jueves, 7 de mayo de 2015

PAUTAS ÉTICAS PARA UNA CULTURA DE LA VIDA

LA RESPONSABILIDAD, PRIMERA CATEGORÍA ÉTICA

Lo primero que afirmamos del hombre es su condición de ser viviente. En esta condición se asientan todas las posibilidades y expectativas de la persona: aspira siempre a una vida mas humana. Esta máxima humanización es el fundamento de la ética.

1.      La vida: proceso intrínseco de crecimiento
Según Aristóteles: “la vida es aquello por lo cual un ser se nutre, crece y perece por si mismo”. Según santo Tomas “vida” es lo que puede moverse por si mismo. Vivir es autoposeerse.


Todo ser tiende a su propia plenitud. Pensar en la vida es pensar en el crecimiento, en el logro de la madurez. El crecimiento humano es conducido por la persona misma, el de los demás seres vivientes por los tropismos e instintos inherentes a las respectivas naturalezas.

“Todas las acciones del viviente constituyen una acción única: comportamiento. Todos los modos de habérselas con las cosas constituyen una habitud única: enfrentamiento”.

En cierto sentido, el crecimiento de la persona es propiamente autónomo, mientras que los demás tienen un crecimiento “automático”. Esta diferencia permite incluir la responsabilidad como elemento clave: la vida humana es una vida responsabilizada, una vida cuya madurez cae bajo la responsabilidad del propio sujeto. Esta categoría es impensable para los animales: su crecimiento depende de la información genética propia de su especie.

2.      La responsabilidad moral
Si vivir es autoposeerse, vivir humanamente es apropiarse de las posibilidades de hacer más plena la vida del hombre. El hombre tiene la responsabilidad de llegar a ser plenamente tal: éste es el empeño ético. El fundamento de la responsabilidad es la libertad de la voluntad. Ser responsable es ser capaz de darse cuenta de tener que dar cuenta de sus propios actos; es la capacidad de caer en la cuenta del carácter constructivo de su comportamiento-enfrentamiento.

Elementos constitutivos de la responsabilidad moral:
  • Responsabilidad como autorresponsabilidad de la propia acción consciente y libre.
  • Responsabilidad como dialogicidad horizontal del propio ser junto con los demás hombres, y vertical del propio ser creatural delante de Dios.
  • Responsabilidad como tarea, como vocación personal e histórica.
  • Responsabilidad como estructura a través de la cual se realiza la misma responsabilidad en general.

La autorresponsabilidad es el núcleo animador intrínseco de todo obrar moral. El que no tiene conciencia ni libertad no puede responder de nada ni ante nadie. La responsabilidad se da en la persona, la que no puede concebirse sin una apertura a la dialogicidad, esto es, responder a los demás y responder de los demás.

3.      Responsabilidad como tarea personal e histórica
La responsabilidad delante de Dios y de los hombres no es puramente formal, sino también material.

El primer ámbito de la responsabilidad es la misma creación, de la que él forma parte y se le entrega como tarea para que llegue a responder a la Palabra creadora.

La responsabilidad frente a la naturaleza y frente al hombre no es sino dos momentos de una única responsabilidad global de la creación, de la finitud, en la que se encuentran unidas la naturaleza y la persona, que se hacen históricas en el acto de llevar a cumplimiento su condición creatural.

Una ética de responsabilidad se contrapone a la ética del éxito. La responsabilidad de la finitud, que es al mismo tiempo respeto y cumplimiento, es también responsabilidad condicionada, finita, comprometida y responsable de la superación de límites, de condiciones y de componendas. La preocupación exclusiva por el éxito, sin cuidarse de la licitud o ilicitud de los medios, nos coloca en una postura maquiavélica.

PERSONA HUMANA: SUBSTANTIVIDAD ABIERTA

TERTULIANO (160-330) introdujo el vocablo “persona” en sentido filosófico para traducir el término griego “hypóstasis” (sub-stans, lo que está por debajo), como contrapuesto a los accidentes. BOECIO (480-534) acuño la definición de persona como naturae rationalis individua substancia.

