LA
RESPONSABILIDAD, PRIMERA CATEGORÍA ÉTICA
Lo primero que
afirmamos del hombre es su condición de ser viviente. En esta condición se
asientan todas las posibilidades y expectativas de la persona: aspira siempre a
una vida mas humana. Esta máxima humanización es el fundamento de la ética.
1. La vida: proceso intrínseco
de crecimiento
Según Aristóteles:
“la vida es aquello por lo cual un ser se nutre, crece y perece por si mismo”.
Según santo Tomas “vida” es lo que puede moverse por si mismo. Vivir es
autoposeerse.
Todo ser tiende a
su propia plenitud. Pensar en la vida es pensar en el crecimiento, en el logro
de la madurez. El crecimiento humano es conducido por la persona misma, el de
los demás seres vivientes por los tropismos e instintos inherentes a las
respectivas naturalezas.
“Todas las acciones
del viviente constituyen una acción única: comportamiento. Todos los modos de habérselas
con las cosas constituyen una habitud única: enfrentamiento”.
En cierto sentido,
el crecimiento de la persona es propiamente autónomo, mientras que los demás
tienen un crecimiento “automático”. Esta diferencia permite incluir la responsabilidad
como elemento clave: la vida humana es una vida responsabilizada, una vida cuya
madurez cae bajo la responsabilidad del propio sujeto. Esta categoría es
impensable para los animales: su crecimiento depende de la información genética
propia de su especie.
2. La responsabilidad moral
Si vivir es
autoposeerse, vivir humanamente es apropiarse de las posibilidades de hacer más
plena la vida del hombre. El hombre tiene la responsabilidad de llegar a ser
plenamente tal: éste es el empeño ético. El fundamento de la responsabilidad es
la libertad de la voluntad. Ser responsable es ser capaz de darse cuenta de
tener que dar cuenta de sus propios actos; es la capacidad de caer en la cuenta
del carácter constructivo de su comportamiento-enfrentamiento.
Elementos
constitutivos de la responsabilidad moral:
- Responsabilidad como
autorresponsabilidad de la propia acción consciente y libre.
- Responsabilidad como dialogicidad
horizontal del propio ser junto con los demás hombres, y vertical del
propio ser creatural delante de Dios.
- Responsabilidad como tarea, como
vocación personal e histórica.
- Responsabilidad como estructura a
través de la cual se realiza la misma responsabilidad en general.
La
autorresponsabilidad es el núcleo animador intrínseco de todo obrar moral. El
que no tiene conciencia ni libertad no puede responder de nada ni ante nadie.
La responsabilidad se da en la persona, la que no puede concebirse sin una
apertura a la dialogicidad, esto es, responder a los demás y responder de los
demás.
3. Responsabilidad como tarea
personal e histórica
La responsabilidad
delante de Dios y de los hombres no es puramente formal, sino también material.
El primer ámbito de
la responsabilidad es la misma creación, de la que él forma parte y se le
entrega como tarea para que llegue a responder a la Palabra creadora.
La responsabilidad
frente a la naturaleza y frente al hombre no es sino dos momentos de una única
responsabilidad global de la creación, de la finitud, en la que se encuentran
unidas la naturaleza y la persona, que se hacen históricas en el acto de llevar
a cumplimiento su condición creatural.
Una ética de responsabilidad
se contrapone a la ética del éxito. La responsabilidad de la finitud, que es al
mismo tiempo respeto y cumplimiento, es también responsabilidad condicionada,
finita, comprometida y responsable de la superación de límites, de condiciones
y de componendas. La preocupación exclusiva por el éxito, sin cuidarse de la
licitud o ilicitud de los medios, nos coloca en una postura maquiavélica.
PERSONA HUMANA: SUBSTANTIVIDAD ABIERTA
TERTULIANO
(160-330) introdujo el vocablo “persona” en sentido filosófico para traducir el
término griego “hypóstasis” (sub-stans,
lo que está por debajo), como contrapuesto a los accidentes. BOECIO (480-534)
acuño la definición de persona como naturae
rationalis individua substancia.
