INTRODUCCIÓN HISTÓRICA
La Ética presupone,
ya desde la distinción inicial entre actos humanos y actos del hombre la
realidad de la libertad humana.
El pensamiento filosófico
no alcanzo inmediatamente un concepto satisfactorio de libertad. La filosofía griega
pre-aristotélica comenzó definiéndola por contraposición a aquello de lo que se
esta libre (libertad de). Se formulo una noción de connotaciones
fundamentalmente políticas: es libre el ciudadano que no es ni esclavo ni
prisionero de guerra.
Luego la libertad
fue puesta en relación con el fatum,
a cuyos designios no puede escapar el hombre. Se afirma que es libre quien
conociendo y aceptando el orden cósmico no se siente coaccionado por el.
La sofistica trajo
consigo el interés por el nexo entre libertad y responsabilidad, y por las
condiciones subjetivas de esta ultima.
La tradición socrática
y platónica, con la teoria de la virtud como ciencia, introduce el saber y la
ciencia como condición de posibilidad de la libertad.
La contribución mas
especifica de Aristóteles consistió en referir la libertad a la voluntariedad
del acto. La crítica aristotélica del intelectualismo platónico desemboco en el
primer análisis minucioso del acto voluntario y del acto involuntario, así como
de sus condiciones: deliberación y conocimiento practico, tipos de ignorancia,
influencia de la afectividad, etc. A Aristóteles corresponde el mérito de haber
elaborado la primera teoría de la razón práctica.
El pensamiento
cristiano supuso una sensible profundización en el concepto de libertad. La
libertad cristiana es redención de la esclavitud interior del pecado; es una
libertad interior, radicada en el centro mas intimo de la persona. Pero la
verdadera novedad del cristianismo es el anuncio de la gracia, fuerza liberadora
y fuente de la libertad interior.
Entra en escena la
compleja temática de las relaciones entre la acción de Dios (predestinación e
influjo causal) y la libertad del hombre, que será objeto de las profundas meditaciones
de san Agustín.
Es la escolástica
medieval cabe distinguir dos grandes orientaciones, la se santo Tomas de Aquino
y las elaboraciones tardomedievales de la posición agustiniana (San Buenaventura,
Duns escoto, Ockham). Para santo Tomas la libertad es la característica de la
voluntad de los seres racionales: donde hay racionalidad hay también libertad.
Para Escoto la
libertad es un género que contiene dos especies distintas: la libertad esencial
y la libertad de contingencia. Para santo tomas no existe la libertad esencial,
porque la libertad no pertenece a la esencia de la voluntad sino que indica
simplemente la libertad de elección o de contradicción.
Escoto con su
concepto de autodeterminación quiere subrayar la irreducible distinción
esencial existente entre el acto de conocimiento y el de voluntad, fundamentada
en el hecho de que la relación que se establece entre el entendimiento y la
verdad es esencialmente diversa e irreducible a la que se establece entre la
voluntad y el bien: el acto de voluntad consiste en una activa toma de posición
ante el bien, el inteligir puro en cambio se adecua a su objeto y queda medido
por el.
En la Edad Moderna filósofos como
Hobbes, Locke, Hume y Voltaire prefieren afirmar que la libertad no es una
propiedad del querer sino de la actuación externa de lo querido. La libertad es
el poder obrar como se quiere, pero no la facultad de querer libremente
El concepto de
libertad como elevación intelectual hasta la comprensión de la necesidad del
devenir de la sustancia absoluta, que se pone a si misma actuando sus
diferencias internas, tendrá sucesivas ediciones con Spinoza y con Hegel.
La entera filosofía
crítica de Kant es una filosofía de la libertad, una reflexión en torno a la
espontaneidad autónoma de; espíritu y a su trascendencia sobre la materia en el
campo de la razón especulativa, la espontaneidad de los conceptos a priori tiene una expansión limitada
por la experiencia sensible. Es en el orden práctico donde la autonomía del
sujeto racional encuentra una expansión completa. Se habla por ello de la primacía
de la razón práctica en Kant. Con el concepto de libertad como autonomía. Kant
asume una postura drástica ante el antiguo problema de concebir la presencia
divina en el obrar libre, que queda minimizada por no decir totalmente
excluida.
