NATURALEZA Y NECESIDAD DE LA
VIRTUD
Entre las facultades o potencias
operativas y sus actos propios puede existir una cualidad intermedia que
dispone la potencia hacia un determinado tipo de actos. Estas cualidades son
los hábitos operativos.
Los hábitos operativos pueden ser
buenos, llamados virtudes; o malos llamados vicios.
La virtud se define como el hábito
operativo bueno, esto quiere decir que las virtudes son un tipo de cualidades
estables y no solo disposiciones o cualidades pasajeras. Inhieren en una potencia operativa y eso las
distingue de los hábitos entitativos, que inhieren en la naturaleza de una
cosa.
Las virtudes perfeccionan las
potencias operativas. Los vicios por el contrario dan a la potencia una
disposición hacia obras moralmente malas.
Las potencias operativas
perfeccionadas por las virtudes pueden realizar actos buenos y excelentes con facilidad
y prontitud, con agrado y naturalidad en diversas circunstancias y ante
diversos objetos. La virtud es lo que hace bueno al que la tiene y hace buena
su obra; es una buena cualidad del alma por la que se vive rectamente y que no
puede usarse para el mal.
Las virtudes no son necesarias
para las potencias que por su constitución misma están determinadas a un solo
acto (por ejemplo la potencia nutritiva). En cambio las potencias racionales y
las sensitivas pueden tender a diversos objetos, buenos y malos, y de diversos
modos, por eso necesitan una disposición accidental que las determine hacia los
actos mejores.
Para que se de un recto obrar
humano no basta la buena voluntad, es necesaria también la rectitud de las demás
facultades que interviene en el obrar (las tendencias sensibles y las potencias
ejecutivas). Las virtudes morales dan a las tendencias sensibles la disposición
estable de seguir dócilmente el imperio de la recta razón.
Virtudes humanas
Las virtudes humanas pueden ser
intelectuales o morales.
Las intelectuales inhieren y
perfeccionan a la razón especulativa o practica. Las morales perfeccionan a la
voluntad y a las tendencias sensibles.
Virtudes intelectuales
Las virtudes de la razón
especulativa son:
-
el habito de los primeros principios especulativos
(intellectus) y morales (sindéresis);
-
el habito de considerar las cosas desde las causas
ultimas de toda la realidad (sabiduría);
-
el habito de estudiar las causas ultimas de cada genero
de cosas descendiendo desde ellas a las conclusiones (las diversas ciencias)
Los hábitos de la razón práctica
son:
-
la prudencia que determina y preceptúa lo que se ha de
hacer en cada caso concreto para obrar virtuosamente,
-
las artes o técnicas, por las que sabemos que se ha de
hacer para producir determinados objetos.
-
La distinción entre prudencia y saberes
técnicos presupone la distinción entre “obrar” (agüere) y “hacer” o “producir”
(facere).
Los hábitos intelectuales dan la
capacidad de obrar bien, pero no aseguran el recto uso de esa capacidad. Por
eso estos hábitos no cumplen plenamente la razón de virtud, que ha de ser una
cualidad que hace moralmente bueno a quien la tiene. Se exceptúa la virtud de
la prudencia, pues aunque es un habito intelectual atendiendo a la facultad en
que inhiere (la razón practica), es moral por su objeto y por tener la rectitud
de la voluntad como requisito esencial. La misión de la prudencia es dirigir el
recto obrar, su acto principal no es el juicio sino el imperio, por el que guía
a las demás potencias conforma a las exigencias de las virtudes morales. La
prudencia no puede existir si la persona no quiere antes ser virtuosa y en ese
sentido presupone la buena voluntad y las otras virtudes morales.
Las virtudes morales
Según Aristóteles, la virtud
moral es “un habito electivo que consiste en un
termino medio relativo a nosotros, y que esta regulado por la recta razón
en la forma que lo regularía el hombre verdaderamente prudente”.
