debilita la memoria de lo reciente. Provoca apatía y menoscaba
el rendimiento escolar. Una de las consecuencias de la marihuana parece ser el
llamado “síndrome desmotivante”. Su uso exagerado puede producir bronquitis
crónica y cáncer de pulmón. “Nuestra mayor preocupación, dice el informe es que
lo poco que sabemos con seguridad acerca de los efectos de la marihuana sobre la
salud del hombre – y lo mucho que sospechamos – justifican una seria
preocupación nacional.”
Moralidad del consumo de drogas
Se
dan dos clases de problemas éticos relacionados con el consumo de drogas
psicotrópicas:
1.- La
responsabilidad individual en el consumo de estas drogas.
2.- La
responsabilidad de la sociedad civil en la regulación de su uso.
1. Las drogas
psicotrópicas y el individuo
La
moralidad del acto bueno consiste en su conformidad con la naturaleza humana.
De acuerdo con su naturaleza el hombre debe tener dominio de sus propios actos
y no puede descargar en los demás la responsabilidad por su propia vida. Debe
conservar su libertad de elección, base de la responsabilidad y la moralidad.
Además, el hombre tiene el deber de valerse de los medios ordinarios para
conservar su propia salud que le es necesaria para llevar una vida humana
normal.
Se
sigue de aquí que a la persona le está permitido servirse de las drogas en la
medida que la ayuden a su autocontrol.
Tomar una taza de té o de café que le ayude a estar despierto o tomar una
bebida que le quite la tensión y le mejore su seguridad, serían acciones acorde
con la naturaleza racional de la persona. Hay muchos objetos y sustancias de
que se sirve el hombre legítima y moralmente para obrar de acuerdo con su
naturaleza racional. No es correcto, sin embargo, consumir sustancias que le
hacen perder su dominio. Algunas sustancias tomadas con moderación pueden
ayudarle a su autocontrol. Su consumo excesivo o constante puede, sin embargo,
disminuir su habilidad para dominarse, y esto lo hace menos señor de sí mismo,
señorío que debe mantener para vivir de acuerdo a su naturaleza.
Drogadicción, alcoholismo
El
consumo frecuente de ciertas drogas crea dependencia física y psicológica, y
disminuye el autocontrol. Aun el café tomado en exceso puede crear dependencia.
En vez de ayudarle a la persona a estar despierta e independiente, puede
hacerla nerviosa y crearle una dependencia en una sustancia química sin la cual
ya no puede actuar. Tomar alcohol en exceso y emborracharse sólo en ocasiones
no causa tanto daño como una verdadera dependencia de sí mismo. Con todo, aun
casos individuales de embriaguez son actos indignos del ser humano. El borracho
pierde su capacidad para pensar racionalmente y para tomar una de las
decisiones más sencillas, necesarias para llevar una vida normal. Pocas
personas se embriagan de propósito. Sencillamente llegan allí por seguir
bebiendo. Al ser humano le compete planificar su vida. Cuando, más tarde, cae
en la cuenta de lo sucedido, tiene la obligación de tomar las medidas para
evitar que se repita.
Como
es bien sabido, el consumo del alcohol puede crear el hábito, una dependencia
de él y una inclinación ciega hacia él. El gran número de alcohólicos en Estado
unidos y en tantas parte del mundo está indicando la complejidad del problema.
No es el propósito aquí el sugerir remedios y formas de terapia a la
infortunada víctima del alcoholismo. Nos limitamos tan sólo a enseñar los
problemas morales relacionados con el alcoholismo.
Una
persona puede no ser responsable por hacerse adicta al alcohol. Sea o no
responsable por haberse convertido en un adicto al alcohol, una vez que se de
cuenta de su estado, tiene la obligación de hacer de su parte todo lo posible
para superar su hábito. Pero es triste reconocer que ciertos hábitos llegan a
ser tan poderosos que una persona pierde el autocontrol caso de todo y, a pesar
de sus buenos propósitos, encuentra simplemente que no puede resistir estar
buscando y tomando una sustancia específica como el alcohol o la heroína. Es
como si la persona perdiera su capacidad de elección. La obligación de una
persona en tales circunstancias es obvia: debe restablecer su autocontrol tan
pronto como le sea posible. Debe buscar ayuda para cumplir este deber, porque
en la mayoría de los casos no puede ganar la pelea sola. Por desgracia, algunas
personas pueden alcanzar tal grado de adicción que se vuelven incapaces de
pedir ayuda. La comunidad tiene que venir en auxilio de estos adictos.
