La procreación humana, hasta hace unos años era
únicamente una procreación sexual, y se realizaba solo a través de la copula
sexual. Hoy las técnicas de fecundación in vitro y de clonación, han cambiado
el panorama y creado nuevos problemas.
I.
La sexualidad humana desde
el punto de vista de la Biología
La pertenencia al sexo masculino o femenino queda determinada,
desde la concepción, por factores genéticos, gonádicos, hormonales y
morfológicos.
En Biología se habla de:
a)
Sexo
cromosómico: determinado por la presencia o ausencia del cromosoma Y en el
código genético del individuo. El sexo femenino, además de los otros 44
cromosomas, esta determinado por dos cromosomas iguales, designados con la
letra X. En la especie humana, la mujer está determinada genéticamente por la fórmula
44 + XX. El sexo masculino, tiene un cromosoma sexual igual al X femenino y
otro diferente, indicado con la letra Y; el varón está determinado
genéticamente por la formula 44 + XY. Está científica y objetivamente probado
que es el sexo genético-cromosómico el que determina los demás componentes biológicos
del sexo.
b)
Sexo
gonádico y ductual: el sexo cromosómico determina el desarrollo de las gónadas
en sentido masculino (testículo) o femenino (ovario). El cromosoma Y o X activa
algunos genes responsables de la diferenciación de las gónadas. Las gónadas
producen determinadas hormonas que influyen en la sucesiva formación y fisiología
de los órganos genitales. El sexo ductual se forma con base en los cromosomas y
a las gónadas; en el varón se compone del epidídimo, los conductos deferentes,
la vesícula seminal, la próstata, las glándulas bulbo uretrales y parte de la
uretra. En la mujer del útero, trompas y parte de la vagina.
c)
Sexo
genital: está determinado por las características anatómicas a nivel de los
genitales externos. Mientras el sexo interno (cromosómico o gonádico) deriva de
estructuras diferentes en los dos sexos, los genitales externos tienen un
esbozo embrionario común, que después, bajo el influjo de las hormonas sexuales
masculinas o femeninas, se desarrolla de modo diferente: glande, pene y escroto
en el varón; clítoris, labios menores y mayores en la mujer.
II. La
sexualidad desde el punto de vista de la persona
La sexualidad humana no es solo un conjunto de
estructuras materiales. Siendo la persona cuerpo y alma, existe una relación
intrínseca entre sexo y persona. Tres son los elementos que hay que destacar:
a)
La
sexualidad toca a toda persona.
b)
La
sexualidad humana es complementariedad y comunión
c)
La
relación entre amor y procreación
La sexualidad
toca a cada persona
La diferenciación varón/mujer no se limita al aspecto
biológico, sino que es una dimensión constitutiva de la persona. En el ser
humano la sexualidad invade a toda la persona, todo el yo personal. La
sexualidad es el elemento fundamental de la propia identidad como individuo de
la especie humana, identidad que está determinada por el conjunto de
componentes biológicos, psicológicos y espirituales. A causa de esta
unidad-identidad psicofísica, la sexualidad es una realidad que interesa a todo
el hombre en la profundidad de su ser, allí donde se encuentra “el yo” como núcleo
personal.
La persona humana esta tan profundamente influida por
la sexualidad que esta es considerada como uno de los factores que dan a la
vida de cada cual los rasgos principales que la distinguen. Del sexo, la
persona humana deriva las características que en el plano biológico,
psicológico y espiritual la hacen hombre o mujer, condicionando el camino de su
desarrollo hacia la madurez y su integración en la sociedad. La sexualidad es
polivalente, porque se refiere al nivel físico, psíquico y espiritual del
hombre; integra los valores corpóreos (eros), psíquicos (filia) y espiritual
religiosos (ágape).
La sexualidad es el modo de ser constitutivo de lo
humano; no un ejercicio temporal de determinadas funciones, sino un modo
permanente de ser que se configura necesariamente como masculinidad o como
feminidad. El ejercicio de actos concretos de la vida sexual no expresa la
totalidad de la sexualidad. El nivel de la genitalidad, no puede ser
totalizante en la comprensión de la sexualidad, que se presenta mucho más
amplia. La genitalidad es un dato anatómico y una función fisiológica. La
sexualidad humana no es ni un mero dato, ni un objeto, ni una función; es una
dimensión constitutiva de la persona que permea todo su ser.
La sexualidad
humana es complementariedad y comunión
La sexualidad humana por el hecho de tocar a toda la
persona, no se cierra nunca en si misma, sino que está estructurada para el
dialogo y la relación interpersonal. La persona es un ser esencialmente
interpersonal y constitutivamente relacional. Lleva en su género, en el hecho
de ser hombre o mujer, la referencia al otro, a la mujer o al hombre. No puede
comprenderse verdaderamente, en su totalidad, sin tener en cuenta ésta apertura
estructural hacia “otro” que, precisamente porque es “diferente”, lo cualifica
en su identidad. El “yo” se constituye solo en relación con el “tu”, y la
sexualidad es la realidad que manifiesta esta comunión del “nosotros”. La esencia
de la sexualidad humana está, precisamente, en esta relación de un “yo” hacia
un “tu”. No hay sexualidad cerrada en sí misma, porque ésta es siempre algo
distinto de sí misma, es nuestro ser entero.
Amor y
procreación
La sexualidad es una alteridad fecunda. La fecundidad
no es solo una predisposición de la estructura biológica masculina y femenina,
sino que reviste también una dimensión interpersonal: la instauración de un nuevo
dialogo con un nuevo ser a través de la procreación. La unión sexual es un acto
que implica, en la totalidad y en la reciprocidad, a dos personas, y pone las
premisas para la llamada a la existencia de una nueva vida humana. Es un acto
en el que están unidas intrínsecamente dos dimensiones: el amor y la
procreación.
Procrear es una realidad mucho más profunda que la
capacidad biotecnológica de hacer surgir una nueva vida en el laboratorio. Procrear
significa donar la vida en el darse de las personas: un don que trasciende y
transfigura el hecho biológico. En el acto conyugal es la persona misma la que
se consagra en el amor. El amor-don es fecundo. Los cónyuges, uniéndose en una
sola carne, expresan una donación total y originaria. Por el acto conyugal, los
esposos confirman el reciproco regalo de sí mismos hecho en el matrimonio y se
abren a la nueva vida. Por tanto, son dos las dimensiones que componen la unión
conyugal: unitiva y procreadora. Separar estas dos dimensiones significaría
perjudicar la verdad intima de la sexualidad humana.
La paternidad responsable consiste precisamente en
asumir la sexualidad en su verdad. Así, frente a la elección de tener,
distanciar o evitar una concepción, la pareja podrá decidir si hacer los actos
conyugales en aquellos momentos en los que es o no posible una concepción, sin
que esto altere la verdad objetiva de aquel acto. Bajo esta acepción no es
responsable manipular el acto conyugal de modo que exprese la sola dimensión
psicológico-afectiva y no la procreadora, o exprese solo un hecho
biológico-físico y no la unión afectiva y espiritual. Es en este contexto en el
que se comprende por qué la fecundación artificial es profundamente inmoral: se
separa el acto sexual unitivo y el acto procreativo.
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