lunes, 11 de agosto de 2014

LA REFLEXIÓN MORAL EN BIOÉTICA

Interés por la bioética
En el mundo desarrollado asistimos a una etapa de gran interés por los temas morales relacionados con la medicina y la biología. A partir de la década de los setenta surge un número creciente de revistas de buena calidad dedicadas al tema. Con todo, la presencia del tema moral no se reduce a estas revistas especializadas. En las grandes revistas de medicina, aparecen con frecuencia colaboraciones sobre temas morales. Además se han de mencionar las bibliografías y libros sobre la misma materia.


Otro indicador del interés que suscita el tema, es la proliferación de cursos organizados y estables sobre ética médica en centros universitarios para la formación de médicos. A este respecto, en España se ha asistido a un fenómeno inverso en relación con otras naciones. En el contexto socio-político posterior a la guerra civil, España destacó por la presencia del tema ético dentro de la carrera de medicina y enfermería, de acuerdo con una inspiración católica. El enfoque dado a la ética médica y su vinculación a un contexto socio-político contribuyeron a la desafección general por parte de los médicos. Ello explica el derrumbe de los cursos de ética médica con la entrada de la democracia. En al actualidad va creándose una nueva sensibilidad junto a un nuevo estilo de discurso moral. Otra de las manifestaciones del interés por la bioética son los congresos y simposios dedicados específicamente a estos temas o en los que la dimensión moral encuentra cabida.

La creación de centros o departamentos de bioética es al mismo tiempo un eco de una preocupación existente y un dinamizador importante. Otra referencia del interés es la constitución de comisiones éticas de diverso tipo: comités éticos de hospitales, comités para evaluar  protocolos de investigación y experimentación, comités éticos nacionales estables, como el francés, alemán o danés, u ocasionales, como en Estados Unidos, para asesorar al presidente o a órganos legislativos. Los poderes públicos también elaboran a nivel nacional o supranacional documentos y leyes sobre medicina donde se expresa la preocupación moral. Los medios de comunicación social han actuado como un ampliador gigante de cuanto sucedía entre profesionales, científicos y ciudadanos en general.

Una serie de factores ha contribuido al interés creciente por la dimensión ética en biología y medicina. Los avances científicos y técnicos han ido poniendo en manos de los profesionales poderes crecientes de intervención en la vida y destino de las personas. La técnica se revela como un poder ambiguo, con grandes promesas a favor de la humanidad y también como portadora de serias amenazas para la humanización. Se han difundido señales de alarma entre algunos hechos que parecían constituir abusos por parte de los profesionales. A pesar de logros evidentes, hay signos de que la atención humana a la persona deja mucho que desear. La sensibilidad social acerca de los derechos de la persona ha llegado también, aunque más tardíamente, al ámbito de la salud. La dimensión socio-política de los cuidados de la salud ha contribuido a despertar el interés por una problemática moral de signo menos individualista.

En este contexto surge el término “bioética”, en torno al cual va convergiendo una parte muy importante de la reflexión moral médica reciente.



La bioética

Bioética es una expresión acuñada recientemente, aparecida en el mundo anglosajón y aceptada hoy corrientemente. Van Rensselaer Potter, investigador del cáncer, pretende ser el inventor del término, recogido en un libro suyo. Es un vocablo compuesto de  bios= vida y ética.

Se discute si es una disciplina independiente o una mera rama de la ética, semejante a la moral económica, sexual o política. Hay quienes insisten en su condición de nueva disciplina y no en una subdivisión o subdisciplina de la ética, aun cuando, según algunos, no haya todavía logrado su estatuto plenamente. Para otros se trata de una esfera particular de la ética, reconociendo eso sí, el contexto nuevo y los contenidos añadidos a la ética médica del pasado.