Tranquilizantes
Veinte
millones de norteamericanos toman valium y librium con regularidad. En 1978
sólo de valium se despacharon 44 millones de fórmulas. Un 15% de la población
adulta toma valium como cosa normal. De acuerdo con las autoridades, “el
sobreuso de tranquilizantes se clasifica de segundo, después de alcohol, como
el problema de salud más grande del país” (Estados Unidos). Después de varios
meses de uso constante se desarrollan una dependencia y una adicción física. La
moral no puede aprobar el abuso de tranquilizantes. No resuelven los problemas
de la gente. Se limitan a hacerlo sentir a uno como zonzo en insensible. El
consumidor se priva de la autodeterminación consciente de su vida por escapar
del continuo hacia un estado de ánimo calmado y atontado. Es lícito recurrir a
los tranquilizantes para recuperar el autocontrol y así mejorar nuestro
rendimiento humano, no disminuirlo.
Fumar
Los
fumadores, aún los que lo hacen en exceso no pierden su capacidad para pensar
racionalmente o para tomar decisiones libres. Si les falta su ración diaria de
tabaco, se irritan y pierden el control pero con unas cuentas chupadas de
ordinario les vuelve la compostura. Desde el punto de vista racional, por lo
tanto, el fumar no hace inhumano a los fumadores. Quizá alguien podría alegar
que tanta dependencia del cigarrillo hasta el punto de no poder vivir sin el,
es algo degradante para el hombre.
El
problema moral del cigarrillo viene, por otra parte, de su peligro para la
salud. Es un deber moral conservar nuestra salud en la medida de lo posible y
evitar riesgos. Con todo, algunos fumadores alegan en su favor que el efecto
saludable de la relajación contrapesa el peligro de debilitar la salud.
Deliberada y libremente escogen poner en peligro su salud a cambio de los buenos
efectos de fumar. Esta elección, dicen ellos, se justifica moralmente.
Parecería que se esconden algunas fallas en este razonamiento. Las 1,200
páginas del informe del Jefe de la Oficina de Salud de los Estados Unidos, Dr.
Julio Richmond, publicado en 1964, y el informe publicado en 1982 del
Ministerio de Salud, Dr. C. Everett COP ofrecen una evidencia avasalladora
acerca de los peligros que acarrea el cigarrillo a la salud. El daño que causa
el cigarrillo a la salud no es simple especulación, es un hecho. Es cierto que
no todo fumador desarrolla un cáncer de pulmón o las otras enfermedades
mencionadas en los informes, pero correr un riesgo seguro no es una conducta
racional cuando las personas pueden evitarlo. Uno no se tira en medio del
tráfico con la esperanza de que no lo va a coger un vehículo.
Por
otra parte, los fumadores exponen a muchos riesgos a sus vecinos. La mujer
embarazada que fuma bloquea el oxígeno del feto. El niño puede nacer adicto a
la nicotina y sufrir el síndrome de abstención por varios meses. Es antiético
exponer a riesgos a los demás sean estos adultos o no nacidos aun. El propósito
de nuestra argumentación no es el intento de probar que los fumadores son
personas antiéticas, que de propósito se causan perjuicio a sí mismos y a los
demás. Nuestro intento es sólo mostrar que es difícil encontrar buenas razones
para fumar. Muchos fumadores, en especial aquellos que tratan de vencer su
adicción, admiten fácilmente que fumar constituye un mal hábito y que ellos se
encontrarán mejor sin el.
¿Por
qué, entonces, fuma tanta gente? ¿Es de veras tan deliberada la decisión, como
ellos afirman? De acuerdo con las estadísticas, el 75% de los 54 millones de
fumadores norteamericanos, adquirió el vicio antes de los veinte años. Muchos
ciertamente no deliberaron si debían o no fumar. Estaban sometidos al sutil
pero fuerte influjo de la publicidad de la industria del cigarrillo y bajo la
presión de otros fumadores, para empezar a fumar. Para la mayoría no se trató
de una elección del todo libre y deliberada. Una vez que se forma el hábito los
fumadores permanecen adictos a el, aunque quisieran liberarse del mismo. Desde
el punto de vista moral, la mayoría de los fumadores deberían juzgarse de
acuerdo con el grado de responsabilidad en empezar y conservar el hábito.
2. Consumo de
drogas y política de gobierno
La
sociedad civil tiene el deber de crear y mantener condiciones sociales
apacibles, en donde los ciudadanos puedan con facilidad llevar una vida
decente, sin verse expuestos a decepción y presiones indebidas para usar
sustancias dañinas. No es obligación de la sociedad civil educar a cada
ciudadano con respecto a la conducta moral. Tal deber compete en primer lugar a
la familia y a las asociaciones religiosas y a otras por el estilo. La sociedad,
con todo, tiene el deber y el derecho de regular la venta de venenos y
sustancias nocivas con el fin de proteger a sus miembros. Puesto que las
drogas, de que venimos hablando pueden ser muy peligrosas, se deduce que los
gobiernos tienen el derecho y el deber de controlarlas.
