martes, 29 de julio de 2014

LA ÉTICA MATRIMONIAL


1.      Dimensión amorosa y procreadora

La sexualidad humana cuando se vive dentro de la vida matrimonial, encierra una doble dimensión: unitiva y procreadora. La entrega corporal es el símbolo y la manifestación de un amor exclusivo que se abre y se encarna en la procreación, l
a que a su vez requiere de un clima de cariño indispensable para la educación posterior.
Existe además una doble obligación ética en el matrimonio: la de amarse con un amor fiel y único y la de quedar abiertos al hijo como prolongación del propio amor.
La procreación era el fin primario del matrimonio, sin embargo, desde el pensamiento agustiniano hasta la aceptación de la paternidad responsable por el Vaticano II, la dimensión de la fecundidad ha ido perdiendo primacía. Pero en medio de este desarrollo doctrinal, se ha mantenido siempre una misma exigencia: la de no impedir la posible fecundidad con métodos artificiales. Aquí radica el criterio básico sobre el que se ha construido la ética matrimonial.

2.      La doctrina actual de la Iglesia

El planteamiento de la Humanae vitae ha venido a confirmar la superación de la enseñanza clásica sobre los fines del matrimonio. No aparece por ninguna parte la terminología de “fin primario” y “fin secundario”. En su análisis sobre la naturaleza del amor conyugal dice: “El matrimonio... es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad sus designios de amor. Los esposos mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas”.
El nuevo Código de Derecho Canónico parece confirmar esta misma orientación: “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados”.

3.      La nueva situación sociológica

Hoy nos encontramos en un entorno donde el problema de la regulación de nacimientos se plantea como una urgencia y unas características que no se dieron en épocas anteriores, por dos motivos fundamentales.
Primero porque el crecimiento demográfico no había constituido un motivo de preocupación. Este se debe a una disminución de la mortalidad infantil y a un desarrollo progresivo del índice medio de vida más que a una mayor fecundidad.
Tanto el Concilio como los últimos Papas han señalado que una honesta regulación de la paternidad ha de tener en cuenta el problema del incremento demográfico.
Asimismo se plantean dificultades dentro de la familia por una serie de factores. El destino de la mujer no puede reducirse solo a traer hijos al mundo  como única tarea en la sociedad actual; por muy digna que sea esta función hoy siente otras urgencias y obligaciones. Además la educación de un número elevado de hijos exige en estos tiempos un respaldo económico no exento de sacrificios y preocupaciones, si se les quiere ofrecer posibilidades para el futuro.

Segundo, el relieve otorgado a la dimensión unitiva de la sexualidad ha llevado a plantearse una nueva jerarquización de los valores matrimoniales. Ello supone una seria dificultad frente a la normativa de la Iglesia que prohíbe el uso de métodos anticonceptivos. Muchas parejas no ven porqué tienen que sacrificar la expresión de su cariño para la regulación eficaz de su fecundidad.

4.      Los documentos más recientes de la Iglesia

En la primera mitad del siglo XX , la jerarquía eclesiástica publica varios documentos sobre anticoncepción; la intervención más definitiva llegaría con la Casti connubi de Pío XI.  La enérgica postura de Pío XI buscó una confirmación sin ambigüedades de la doctrina tradicional. La encíclica será un pequeño tratado sobre ella matrimonio, cuya santidad, decía el Papa estaba en peligro por los múltiples errores que comenzaban a extenderse entre los fieles. Sobre la anticoncepción, no se había dado en la historia una condena tan firme.
Pío XII más adelante, reafirmó con fuerza su permanencia definitiva: “Esta prescripción sigue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y tal será mañana y siempre, porque no es un simple precepto de derecho sino la expresión de una ley que es natural y divina”.

5.      Tendencias innovadoras

Estas intervenciones no cerraron por completo las nuevas tendencias innovadoras. Así en las vísperas finales del Concilio, cuando se iban a tratar los temas referentes al matrimonio, existía una situación compleja y delicada. Las nuevas perspectivas habían aportado datos de interés para una elaboración ética, pero tampoco era factible un cambio tan significativo sin un análisis profundo y serio de todos sus aspectos.
Los redactores de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy eran conscientes de que no podían prejuzgar en nada las futuras decisiones sobre los métodos de control y se mantuvieron en una postura neutral; pero se añadieron una líneas sobre la obediencia al magisterio: “en la regulación de la procreación no les está permitido a los hijos de la Iglesia, en virtud de estos principios, ir por aquellos caminos que el Magisterio, al aplicar la ley divina no aprueba”.
La Iglesia no podía cambiar una doctrina que había enseñado por tanto tiempo y en un campo de tan extraordinaria importancia pastoral.