Max Schelker, en su
escrito Fenomenología y metafísica de la libertad, considera que la libertad no
es mero “no-determinismo”, sino un modo superior y original de determinación
que consiste en la dependencia del querer respecto de los valores. La libertad
no es característica de un acto aislado, sino un atributo de la persona en su
conjunto. La libertad se identifica con la eficacia espontánea del dinamismo
interno de la persona, que cobra su primer impulso del amor emocional que nos
abre a la experiencia de los valores. La teoria scheleriana pone de manifiesto
la relación entre libertad y valor.
El análisis
fenomenológico se centra en el contenido objetivo del acto, pero no capta la
posición libre del querer por parte de la persona. La presencia de los valores
en el conocimiento emocional determina el querer. No es la persona quien se
conduce a si misma hacia el bien, sino que es arrastrada pasivamente hacia un
mundo de valores que se hacen presentes a través de una emoción espontánea de
la que no puede tomar las riendas.
LAS DOS DIMENSIONES DE LA LIBERTAD
En la libertad de
la voluntad humana cabe distinguir conceptualmente dos dimensiones: la
autodeterminación y la intencionalidad.
La autodeterminación dice que en toda acción
libre soy yo (y no otra persona o una necesidad interna) el que decide o
determina, y que además decido o determino sobre mi mismo. El acto libre tiene
siempre por “objeto” también a la persona que obra en el sentido que la acción
recae sobre el sujeto agente y lo
modifica de algún modo. El acto libre actualiza la estructura personal de la
autoposesión y del autodominio: el obrar personales disposición de si mismo si
no hay un verdadero acto de voluntad (acción voluntaria), no hay
autodeterminación.
La intencionalidad
es la apertura o la dirección de la voluntad hacia su objeto. Desde el punto de
vista intencional, la voluntad es la facultad de la que la persona se sirve
para alcanzar sus “objetivos” y, en tal perspectiva la libertad implica que los
objetos presentados por la inteligencia no determinan necesariamente el acto de
la voluntad.
Si consideramos ahora
la unidad de estas dos dimensiones, diremos que la persona humana decide sobre
si misma (autodeterminación) al orientarse deliberadamente hacia ciertos
objetos (intencionalidad).
El plano de la
autodeterminación explica que en la acción libre este siempre en juego el “ser
moral” de la persona (su bien), ya que la decisión sobre si misma se realiza
siempre en el horizonte del bien en cuanto tal, y por ello existe un nexo entre
la libertad de la persona y su bien completo. Sto. Tomás de Aquino lo expresa
diciendo que siempre se obra por un fin último.
En el plano intencional
hay que buscar la explicación del signo positivo o negativo de la cualidad
moral de la decisión tomada: la especificación moral depende de la relación
entre el objeto querido y el bien de la persona. Entre ambos planos existe una
estrecha unidad e interdependencia.
Sto. Tomás
establece en la decisión libre una distinción entre el plano del ejercicio y el
plano de la especificación. El primero se refiere al ser o no ser de la acción:
el segundo a su ser tal o ser cual. El plano del ejercicio depende del querer
de la persona (de la voluntad), la cual, en el orden de la causalidad psicológica,
no tiene otra causa eficiente que ella misma. El plano de la especificación se
refiere al ser tal o ser cual de la acción, que depende de la forma de la
voluntad. La voluntad esta naturalmente formada como apetito del bien conocido
por la razón. La necesaria intervención de la inteligencia en el acto libre
debe situarse en el plano de la causalidad formal y no en el de la causalidad
motora o eficiente. La inteligencia guía en cuanto permite que la voluntad
entre en contacto con su objeto, pero no mueve ni empuja.
Ordinariamente la
apreciación cognoscitiva de los bienes concretos no introduce necesidad alguna
en el querer. La persona no es arrastrada forzosamente por los bienes
conocidos, sino que más bien ella se autodetermina con relación a ellos. La
inteligencia solo introduce la determinación formal que la voluntad acepta.