En la Edad Media TOMAS DE AQUINO (1225-1274) cataloga a la persona como relación por modo de substancia, pero interpreta a ésta no como esencia sino como subsistencia. La persona es subsistens naturae rationalis, es decir, el subsistente de naturaleza racional, en cuanto que conoce y se conoce, se pertenece como realidad propia, es suum esse, principio de sus propios actos, posee libre albedrío y señorío sobre sus operaciones.

A nivel filosófico la realidad de la persona humana no puede definirse como lo “sub-yacente” de naturaleza racional, ya que a lo largo de su historia se autorrealiza apropiándose de actitudes y relaciones que configuran su personalidad. Es preferible usar el termino “substantividad” ya que expresa simultáneamente la “subjetualidad” (ser sujeto de propiedades) y la “originalidad” (ser origen de determinadas notas activas o pasivas), con la ventaja de que la substantividad puede referirse a una sustancia o también a la unidad de muchas sustancias.

Reconocemos dos tipos de substantividades animales según la manera de ser “de suyo”: las cerradas o conclusas y las abiertas o inteligentes. Las primeras son los animales no humanos. Las substantividades animales actúan “por ser reales” y nada más. Las substantividades humanas son activas no solo por ser reales sino también “para ser reales”, ya que están abiertas a otras realidades y también a su propia realidad.

Hay autores que establecen una distinción entre ser humano y persona, exigiendo como requisito necesario de la persona la capacidad de razonar y de comunicarse y entablar relaciones interpersonales. Este concepto puede ser reductivo y por tanto erróneo, ya que no respeta la complejidad de la realidad de la persona en cuanto substantividad humana, en la que cabe distinguir dos momentos fundamentales y complementarios, aunque no idénticos: la personeidad, como momento original, y la personalidad, como momento procesal, que definen a la persona a lo largo de su existencia.

La personeidad  es la relación original y primordial de la persona. Biológicamente hace referencia al origen biológico y genealógico. El hombre comienza a existir como personeidad y va configurando su propia personalidad, como proceso psico-orgánico de personalización, adquiriendo modulaciones concretas, activamente ejecutando actos y pasivamente, recibiendo elementos a través de la diversas etapas hasta la terminación de la vida.

La persona humana es una substantividad con potencialidad de plena posesión de sí misma en el sentido de pertenecerse en el orden de la realidad, o sea de la “suidad”. Tiene potencialidad de desarrollar la inteligencia sentiente y volente, a través de la locuencia, conciencia y ciencia. El hombre puede relacionarse libremente con otras cosas y con otras personas, lo que le permite actuar no solo por ser real, sino también “para ser real”, para “autorrealizarse”, hacerse a si mismo. Dotado de “nostridad”, como constitución biológica y al mismo tiempo metafísica, el hombre tiende hacia la constitución de diversos nosotros parciales hacia el nosotros universal abierto al nosotros teologal en un proceso de autorrealización y de acogida de la plenitud que se otorga como gracia: participar de la vida del Dios-Comunión.

LA VIDA INTRAUTERINA

Una de las cuestiones que suscita más discusiones dentro del mundo de la bioética es el referente al denominado “estatuto ético del embrión humano”. Llagar a un juicio ético es una conclusión de orden filosófico, pero para realizar las especulaciones metafísicas o morales es necesario el aporte de datos biológicos.

Desde el punto de vista genético, el desarrollo puede definirse como un proceso regulado de crecimiento y diferenciación resultante de la interacción núcleo-citoplasmática, del ambiente celular interno y del medio externo, de tal manera que en su conjunto el desarrollo constituye una secuencia programada de cambios fenotípicos, controlados espacial y temporalmente, que constituyen el ciclo vital del organismo.

Al producirse la fecundación por la unión de los gametos se origina el cigoto, que reúne, ya desde el mismo instante de su formación, toda la información genética necesaria para programar el desarrollo del nuevo ser, de manera que a partir del momento en que empiece a funcionar el primer gen en dicha célula inicial única, la programación genética conducirá inexorablemente a la formación del individuo adulto.

Teniendo en cuenta esto, es necesario afirmar que hay vida humana desde el momento de la fecundación. La vida humana debe ser  respetada desde el primer momento, pero ¿ha de ser respetada como un nuevo y distinto ser personal?