6.      Los documentos de la Comisión Pontificia

La publicación de los documentos secretos elaborados por la Comisión pontificia aumentó aún más esta apertura ideológica. Sin embargo no pudo conseguirse una plena unanimidad. Se sabe que un reducido grupo de cuatro tecnólogos se opuso con tenacidad al cambio que aceptaba la mayoría. En una tradición que se ha mantenido de manera tan constante y firme no cabe la posibilidad de error. De tal forma se ha comprometido en su defensa que, si ahora se descubriera su equivocación, la confianza de los fieles caería por tierra, con el consiguiente desprestigio de su magisterio en el campo de la moral. Decía el documento que recopilaba su postura:

La Iglesia no puede cambiar esta respuesta, porque esta respuesta es verdadera. Es verdadera porque la Iglesia católica, fundada por Cristo para mostrar a los hombres el camino seguro de la vida eterna, no ha podido equivocarse tan lamentablemente durante todos los siglos de su historia.”

Como respuesta a este escrito se elabora otro que firmarán los restantes en el que se matiza el sentido que ha tenido la doctrina de la Iglesia y se intenta responder a las dificultades expuestas por el grupo anterior.
A finales de junio, quedará aprobado por mayoría (consejo supremo de cardenales y obispos) el Esquema del documento sobre paternidad responsable, que habría de presentarse al Papa.
Unas conclusiones prácticas tan diferentes de las mantenidas con anterioridad, entraban para los autores del documento dentro de la evolución constante y progresiva del magisterio. Sin embargo, Pablo Vi no llegaría a considerarlas como definitivas, “entre otros motivos porque  en el seno de la comisión no se había alcanzado una plena concordancia de juicios acerca de las normas morales a proponer y sobre todo porque habían aflorado algunos criterios de soluciones que se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesto por el magisterio en la Iglesia con constante firmeza”.

7.      Publicación de la Humanae vitae

La Humanae vitae vino a confirmar la doctrina de siempre, sin dejar espacio alguno a las nuevas perspectivas que se estaban planteando. La encíclica recoge las nuevas aportaciones del Vaticano II sobre el matrimonio. Pretendía fundamentalmente responder a un interrogante básico que se había creado en la conciencia de muchos cristianos: ¿No sería indicado repensar las normas éticas hasta ahora vigentes sobre todo si se considera que las mismas no pueden observarse sin sacrificios, algunas veces heroicos?.
De nuevo recuerda: “cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”, por tanto hay que excluir no solo el aborto, sino “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación”. El rechazo de los métodos anticonceptivos se  repite con absoluta claridad.
El problema de fondo radica en la justificación filosófica de porqué “cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”. “Esta doctrina está fundada en la inseparable conexión, que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el unitivo y el procreador”. El último y definitivo argumento parece encontrase en la obligación que existe de respetar las leyes y los ritmos naturales, como reveladores de la voluntad de Dios. Algunos no comprenden porqué no puede cerrarse voluntariamente el acto a la procreación cuando existen graves y serias razones. Aun aceptando como ideal el respeto a la naturaleza, la intervención responsable del hombre para conseguir un bien no aparece en principio como rechazable.. este planteamiento resulta convincente para algunos pero para otros no es válido ni filosóficamente aceptable.

8.      Los planteamientos del Sínodo sobre la familia

En el Sínodo sobre la familia se volvieron a plantear estas mismas dificultades. Muchas personas, frecuentemente buenas, concienzudas, fieles a la Iglesia, no pueden aceptar que el uso de métodos anticonceptivos artificiales sea en todas circunstancias intrínsecamente maslo.
La enseñanza ética de la Iglesia tiene que partir de una argumentación razonable. De ahí que para muchos este es el núcleo de la presente crisis eclesiológica: creen que el fundamento racional de la enseñanza de la Iglesia no es convincente”.  Por eso después que los expertos trataran de explicar los argumentos filosóficos y antropológicos de esta doctrina, alguno manifestó: las intervenciones parecen descansar sobre una intuición muy iluminadora para quienes la tienen pero no muy convincente para los que no tienen acceso a ella y que con sinceridad están deseosos de comprender. Muchas personas no llegan a encontrar en el texto de la encíclica unas razones adecuadas.
La llamada del Papa se hace comprensible: “por eso junto con los padres del Sínodo siento el deber de dirigir una invitación a los teólogos a fin de que uniendo sus fuerzas a colaborar con el magisterio jerárquico se comprometan a iluminar mejor los fundamentos bíblicos, las motivaciones éticas y las razones personalistas de esta doctrina. Todos los que se sienten fieles al magisterio estamos dispuestos a colaborar y no sería difícil encontrar esos fundamentos y motivaciones para defender “el amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y abierto a la vida”.

