sábado, 26 de diciembre de 2015

SUJETO MORAL

LA PERSONA COMO SUJETO DE LA ACTIVIDAD MORAL

TEORÍA DE LA ACCIÓN Y TEORÍA DE LA PERSONA

La ética se ocupa de las acciones humanas, estas son su objeto material. Los conceptos éticos fundamentales se refieren de un modo u otro a la acción y solo pueden ser correctamente entendidos con relación a ella. En este sentido, la ética presupone una teoría de la acción humana.

La Filosofía de la acción ha recibido diversos enfoques, desde el punto de vista metodológico como del temático. Los enfoques metodológicos son los mismos que se utilizan para la interpretación general de la moral: teorías de la acción  empiristas, trascendentales, fenomenológicas y metafísicas.


Desde el punto de vista temático la acción humana puede recibir una explicación teleológica, una explicación causal, una explicación intencional o una explicación aristotélica. Ninguno de estos enfoques puede ser dejado completamente de lado, pero ninguno es en si mismo completo. El enfoque antropológico-moral consiste en poner de manifiesto la completa gama de relaciones que existen entre la teoría de la acción y la teoría de la persona. Estas relaciones se establecen en tres planos:

1.      El primero esta determinado por el hecho de que la persona es el origen y el sujeto de la acción propiamente dicha. Siendo la voluntad la capacidad de vincular y hacer depender del yo personal las acciones, el estudio de la voluntariedad tiene el sentido de fijar cuando y bajo que condiciones la persona puede ser considerada autora y causa verdadera de un comportamiento.
2.      El segundo obedece al hecho que la acción humana manifiesta el dinamismo especifico de la persona. La teoría de la acción ofrece la posibilidad de enriquecer el conocimiento de la persona, pues pone de manifiesto ciertas estructuras y dimensiones de la subjetividad que se actualizan solo en la acción.
3.      El tercer plano esta determinado por el hecho de que la persona propia y ajena es también objeto de la acción, y no solo sujeto de ella.


UNIDAD Y COMPLEJIDAD DE LA PERSONA COMO SUJETO ONTOLÓGICO Y COMO SUJETO MORAL

Unida y complejidad de la persona como sujeto ontológico

Boecio da la siguiente definición: persona es la sustancia individual de naturaleza racional. Es persona el individuo cuya esencia constitutiva es de carácter racional, espiritual, o al me4nos el individuo en el que el espíritu constituye la parte formal de su esencia.

Interesa destacar que el espíritu no es el único elemento esencial de la persona humana, porque en ella el espíritu es también, y esencialmente,  forma del cuerpo. Concebir el espíritu humano como una realidad ajena al cuerpo es tan inadecuado como concebir el cuerpo humano separado del alma. el hombre no es solo cuerpo, pero el cuerpo humano vivo es una realidad verdaderamente personal: es el aspecto visible de la persona, de cuya dignidad participa.

La persona humana es una totalidad unificada de cuerpo y espíritu, también en el plano de la acción. También la acción humana es una unidad de “alma” y “cuerpo”, intención interior y realización exterior, sentido proyectado y gesto que lo significa y ejecuta.

La unidad y complejidad de la persona humana puede ser comprendida también como síntesis unitaria de naturaleza y libertad. El problema ha sido afrontado desde diversas perspectivas filosóficas.

  1. Desde una perspectiva fundamentalmente ontológica, como es la de la filosofía tomista, el problema se plantea y se resuelve en el plano de la acción y no en el plano entitativo. La voluntad se distingue de la naturaleza cuando ambas son consideradas como principios de dos dinamismos tan diferentes como son la acción voluntaria y los procesos o reacciones naturales. Mientras que el sujeto domina libremente sus acciones voluntarias, lo propio de la inclinación natural es la determinación ad unum. Santo Tomas de Aquino denomina voluntas ut natura a la dimensión natural de la voluntad, que es el fundamento y la condición de posibilidad de la libertad ante los bienes concretos (voluntas ut ratio).
Entre naturaleza y libertad hay una clara distinción. La libertad humana es finita, y es propio de ella el estar limitada por ciertos elementos de orden natural (temperamento, reacciones pasionales, etc.).
La persona humana no es la suma de naturaleza mas razón, sino un individuo de naturaleza racional. En el plano entitativo “naturaleza” no se entiende como modo de ser y de obrar opuesto a lo espiritual y a lo libre; debe tomarse como la índole propia o la peculiar manera de ser de un ente considerada como principio de su dinamismo especifico.