En la Edad Media TOMAS DE
AQUINO (1225-1274) cataloga a la persona como relación por modo de substancia,
pero interpreta a ésta no como esencia
sino como subsistencia. La persona es
subsistens naturae rationalis, es
decir, el subsistente de naturaleza racional, en cuanto que conoce y se conoce,
se pertenece como realidad propia, es suum
esse, principio de sus propios actos, posee libre albedrío y señorío sobre
sus operaciones.
A nivel filosófico
la realidad de la persona humana no puede definirse como lo “sub-yacente” de naturaleza
racional, ya que a lo largo de su historia se autorrealiza apropiándose de
actitudes y relaciones que configuran su personalidad. Es preferible usar el
termino “substantividad” ya que expresa simultáneamente la “subjetualidad” (ser
sujeto de propiedades) y la “originalidad” (ser origen de determinadas notas
activas o pasivas), con la ventaja de que la substantividad puede referirse a
una sustancia o también a la unidad de muchas sustancias.
Reconocemos dos
tipos de substantividades animales según la manera de ser “de suyo”: las
cerradas o conclusas y las abiertas o inteligentes. Las primeras son los
animales no humanos. Las substantividades animales actúan “por ser reales” y
nada más. Las substantividades humanas son activas no solo por ser reales sino también
“para ser reales”, ya que están abiertas a otras realidades y también a su propia
realidad.
Hay autores que
establecen una distinción entre ser humano y persona, exigiendo como requisito
necesario de la persona la capacidad de razonar y de comunicarse y entablar
relaciones interpersonales. Este concepto puede ser reductivo y por tanto
erróneo, ya que no respeta la complejidad de la realidad de la persona en
cuanto substantividad humana, en la que cabe distinguir dos momentos
fundamentales y complementarios, aunque no idénticos: la personeidad, como
momento original, y la personalidad, como momento procesal, que definen a la
persona a lo largo de su existencia.
La personeidad es la relación original y primordial de la
persona. Biológicamente hace referencia al origen biológico y genealógico. El
hombre comienza a existir como personeidad y va configurando su propia
personalidad, como proceso psico-orgánico de personalización, adquiriendo
modulaciones concretas, activamente ejecutando actos y pasivamente, recibiendo
elementos a través de la diversas etapas hasta la terminación de la vida.
La persona humana
es una substantividad con potencialidad de plena posesión de sí misma en el
sentido de pertenecerse en el orden de la realidad, o sea de la “suidad”. Tiene
potencialidad de desarrollar la inteligencia sentiente y volente, a través de
la locuencia, conciencia y ciencia. El hombre puede relacionarse libremente con
otras cosas y con otras personas, lo que le permite actuar no solo por ser
real, sino también “para ser real”, para “autorrealizarse”, hacerse a si mismo.
Dotado de “nostridad”, como constitución biológica y al mismo tiempo metafísica,
el hombre tiende hacia la constitución de diversos nosotros parciales hacia el
nosotros universal abierto al nosotros teologal en un proceso de
autorrealización y de acogida de la plenitud que se otorga como gracia:
participar de la vida del Dios-Comunión.
Una de las
cuestiones que suscita más discusiones dentro del mundo de la bioética es el
referente al denominado “estatuto ético del embrión humano”.
Llagar a un juicio ético es una conclusión de orden filosófico, pero para
realizar las especulaciones metafísicas o morales es necesario el aporte de
datos biológicos.
Desde el punto de
vista genético, el desarrollo puede definirse como un proceso regulado de
crecimiento y diferenciación resultante de la interacción núcleo-citoplasmática,
del ambiente celular interno y del medio externo, de tal manera que en su
conjunto el desarrollo constituye una secuencia programada de cambios fenotípicos,
controlados espacial y temporalmente, que constituyen el ciclo vital del
organismo.
Al producirse la
fecundación por la unión de los gametos se origina el cigoto, que reúne, ya
desde el mismo instante de su formación, toda la información genética necesaria
para programar el desarrollo del nuevo ser, de manera que a partir del momento
en que empiece a funcionar el primer gen en dicha célula inicial única, la
programación genética conducirá inexorablemente a la formación del individuo
adulto.
Teniendo en cuenta
esto, es necesario afirmar que hay vida humana desde el momento de la
fecundación. La vida humana debe ser
respetada desde el primer momento, pero ¿ha de ser respetada como un
nuevo y distinto ser personal?