El acto principal de las virtudes
morales es la elección recta, la decisión de hacer lo que aquí y ahora es
preciso para comportarse bien: con justicia, templanza, fortaleza, etc. La
virtud es la capacidad de discernir y elegir lo mas acertado para cada caso.
Ese discernimiento corre a cargo de la prudencia, que Aristóteles llama “recta razón”.
El término electivo significa además
que la obra buena ha de ser querida y elegida como tal y que el acto de las
virtudes morales es de índole apetitiva, una elección y no solo un objeto de elección.
Las virtudes morales son propias de las potencias apetitivas: la voluntad
(justicia), el apetito concupiscible (templanza) y la tendencia irascible
(fortaleza).
Santo Tomas de Aquino afirma que
las virtudes morales también hacen recta la intención, determinando las
potencias apetitivas hacia los fines de las virtudes (querer ser justo,
moderado, etc.). la virtud moral es determinación de los fines y electiva de
las acciones finalizadas, porque los fines de la virtud son fijos y
universales, mientras que las acciones concretas necesarias para realizare las
virtudes variaran en las diversas ocasiones y circunstancias. La virtud moral
tiene una dimensión y un acto intencional y otra dimensión y otro acto
electivo, que es el principal. La virtud moral perfecciona el obrar humano en
sus dos momentos fundamentales.
La adquisición de las virtudes
Las virtudes humanas (y los vicios)
se adquieren y aumentan por repetición de actos. Las virtudes inhieren en las
potencias, estas, al ser movidas por una potencia superior, son dispuestas por
ella de una cierta manera. Si esa moción se repite, la disposición se hace
estable y se genera el hábito.
Dice Santo tomas que la virtud
“es una disposición o forma grabada e impresa en la potencia apetitiva por la razón”.
Las virtudes disminuyen y se
pierden mediante la realización de actos contrarios a los que son propios de la
virtud. Se genera así en la potencia un nuevo hábito, el vicio, que anula la
virtud opuesta, porque dos formas contrarias no pueden coexistir en la misma facultad. La prolongada
cesación de actos virtuosos puede ocasionar el debilitamiento e incluso la
perdida de la virtud, porque si no es continuo el esfuerzo por reordenar las
potencias según los dictámenes de la recta razón, necesariamente surgirán actos
que la contradicen, a causa del movimiento instintivo que las tendencias
sensibles conservan.
Existen algunos hábitos que
pueden llamarse naturales, porque proceden en parte de la naturaleza y en parte
de los actos realizados por la persona; no hay ningún hábito operativo humano
que sea innato. Estos hábitos “naturales” son dos: el hábito de los primeros
principios especulativos (intellectus) y morales (sindéresis). A diferencia de
los demás hábitos, que suelen llamarse adquiridos, estos se constituyen como disposiciones
naturales para juzgar infaliblemente una vez que por la experiencia ordinaria
se conocen los términos del juicio.
El termino medio de la virtud
Se dice que consisten en un término
medio porque su acto electivo debe adecuarse al dictamen de la recta razón y la
medida impuesta por la razón puede ser sobrepasada o no alcanzada por el
movimiento espontáneo de la potencia carente de virtud.
1)
En la fortaleza y la templanza se habla de medium rationis, no porque la razón sea atraída
a un punto medio a la hora de dictaminar lo que se debe hacer, sino porque el
juicio de la razón guía a las tendencias sensibles, cuyos actos son atraídos a
un punto medio, es decir, se consigue que estas tiendan a su objeto con un
impulso ni mayor ni menor del señalado por la razón. El medio no es idéntico
para cada persona, lo establece la prudencia en cada caso atendiendo a las
condiciones particulares de cada uno.
2)
En la virtud de la justicia, cuyo objeto es el derecho,
el medium rationis coincide con el medium rei, porque aquí no se regula el
exceso o el defecto de una pasión, sino la posesión de una cosa (un derecho)
que puede lesionarse por exceso o por defecto: justo es el que da a cada uno lo
suyo, ni mas ni menos.
3)
En la prudencia el medio esta como en quien lo determina
y señala y no como en lo regulado por el, porque es precisamente esta virtud la
que, regulando el acto de las potencias apetitivas, establece el medio. La
prudencia indica la justa medida que las demás potencias deben respetar en su
actuación.
Conexión de las virtudes
Se llama así a la propiedad de
las virtudes según la cual no puede darse una en estado perfecto sin que se den
las demás. La razón de la conexión que tiene entre si las virtudes morales es
la participación de todas ellas en la prudencia.
Santo Tomas de Aquino precisa que
la prudencia forma parte de la definición de las demás virtudes morales no como
algo perteneciente a su esencia, sino como la causa en el efecto o por
participación, ya que la virtud moral es una cierta participación de la recta
razón en las potencias apetitivas. La relación de participación existente entre
la prudencia y las virtudes morales explica a la vez la distinción de las
virtudes y la conexión existente entre ellas.
Santo Tomas de Aquino explica la
conexión de las virtudes morales sobre la base del siguiente argumento:
1)
Las virtudes morales presuponen la prudencia
2)
Esta requiere a su vez las virtudes morales
3)
Luego todas las virtudes morales están conectadas, y no
pueden darse separadamente.
Las virtudes morales versan sobre
las pasiones y las acciones, que guardan entre si una mutua relación. Las
operaciones que son materia de la virtud moral están relacionadas entre si y también
con las pasiones.
La virtud moral solo puede
cumplir la razón de hábito electivo del justo medio bajo una recta razón total,
referida a todos los sectores de la vida moral. La templanza por ejemplo, es hábito
electivo del justo medio en los deleites del tacto y del gusto, pero no en
cuanto ese medio puede ser abandonado por el impulso de tal o cual pasión, sino en absoluto,
proceda de donde procedía la pulsión desordenada. Por la conexión de las
operaciones y pasiones puede suceder que alguien cometa una acción deshonesta
no solo por deseo de placer, sino también por avaricia, venganza, etc. La
templanza tiene que salvar el justo medio de los extremos que se le oponen per
se y de los que se le oponen en razón de la mencionada conexión: la templanza
ha de hacer templado al hombre en absoluto, y no solo bajo un cierto aspecto.
Cada virtud exige las demás y
exige también una prudencia total, ya que la virtud es electiva del medio según
el mismo y según que en el redundan y confluyen otras áreas de la vida moral;
exige por tanto, la recta razón acerca de su propio objeto en si mismo y en sus
relaciones con todo lo demás. Si la prudencia es defectuosa respecto a alguna
materia conectada con la que es objeto de la virtud en cuestión, puede suceder
que el sujeto habituado a la castidad, pero no a otras virtudes, lesione la
castidad por avaricia, temor, odio, etc., y lo mismo sucede con las demás
virtudes. El defecto de la prudencia respecto a una materia provocaría el error
respecto a las demás, de forma que solo la prudencia total es verdadera
prudencia y verdadera virtud, y las virtudes morales humanas solo son
verdaderamente tales si están conectadas entre si, participando de la unicidad
y totalidad de la prudencia.
Seguimos asistiendo a exposiciones esencialistas que giran en torno a conceptualizaciones inmanentes. El común de las personas necesita planteamientos más claros y funcionales. De cara a las urgentes necesidades de sobrevivencia diaria no nos sirven de mucho los planteamientos abstractos etéreos. Es hora de plantearnos construcciones teóricas que nos permitan dar respuestas trascendentes a problemáticas endémicas como el desempleo, los bajos salarios, la falta de solidaridad social, el afán de acceder a la riqueza como principio motivacional, las cosmovisiones religiosas alienantes, la publicidad atosigadora. Vamos hombre, es hora de abrir los ojos a la compleja realidad y no seguir dando vueltas como la rata en la misma jaula.
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