domingo, 31 de mayo de 2015

PRIMER MANDAMIENTO. AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y primer mandamiento” (Mt 22, 36-38)
Además de ser el principal precepto divino, este mandamiento incluye a todos; cualquier transgresión a la Ley de Dios implica ausencia de amor por El. El mandato de amar a Dios sobre todas las cosas conlleva la necesidad de vivir las virtudes de la fe, esperanza, caridad y la virtud de la religión.

LA FE


Definición y naturaleza

Es la virtud sobrenatural por la que creemos que es verdadero todo lo que Dios ha revelado.
El modo habitual por el que se produce la primera infusión de la virtud sobrenatural de la fe es el Bautismo. Es requisito fundamental para alcanzar la salvación, pero que se ha de plasmar en actos concretos. La fe es muerta sin obras.

Deberes que impone la Fe

a)      Conocerla: todos los hombres deben conocer las principales verdades de la fe
-          Los dogmas fundamentales de la fe: el Credo
-          Los Mandamientos de Dios y de la Iglesia
-          El Padrenuestro (lo que el hombre debe pedir a Dios)
-          Los Sacramentos (medios para recibir la gracia)
b)      Confesarla:
-          Manifestándola con palabras o gestos (al recitar el Credo, al ir a Misa, etc)
-          A través de las obras de la vida cristiana
-          Por la práctica del apostolado (acción propagadora o evangelizadora)
c)      Preservarla:
-                                  Evitar todo lo que pueda ponerla en peligro
-                                  Fortalecerla (debe crecer en nosotros hasta hacerse intensa)

Pecados contra la Fe

a)      Por negarla interiormente
-          Infidelidad: carencia culpable de la fe, total (ateísmo) o parcial (falta de fe)
-          Apostasía: abandono total de la fe cristiana recibida en el Bautismo
-          Herejía: error voluntario y pertinaz contra alguna verdad de la fe.
-          Dudas contra la fe (el hombre tiene que creer lo que no ve ni comprende)
b)      Por no confesarla exteriormente
c)      Por  exponerla a peligro:
-          Tratar sin la debida cautela con incrédulos, herejes o indiferentes.
-          Lectura de libros contrarios a la fe, que dejan un ambiente insano de duda.
-          Asistencia a escuelas anticatólicas o acatólicas
-          Negligencia en la formación religiosa

LA ESPERANZA

Definición y naturaleza

Es la virtud sobrenatural, infundida por Dios en el alma en el momento del bautismo, por la que tenemos firme confianza en que Dios nos dará, por los méritos de Jesucristo, la gracia que necesitamos en esta tierra para alcanzar el cielo. Se basa fundamentalmente en la bondad y poder infinitos de Dios, y en la fidelidad a sus promesas.

Necesidad de la esperanza

Es tan necesaria como la fe para conseguir la salvación. Lo que al hombre se le pide es que a pesar de sus muchos pecados, confíe en el Señor, y recurra con constancia a la oración y a los sacramentos esforzándose por luchar contra sus defectos.

Pecados contra la esperanza

a)      La desesperación: juzgar que Dios ya no nos perdonará los pecados y no nos dará la gracia y los medios necesarios para alcanzar la salvación. Equivale a negar la fidelidad de Dios a sus promesas y su infinita misericordia. Santo Tomás afirma que procede de dos pecados capitales: de la lujuria y demás deleites corporales y de la pereza o acidia
b)      La presunción: exceso de confianza que nos hace esperar la vida eterna sin la gracia ni las buenas obras. Su causa principal es el orgullo. Las formas de pecar por presunción son:
-          los que esperan salvarse por sus propias fuerzas, sin auxilio de la gracia
-          los que esperan salvarse por la sola fe, sin hacer buenas obras
-          los que dejan la conversión para el momento de la muerte
-          los que pecan libremente por la facilidad con que Dios perdona
-          los que se exponen con demasiada facilidad a las ocasiones de pecado
c)   La desconfianza: no se confía suficientemente en la misericordia y fidelidad de Dios.