También hay debates sobre el lugar de su enseñanza y los profesionales responsables de ella: escuelas de medicina, escuelas de leyes o de administración pública, estudios de filosofía, etc. Estas discusiones ponen de relieve que ciertos aspectos de la bioética interesan más a unos profesionales que a otros y manifiestan al mismo tiempo el sentido abierto, no compartimental, cerrado, de los saberes que afectan a lo humano en sus dimensiones más hondas. Entre algunos sanitarios existe cierto recelo a los moralistas y filósofos éticos, por un pretendido peligro de prestar excesiva atención a los principios y por su alejamiento de la práctica. Otros, en cambio, desconfían de los médicos y sanitarios en ejercicio por su preocupación excesiva por lo concreto. Frente a posturas excluyentes y recelosas, la bioética trata de integrar las diversas aportaciones, en el intento de evitar enfoques parciales de una realidad rica en dimensiones.

Todavía no es infrecuente la confusión en torno al significado de bioética, por algunos identificada con las nuevas técnicas de reproducción asistida, con la ingeniería genética, etc. podemos definirla como “el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que esta conducta es examinada a la luz de los valores y principios morales.

Esta definición nos aporta precisiones importantes sobre el estudio emprendido. El objeto del mismo es la conducta humana en dos terrenos específicos: las ciencias de la vida (la biología) y los cuidados de salud. Este objeto es estudiado desde un ángulo particular: a la luz de los valores y de los principios morales, y de forma sistemática.

Sin embargo, esta definición, por sí sola, no aclara totalmente el campo de la bioética. Si nos atenemos en todo rigor a los términos podemos pensar que toda la realidad humana, en cierto modo, es objeto de la bioética. Y podríamos correr el riesgo de convertirla en un todo heterogéneo, falto de homogeneidad, inabarcable por sus dimensiones, hegemónico. Sin negar la unidad de la realidad humana y los vastos horizontes abiertos justificadamente por y para la bioética, es necesario un cierto pacto a la hora de organizar este saber en nuestra sociedad. Más importante que las formas de organizarlo es un cierto estilo de enfocar la realidad.

Existen debates sobre diversos puntos, de escasa importancia algunos de ellos, que no impiden una imagen suficientemente definida de lo que es la bioética. Se preguntan algunos si esta reflexión ética ha de poseer un carácter más práctico o más teórico. Unos insisten en la orientación primera: ayudar a los médicos, científicos, políticos a tomar decisiones justas; para otros se trata simplemente de clarificar un cuerpo de conocimientos sin contemplar la traducción de esos principios en casos específicos. Hoy en día no es fácil esa pretendida separación entre dos dimensiones de la vida, y si se hace, los planteamientos se empobrecen.

De bioética se habla a partir de la década de los setenta, aun cuando esta expresión coexiste con la de “ética médica”, “ética biomédica”, etc. El cambio de expresiones puede ir acompañado de una carga de convencionalismo, en parte arbitrario; sin embargo, no pocos, con el nuevo término pretenden marcar más claramente las diferencias evidentes que la separan de la ética médica anterior. Otros, en cambio, piensan que el antiguo nombre de ética médica es suficientemente acogedor para los nuevos enfoques y la nueva problemática. La cuestión de nombres la estimo bastante secundaria; más importantes son las diferencias entre la situación anterior y la actual.

La bioética no sólo trata de la relación médico-paciente desde los valores, sino que también incluye la preocupación por las profesiones “aliadas”, de salud mental y otras. Extiende su campo a la investigación biomédica y de la conducta, tenga o no significado directamente terapéutico. Incluye en su estudio una amplia gama de temas sociales: salud pública, del medio laboral, demografía, etc. Va más allá del campo de la vida y salud humanas, para interesarse por la vida animal y vegetal.

Por encima de estas diferencias que afectan más bien al área de contenidos, me parece todavía más importante señalar la novedad en cuanto a la fundamentación, metodología y pluralismo de ofertas, todo ello íntimamente conectado.

Presencia de la Iglesia


El interés de la Iglesia por la moral médica está bien documentado a través de los siglos, pero sus expresiones varían según evoluciona la misma medicina, de acuerdo con los cambios sociales, desde la autocomprensión de la misma Iglesia y en relación con la evolución de la moral. Junto a la labor de reflexión, existe otra vertiente de acción, preocupándose de los enfermos, especialmente de los más desasistidos, aunque predomina en esta acción la dimensión espiritual.

