lunes, 28 de julio de 2014

LA APERTURA DE LA PERSONA A LOS DEMÁS


A los 15 o 16 anos, junto con el descubrimiento de las riquezas del propio Yo, empieza una etapa de interés por todo el mundo circundante.

La vida en esa edad de iniciación a la juventud no es solo la familia y el colegio; se descubre la importancia de las ideas, de la política, surge la preocupación por todos los problemas sociales. El mundo se abre a situaciones más amplias de la existencia humana.

La existencia humana no es un puro biologismo, ni concluye en el simple conocimiento de la realidad, sino que todo el actuar del hombre esta en relación a los valores morales. Por eso, los juicios éticos no solo abarcan la vida individual, sino que alcanzan al mundo de las ideas y de las actividades políticas y sociales.

La ética individual y la moral social tratan de armonizar las dos dimensiones del hombre: su dignidad de persona-individuo y su carácter social.

Todos los aspectos de la vida deben ser iluminados por la Ética. La moral orienta la vida personal y la sociedad, de forma que ambas sean dignas de la existencia del hombre. Esta es la cima de la Ética: la moralidad de la persona individual y crear condiciones de vida que hagan posible y fomenten la moralidad en todos los campos de la vida publica.

La dimensión social de la persona

La cultura de todos los tiempos ha destacado la sociabilidad como nota característica y diferenciadora de la persona.

Aristóteles, que definió al hombre como un “animal racional”, también alcanzo a determinarle como un “animal político”. El filósofo griego define al hombre como el ser que vive en sociedad.

A partir de Aristóteles, la filosofía ha acentuado la dimensión social del hombre como un elemento que brota de su misma esencia. Heidegger lo definió como “un ser que vive con otros”. Martin Buber pone de relieve el “aspecto dialogal” como elemento constitutivo del ser humano.

Entre los filósofos españoles contemporáneos, Zubiri destaca el aspecto social de la persona, hasta el punto de inventar el neologismo de “realidad sintáctica”, como nota característica que indica la riqueza insondable de la persona humana.

La razón de la sociabilidad del hombre ha de buscarse en el espíritu, como elemento especifico de la persona frente al animal. El espíritu no es una categoría religiosa, sino una realidad aceptada por todas las ideologías.

Una de las propiedades del espíritu es la capacidad de autocomunicarse. El espíritu no puede cerrarse sobre si mismo, sino que busca la alteridad, la comunicación. Al encontrarse consigo mismo siente la imperiosa necesidad de comunicar la riqueza que descubre en lo mas intimo de su ser.
Esta autocomunicación es una exigencia a compartir su propia riqueza y al mismo tiempo, expresa la necesidad de enriquecerse con las aportaciones de los demás.

La “sociabilidad” le viene al hombre no de fuera, sino desde si mismo

La persona es un ser social por naturaleza. El hombre es esencialmente un ser social.

Es constatación personal inmediata que lo que percibimos directamente es nuestro propio Yo; pero esa percepción subjetiva de la intimidad del Yo, no seria posible si no existiera la referencia en un Tu. La propia experiencia personal incluye la correlación social entre el Yo y el Tú, entre el Nosotros y el Vosotros. Lo social es como la “otra cara del Yo”. Personalismo y alteridad son como anverso y reverso del mismo Yo. Personalismo y sociabilidad deben entenderse como elementos esenciales y complementarios de la propia persona.

Zubiri define como personeidad ese ángulo de visión que alcanza a integrar al hombre en cuanto individuo y alteridad o comunicación. El concepto de “persona” puede adulterarse hasta caer en su egoísmo individualista. Por el contrario, la “personeidad” logra integrar en la propia intimidad esa otra dimensión social, como elemento esencialmente constitutivo de la persona.

La “personeidad” no diluye al individuo en la masa, sino que enriquece la noción de hombre con la sociabilidad. Esa dimensión social, como constitutiva del ser mismo del hombre, no le difumina. No masifica al individuo, sino que lo destaca como una persona que aporta y recibe, comunica y se enriquece por medio de la comunicación con los demás hombres.

“Esta concepción del hombre debe ser una ayuda para valorar a “los  otros”, a los demás hombres. En esta perspectiva no se entiende por que Sastre haya afirmado “el infierno son los otros”.

En una sana antropología, “los otros” cabe que sean el infierno, porque pueden constituir una amenaza para el “Yo”. Además es evidente que “los  otros” limitan la libertad, pero son también la posibilidad del que el Yo pueda realizarse como hombre, porque le permiten la comunicación. Los “otros” son conversación enriquecedora, amistad agradable, ayuda necesaria, amor comunicativo, etc.

Sastre describe a “los otros” como una amenaza, pero la verdadera sociabilidad del hombre más que una amenaza debe convertirse en comunión creadora.

Pruebas de la sociabilidad natural del hombre

Las pruebas que demuestran que el hombre es social por naturaleza se basan en múltiples hechos.

1.            El primer argumento parte de la necesidad radical en que el hombre se encuentra respecto a los demás. El hombre recibe una numerosa información de sus antepasados. Los demás hombres le han trasmitido una cultura y unas formas de vida que debe asumir si quiere vivir como hombre y no solo subsistir como animal. Como escribió Goethe: “todos tenemos que recibir y aprender tanto de los que existieron antes que nosotros como de los que viven con nosotros. Ni el mayor genio llegaría muy lejos si quisiera deberlo todo a su propio interior”.

2.            La naturaleza misma del hombre es comunicativa: el hombre se comunica por el lenguaje y se interrelaciona espontáneamente con los demás. Esta interrelacion en una necesidad que toma origen en su mismo ser.