LA CARIDAD


Definición y excelencia

Es la virtud sobrenatural infusa por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, por amor a Dios. Es la más excelente de todas las virtudes:
-          por su bondad intrínseca, pues es la que más directamente nos une a Dios.
-          porque es necesario que sea la caridad la que dirija y ordene a Dios todas las demás virtudes, que sin ella estarían como muertas.
-          porque no termina con la vida eterna, ya que el amor no pasa, pues constituye el contenido esencial de la vida eterna.

El amor a Dios

a)      Naturaleza del amor a Dios
La necesidad que el hombre tiene de amar a Dios radica en tres motivos:
-         Por Si mismo, pues el objeto del amor es el bien y Dios es el Sumo Bien.
-         Porque El nos lo manda, y recompensa este amor con un premio eterno
-         Por los múltiples beneficios que nos otorga
El sumo amor que Dios pide al hombre, puede ser de tres modos:
-          apreciativamente sumo, cuando el entendimiento comprende que Dios es el mayor bien
-          sensiblemente sumo, cuando nuestro corazón así lo siente
-          efectivamente sumo, cuando se lo demostramos con nuestras acciones

b)   Pecados contra el amor a Dios
-          El odio a Dios. De este proceden la blasfemia, las maldiciones, los sacrilegios, las persecuciones a la Iglesia, etc.
-          La acedia o pereza espiritual (tibieza, frivolidad o estupidez), no se encuentra placer en Dios, se consideran las cosas que a El se refieren tediosas y tristes.
-          El amor desordenado a las criaturas, que lleva a anteponerlas al mismo dios o al cumplimiento de su divina voluntad.

El amor al prójimo

a)      Naturaleza del amor al prójimo
Es una virtud sobrenatural que nos lleva a buscar el bien de nuestros semejantes, por amor a Dios. Nuestro amor a los demás debe reunir cuatro características:
-          sobrenatural: amamos a los demás por amor de Dios, porque todo prójimo es hijo suyo
-          universal: debemos amar a todos los hombres sin excepción
-          ordenado: ha de amarse más, al que por diversos motivos, este más cercano a nosotros
-          ha de ser no sólo externo sino también interno, evitando toda aversión hacia nadie

b)      Las obras de misericordia
Siete espirituales:  enseñar al que no sabe
dar buen consejo al que lo necesita
corregir al que yerra
perdonar las injurias
consolar al triste
sufrir con paciencia los defectos del prójimo
rogar a Dios por vivos y difuntos
      Siete corporales:   visitar a los enfermos
dar de comer al hambriento
dar de beber al sediento
vestir al desnudo
dar posada al peregrino
socorrer a los presos
enterrar a los muertos

La corrección fraterna
Es la advertencia hecha a otro, para que se abstenga de algo ilícito o perjudicial.

El apostolado
Designa la obligación de todo bautizado de promover la práctica de la vida cristiana. No se exige a todos en el mismo grado, sino que ha de ser realizado de acuerdo a los personales dones que cada uno recibe de Dios.

c)   Pecados contrarios al amor al prójimo
-          El odio: consiste en desear el mal al prójimo o porque es nuestro enemigo (odio de enemistad) o porque nos es antipático (odio de aversión).
-          La maldición: que expresa el deseo de un mal para el prójimo
-          La envidia: es el disgusto o tristeza ante el bien del prójimo. Es un pecado capital porque es origen de muchos otros, odio, murmuración, detracción, resentimiento, etc.
-          El escándalo: toda acción, palabra u omisión que se convierte para el prójimo en ocasión de pecar. Puede ser directo (si se realiza con la expresa intención de hacer pecar al otro) o indirecto (si se produce sin mala intención pero arrastra al pecado a otros).
-          La cooperación al mal, o participación en el acto malo realizado por otra persona. Puede ser formal, cuando se concurre a la mala acción y a la mala intención; y material cuando sólo se ayuda a la mala acción sin intención de hacer el mal.
-          La contienda, la riña, la guerra injusta y la sedición.

LA VIRTUD DE LA RELIGIÓN

Definición

La religión es la virtud que nos lleva a dar a Dios el culto debido como Creador y Ser Supremo.

Dios es para el hombre el Único Señor. Lo ha creado y lo cuida constantemente con su Providencia: la existencia, y cuanto es o posee, lo ha recibido de El. En consecuencia, el hombre tiene con Dios unos lazos y obligaciones que configuran la virtud de la religión.