9.      Carácter profético de la encíclica

Proteger el simbolismo humano de la sexualidad, que se rebaja con la utilización egoísta e indiscriminada de las técnicas anticonceptivas. Habría que plantearse si el recurrir a estos métodos sirve APRA una experiencia más profunda de amor o terminan en una banalización e insignificancia del acto.
Es una salvaguarda contra las campañas impuestas y obligatorias, que invaden la intimidad de las parejas en la mayoría de países subdesarrollados la encíclica se recibió  como una defensa frente al imperialismo de aquellas naciones para las cuales resultaba más rentable una implantación del control que una promoción al desarrollo.. un problema familiar que se convierte en político cuando la ayuda económica está condicionada a problemas de anticoncepción, esterilización y aborto provocado.
Habría que señalar su carácter ecológico. Como respeto a la naturaleza humana. Como en muchos otros campos del organismo lo ideal sería no intervenir para nada en los procesos biológicos. Para muchas parejas los métodos naturales ha servido para una honesta regulación de la fecundidad y para la riqueza amorosa del propio encuentro.
La preocupación ecológica que lleva a respetar los ciclos y mecanismos complejos de la naturaleza debería aplicarse en este campo. No es extraño que hoy exista una campaña al margen de las motivaciones éticas o religiosas para explicar y defender el valor de estos métodos.

10.  La fundamentación teológica

El apuntar las dificultades no es con el deseo de obstaculizar la aceptación de la encíclica. Es una pronblema real que muchas personas sinceras y comprometidas con la Iglesia experimentan aunque a otras no les interese lo que enseñe el magisterio. A pesar de una honda reflexión no llegan a quedar convencidas de su fundamento.
Ninguna de las muchas conferencias episcopales que explicaron el alcance y contenido de la encíclica puso en duda la obligación de recibir y aceptar esta doctrina tal y como la enseña la Iglesia. Existe excesiva desafección hacia el magisterio en la conciencia de muchos fieles que impide una seria reflexión antes de tomar otras decisiones.
El Catecismo Católica para adultos II presenta el problema con realismo y sinceridad; reafirma el punto básico de la declaración que hicieron al publicarse la encíclica: “Puesto que el Papa ha hablado después de examinar durante largo tiempo las cuestiones surgidas. Todo católico, aunque se haya formado otra opinión, se encuentra ante las exigencias  de aceptar esta doctrina”. Pero admiten al mismo tiempo que “hay parejas que no pueden reconocer aquí un camino practicable para ellos. Los cónyuges que llegan a la firme convicción de que en si situación personal no pueden seguir la doctrina de la Iglesia sobre la regulación de nacimientos, se acogen a su responsable juicio de conciencia”.

11.  Ayuda a los mecanismos de la naturaleza

Dentro de la más estricta fidelidad al magisterio de la Iglesia, no hay que excluir la interpretación que puede darse a su doctrina en el ámbito concreto de la casuística. El acto puede quedar privado de su aspecto procreador para ayudar a la naturaleza en sus leyes biológicas fundamentales o cuando la esterilidad no sea directamente pretendida como fin o como medio. Es lo que la encíclica había designado como “el uso de medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo”.  Por ejemplo el uso de pastillas anovulatorias para el tratamiento de disfunciones femeninas; para ajustar el ciclo femenino en ciertas irregularidades que dificultan la seguridad de la abstinencia periódica.

12.  Esterilización indirecta

Son muchos los que admiten cualquier anticonceptivo cundo se busca defender el derecho de la persona a evitar el embarazo como consecuencia de una relación injusta. Excluir la procreación no es una acción ilícita cuando tal acto no se quiere ni se debe realizar, pues la persona tiene derecho a impedir las consecuencias graves de un gesto que se le impone por la fuerza y en contra de su voluntad. Semejante situación podría darse dentro del matrimonio. Sería la defensa contra una maternidad involuntaria en indebida.
Otro caso discutido ampliamente es el de la histerectomía para evitar graves consecuencias de una gestación después de varias cesáreas. La solución positiva es aceptable para muchos y tampoco habría dificultad en hacer una ligadura de trompas  o en utilizar cualquier anticonceptivo que traería quizás menores inconvenientes que la operación.

13.  Interpretación personalista de la terapia

El mismo concepto de remedio terapéutico necesitaría una interpretación de signo personalista.  La salud no se reduce a la curación de una determinada patología orgánica sino que ha de buscar el bien de la persona en todas sus dimensiones. Hoy son muchos los que aceptan que el bien de la persona no hay que situarlo sólo en la integridad del organismo sino que debe ampliarse al enriquecimiento producido por otros valores espirituales. Por ejemplo en el caso de los transplantes de órganos, la mutilación del donante queda justificada por el gesto de solidaridad que lo dignifica como persona.
La clase de cura, cuando fuese necesaria, que busque el bien totalizante de la persona debería considerarse como una terapia auténtica. Si se permite el uso de anovulatorios para curar una erupciñon cutánea, a amucha gente se le hace incomprensible que no se pueda tolerar cuando está en peligro el amor de los cónyuges o la vida de la madre por citar casos extremos.
¿Por qué se admiten para superar una pequeña molestia y no para impedir una tragedia mayor?

