CONCEPTO
La Patología y la Clínica son clásicamente consideradas en medicina como dos
disciplinas distintas y complementarias. La patología es la ciencia de la enfermedad (“especies
morbosas” según Galeno). La clínica es el estudio de la enfermedad que padece una persona concreta.
Entre ellas se ha establecido la misma diferencia
que entre el universal y el particular en la filosofía aristotélica. Sobre los universales cabe certeza y por lo
tanto “ciencia”, sobre los particulares cabe opinión, probabilidad. Aristóteles
consideraba que el tipo de saber propio de los particulares no puede ser el de
la ciencia, sino el de la “técnica”
y “prudencia”.
La toma de decisiones concretas nunca puede ser
estrictamente científica, pero debe hacerse técnica y prudentemente. Esto
caracteriza a la clínica y la diferencia de la patología, como a la moral
respecto de la ética. La medicina clínica no es una ciencia, sino un arte o técnica, que debe ejercerse con
saber y con prudencia, que es la virtud ética por
antonomasia. Por esto la clínica y la ética han estado siempre estrechamente
unidas.
Ambas tienen que tomar decisiones particulares, y
necesitan elevar a la categoría de método el análisis pormenorizado de los
casos concretos. Ese es el origen del “casuismo”,
tan frecuente en ética, en derecho y en medicina. La casuística ha sido y es el método
propio de la ética clínica.
EL CASUISMO ANTIGUO
Interpretaba la relación de la norma moral con el
caso concreto de acuerdo con el binomio aristotélico sustancia-accidente,
considerando la sustancia del acto como invariable y admitiendo como cambiantes
solo sus circunstancias.
El conocimiento de las circunstancias se consideraba
por definición siempre incompleto e imperfecto, por lo que la prudencia exigía
seguir la opinión de todos los hombres o al menos de los más sabios y
prudentes.
Esto es lo que se conoce
con el nombre de “probabilidad subjetiva”. Una opinión se consideraba
subjetivamente probable si la defendían autoridades respetables por su saber y
virtud. Los criterios de prudencia tenían carácter subjetivo o de autoridad. A
partir del s. XVII con el nacimiento de la teoría matemática de las
probabilidades, nació el concepto de “probabilidad
objetiva”. Con él se inicio el proceso de transformación de la
antigua teoría de la deliberación moral.
EL
MODERNO CASUISMO
En nuestros días se ha
puesto a punto la llamada teoría matemática de la decisión racional. La moderna
teoría de la probabilidad está en la base del llamado “análisis decisional”. Parte
del principio de que no se requiere la certeza para decidir de un modo
racional.
Una decisión racional es
aquella que optimiza el resultado aún en condiciones de incertidumbre.
El problema del análisis
decisional clásico es que no tenía en cuenta más que las consecuencias de los
hechos, no los valores. Partía del cálculo de la utilidad esperada de cada
alternativa existente, y a la vista de todas ellas calculaba cual era la
optima. Sin embargo lo que uno puede considerar óptimo, a otro puede no
parecérselo; además de los hechos y las consecuencias, parece necesario tener
en cuenta los valores, las opiniones y deseos de las personas. A la ponderación
estadística de los diferentes cursos de acción subjetivos, hay que añadir la
ponderación (también puede ser estadística) de los diferentes valores de las
personas implicadas en el caso. La decisión en consecuencia, tiene que
maximizar no solo la “utilidad objetiva” del hecho, sino también su “utilidad
subjetiva”.
PROCEDIMIENTOS DE DECISIÓN EN
ÉTICA CLÍNICA
Se utilizan desde hace
años los árboles de decisión, aunque de forma simplificada, sin efectuar un cálculo
detallado de probabilidades.
El modelo que por su
simplicidad ha gozado de mayor aceptación es el propuesto por David Thomasma. Es
una sencilla lista que permite evaluar tanto los hechos como los valores
presentes en el caso y decidir a la
vista de todos ellos.
Otro método es el principialista. Se recurre aquí al
lenguaje de los “principios” y de las “consecuencias”. Se determinan algunos
principios elementales con los que se analizan los casos concretos, merituando
las consecuencias que se seguirán en cada caso particular de la aplicación de
esos principios, siendo el método que se considera más adecuado para la toma de
decisiones éticas en la clínica médica.
Fueron Beauchamp y Childress quienes, en 1979,
llevaron el enfoque principialista al ámbito de la medicina.
-
Principio de Beneficencia: procurar el bien del paciente en las
intervenciones biomédicas, y, más genéricamente y más allá de la clínica
médica, el de la sociedad toda
-
Principio de No-maleficencia: obliga a no dañar al paciente, respetando
su integridad psicofísica. Beauchamp y Childress lo distinguieron del anterior,
señalando que todos nos consideramos más obligados a no hacer el mal a otros
que a hacerles el bien, habiendo muchas ocasiones, sobre todo en medicina, en que se puede estar obligado a no hacer mal
a los demás, aunque no a hacerles bien.