El culto

Esos lazos y obligaciones se concretan primariamente en la adoración y alabanza a Dios, y es lo que se conoce como culto.

a)       Culto interno y externo
A la virtud de la religión pertenecen principalmente los actos internos del alma, por los que manifestamos nuestra sumisión a Dios, y que se llama culto interno.
El culto interno se rinde a Dios con las facultades del entendimiento y la voluntad, y constituye el fundamento de la virtud de la religión, pues “los que adoran a Dios deben adorarlo en espíritu y en verdad” (Jn 4, 24).

En otras palabras, sería inútil e hipócrita el culto externo si no fuera precedido por el interno: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mt 15,8)

Entre los actos del culto interno están:
1.    La devoción, que es la prontitud y generosidad ante todo lo referente al servicio de Dios;
1.       La oración, que es levantar el corazón a Dios para adorarlo, darle gracias, implorar   perdón y pedir lo que necesitamos.

Pero no basta el culto interno, se precisan también actos externos de adoración: participar en la Santa Misa, arrodillarse ante el Sagrario, asistir con piedad a las ceremonias litúrgicas... Este culto externo es necesario también porque:

-          Dios es Creador no sólo del alma sino también del cuerpo, y con ambos debe el hombre reverenciarlo;
-          Está en la naturaleza humana manifestar por actos externos sus sentimientos internos. El culto interno, sin el externo, decae y languidece.

Por exigir la naturaleza humana – a un tiempo material y espiritual – la necesidad de rendir culto externo, la Iglesia condenó como herética la proposición de Miguel de Molinos (1628 – 1696) que consideraba imperfecto e indigno de dios todo rito sensible de alabanza, queriendo reducirlo a lo interno y espiritual (cfr. Dz. 1250).

b)     Culto de latría, de dulía y de hiperdulía
El culto en sentido estricto se le tributa sólo a Dios por su excelencia infinita, aunque podemos también tributarlo indirectamente a los santos, en virtud de la estrecha unidad que tienen con Dios. Es por eso que el culto puede ser:

1.      de latría o adoración: es el que se rinde únicamente a Dios en reconocimiento de su excelencia y de su dominio supremo sobre todas las criaturas.
Con este tipo de culto se honra a la Sagrada Eucaristía.
2.      de dulía o veneración: el que se tributa a los santos, en reconocimiento de su vida de entrega y unión a Dios.

Este culto es consecuencia inmediata del dogma de la comunión de los santos. En efecto, si nos podemos comunicar con los bienaventurados del cielo, ¿por qué no honrarlos?; ¿por qué no invocar su patrocinio? Si es lícito encomendarnos a las oraciones de los fieles vivos (“orad unos por los otros para que os salvéis”, Sant. 5, 16) ¿por qué no lo ha de ser encomendarnos a los santos, que son amigos de Dios y El mismo ha glorificado?
Se ve, pues, que la condenación de este culto que hacen los protestantes no está de acuerdo con el dogma de la comunión de los santos ni con la Sagrada Eucaristía.

3.      de hiperdulía o especial veneración: el que se rinde a María Santísima, reconociendo así su dignidad de Madre de Dios.

Por ser criatura, no se le puede rendir culto de adoración; pero por ser la más excelente de todas las criaturas – por encima de todos los ángeles y santos – se le rinde culto de especial veneración. El fundamento clave para entender el culto eminente tributado a María Santísima, es el hecho de haber engendrado al Verbo Eterno, Jesucristo Nuestro Señor, y ser por ello verdaderamente Madre de Dios.

La legislación eclesiástica señala que “con el fin de promover la santificación del pueblo de Dios, la Iglesia recomienda a la peculiar y filial veneración de los fieles a la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de Dios, a quien Cristo constituyó Madre de todos los hombres” (CIC, c. 1186)

Por eso los cristianos reverenciamos las imágenes de la Virgen, de los ángeles y los santos, y conservamos con veneración las reliquias de éstos últimos. Honrando las imágenes y reliquias honramos a quienes representan o de quienes son.
           
Los protestantes atacan el culto a María y a los santos afirmando que Cristo es el único mediador y, por tanto, no hay necesidad de otros mediadores: “Uno es Dios, y uno es el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo” (1Tim 2,5).