El ejercicio de la
inteligencia depende de la voluntad, y a la vez, la inteligencia guía de algún
modo esa aparente extralimitación de la voluntad: la persona impedirá la
consideración intelectual solo si esa consideración fuese estimada como
opuesta, bajo algún aspecto, al propio bien. La voluntad es precedida por un
acto intelectual no constituido objetivamente por ella, pero de la voluntad
depende que esa consideración sea la decisiva en el plano práctico. En este
sentido la autodeterminación es la dimensión fundamental de la libertad.
La colaboración de
la inteligencia y de voluntad es condición
de posibilidad de la libertad. Es la falta de conocimiento o de voluntad, y no
su presencia activa, lo que puede originar un defecto o incluso la ausencia de
libertad.
Las sensaciones de
placer y de dolor son para HUME, los resortes fundamentales del dinamismo
humano. El motivo de la acción es el impulso que esas sensaciones originan en
el hombre: de acercamiento hacia lo que promete placer y de alejamiento de lo
que anuncia dolor.
La tesis
fundamental de HUME es primero que la sola razón no puede constituir jamás el
motivo de una acción de la voluntad; segundo que no puede oponerse en absoluto
a la pasión en la dirección de la voluntad. La razón es y debe ser solamente
esclava de la pasión y no debería jamás aspirar a otra función que no sea la de
servirla y obedecerla.
Kant representa el
extremo opuesto. En Kant la razón pura es inmediatamente práctica, y un
principio puede ser considerado moral en la exacta medida en que es puro, es
decir, independiente de todo móvil empírico (placer y dolor, inclinación o
interés por el objeto de la acción). El único móvil de la acción moral es la razón
pura, el deber.
Al subrayar con
fuerza el papel autónomo y decisivo de la razón pura practica, Kant no solo
excluye del campo de la libertad-moralidad las tendencias sensibles, sino el
entero sistema tendencial de la naturaleza humana. El pesimismo rigorista de
Kant no concede a la naturaleza una tendencia racional al bien. Kant habla de
la voluntad pero no le reconoce un dinamismo propio, por lo que termina identificándola
con la razón práctica.
La diferencia entre
voluntad y facultad de desear inferior depende enteramente del carácter puro o empírico
del móvil determinante de la acción. Si el motivo de la acción es el deber,
tenemos la acción libre y moral. Si el motivo de la acción procede de la
sensibilidad, no hay acción libre porque no hay autonomía respecto del
determinismo causal psíquico. “La libertad no podría nunca consistir en la
facultad que tendría el sujeto racional de hacer una elección contraria a la razón,
por mas que la experiencia demuestre que eso sucede frecuentemente”.
Ni Hume ni Kant
admiten que en la naturaleza humana exista una inclinación racional, es decir,
un dinamismo naturalmente orientado hacia el bien racional.
Hume pensaba que
sobre una naturaleza sin voluntad, naturalmente egoísta, es posible fundamentar
la moral, que quedaría configurada como la limitación que el interés propio
acepta inteligentemente para que su necesaria coexistencia con los intereses de
los demás individuos sea pacifica, fructífera y placentera para todos. Kant por
el contero pensaba que tales motivaciones ni son en si mismas morales ni pueden
originar una verdadera moral, y por eso concluye que solo se podrá hablar de
moral si la razón pura es inmediatamente práctica.
La razón es
practica porque la fuerza fundamental del sistema tendencial humano esta
constituida por la tendencia al bien presentado por la razón, es decir, por la
voluntad. Siendo la inclinación humana a comportarse razonablemente en todas
las situaciones y ámbitos de la vida más básica y más profunda que el deseo
suscitado por la presencia de un bien sensible, la razón humana es llamada por
la voluntad misma a regular desde dentro las operaciones libres.
Señalaba el Papa
Juan Pablo II que había que tener presente este concepto de voluntad para
“entender de modo correcto la relación que existe en el proceso de la voluntad,
entre la motivación y la acción. El motivo tiene sentido tan solo en relación
con el acto de la voluntad que esta motivando. El factor esencial es siempre el
acto de la voluntad, mientras que la función práctica de la razón toma forma
bajo la influencia de la voluntad. Toda motivación forma parte por tanto del
proceso de la voluntad y debe ser analizada dentro de este. La razón se hace
practica precisamente porque coactúa con la voluntad”.