-
Principio de Autonomía: todo ser humano debe ser considerado y
respetado como un agente moral autónomo, ordenando el respeto a la dignidad y a
la autodeterminación de las personas, debiendo acatarse la decisión del
paciente competente adecuadamente informado, cuya libertad no puede ser
coartada; también preceptúa la protección de todas aquellas personas cuya capacidad
de autodeterminación no es completa o se encuentra restringida.
-
Principio de Justicia: prestar al paciente el tratamiento convenido y en
las condiciones acordadas, salvo razones médicas justificadas que aconsejen
variar el plan terapéutico establecido, lo cual, además de ser jurídicamente
licito, bióticamente importa una excepción a la regla del consentimiento
informado.
Distinguen dos tipos de
deberes, que llamaron prima facie duties
y actual duties. Los cuatro principios de la bioética fueron considerados
obligaciones prima facie, cuyo
cumplimiento era moralmente obligatorio, siempre y cuando no entraran en
conflicto entre sí.
En caso de conflicto, había
que conceder prioridad a uno sobre los demás; sin embargo los autores no decían
cuales eran los criterios para jerarquizar los principios en caso de conflicto
entre ellos. Cabe deducir que el criterio de priorización eran las consecuencias.
La No-maleficencia y la
Justicia son principios distintos y de rango superior a los de Autonomía y
Beneficencia. Los dos primeros obligan a todos los seres humanos por igual, con
independencia de la opinión y la voluntad de las personas implicadas. Los otros
dos dejan de ser morales cuando son exigidos coactivamente. Unos se rigen por
el principio ético de la universalización y otros por el de particularización. En
el primero, todos los hombres debemos ser considerados como moral y legalmente
iguales, y en el segundo como moralmente distintos. El primer nivel debe ser
considerado como constituyente de la ética civil o ética de mínimos, y el
segundo el propio de la ética privada o de máximos. Unos son los deberes que
tenemos para con los demás y no para con nosotros mismos, y otros los que
tenemos parea con nosotros mismos y no para con los demás. Siempre podemos y
debemos exigirnos más a nosotros mismos que a los otros seres humanos. Los
deberes para con los demás o del primer nivel han de ser el origen de las
llamadas “virtudes públicas”, y los deberes para con uno mismo o de segundo
nivel, de las “virtudes privadas”.
ETICA CLINICA Y ETICA DE LA
VIRTUD
La moderna ética clínica
acaba conectando con la ética de la virtud. La ética clásica no trata tanto de
hechos o actos, cuanto de hábitos o actitudes. San Agustín decía: quien tenga
una actitud de amor la expresara en todos
sus actos concretos. Los actos no son lo importante, sino los hábitos o
actitudes, el carácter moral.
Este fue el sentido de
toda la ética médica clásica. Su problema central fue el de las actitudes o
cualidades de carácter que ha de tener el buen médico.
Las dos características
típicas de la ética médica clásica es el de ser una ética de la virtud y la
felicidad más que del deber, y el considerar al enfermo como incapaz o
incompetente moral, y por tanto tratarle de modo paternalista. La ética clínica
actual se caracteriza por ocuparse más por la toma de decisiones correctas que
por los hábitos y por estar más centrada en el concepto de deber que en el de
felicidad.
Para ser un buen médico se
considera imprescindible:
- Tener ciertos
conocimientos. Es lo más fácil de trasmitir al alumno y quizás lo menos
importante.
- Debe poseer ciertas
habilidades. Son más difíciles que trasmitir que los conocimientos.
- Debe tener ciertas
actitudes, cualidades de carácter y un sistema de valores. Es el estrato más
profundo de la medicina y que resulta más difícil de trasmitir y educar.
Solo con actitudes
positivas no tenemos un buen médico. Además de actitudes, ha de tener
conocimientos y habilidades.
Drane, un bioeticista
norteamericano distingue en el medico seis dimensiones:
- Dimensión medica, propia
de los actos diagnósticos y terapéuticos, a la que corresponde la virtud de la
benevolencia.
- Dimensión espiritual,
comunicación verbal entre el médico y el paciente, a la que corresponde la
virtud de la veracidad.
- Dimensión volitiva, toma
de decisiones por parte del médico y el paciente, a la que corresponde la
virtud del respeto.
- Dimensión afectiva:
sentimientos respectivos del médico y el paciente, a la que corresponde la
virtud de la amistad.
- Dimensión social:
relación médico-enfermo como acto social y publico, a la que corresponde la
virtud de la justicia.
- Dimensión religiosa: el
médico en ciertas circunstancias toma el papel del sacerdote, a la que
corresponde la virtud de la religiosidad.
El buen médico se distingue
del malo, dice Drane, en que posee estas virtudes y sabe ponerlas en obras en
su relación con el paciente.
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