§ Desde la teología, decir que un ser “no es persona”, “no lo es
todavía”, “no lo es más”, no implica solo que la ley y los demás hombres no estarían
obligados a respetarlo plena e íntegramente, sino que eso no es sujeto directo
de creación y de salvación individual.
§ Actualmente todos aceptan que desde el punto de vista biológico,
pertenece a la especie humana cualquier ser viviente que tenga el genoma de homo sapiens. Cualquier individuo adulto
de esta especie es considerado por los demás un hombre y nosotros le atribuimos
la calidad de persona humana. La exclusión de un individuo adulto de tal
comunidad no le es permitido a nadie.
§ Siguiendo sus potencialidades activas intrínsecas, un ser puede llegar a ser sólo lo que ya es por su naturaleza. Este
principio general debe ser aplicado al embrión humano: nada puede llegar a ser
una persona sin ser ya una persona. El individuo humano alcanza gradualmente la
posesión de la conciencia, pero ontológicamente permanece la misma substancia,
de modo que sí se puede decir que es persona a un cierto nivel, no podemos no
admitir que ya era una persona desde el comienzo (la substancia no esta sujeta
a cambios o crecimiento, pero sí lo es la posesión de ciertas cualidades)
§ En la ontogénesis humana es el hombre el que se forma a través de una
serie de fases, de las cuales la precedente es indispensable para la sucesiva.
Con mayor precisión es un hombre determinado el que se forma tal y como se
halla ya diseñado y programado en el genoma. Por eso afirmamos que el ovulo
fecundado no es persona en potencia, sino que ya es plenamente persona. Pero es
sólo potencialmente una persona adulta.
La transmisión de
la vida presupone, conlleva y realiza un conjunto de valores que afectan a lo
más nuclear de la persona. Transmitir la vida no es una acción técnica, sino
una obra de humanidad. Entran en juego las dimensiones mas profundas del
hombre. Es la ética de humanización la que debe dar los criterios exactos para
valorar las intervenciones humanas especiales en el proceso de transmisión de
la vida.
El “derecho” a procrear
Uno de los bienes
mayores de la humanidad es la posibilidad de transmitir la vida. Este valor
tiene su concreción más exacta en el amor fecundo de la pareja humana. Muchas
parejas no pueden dar vida a nuevos seres, pero el matrimonio no se justifica únicamente
por los hijos. Existen “alternativas” válidas para la situación de esterilidad
(adopción, entrega mas plena al servicio social o pastoral…)
En la categoría de
“derecho humano” no entra adecuadamente la procreación, lo que si cabe dentro
de esta categoría es el ejercicio responsabilizado de la función procreativa:
“derecho a fundar una familia”.
Derecho a las condiciones humanas de procreación
La transmisión de
la vida no es algo meramente mecánico, exige una profunda conciencia de
responsabilidad, tanto los cónyuges como la sociedad deben contribuir a
esclarecer cada vez más la condiciones y circunstancias favorables a una recta
ordenación de la concepción humana.
a) Exigencias éticas pertenecientes
a la sociedad
§ No puede imponer al matrimonio una forma determinada de ejercer su función
procreativa
§ Les corresponde a todos contribuir al progreso del matrimonio y de la
familia haciendo posible la realización de una procreación humana responsable.
b) Exigencias éticas
pertenecientes a los esposos
§ El derecho a una procreación humana y humanizadota supone por parte de
los esposos la aceptación consciente y la realización adecuada de los criterios
que integran el principio de paternidad/maternidad responsable.
Orientaciones éticas
1.
La exigencia eugenésica: puesto
que la procreación no es para la satisfacción egoísta sino un deber para con
las generaciones futuras, a todos incumbe la obligación de mantener y mejorar
las potencialidades de la especie humana. La humanidad tiene que prevenirse de
taras hereditarias, ya que suponen una carga para el bien común. Los
procedimientos para realizar la eugenesia han de respetar la dignidad de la
persona.
2.
La exigencia del hijo como un
valor en sí: el hijo no es un bien útil que sirve para satisfacer necesidades
de la pareja. El hijo es un bien en sí y como tal debe ser amado y buscado. Es necesario
postular como exigencia ética el ámbito del matrimonio como lugar adecuado para
la procreación.
3.