§  Desde la teología, decir que un ser “no es persona”, “no lo es todavía”, “no lo es más”, no implica solo que la ley y los demás hombres no estarían obligados a respetarlo plena e íntegramente, sino que eso no es sujeto directo de creación y de salvación individual.
§  Actualmente todos aceptan que desde el punto de vista biológico, pertenece a la especie humana cualquier ser viviente que tenga el genoma de homo sapiens. Cualquier individuo adulto de esta especie es considerado por los demás un hombre y nosotros le atribuimos la calidad de persona humana. La exclusión de un individuo adulto de tal comunidad no le es permitido a nadie.
§  Siguiendo sus potencialidades activas intrínsecas, un ser puede llegar a ser sólo lo que ya es por su naturaleza. Este principio general debe ser aplicado al embrión humano: nada puede llegar a ser una persona sin ser ya una persona. El individuo humano alcanza gradualmente la posesión de la conciencia, pero ontológicamente permanece la misma substancia, de modo que sí se puede decir que es persona a un cierto nivel, no podemos no admitir que ya era una persona desde el comienzo (la substancia no esta sujeta a cambios o crecimiento, pero sí lo es la posesión de ciertas cualidades)
§  En la ontogénesis humana es el hombre el que se forma a través de una serie de fases, de las cuales la precedente es indispensable para la sucesiva. Con mayor precisión es un hombre determinado el que se forma tal y como se halla ya diseñado y programado en el genoma. Por eso afirmamos que el ovulo fecundado no es persona en potencia, sino que ya es plenamente persona. Pero es sólo potencialmente una persona adulta.

LA TRANSMISION DE LA VIDA

La transmisión de la vida presupone, conlleva y realiza un conjunto de valores que afectan a lo más nuclear de la persona. Transmitir la vida no es una acción técnica, sino una obra de humanidad. Entran en juego las dimensiones mas profundas del hombre. Es la ética de humanización la que debe dar los criterios exactos para valorar las intervenciones humanas especiales en el proceso de transmisión de la vida.

El “derecho” a procrear
Uno de los bienes mayores de la humanidad es la posibilidad de transmitir la vida. Este valor tiene su concreción más exacta en el amor fecundo de la pareja humana. Muchas parejas no pueden dar vida a nuevos seres, pero el matrimonio no se justifica únicamente por los hijos. Existen “alternativas” válidas para la situación de esterilidad (adopción, entrega mas plena al servicio social o pastoral…)

En la categoría de “derecho humano” no entra adecuadamente la procreación, lo que si cabe dentro de esta categoría es el ejercicio responsabilizado de la función procreativa: “derecho a fundar una familia”.

Derecho a las condiciones humanas de procreación
La transmisión de la vida no es algo meramente mecánico, exige una profunda conciencia de responsabilidad, tanto los cónyuges como la sociedad deben contribuir a esclarecer cada vez más la condiciones y circunstancias favorables a una recta ordenación de la concepción humana.

a)      Exigencias éticas pertenecientes a la sociedad
§ No puede imponer al matrimonio una forma determinada de ejercer su función procreativa
§ Les corresponde a todos contribuir al progreso del matrimonio y de la familia haciendo posible la realización de una procreación humana responsable.

b)     Exigencias éticas pertenecientes a los esposos

§ El derecho a una procreación humana y humanizadota supone por parte de los esposos la aceptación consciente y la realización adecuada de los criterios que integran el principio de paternidad/maternidad responsable.

Orientaciones éticas
1.      La exigencia eugenésica: puesto que la procreación no es para la satisfacción egoísta sino un deber para con las generaciones futuras, a todos incumbe la obligación de mantener y mejorar las potencialidades de la especie humana. La humanidad tiene que prevenirse de taras hereditarias, ya que suponen una carga para el bien común. Los procedimientos para realizar la eugenesia han de respetar la dignidad de la persona.
2.      La exigencia del hijo como un valor en sí: el hijo no es un bien útil que sirve para satisfacer necesidades de la pareja. El hijo es un bien en sí y como tal debe ser amado y buscado. Es necesario postular como exigencia ética el ámbito del matrimonio como lugar adecuado para la procreación.
3.      La exigencia de la precariedad y de la solidaridad humanas: la recta comprensión de la procreación  y asume las carencias de la naturaleza, si bien lucha por vencerlas cuando la perspectiva de éxito es razonable.
4.      En cuanto a la aplicación de las técnicas: cuando no existe otra alternativa, se debe tener en cuenta que la pareja heterosexual estable es el único ámbito adecuado para la fecundación asistida (no es coherente la fecundación artificial heteróloga) y que la técnica no debe excluir el acto conyugal, puesto que este expresa la dimensión unitiva de la sexualidad. No son aceptables moralmente todas aquellas formas de gestación artificial en las que el útero normal es sustituido por otro. Estos embarazos “adoptivos” o “de alquiler” no reúnen las condiciones para que el proceso reproductivo sea plenamente “humano” y “humanizador”.