14. Situaciones conflictivas

Son bastantes las parejas que pueden verse enfrentadas a un conflicto de valores dentro de su vida conyugal.  Desean cumplir la voluntad de Dios pero no saben como actuar cuando se sientes incapacitados para cumplir con todas las exigencias que se les demandan el comportamiento tendrá que tener en cuenta la objetividad de todos los valores; pero cuando no pueda cumplirse con todos, se deberá elegir uno de ellos el mas importante y preferente. Dicha elección no debería nacer del gusto, interés o capricho personal sino que requiere la existencia de un motivo adecuado que la oriente y determine hacia el mayor bien posible.
En el tema de la regulación, algunos obispos franceses dicen: “La contracepción nunca puede ser un bien. Siempre es un desorden, pero este desorden no siempre es culpable. Se da el caso de que los esposos se encuentran ante un verdadero conflicto de deberes.”
No se trata de que un fin bueno justifique los medios intrínsecamente malos, nunca ha sido “la enseñanza constante de la moral” e iría contra la afirmación de la encíclica: “no es lícito, ni aun por razones gravísimas hacer el mal para conseguir el bien”. En otras palabras, si la anticoncepción es un grave desorden, ¿cómo puede ser empleada en algunas ocasiones sin que constituya un pecado mortal?.

16. La opción por el valor preferente

Si existe por tanto la obligación de no tener mas hijos; si la manifestación del cariño a través de la entrega corporal parece necesaria o conveniente en orden a conseguir una comunión más profunda y evitar la crisis de una convivencia que se desmorona; si la abstinencia provocara en tales circunstancias otra serie de males, no cabe otra salida que el empleo de anticonceptivos, cuyo uso el Papa nos recuerda que en un mal. Nos encontramos ante una triple exigencia incompatible pues ninguna de ellas respeta los valores que deberían salvaguardarse: la paternidad responsable, el cariño conyugal y la doctrina Pontificia Buscar cualquiera de ellos llevaría al incumplimiento de alguno de los restantes. Entre las diversas posibilidades negativas ha escogido aquella que considera mejor, buscando el mayor bien posible. Esto no significa que el mayor bien posible tenga que ser siempre el uso de anticonceptivos. No será difícil que algunos quieran encontrar una justificación al egoísmo personal optando por, lo mas cómodo.

17. El problema de la esterilización

Cualquier  método anticonceptivo supone siempre una esterilización aunque limitada a un espacio mas o menos reducido de tiempo. Sin embargo, la vasectomía o la ligadura de trompas implican un rechazo de la procreación de forma definitiva. La doctrina tradicional la excluía como camino para la regulación de la natalidad o por motivaciones eugenésicas, y sólo la aceptaba como remedio terapéutico para la curación de alguna anomalía.
Bastantes autores sin embargo no se oponen a su licitud, en la hipótesis apuntada de un conflicto de valores, siempre y cuando se tuviera el convencimiento de que esta opción iba a ser a futuro el mal menor en cualquier circunstancia.
Su aplicación se plantea en el caso de los deficientes mentales, cuando no tienen capacidad de defenderse de persona desaprensivas que se aprovechan de su condición o ellos mismos con una sexualidad incontrolada no son responsables de las consecuencias que puedan derivarse de su acción. No están preparados para fundar un hogar ni para mantener o educar a los hijos que deberán ser acogidos por la familia o otras personas.

18. Las intervenciones de Juan Pablo II

Para nadie es secreto que Juan Pablo II ha ido repitiendo por todas partes, en forma constante, la validez y vigencia de la doctrina tradicional sobre este punto: la objetiva inmoralidad de los métodos artificiales para regular los nacimientos. En todo su magisterio, la condena ha sido explícita y reiterada sin ninguna duda o vacilación. La encíclica Veritatis splendor, al condenar una ética teleológica ( que descubre la moralidad de una acción teniendo en cuenta su naturaleza y las circunstancias o consecuencias que la acompañan) supondría también la condena de esta misma orientación.
La doctrina oficial de la Iglesia, confirmada por la Humanae vitae y por el magisterio posterior, enseña la malicia objetiva e intrínseca de la anticoncepción. Aceptar este carácter impide que pueda catalogarse como buena en cualquier circunstancia y por muy digno que sea el fin pretendido. Cuando se habla de conflicto de valores nadie pretende justificar esa acción, que sigue constituyendo un verdadero mal. 

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