Este
argumento, como es bien sabido, llevó a la prohibición de las ventas y del
consumo del alcohol en los Estados Unidos de 1920 a 1933.
Existe
una evidencia impresionante sobre el hecho de que el alcohol, es por tanto, la
droga más peligrosa para la mente, usada en Estados Unidos, y en muchas partes
del mundo. Sin embargo, la ley 18 de 1920 fue rechazada en 1933 porque los 13
años de experiencia revelaron que la prohibición no fue efectiva. El alcohol
siguió siendo de fácil adquisición en el mercado negro.
El
alcohol clandestino, no controlado por autoridad alguna, contenía con
frecuencia sustancias tóxicas. Se pasó de vinos ligeros a licores fuertes, cuya
producción, transporte y venta demandaban menos espacio y corrían menos
peligro. Se desarrolló un mercado clandestino de alcohol y la tasa de
criminalidad marcó una escalada.
Existe
un principio válido en ética social según el cual una ley que no alcanza su
objetivo debe ser reemplazada por otra que si lo logre. El Gobierno debe velar
porque los ciudadanos se vean protegidos de manera más apropiada y práctica. La
prohibición del alcohol fue reemplazada por la ley que regulaba la producción y
venta de las bebidas alcohólicas. ¿Son efectivas estas leyes hoy en día? Parece
que la prohibición no funcionó. No deberíamos volver atrás a experimentarla de
nuevo. Existen soluciones legítimas y éticas y no habría porque prohibir tales
usos. Con todo, el excesivo consumo de bebidas alcohólicas debería ser
prohibido con medidas bien eficaces.
Los
anunciadores del alcohol no pueden sostener que es moralmente neutro promover
su consumo sin advertir en forma clara y adecuada que su exceso es en alta
escala, perjudicial. Con frecuencia, en programas y anuncios de TV se exalta el
beber, al menos, se presenta como un buen pasatiempo social. Este abuso debe
frenarse. Las latas de cerveza y las botellas de licor deberían llevar la
etiqueta en grandes caracteres que indicaran que su contenido es perjudicial
para la salud cuando se usan con frecuencia o en exceso. La impresión de que el
país (Estados Unidos) pasó de la prohibición del alcohol a una permisividad
casi ilimitada.
Aquí
no se intenta sugerir una legislación particular. Sin embargo, se debe
enfatizar que la sociedad civil tiene el deber moral de regular el consumo del
alcohol por medio de leyes prudentes y prácticas. El aumento constante del
número de víctimas del alcohol es una prueba de que la sociedad civil no está
cumpliendo su deber en esta materia.
En
Estados Unidos las leyes que regulan la publicidad y venta de cigarrillos son
más estrictas que las que se refieren al alcohol. Sin embargo, otros países han
aprobado leyes más estrictas aún que en los Estados Unidos, para proteger la
salud de los ciudadanos contra el uso del tabaco.
Aunque
el consumo de tabaco, per cápita, en Suecia, es sólo una tercera parte de lo
que se consume en los Estados Unidos, estos dos países aprobaron sendas
legislaciones en 1975 tendientes a levantar nuevas generaciones de no
fumadores. Las leyes proveen educación contra el cigarrillo, eliminan las
máquinas vendedoras de cigarrillos, piden alza anual de precios y la
prohibición de fumar en ciertos sitios públicos, la prohibición de venta de
tabaco a personas menores de 16 años; las mismas leyes tienden a que se declare
ilegal la publicidad del cigarrillo, y a que se eleven las pólizas de seguro a
los fumadores.
En
Estados Unidos, se está formando una controversia acerca de un número de leyes
que prohíben fumar en ciertos lugares y separar a los no fumadores de los no
fumadores. Los fumadores insisten en su derecho a fumar. Los no fumadores, por
su parte, enfatizan su derecho a no ser expuestos al humo del cigarrillo que,
según consta, es tan dañino como el acto de fumar. Uno tiene que ponerse de
parte de los no fumadores en esta disputa: no existe un derecho a causar daño a
los demás. En cuanto a lo de elevar las pólizas de seguro a los fumadores,
parece justo y equitativo que los no fumadores no se vean forzados a pagar por
una mayor incidencia de enfermedad entre los fumadores.
La
Organización Nacional para la Revisión de la Legislación sobre la Marihuana, de
los Estados Unidos, se está mostrando muy activa en buscar defensores de la
marihuana que respalden una cierta forma de legislación de la yerba. En vista
de la buena documentación sobre los nocivos efectos de la marihuana sobre el
ser humano, constituiría un desacierto legalizarla. Lo que hace falta es un
prudente ajuste de las leyes sobre la marihuana de tal forma que sean coactivas
y que protejan a los ciudadanos, en especial a la joven generación, de ser
inducidos al uso de esta peligrosa droga.