La exigencia de la precariedad y
de la solidaridad humanas: la recta comprensión de la procreación y asume las carencias de la naturaleza, si
bien lucha por vencerlas cuando la perspectiva de éxito es razonable.
4.
En cuanto a la aplicación de las técnicas:
cuando no existe otra alternativa, se debe tener en cuenta que la pareja
heterosexual estable es el único ámbito adecuado para la fecundación asistida
(no es coherente la fecundación artificial heteróloga) y que la técnica no debe
excluir el acto conyugal, puesto que este expresa la dimensión unitiva de la
sexualidad. No son aceptables moralmente todas aquellas formas de gestación
artificial en las que el útero normal es sustituido por otro. Estos embarazos
“adoptivos” o “de alquiler” no reúnen las condiciones para que el proceso
reproductivo sea plenamente “humano” y “humanizador”.
Problemas
éticos relacionados con la clonación humana
§ Es “en el método la forma mas despótica, y en el fin la forma mas
esclavizante de manipulación genética. Su objetivo no es una modificación
arbitraria de la sustancia hereditaria, sino precisamente su arbitraria
fijación en oposición a la estrategia dominante en la naturaleza.
§ Es una manipulación radical de la relacionalidad y complementariedad
constitutivas, que están en la base de la procreación humana, tanto en su
aspecto biológico como en el propiamente personal. Tiende a considerar la
bisexualidad como un mero residuo funcional.
§ Se produce una instrumentalización radical de la mujer, reducida a
algunas de sus funciones puramente biológicas (prestadora de óvulos y de útero),
a la vez que se abre la perspectiva de una investigación sobre la posibilidad
de crear úteros artificiales, ultimo paso para la producción “en laboratorio”
del ser humano.
§ En el proceso de clonación se pervierten las relaciones fundamentales
de la persona humana: la filiación, la consanguinidad, el parentesco y la
paternidad o maternidad.
§ Se “emula” e “imita” lo que acontece en la naturaleza, olvidando que el
hombre no se reduce a su componente biológico.
§ La clonación humana merece un
juicio negativo también en relación a la dignidad de la persona clonada,
quien vendrá al mundo como “copia” de otro ser.
§ Limitar la prohibición de la clonación al hecho de impedir el
nacimiento de un niño clonado permitiría de todos modos la clonación del
embrión-feto, implicando así la experimentación sobre embriones y fetos, y
exigiendo su supresión antes del nacimiento, lo cual manifiesta un proceso
instrumental y cruel respecto al ser humano.
Para
hacer que la ciencia biomédica mantengan y refuerce su vinculo con el verdadero
bien del hombre y de la sociedad, es necesario fomentar, como recuerda el Santo
Padre en la Encíclica Evangelium
vitae, una “mirada contemplativa” sobre el hombre mismo y sobre el mundo,
como realidades creadas por Dios, y en el contexto de la solidaridad entre la
ciencia, el bien de la persona y de la sociedad.
Congelación
y crioconservación de embriones
El
destino de los embriones abre una página dolorosa en la que se lee la
eliminación de miles de ellos por haber superado el plazo de conversión
estipulado por la ley civil. La misma Instrucción
dice:
“Es
inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como material biológico
disponible. Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción
voluntaria de los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de
investigar, ya se obtengan mediante la fecundación artificial o mediante la fisión
gemelar. El investigador usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea consciente de
ello, se hace señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente a quien
permitirá vivir y a quien mandara a la muerte, eliminando seres humanos
indefensos”.
Conclusión: defender y promover la vida
La
vida humana se inicia en la singamia de los dos pro núcleos germinales. El
nuevo ser es persona desde la concepción y por lo mismo debe ser respetado ofreciéndosele
los cuidados necesarios de modo que llegue a asumir responsablemente su vida
para llevarla a su máxima realización posible. Todos somos responsables del
cuidado y de la promoción de la vida haciendo realidad un mundo mas humano y
fraterno, donde el amor a los mas pequeños, los indefensos y desposeídos sea
nuestra preocupación permanente.
“Se nos pide amar y respetar la vida de cada hombre y de cada mujer y
trabajar con constancia y valor, para que se instaure finalmente en nuestro
tiempo, por tantos signos de muerte, una cultura nueva de la vida, fruto de la
cultura de la verdad y del amor”. (EV, 77c)
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