La palabra mediador, sin embargo, tiene dos sentidos: significa redentor,  y en este sentido, sólo se aplica a Jesucristo que nos redimió ofreciendo al Padre sus propios méritos; y significa también intercesor, y en este sentido la Santísima Virgen y los Santos son intercesores, ya que ruegan a Dios por los hombres.

Pecados contra la virtud de la religión


Los pecados específicos contra la virtud son de dos clases: por exceso (la superstición) y por defecto (la irreligiosidad).

Parecería un contrasentido pecar “por exceso” contra la virtud de la religión, como si el hombre pudiera excederse en el culto a Dios. En realidad, más que un exceso propiamente dicho, se trata de una deformación cualitativa, es decir, del pecado que se comete “cuando se ofrece un culto divino a quien no se debe, o a quien se debe, pero de modo impropio” (S. Th II-II, q. 92, a.1).

a)      La superstición:
La superstición adopta dos modalidades:
1.      el culto indebido a Dios;
2.      el culto a un falso Dios, o lo que es igual, el culto a las criaturas.

Culto indebido a Dios

De dos maneras puede ofenderse a Dios con un culto indebido:
-          Culto vano o inapropiado: consiste en la adulteración del verdadero culto por introducción de elementos extraños, realizándose ceremonias absurdas, extrañas o ridículas que desdicen del decoro y dignidad del culto a Dios.
“Si las cosas que se hacen (en el culto) no se ordenan de suyo a la gloria de Dios, ni elevan nuestra mente a El, ni sirven para moderar los apetitos de la carne, o si contrarían las instituciones de Dios y de la Iglesia... todos estos actos han de considerarse como superfluos y supersticiosos” (S. Th. II-II, q. 93, a.2).

Por ello la Iglesia siempre ha velado por la digna celebración del culto, y el cumplimiento de esas normas obliga sub gravi.

De ahí que cuando un ministro – bajo pretexto de espontaneidad, acercamiento a la comunidad, o cualquier otro -, varía estas normas, actúa arbitraria e ilícitamente (cfr, CIC, c. 838).

-          Culto falso, que consiste en simular el verdadero culto a Dios buscando inducir al engaño.

Es culto falso, por ejemplo, el que haría quien pretendiera celebrar Misa sin ser sacerdote, el que propague falsas revelaciones o milagros, el que ponga a la veneración reliquias falsas, etc.


Culto indebido a las criaturas

Se cae en este pecado con toda actividad que directa o indirectamente intenta divinizar alguna criatura, de la que se pretenden conocimientos y bienes que sólo Dios puede conceder.
Puede adoptar las formas de idolatría, adivinación, espiritismo, magia, vana observancia  y otras .

Muy variadas expresiones adquieren los elementos extraños que se introducen en el culto al Dios verdadero: desde el empleo de aspectos culturales prehispánicos en el culto católico, hasta la inclusión de prácticas ridículas (p. Ej. Las cadenas de cartas que supuestamente hay obligación de enviar) en la devoción a los santos.

-          Idolatría: tributar directamente culto de adoración a una criatura. Es un pecado gravísimo que Dios condena severamente en la Sagrada Escritura (cfr. Ex. 22,20), porque se considera inexcusable (cfr. Sab. 13,8), es decir, nunca está permitido, ni siquiera para evitar la muerte, adorar a dioses falsos.

-          Adivinación: consiste en invocar explícita o implícitamente al demonio para saber cosas ocultas, imposibles de saber por métodos naturales de previsión.

                En general los adivinos no pasan de ser hábiles charlatanes, pero si se producen de hecho sucesos
        extraordinarios no pueden ser debidos sino a los demonios. Dios o las almas de los bienaventurados no pueden favorecer doctrinas erróneas y prácticas supersticiosas condenadas desde antiguo por El mismo (cfr. Lev. 19,27;20,31).

Las consultas a oráculos, lectura de naipes, buenaventuras, etc. son pecado si se les da crédito, porque llegan a ser superstición; no son pecado si se hacen por juego y sin escándalo, aunque de cualquier modo es preferible abstenerse.

-          Espiritismo: es el arte de comunicarse con los espíritus, o mejor, por lo dicho antes, con los demonios o los condenados. Es gravemente pecaminoso por la intención de penetrar en los enigmas de la vida y de la muerte de manera arbitraria; resulta temerario pretender entrar en esos ámbitos, que sólo a Dios están sujetos, por un afán de curiosidad morbosa.

El santo Oficio (decreto del 24-IV-1917; cfr. Dz. 2182) prohibió toda participación en sesiones espiritistas, incluso la mera presencia y la simple escucha.

Por iguales razones, es ilícita la participación en el juego llamado “ouija”, que pretende obtener respuestas de los espíritus o fuerzas ocultas.

-          Magia: es blanca cuando se funda en la habilidad del prestidigitador y en la ilusión o la ignorancia del que observa. Es negra o diabólica, o bien simplemente brujería, cuando un poder oculto permite al mago obtener efectos superiores la eficiencia de los medios realmente usados.

Este poder oculto proviene ordinariamente del demonio, y en tal comunicación se encuentra el elemento pecaminoso de la magia negra.

                En lo referente a la magia blanca no puede asignarse ninguna reprobación moral.

-          Vana observancia: forma de superstición que atribuye a señales, cosas o animales fuerzas favorables o nocivas, más allá de su eficiencia propia.

En este inciso se sitúan multitud de supersticiones más o menos frecuentes; uso de amuletos, miedo a ciertos números, días, animales, etc.

Origen y Gravedad de la superstición

La superstición proviene de un falso sentimiento religioso y abunda en personas ignorantes o irreligiosas. La mayoría de los incrédulos son supersticiosos: por no creer en Dios creen en las mayores necedades.

La gravedad de la superstición se mide por la mayor o menor invocación al demonio. Cuando hay invocación explícita del demonio, el pecado es gravísimos. Si es implícita – por ejemplo, en el que inconscientemente lo relaciona con fuerzas ocultas – el pecado también es mortal.

De algún modo puede haber invocación implícita al demonio en las películas, obras teatrales, etc., que imprudentemente hacen aparecer intervenciones satánicas, para infundir terror, manifestar prodigios, etc.
Hay invocación explícita, al parecer, en las letras de las canciones de ciertos grupos musicales modernos. En ambos casos – visuales o auditivos – existe la obligación de no tomar parte como espectador o escucha.

b)     La irreligiosidad
Incluye todos los pecados que se cometen por defecto contra la virtud de la religión. Son los siguientes:

-          La impiedad o falta de religiosidad. Admite una amplia gama de actitudes: desde la indiferencia o tibieza para los actos de culto a Dios, hasta la calumnia, desprecio o ataques a la religión.
-          La tentación a Dios: en sentido propio es pretender con palabras o con hechos poner a prueba alguno de los atributos divinos (p. ej., decir: si Dios existe, que me caiga un rayo). En sentido impropio, se tienta a Dios exponiéndose a peligros si necesidad ni precauciones, confiando temerariamente en la ayuda divina.
-          El sacrilegio, que es tratar indignamente personas, objetos y lugares consagrados a Dios.
Ejemplo de sacrilegios: con relación a las personas, el que  atente contra la vida del Romano Pontífice; con relación a las cosas, robar un cáliz bendecido; con respecto a los lugares, matar dentro de una Iglesia. El trato indigno de la Eucaristía, o el retener las especies consagradas con perversa finalidad, además de sacrilegio implica pena d excomunión (cfr. CIC, c. 1367).

-          La simonía o voluntad deliberada de comprar una cosa espiritual.
Ejemplos de simonías: pagar por la absolución de un pecado, vender más caro un cáliz bendecido que uno sin bendecir, la promesa de rezar a cambio de dinero, etc. Su nombre viene de Simón el Mago, que pretendió comprar a los apóstoles el poder de hacer milagros (cfr. Hechos 8,18).

La malicia de este pecado puede considerarse en un doble aspecto:
a)      por la injuriosa equiparación de los bienes espirituales con los materiales;
b)      por ser ilegítima la usurpación que de los bienes hacen los ministros, derivándolos a su provecho temporal en lugar de orientarlos al aprovechamiento espiritual de las almas.


Es importante distinguir el pecado de simonía del estipendio que se da por la celebración de la Misa, pues no se paga la Misa sino una remuneración al sacerdote por su trabajo y para su sustento.

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