LA MANIPULACION GENETICA REPRODUCTIVA

Problemas éticos relacionados con la clonación humana
§  Es “en el método la forma mas despótica, y en el fin la forma mas esclavizante de manipulación genética. Su objetivo no es una modificación arbitraria de la sustancia hereditaria, sino precisamente su arbitraria fijación en oposición a la estrategia dominante en la naturaleza.
§  Es una manipulación radical de la relacionalidad y complementariedad constitutivas, que están en la base de la procreación humana, tanto en su aspecto biológico como en el propiamente personal. Tiende a considerar la bisexualidad como un mero residuo funcional.
§  Se produce una instrumentalización radical de la mujer, reducida a algunas de sus funciones puramente biológicas (prestadora de óvulos y de útero), a la vez que se abre la perspectiva de una investigación sobre la posibilidad de crear úteros artificiales, ultimo paso para la producción “en laboratorio” del ser humano.
§  En el proceso de clonación se pervierten las relaciones fundamentales de la persona humana: la filiación, la consanguinidad, el parentesco y la paternidad o maternidad.
§  Se “emula” e “imita” lo que acontece en la naturaleza, olvidando que el hombre no se reduce a su componente biológico.
§  La clonación humana merece un  juicio negativo también en relación a la dignidad de la persona clonada, quien vendrá al mundo como “copia” de otro ser.
§  Limitar la prohibición de la clonación al hecho de impedir el nacimiento de un niño clonado permitiría de todos modos la clonación del embrión-feto, implicando así la experimentación sobre embriones y fetos, y exigiendo su supresión antes del nacimiento, lo cual manifiesta un proceso instrumental y cruel respecto al ser humano.

Para hacer que la ciencia biomédica mantengan y refuerce su vinculo con el verdadero bien del hombre y de la sociedad, es necesario fomentar, como recuerda el Santo Padre en la Encíclica Evangelium vitae, una “mirada contemplativa” sobre el hombre mismo y sobre el mundo, como realidades creadas por Dios, y en el contexto de la solidaridad entre la ciencia, el bien de la persona y de la sociedad.

Congelación y crioconservación de embriones
La Donun vitae rechaza por razones éticas la realidad técnica de la congelación y conservación de embriones humanos. Se trata de “una ofensa al respeto debido a los seres humanos, por cuanto les expone a graves riesgos de muerte o de daño a la integridad física, les priva al menos temporalmente de la acogida y de la gestación materna y les pone en una situación susceptible de nuevas lesiones y manipulaciones”.

El destino de los embriones abre una página dolorosa en la que se lee la eliminación de miles de ellos por haber superado el plazo de conversión estipulado por la ley civil. La misma Instrucción dice:

“Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como material biológico disponible. Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se obtengan mediante la fecundación artificial o mediante la fisión gemelar. El investigador usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se hace señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente a quien permitirá vivir y a quien mandara a la muerte, eliminando seres humanos indefensos”.


Conclusión: defender y promover la vida
La vida humana se inicia en la singamia de los dos pro núcleos germinales. El nuevo ser es persona desde la concepción y por lo mismo debe ser respetado ofreciéndosele los cuidados necesarios de modo que llegue a asumir responsablemente su vida para llevarla a su máxima realización posible. Todos somos responsables del cuidado y de la promoción de la vida haciendo realidad un mundo mas humano y fraterno, donde el amor a los mas pequeños, los indefensos y desposeídos sea nuestra preocupación permanente.



“Se nos pide amar y respetar la vida de cada hombre y de cada mujer y trabajar con constancia y valor, para que se instaure finalmente en nuestro tiempo, por tantos signos de muerte, una cultura nueva de la vida, fruto de la cultura de la verdad y del amor”. (EV, 77c)

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