A
pesar de las estrictas leyes que prohíben la venta y el consumo de las llamadas
drogas heroicas, el número de los adictos no ha disminuido en los Estados Unidos.
Se calcula que el número de adictos sólo a la heroína anda por los 600 mil.
En
1982, un informe dirigido al gobernador del estado de Nueva York calculaba que
el número de adictos a la heroína en la ciudad de Nueva York había subido en un
50% con respecto a 1978. se da un adicto a la heroína por 40 residentes en la
ciudad. Los adictos pueden mantener su costoso hábito sólo volviéndose
criminales.
En
1982 el estudio de la Rand Corporation sobre el crimen cometido por adictos a
la heroína, encontró que los residentes en California arrojaban un promedio de
167 crímenes por año, en contraposición a 2.3 crímenes por año cometidos por
prisioneros que no eran adictos. Los Estados Unidos se han hecho tristemente
célebres porque allí el uso ilícito de la droga per cápita sobrepasa a la de
cualquier otra nación industrializada.
Es
triste que las autoridades no hayan sido capaces de impedir que el bien
organizado bajo mundo continúe su inescrupuloso y destructivo comercio. Parece
que por varias razones las leyes actuales contra las drogas no funcionan. Con
todo, la sociedad civil tiene la obligación de mirar porque se aprueben leyes
eficaces que protejan a los ciudadanos inocentes. La fuerza arrolladora, por
supuesto, que lleva a negociar ilícitamente con la droga es su alta
rentabilidad. El “precio de la calle” de los narcóticos es varias veces más
alto que el de su costo de producción.
La
Unión de Consumidores indicó que el mercado negro de la heroína sólo podía ser
abolido “eliminando la demanda”. Con el objeto de acabar con el mercado negro,
las nuevas leyes debieran asegurar que los drogadictos no adquirieran la droga
en el mercado negro, y que fuera asequible gratis bajo protección médica.
Ambos, la sociedad y los adictos, se sentirían mejor si los drogadictos
pudieran recibir la droga gratis o a bajo precio en forma legal. El proyecto
debería, por supuesto, incluir una vigorosa educación y programas para la
rehabilitación de los drogadictos.
Con
todo, este programa, aunque podría disminuir el problema de los adictos a la
heroína, no podría ser aplicado a los muchos millones de consumidores de otras
drogas ilícitas, que crean un enorme problema a la salud física, psicológica e
industrial de la nación (los Estados Unidos).
Los
ingleses trataron de eliminar o disminuir la adicción a la heroína,
prescribiéndola a los adictos confirmados. Aunque algunos promotores del
programa saludaron en un comienzo el experimento como exitoso. The Lancet, la
famosa revista médica inglesa, conceptuó que el sistema era un fracaso. El
número de adictos y de tráfico callejero ilegal había crecido.
Poner
al alcance la droga no resuelve el problema de la adicción y del abuso. Parece
que las autoridades van a tener que concentrarse en parar el flujo de drogas
prohibidas al país y fortalecer la coactividad de las leyes. Con todo, tal
coactividad se hace casi imposible cuando cerca del 30% de la población adulta
usa o ha usado las drogas ilícitas. No
se puede encerrar en la cárcel la tercera parte de la población. Si se añade el
abuso del alcohol, una droga permitida por la ley, al abuso de drogas ilícitas,
el asunto del abuso de la droga puede verse como una amenaza que se cierne
sobre la salud y la fibra moral de la nación. Sólo una mejor educación en los
valores morales de la salud, unida a una prudente coactividad de las leyes y a
la prohibición de dejar entrar a las costas del país, puede alejar una tragedia
nacional.
Preguntas para repaso y discusión
1.- Describa la diferencia entre las drogas
psicoterapéuticas y las psicotrópicas.
2.- ¿Puede la autoridad civil recluir a los
ciudadanos enfermos mentales?
3.- Describa las clases principales de drogas
psicotrópicas que se consumen con más frecuencia en su país.
4.- ¿Cómo se hace alcohólica una persona?
¿Cómo explica usted la adicción? ¿Está mal tomar alcohol?
5.- ¿Cuáles son los efectos de la marihuana?
¿Es malo fumarla?
6.- Si el cigarrillo es perjudicial para la
salud, ¿se podrá justificar moralmente fumar? ¿Cultivar o vender este producto
dañino?
7.- ¿Se justifica que las compañías
aseguradoras cobren un poco más caro las pólizas de seguro a los fumadores que
a los no fumadores?
8.- Exponga los principios éticos que regulan
el uso de las drogas psicotrópicas.
9.- Si el consumo de la marihuana no se puede
detener, ¿podría justificarse que la sociedad lo legalizara?
10.- ¿Qué medidas sugiere usted para controlar
el consumo de drogas nocivas?
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