En la reflexión de la Iglesia sobre la enfermedad prevaleció durante mucho tiempo el aspecto religioso: se la contemplaba en conexión con la fe y desde ella era frecuentemente interpretada tanto en su origen como en su terapia.

Desde un punto de vista moral, entre sus aportaciones se ha de contar el apoyo prestado a la tradición ética vinculada al juramento de Hipócrates, con algunos rasgos característicos: en la base de la relación terapéutica no está el amor a al naturaleza, a la naturaleza universal, sino el amor cristiano al prójimo, a ejemplo de Cristo, al que la literatura cristiana presenta no raramente como médico. Entre los nuevos desarrollos debidos al cristianismo se encuentran la naturaleza igualitaria del tratamiento para todos, la gratuidad en la ayuda, el no asignar límites naturales a la asistencia ni en enfermedades mortales o incurables.

Muy lentamente, el cuerpo de moral médica va tomando consistencia, siguiendo el paso de la evolución de la medicina.

Los tratados de medicina pastoral, iniciados en el siglo XIX constituyen el precedente más inmediato de la ética médica como conjunto amplio y estructurado. La obra que marca el rumbo a esta orientación es la de Capellmann, médico alemán que publicó en 1877 su Medicina pastoral y de la que se han hecho múltiples ediciones en diversas lenguas, incluido el latín. Concibe su obra con un doble objetivo: servicio a párrocos, confesores y médicos. Para ayuda de confesores y sacerdotes recoge conocimientos anatómico-fisiológicos y patológico-terapéuticos. Para servicio del médico cristiano en el ejercicio de su profesión incluye principios teológico-morales. La obra más importante dentro de este género es la del Dr. Niedermeyer.

Desde la segunda guerra mundial el puesto de la Iglesia católica en la moral médica ha sido muy relevante, estimulado por las numerosas intervenciones del Papa Pío XII. En la actualidad, la aportación de los católicos no tiene el peso de otros tiempos en el conjunto mundial; sin embargo, su presencia es notable si miramos a las intervenciones pontificias. Los documentos de los episcopados nacionales son también mucho más abundantes que en otras épocas y suelen estar muy cercanos a los problemas que se suscitan. Las publicaciones católicas siguen siendo numerosas, pero no ofrecen un modelo tan homogéneo como el de hace unas décadas: la variedad existente en la sociedad tiene un reflejo en la Iglesia.

La expansión de la bioética en el mundo occidental se ha abierto a otras concepciones religiosas distintas de la católica. En diálogo con ellas y con la bioética de inspiración civil, la Iglesia sigue prestando un valioso servicio a favor del hombre bajo la inspiración del evangelio.

En la Biblia se nos ofrece una visión religiosa del ser humano y, según los estudios exegéticos actuales, no es fácil esperar de ella una normativa definida sobre los complejos problemas planteados en bioética, pero sí direcciones luminosas necesitadas de múltiples mediaciones.

La vida y reflexión de las comunidades cristianas del pasado constituyen una fuente de sabiduría para los cristianos de hoy. La memoria de este pasado ha de evitar dos riesgos: el verse reducida a un puro resto anacrónico, sin incidencia viva en el momento actual, o el ser interpretada como un punto de llegada, definitivo, olvidando su contexto histórico contingente.

El otros tiempos, la moral cristiana estuvo muy atenta a la realidad humana, aunque su interpretación, en un mundo mucho más estable que el actual y menos invadido por la técnica, estaba fuertemente influenciada por el modelo excesivamente estático de la naturaleza, de la ley natural. El conocimiento de la realidad humana en todas sus dimensiones es determinante para las posturas ante los diversos problemas suscitados en bioética: la fiel escucha de la realidad es una actitud ética básica, tanto si esa escucha confirma como si cuestiona las propias opciones. Todos nos enfrentamos con la realidad en situación de no neutralidad, con concepciones previas; pero existe una gran diferencia entre acudir a esa cita con visiones totalmente cerradas o dispuestos a aceptar el cuestionamiento y la corrección. El diálogo ha de entrar como componente esencial de la experiencia moral; de lo contrario, esa experiencia sufriría un grave empobrecimiento.


La aportación del magisterio en esta materia ha sido y está siendo abundante y luminosa.

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