El
gran enemigo de nuestros países es la corrupción, la misma que nace siempre del
egoísmo.
El
egoísmo que justifica todas las deshonestidades; el egoísmo de la corrupción
tomada como modelo de vida, en que el egoísta se enriquece y se empobrece la
comunidad.
Para
vencer la corrupción hay que educar en la solidaridad y en el amor, que jamás
separan el propio bien del bien de los demás.
El
concepto de salud sexual queda reducido a la prevención del embarazo y de las
enfermedades sexualmente trasmisibles, sin la mas mínima referencia a que el sexo
humano este orientado a la formación de la familia humana.
La
verdadera salud sexual es el sexo humano elevado a amor humano, capaz de unir a
un varón y a una mujer de modo permanente y fiel, y ambos con sus hijos, en la
solidaridad de una familia matrimonial, fuente y refugio de la vida. De esa
solidaridad profunda derivan todas las otras solidaridades sociales; si se pierde
la solidaridad del sexo hecho familia, el ser humano queda desamparado, presa
de su egoísmo.
No
es salud sexual, en la vida del joven, un sexo reducido a excitarse en búsqueda
de un placer instantáneo y fugaz, como si el sexo no fuera más que otro alcohol
u otra droga. La salud sexual no es usar al otro como objeto placentero. Eso no
es salud sexual ni sexo “responsable”, aunque se estén usando preservativos y
anticonceptivos.
La
salud sexual de la juventud, del sexo juvenil, es poder enamorarse. Es el
encuentro de dos personas responsables y libres, capaces de admirarse y
respetarse, de valorarse y así, de enamorarse. Capaces de fundar una comunión
de amor, capaces de formar y ser una familia.
Seria
un trágico error llegar a enseñarles por ley a nuestros jóvenes el sexo
egoísta, bajo el engañoso nombre de salud sexual. Esa formula falsa viene como
un producto mas del mercado cultural internacional.
Juan
Pablo II lo dijo claramente en 1994, en una Carta a los Jefes de Estado de todo
el mundo:
“Se trata de un proyecto en el que subyace una concepción
de la sexualidad totalmente individualista, en que le matrimonio aparece como
algo superado” y “deja la amarga impresión de pretender imponer un estilo de
vida típico de algunos sectores de las sociedades desarrolladas, ricas
materialmente y secularizadas. “La entrega desinteresada de si, el control de
los instintos, el sentido de la responsabilidad, son consideradas nociones
pertenecientes a otra época”.
No
debemos permitir que nos condicionen con desvalores propuestos desde fuera y
que conforman un marco cultural que atenta contra la vida y la dignidad humana
y, que en muchos casos adquiere justificación legal.
Como logros a
alcanzar en materia de Educación Sexual se propone:
-
Comprender y apreciar la
importancia que tienen las dimensiones afectivas y espirituales, y los
principios y normas éticas y sociales para un sano y equilibrado desarrollo
sexual personal.
-
Apreciar la importancia social,
afectiva y espiritual de la familia y de la institucionalidad matrimonial.
Ninguna
fatalidad política debe obligar a los países de Latinoamérica a renunciar a sus
legítimos valores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario