sábado, 26 de diciembre de 2015

LA SEXUALIDAD HUMANA

La procreación humana, hasta hace unos años era únicamente una procreación sexual, y se realizaba solo a través de la copula sexual. Hoy las técnicas de fecundación in vitro y de clonación, han cambiado el panorama y creado nuevos problemas.
I.         La sexualidad humana desde el punto de vista de la Biología
La pertenencia al sexo masculino o femenino queda determinada, desde la concepción, por factores genéticos, gonádicos, hormonales y morfológicos.
En Biología se habla de:
a)      Sexo cromosómico: determinado por la presencia o ausencia del cromosoma Y en el código genético del individuo. El sexo femenino, además de los otros 44 cromosomas, esta determinado por dos cromosomas iguales, designados con la letra X. En la especie humana, la mujer está determinada genéticamente por la fórmula 44 + XX. El sexo masculino, tiene un cromosoma sexual igual al X femenino y otro diferente, indicado con la letra Y; el varón está determinado genéticamente por la formula 44 + XY. Está científica y objetivamente probado que es el sexo genético-cromosómico el que determina los demás componentes biológicos del sexo.


b)      Sexo gonádico y ductual: el sexo cromosómico determina el desarrollo de las gónadas en sentido masculino (testículo) o femenino (ovario). El cromosoma Y o X activa algunos genes responsables de la diferenciación de las gónadas. Las gónadas producen determinadas hormonas que influyen en la sucesiva formación y fisiología de los órganos genitales. El sexo ductual se forma con base en los cromosomas y a las gónadas; en el varón se compone del epidídimo, los conductos deferentes, la vesícula seminal, la próstata, las glándulas bulbo uretrales y parte de la uretra. En la mujer del útero, trompas y parte de la vagina.

c)      Sexo genital: está determinado por las características anatómicas a nivel de los genitales externos. Mientras el sexo interno (cromosómico o gonádico) deriva de estructuras diferentes en los dos sexos, los genitales externos tienen un esbozo embrionario común, que después, bajo el influjo de las hormonas sexuales masculinas o femeninas, se desarrolla de modo diferente: glande, pene y escroto en el varón; clítoris, labios menores y mayores en la mujer.

II.      La sexualidad desde el punto de vista de la persona
La sexualidad humana no es solo un conjunto de estructuras materiales. Siendo la persona cuerpo y alma, existe una relación intrínseca entre sexo y persona. Tres son los elementos que hay que destacar:
a)      La sexualidad toca a toda persona.
b)      La sexualidad humana es complementariedad y comunión
c)      La relación entre amor y procreación
La sexualidad toca a cada persona
La diferenciación varón/mujer no se limita al aspecto biológico, sino que es una dimensión constitutiva de la persona. En el ser humano la sexualidad invade a toda la persona, todo el yo personal. La sexualidad es el elemento fundamental de la propia identidad como individuo de la especie humana, identidad que está determinada por el conjunto de componentes biológicos, psicológicos y espirituales. A causa de esta unidad-identidad psicofísica, la sexualidad es una realidad que interesa a todo el hombre en la profundidad de su ser, allí donde se encuentra “el yo” como núcleo personal.
La persona humana esta tan profundamente influida por la sexualidad que esta es considerada como uno de los factores que dan a la vida de cada cual los rasgos principales que la distinguen. Del sexo, la persona humana deriva las características que en el plano biológico, psicológico y espiritual la hacen hombre o mujer, condicionando el camino de su desarrollo hacia la madurez y su integración en la sociedad. La sexualidad es polivalente, porque se refiere al nivel físico, psíquico y espiritual del hombre; integra los valores corpóreos (eros), psíquicos (filia) y espiritual religiosos (ágape).
La sexualidad es el modo de ser constitutivo de lo humano; no un ejercicio temporal de determinadas funciones, sino un modo permanente de ser que se configura necesariamente como masculinidad o como feminidad. El ejercicio de actos concretos de la vida sexual no expresa la totalidad de la sexualidad. El nivel de la genitalidad, no puede ser totalizante en la comprensión de la sexualidad, que se presenta mucho más amplia. La genitalidad es un dato anatómico y una función fisiológica. La sexualidad humana no es ni un mero dato, ni un objeto, ni una función; es una dimensión constitutiva de la persona que permea todo su ser.
La sexualidad humana es complementariedad y comunión
La sexualidad humana por el hecho de tocar a toda la persona, no se cierra nunca en si misma, sino que está estructurada para el dialogo y la relación interpersonal. La persona es un ser esencialmente interpersonal y constitutivamente relacional. Lleva en su género, en el hecho de ser hombre o mujer, la referencia al otro, a la mujer o al hombre. No puede comprenderse verdaderamente, en su totalidad, sin tener en cuenta ésta apertura estructural hacia “otro” que, precisamente porque es “diferente”, lo cualifica en su identidad. El “yo” se constituye solo en relación con el “tu”, y la sexualidad es la realidad que manifiesta esta comunión del “nosotros”. La esencia de la sexualidad humana está, precisamente, en esta relación de un “yo” hacia un “tu”. No hay sexualidad cerrada en sí misma, porque ésta es siempre algo distinto de sí misma, es nuestro ser entero.



Amor y procreación
La sexualidad es una alteridad fecunda. La fecundidad no es solo una predisposición de la estructura biológica masculina y femenina, sino que reviste también una dimensión interpersonal: la instauración de un nuevo dialogo con un nuevo ser a través de la procreación. La unión sexual es un acto que implica, en la totalidad y en la reciprocidad, a dos personas, y pone las premisas para la llamada a la existencia de una nueva vida humana. Es un acto en el que están unidas intrínsecamente dos dimensiones: el amor y la procreación.
Procrear es una realidad mucho más profunda que la capacidad biotecnológica de hacer surgir una nueva vida en el laboratorio. Procrear significa donar la vida en el darse de las personas: un don que trasciende y transfigura el hecho biológico. En el acto conyugal es la persona misma la que se consagra en el amor. El amor-don es fecundo. Los cónyuges, uniéndose en una sola carne, expresan una donación total y originaria. Por el acto conyugal, los esposos confirman el reciproco regalo de sí mismos hecho en el matrimonio y se abren a la nueva vida. Por tanto, son dos las dimensiones que componen la unión conyugal: unitiva y procreadora. Separar estas dos dimensiones significaría perjudicar la verdad intima de la sexualidad humana.

La paternidad responsable consiste precisamente en asumir la sexualidad en su verdad. Así, frente a la elección de tener, distanciar o evitar una concepción, la pareja podrá decidir si hacer los actos conyugales en aquellos momentos en los que es o no posible una concepción, sin que esto altere la verdad objetiva de aquel acto. Bajo esta acepción no es responsable manipular el acto conyugal de modo que exprese la sola dimensión psicológico-afectiva y no la procreadora, o exprese solo un hecho biológico-físico y no la unión afectiva y espiritual. Es en este contexto en el que se comprende por qué la fecundación artificial es profundamente inmoral: se separa el acto sexual unitivo y el acto procreativo.

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