El plano de la
motivación (razón práctica) no se debe separar del acto de la voluntad. La
comprensión correcta del papel de la razón practica precisa entender que esta
interviene “dentro de” la acción de la voluntad y en conjunción armónica con la
voluntad. La razón practica interviene en el acto humano gracias a que la
voluntad, con su virtud activa especifica, asume como fines de su acción los
objetos o las acciones cuya razón de bien le es presentada por la razón
ordenadora. Tal apropiación de fines o motivos la lleva a cabo la voluntad en
el acto de quererlos y elegirlos. El acto de querer es por tanto la expresión
de aquel dinamismo especifico e irreducible por el que la voluntad se dirige a
un determinado objeto, haciéndolo fin de un acto propio en el que aparece
comprometida toda la persona. El acto voluntario es un acto por el que la
persona se autodetermina con relación a los bienes que la razón le presenta,
adquiriendo el rango de fines o motivos. Es la naturaleza de la voluntad la que
explica que su acto presuponga y contenga dentro de si, un juicio racional.
El objeto de este
juicio racional es la verdad sobre el bien que ha de ser realizado a través de
la acción (bien como fin). A la razón práctica le corresponde distinguir lo que
verdaderamente es un bien para la persona humana de lo que lo es solo
aparentemente.
La importancia y la
dificultad de esta función racional de discernimiento práctico se hacen
patentes si tenemos en cuenta que la razón práctica no es la única fuente de
discernimiento axiológico de que dispone el hombre. Los sentimientos y
emociones son también una aprehensión, a veces muy intensa de lo que representa
un valor positivo o negativo para la parte sensible de la naturaleza humana.
En cuanto la
sensibilidad es parte esencial de la persona, y en cuanto lo deleitable tiene razón
de fin, la captación emocional de los valores no puede ser rechazada por
principio como pretende Kant. En cuanto la sensibilidad es solo parte de la
persona y en cuanto lo deleitable esta en función de lo honesto, la reacción
emocional ante los valores sensibles no puede ser el criterio ultimo y
definitivo como pretende Hume.
La espontaneidad
emocional ha de ser trascendida y cuando sea necesario, corregida por la razón
practica, que es la facultad de la verdad sobre el bien el mal de la persona. La
integración de las emociones y sentimientos en la verdad sobre el bien (en el
bien verdadero) es una tarea propia de la razón práctica.
Lo esencial de la razón
practica es el estar penetrada por la intencionalidad de la operación
voluntaria, es decir presuponer el deseo de un fin.
La razón practica guía
desde dentro la operación voluntaria, discerniendo la bondad (verdadera o
aparente) de la operación y del objeto operable con relación a la persona agente
y, si es el caso, también con relación a la persona que es objeto de la acción.
Para dirigir la acción la razón utiliza de entre la totalidad de sus conocimientos
y procedimientos cognoscitivos, todos lo que son pertinentes al caso, sin
excluir ninguno por principio. En la razón practica entraran en juego la
aprehensión de un bien como fin, conocimientos universales y experienciales
singulares, consecuencias ciertas o probables de la acción, criterios cuya
validez ha sido científicamente demostrada y criterios obtenidos mediante un
examen comparativo y critico de las opiniones de los expertos, etc.
Que el razonamiento
práctico alcance mayor o menor certeza, que sea mas deductivo que inductivo
viceversa, depende de cada situación pero ninguna de esas modalidades
cognoscitivas define exclusivamente la razón practica. La razón humana es una,
con dos funciones (especulativa –busca la verdad y no mi verdad- y práctica –
determina lo que verdaderamente es mi bien) estrechamente relacionadas y
comunicadas. Lo que constituye esencialmente a la razón como practica es el
estar penetrada y movida por la voluntad de realizar un fin y de encontrar la
operación buena, a la que guía desde dentro.
Interesante artículo padre Luis Ayala. Felicitaciones. Espero que este se encuentre muy bien, y que podamos conversar en algún momento no tan lejano. Saludos.