3.            L a sociabilidad del hombre se manifiesta en el propio cuerpo. El hombre tiene una gran capacidad de expresión. Mediante el cuerpo expresa el lenguaje, la sonrisa, el llanto, la plástica, el arte, la comunicación, la donación, la entrega, etc. Todo el cuerpo humano puede ser un lenguaje de comunicación con los demás.

4.            Tal comunicación no es solo el gesto corporal ni la palabra, sino que esta es el vehiculo de las ideas que se elaboran en contacto con los demás y cultiva los valores que originan entre todos los hombres una res de derechos y deberes. Así se explica que esa dimensión social pueda plasmarse en instituciones estables que refuerzan su propia naturaleza, como son la amistad, el grupo, las sociedades, el matrimonio, etc.

El origen de estas interrelaciones estables hay que buscarlo en la espontaneidad a asociarse y esa capacidad de asociación responde a la propia naturaleza del hombre.

Esa inclinación natural a convivir con los demás es la posibilidad de que el hombre desarrolle un cúmulo de virtudes sociales, como la fidelidad, la obediencia, la veracidad, la justicia, etc. Todas esas virtudes no tendrían sentido si el hombre no incluyese en su propio ser mas que su peculiaridad individual. El ejercicio de esas virtudes no se basa en puros compromisos sociales sino que son obligaciones que asume como nacidas de su propio interior, pues han tomado origen de esa alteridad natural y espontanea de su misma naturaleza.

Las plasmaciones del espíritu social del hombre estan postulando una realidad que esta por encima de sus iniciativas particulares y que tienen un fundamento ontologico en su mismo ser.

La historia social del hombre demuestra que el es por naturaleza un ser social.

Personalismo y sociabilidad: persona y sociedad

Al hablar del hombre es imprescindible salvar esa doble dimensión. Apostar por uno de esos dos elementos ha sido una constante de la historia humana, dando lugar a diversos desequilibrios: individualismo exagerado y socialismo colectivista son dos formas de entender al hombre que han tenido vigencia en distintas épocas de la humanidad.

Todos los sistemas filosófico-políticos colectivistas (totalitarismos) no alcanzan a valorar la dimension personalista del hombre y casi siempre, de un modo u otro, el individuo queda subordinado a las exigencias de la clase social. En tales sistemas la persona sucumbe frente a las exigencias colectivistas de la sociedad.

Los sistemas personalistas a ultranza (liberalismos radicales) han fomentado el individualismo hasta el punto de que el egoísmo de algunos da lugar a la esclavitud de los otros.
La filosofía existencial se preocupo de la existencia concreta del hombre, pero no fue capaz de superar un individualismo narcisista. El personalismo existencialista a pesar de sus protestas contra el orden social, no pudo lograr una ética capaz de orientar moralmente la vida social.

La razón del fracaso de esta dos corrientes del pensamiento esta en la concepción deficiente que se tiene del hombre; difícilmente se alcanza entre la dimension personal y social. La solución esta en un sano personalismo que destaque el carácter espiritual del hombre: es el espíritu lo que hace que el individuo alcance la categoría de persona humana y al mismo tiempo, le integre en la sociedad.

En el individualismo la persona es individuo, pero abierto a otros y que se relaciona con los demás. El personalismo no es un individualismo abstracto en el que el individuo se pierde en el anonimato de la mas, ni un intimismo aislacionista que viva ensimismado, sino que la posesión de si mismo lleva al hombre al encuentro e intercambio con los demás, dado que no puede ser si mismo sino en la medida en que vive la alteridad.

Individualismo y masificación

La sociedad y la cultura pueden disgregar la unidad de la persona porque acentúan el aspecto individuo o el aspecto hombre masa; pero es el mismo hombre el que debe esforzarse en alcanzar en la vida esa unidad que tiene por naturaleza.

El individualismo es la consecuencia del egoísmo personal, que se encierra en si mismo y acepta a los demás solo como peldaño para escalar ciertas cumbres. Es constatación de la historia que el hombre se sirve del hombre como medio para su provecho.

La masificacion por el contrario, tiene lugar cuando el hombre descuida el cultivo de su propia riqueza interior. El hombre masa carece de personalidad propia y se refugia en el anonimato del “se”. Heidegger ha puesto de relieve que la existencia inauténtica del hombre es la que se desarrolla en la despersonalización del que “se dice: “se piensa”, “se hace’, etc. Por el contrario la existencia autentica se caracteriza porque toma sus propias opciones, cultiva los valores propios del espíritu, es decir, la razón y la voluntad, y al mismo tiempo, desarrolla su existencia en medio de los demás hombres, como un servicio a la sociedad pero sin diluir su propia identidad ni tampoco practicar una originalidad llamativa.

Individualismo y masificacion son dos peligros auténticos que debe evitar el hombre. Por el contrario la interrelación entre individuo y sociedad es el camino del verdadero personalismo que alcanza a expresar la autentica dignidad de la persona, dado que responde a su ser natural.

En esa síntesis se consigue hasta un equilibrio psíquico: persona normal es la que sabe integrar el amor a su dignidad de hombre y cultiva los valores que emanan de la vida social.

De esa interrelación entre hombre y sociedad es de donde manan los derechos y deberes de la persona. El hombre es portador de derechos, al mismo tiempo debe  cumplir una serie de deberes. Derechos y deberes constituyen el entramado de la moral social. En su justo cumplimiento el hombre alcanza su propia dignidad.

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