Dentro de los
derechos esenciales del paciente, está el derecho a que se le asista
espiritualmente en el momento terminal de su vida, respetando sus convicciones
religiosas y espirituales.
En la instancia
terminal, al tiempo que se debe evitar el dolor y la soledad, y tratar de
reanimar la autoestima, debe lograrse la asistencia espiritual de la persona
que no es solamente carne y hueso sino también vida espiritual.
DEBER DE SOLIDARIDAD
Es deber de
solidaridad que deben asumir quienes acompañan al moribundo, forma parte del
deber de asistencia que con él se tiene. Es imprescindible para el enfermo
contar en esta instancia con el trato humano y solidario de quienes lo rodean.
En el proceso hacia la muerte surgen depresiones, cambios de carácter,
situaciones todas que requieren compañía, asistencia humana solidaria y apoyo
psicológico y espiritual.
AYUDAR A BIEN MORIR Y A ACEPTAR LA MUERTE
Autores como GAFO,
recomiendan tres principios básicos en el cuidado de los enfermos terminales:
a)
La condición de enfermo, aunque
sea crítica, no priva a la persona de su intrínseca dignidad, ni de su
capacidad de seguir asumiendo sus propias decisiones personales.
b)
Es esencial la introducción de un
“alma” en los grandes hospitales donde el enfermo se siente perdido, privado de
sus raíces humanas, convertido en un frío número más.
c)
En los centros hospitalarios es
importante insistir en que se organicen los equipos médicos de tal manera que
el paciente pueda establecer una relación humana con el personal hospitalario,
y debe informarse a la familia del paciente sobre cómo debe atenderse al
paciente, y enseñarle a relacionarse con él en estas instancias.
Es importante
dialogar con el enfermo terminal para hacerle comprender el significado de la
vida y de la muerte, preparándolo para aceptar esta última, superando el miedo
y la amargura. Es un error pensar que la asistencia del capellán o del asesor
espiritual debe llegar solo en el momento final. Las palabras de un guía o
director espiritual deben proporcionarse lo antes posible. Estas visitas pueden
ayudar a calmar al paciente y a enfrentar la muerte en paz.
DIGNIDAD DE LA
MUERTE
La dignidad de la
muerte consiste en saber respetar la vida hasta el último instante, adoptando
todas las medidas necesarias para que el paciente sufra lo menos posible,
evitando el escarnio terapéutico y asumiendo con valor y tranquilidad
espiritual los últimos momentos.
La verdadera
“muerte digna” implica morir como persona, en cualquier circunstancia. Cuando
aparece una enfermedad aguda con posibilidades de recuperación y sobreviene la
muerte, al paciente se le brinda un apoyo terapéutico total. En el caso de una
enfermedad terminal e irreversible, implica mejorar la calidad de vida hasta el
momento de la muerte.
La medicina
paliativa, que es la que permite morir con dignidad, tiene como objetivo
respetar la vida y considerar la muerte como un proceso natural. Lo que busca
es mitigar el olor cuando la muerte es inevitable.
Se respeta la
autonomía del paciente en lo que se refiere a su voluntad o no de contar con
determinada asistencia espiritual-religiosa y en su derecho de saber la verdad
para poder asumir con tiempo, decisiones que pueden implicar una grave
responsabilidad.
DERECHO DEL PACIENTE A SER ACOMPAÑADO
ESPIRITUALMENTE POR EL MEDICO
El acompañamiento
del médico al paciente en su hora terminal pone en “carne viva” el peso
espiritual y vocacional de esta digna profesión, que parte de la realidad de
que hay que atender un cuerpo y un espíritu.
Socorrer al
paciente en esta instancia, revela la esencialidad de la dimensión humanista
del quehacer médico. Esta situación depende principalmente de los valores
humanos que posea el médico. El paciente y el médico viven juntos el momento de
la muerte. En la fase terminal cuando ya no es posible aplicar técnicas médicas
no concluye la responsabilidad del médico; este debe asistir espiritualmente al
cuerpo que no ha podido curar.
NO ES LO MISMO “DEJAR MORIR” QUE “QUITAR LA
VIDA” (EUTANASIA)
Una cosa es querer la muerte de otro y
realizar este acto, y otra es quererla y dejar que esto ocurra naturalmente,
pero sin determinarla. Una cosa es respetar la voluntad del enfermo de no
invadir su cuerpo con aparatos y / o tratamientos que él rechaza, y otra es quitarle
directamente la vida.
El término “dejar
morir” alude a no utilizar tratamientos artificiales desproporcionados, sin
eliminar los cuidados específicos o básicos que el paciente requiere. El
término debe ser analizado en función de la intención con que se actúa, porque
si lo que se quiere es matar, se estará frente a un caso de eutanasia; si lo
que se quiere es evitar un tratamiento artificial, lo que se busca es respetar
la vida hasta su fin natural. Existe una diferencia ética importante entre
dejar morir y quitar la vida.
Nadie está obligado
a recurrir a tratamientos extraordinarios para prolongar la vida de un enfermo
terminal. La finalidad no es mantener viva a la persona a toda costa, sino
aliviar el dolor y, sin quitar la vida, proyectarla de manera que si tiene que
terminar, termine naturalmente.
En estos casos
extremos es moralmente lícito prescindir de medios extraordinarios que a nada
conducen, pues se está ante una situación irreversible. No se trata de matar al
paciente sino de dejarlo morir en paz dentro del proceso natural de la vida.
Dejar morir o eutanasia: diferencias prácticas
La diferencia
esencial que existe entre eutanasia y dejar morir es la misma que hay entre la
acción y el suceso o evento.
La eutanasia
constituye una acción, el morir natural es un suceso. Los sucesos como tales no
se incluyen en el orden moral, porque a ellos no se puede adscribir ninguna
responsabilidad conocida.
El dejar morir, en
esencia es un suceso natural, mientras que la eutanasia, sea por acción u omisión,
es un acto voluntario, que determina un efecto sobre la vida; por tanto no es
natural.
Podría pensarse que
omitir tratamientos para mantener la vida artificialmente es una actitud
moralmente reprobable. El asunto es determinar si realmente en estas circunstancias
el prolongar la vida es un beneficio para el paciente. En estos casos dejar
morir es respetar la ley natural y en consecuencia no puede haber ningún
reproche ético.
Muy diferente a
dejar morir es aplicar la eutanasia en cualquiera de sus formas, pues ello
supone no respetar el proceso natural de la muerte, sino determinar la muerte
del paciente.
Cuidados mínimos
Llegado el punto en que se sabe que la
enfermedad es terminal e irreversible, y a la espera de la muerte natural
digna,. Es importante tener claro que en esta instancia el paciente tiene
derechos que son esenciales, como el que se refiere a los cuidados mínimos:
a)
Alimentación: de forma natural y por la vía que sea necesaria.
b)
Hidratación: deben administrarse líquidos y electrolitos
c)
Aire:
debe administrarse oxígeno si el paciente lo requiere pero sin sostén mecánico
de la ventilación
d)
Se debe tratar el dolor
e)
Tranquilidad: a través del ordenamiento de la situación particular en que se vive,
se debe asegurar el afecto familiar, evitando el abandono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario