jueves, 7 de mayo de 2015

PRESUPUESTOS EPISTEMOLÓGICOS

Transformar el delito en derecho es negar la verdad, corromper la norma moral, pervertir a la persona y destruir la convivencia social justa. Transformar el delito en derecho es atribuir a la libertad humana un significado perverso. La argumentación racional sobre los problemas bioéticos surge del valor mismo de los argumentos fundados en la naturaleza de las cosas y no de una posición de la Iglesia. El derecho a la vida es el primer y principal derecho de cada hombre, independientemente de sus creencias religiosas, lo posee por el mismo hecho de ser hombre y como tal debe ser respetado. No se trata de imponer a nadie el respeto de la vida humana sobre la base de una norma moral confesional. Existe un punto de racionalidad común a todos los hombres, que permite la comunicación entre ellos y la convivencia civil, que es independiente de la fe y al cual puede adherirse mediante bases científicas y filosóficas.


No existe una conexión absolutamente necesaria entre la ética racional y la fe. Es posible una fundación próxima autónoma y consecuentemente no religiosa, de la vida ética y de la convivencia civil. La autonomía de la razón humana y la afirmación del valor absoluto del hombre y de la vida humana, son una base suficiente para la fundamentación próxima de la ética racional humana. La apertura a la fe religiosa no priva al hombre de su valor absoluto. Para el creyente el hombre esta ordenado a Dios como fin en sí mismo. Esta posición integra las convicciones religiosas (teonomía) con la racionalidad inscrita en el ser humano (autonomía). Se evita así pensar que la fe se contrapone y elimina a la razón. Afirmar la autonomía de la razón no significa prescindir de ella cuando proviene de un determinado lugar, es decir del mundo católico; no se buscaría la verdad racional en sí, sino solamente la que proviene de aquellos sectores que me son simpáticos.

Teniendo en cuenta estas consideraciones se pueden establecer algunos fundamentos sobre los cuales se apoyan constantemente las argumentaciones racionales en materia de Bioética.

1.        Nexo entre vida y libertad, y el vínculo constitutivo entre libertad y verdad

La vida y la libertad son bienes inseparables, cuando se viola uno el otro es violado también. No hay verdadera libertad cuando no se acoge y ama la vida, y no hay vida plena sin libertad. Separar la libertad de la verdad objetiva hace imposible la fundamentación de los derechos de la persona sobre una solida base racional, y establece la premisa de comportamientos arbitrarios y totalitarios, tanto de los individuos como de las instituciones. Si bien una ley como la del aborto no obliga a nadie a abortar, o en una legislación análoga sobre la despenalización de la eutanasia ninguno está obligado a practicarla; no es verdad que aumente las oportunidades de libertad para todos, menos para quien es suprimido y manipulado.

En la regulación de materias como el aborto, la reproducción asistida, la eutanasia, la reivindicación de la libertad individual debe necesariamente tener cuidado de no vulnerar los derechos objetivos del otro, sobre todo cuando es débil, indefenso o enfermo. En estos casos la legislación, expresa implícitamente un juicio de violabilidad de la vida y de la persona en determinadas condiciones, privándola de la tutela y protección. El bien inviolable requiere el compromiso de la tutela frente a quien lo quiere violar. Si el violador no es detenido, y en cambio está protegido y financiado (como en el caso del aborto), esto quiere decir que no se considera inviolable aquel bien.

2.        La libertad de investigación científica y la dignidad de la persona

Del Renacimiento en adelante (sobre todo del Iluminismo), la separación fe/razón se ha manifestado en la contraposición de la ciencia a la fe, creando una divergencia entre la verdad científica y los contenidos esenciales de la verdad de la fe. Hoy se vive aun esta división manifestada en el conflicto entre la libertad de investigación técnico-científica y las exigencias relacionadas a la verdad y dignidad de la persona.

Galileo sostenía que “la ciencia natural y la Sagrada Escritura expresan con dos lenguajes diferentes la misma verdad”. Pasteur aconsejaba a sus discípulos: “recordad que poca ciencia podrá alejarlos de Dios, pero mucha ciencia los reconducirá necesariamente a Él”.

En la Encíclica Humani generis, Pio XII llamo la atención contra interpretaciones erróneas relacionadas con el evolucionismo. Las actuales filosofías y algunas interpretaciones científicas influenciadas por ellas no reconocen ninguna identidad personal al embrión humano, mientras un análisis objetivo del dato científico y la doctrina de la Iglesia sostienen lo contrario. En la Encíclica Evangelium vitae, se expresa la verdad sobre la vida humana. El derecho a la vida y su inviolabilidad absoluta desde el momento de la concepción es el primero y principal derecho de cada hombre, independientemente de sus creencias religiosas o de su situación, lo posee por el hecho mismo de ser hombre. Es una de las primeras verdades sobre el hombre. La Iglesia no trata de imponer a ninguno el respeto a la vida humana sobre la base de una norma moral que nace de una visión de fe en Dios. El rechazo de las violaciones contra la vida y la defensa de la misma se fundan sobre la naturaleza misma de las cosas y sobre la experiencia humana. La Iglesia reconoce al embrión humano la identidad y el estatuto de persona humana sobre la base de los datos de la razón; pide consecuentemente a los hombres y a los Estados que cada embrión humano sea respetado desde el primer momento y que sean reconocidos el estatuto jurídico y los derechos de cada persona.

Hoy la ciencia, abiertamente influenciada por posiciones ideológicas e intereses económicos no reconoce la evidencia científica defendida fuertemente por la Iglesia. La fe no se opone a la razón, “no hay motivo para que exista competitividad alguna entre la razón y la fe; la una está en la otra, y cada una tiene un espacio propio de realización” (FR 17).

3.        Lo moralmente admisible frente a lo técnicamente posible.

La natural y principal finalidad de la medicina y del progreso técnico-científico es la defensa y la protección de la vida, no su manipulación o eliminación. Sin embargo, en el aborto, en la fecundación artificial y en la eutanasia, la ciencia médica en vez de proteger la vida se pone al servicio de su manipulación y destrucción, perdiendo la dimensión ética original reconocida ya desde antiguo en el juramento de Hipócrates.

Si bien es verdad que mediante la fecundación artificial parejas estériles pueden tener hijos, también es verdad que el precio a pagar es la manipulación, destrucción, muerte, crioconservación de muchos seres humanos. El fin no justifica los medios. No se trata de oponerse al desarrollo técnico-científico, sino de hacer que esté al servicio del hombre y no sea causa de su destrucción. No todo lo que es técnicamente posible es moralmente admisible.

El desarrollo científico y sus aplicaciones tecnológicas han mejorado las condiciones de vida del hombre, pero han contribuido también a crear una mentalidad materialista y cientificista. Esta sostiene que no existe otra realidad que la verdad de orden científico-técnico. Es verdadero solo aquello que se puede medir y verificar empíricamente. Toda la realidad del mundo y del hombre es explicable mediante la ciencia.

No se trata de negar el valor de la ciencia en sí; la ciencia es un bien para el hombre y debe proseguir su desarrollo por el bien de la humanidad. El problema es afirmar que existe solamente aquello que es demostrable por la ciencia; tomar un aspecto, verdadero y real, como el todo; pretender que todo lo que es técnicamente posible lo es también desde el punto de vista moral; olvidar que la ciencia y la técnica son para el hombre y están al servicio del hombre y no al revés.

La mentalidad cientificista se describe bien en el documento Fides et ratio: “Otro peligro considerable es el cientificismo. Esta corriente filosófica no admite como validas otras formas de conocimiento que no sean las propias de las ciencias positivas, relegando al ámbito de la pura imaginación tanto el conocimiento religioso y teológico, como el saber ético y estético. Los valores quedan relegados a productos de la emotividad y la noción de ser es marginada para dar paso a lo puro y simplemente fáctico. La ciencia se prepara a dominar todos los aspectos de la existencia humana a través del progreso tecnológico. Los éxitos de la investigación científica han contribuido a difundir la mentalidad cientificista, que parece no encontrar límites. Al marginar la critica proveniente de la valoración ética, la mentalidad cientificista ha conseguido que muchos acepten la idea según la cual lo que es técnicamente realizable llega a ser por ello moralmente admisible” (FR 88). No sorprende que el sentido de todas las cosas salga profundamente deformado cuando se ha roto la armonía con la naturaleza para hacer sitio al primado de la técnica y se ha excluido toda referencia a Dios. La naturaleza no es ya mater; se ha reducido a material abierto a todas las manipulaciones“ (EV 22).

El método científico se interesa solamente por los aspectos objetivos y verificables de la realidad. Las ciencias ofrecen una imagen empobrecida del mundo y del hombre. Las ciencias no pueden pretender formular juicios metafísicos sobre la trascendencia y espiritualidad del hombre, como no pueden decir radicalmente nada sobre la existencia o la no-existencia de Dios; hacerlo es salir del ámbito científico y entrar en el filosófico o ideológico. Como dice Berger: “hace falta ser un bárbaro intelectual para afirmar que la realidad es únicamente aquello que podemos observar con los métodos de la ciencia”. Muchas realidades para la vida del hombre no podrán ser alcanzadas nunca con el método de la ciencia. Requieren otras vías de acceso, como el arte, la filosofía, la teología. Más allá del conocimiento científico, está el conocimiento por la contemplación, donde entra el estupor, la maravilla, el amor, la intuición, la emoción.


La verdadera ciencia no puede estar nunca en conflicto con la dignidad y los valores de la persona humana ni con su espiritualidad.

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