  1. Modernamente el problema se plantea de una manera más global y en un plano existencial. Naturaleza es todo aquello que le viene ya dado al sujeto humano a nivel físico, psicológico, espiritual, etc., mientras que la libertad o la persona es considerada como la pura capacidad de autodecisión y lo que resulta de su ejercicio. A la naturaleza pertenecerían todas las inclinaciones y disposiciones espontáneas, mientras que a la persona se reconducen las acciones y disposiciones causadas enteramente por el yo.
En el orden ontológico la necesidad de integrar diversos elementos psíquicos y caracterológicos de la acción libre, pertenece a la esencia de la libertad humana y responde a una de las condiciones metafísicas de todo espíritu finito: el acto es distinto del sujeto, y procede de el; el sujeto no es acto puro. Por tanto es preciso Presuponer en el sujeto algo que no ha sido puesto por el. Porque la posición seria un acto y un acto no puede poner sus propias condiciones intrínsecas. Aquello que es presupuesto por el acto de un espíritu finito es la naturaleza espiritual. En ese sentido lo espiritual tiene también una dimensión natural. En el caso de la persona humana la condición natural es a la vez de índole corpórea y espiritual, porque el espíritu humano, además de ser finito, es esencialmente forma de un cuerpo.

El concepto metafísico de naturaleza es rigurosamente solidario de la concepción creacionista. Las naturalezas creadas, siendo algo distinto de Dios, tienen su arquetipo y norma originaria en la razón creadora de Dios; en la persona humana brilla la imagen de Dios. En la sabiduría del Creador tiene su norma la dignidad y el sentido de la persona y de sus dimensiones esenciales. Ese sentido no puede quedar a merced de la libertad humana. La libertad del hombre es finita.

Unidad y complejidad de la persona como sujeto moral

La naturaleza unitaria de la persona humana es principio de operaciones a través de una pluralidad de facultades o potencias operativas. La naturaleza de la persona es el principio radical mediato de las acciones. Pero estas tienen su principio inmediato en las potencias o facultades que son como canales operativos del principio radical único.

El hombre es sujeto moral fundamentalmente por estar dotado de conocimiento intelectual y de voluntad libre. Las características esenciales de la moralidad solo se verifican en el sujeto dotado de razón y de libertad. La moralidad` se refiere directamente al querer y a la tendencia, por lo que el sujeto de la moralidad es en sentido estricto la voluntad libre. La libertad es la cualidad por la que el hombre es imagen de Dios y puede entrar en relación con El.

A la disposición y a la actividad moral del hombre contribuyen también de diversos modos las facultades de la vida vegetativa y sensitiva. El hombre no es solo espíritu. La unión sustancial del alma y cuerpo tiene continuas manifestaciones en el obrar por el que la personalidad se desarrolla y crece, principalmente bajo la forma de una profunda interconexión entre las facultades de la vida vegetativa, sensitiva y racional. La actividad de la razón y de la voluntad presupone la actuación del conocimiento y de la apetición sensible, y estas operaciones presuponen a su vez la integridad de las bases orgánicas de los sentidos, del cerebro, etc. No menos importante es el significado y la incidencia que la diferencia de sexo tiene sobre la vida moral y la vocación ética personal; tampoco debemos olvidar el importante papel desempeñado por los sentimientos.
Entre la esfera del sentimiento y la de la voluntad se instauran relaciones de reciproca comunicación, que influyen en las percepciones de la razón practica. La sensibilidad reacciona certeramente solo ante lo que para ella constituye un valor positivo o negativo, y por ello el sentimiento, aun siendo verdadero, no representa para la totalidad del sujeto de naturaleza racional un criterio seguro de verdad y de bien. La tonalidad sentimental que acompaña a una acción no es decisiva para la cualidad moral de la acción, pero constituye un signo de la estructura psicológica de la persona. El sentimiento también manifiesta la estructura moral del sujeto humano, en cuanto que evidencia el grado en que la afectividad ha sido educada e integrada y el grado en que la persona podrá servirse de sus sentimientos para la realización de las tareas morales. La educación de la esfera sentimental constituye una tarea moral muy importante.



TEORÍA DE LA ACCIÓN VOLUNTARIA

LA ACCIÓN VOLUNTARIA

Concepto

Acción que procede de un principio intrínseco con conocimiento formal del fin.

Procede de un principio intrínseco la acción que tiene su origen en una facultad apetitiva del sujeto agente, que actúa desde dentro de el.

Proceder de un principio intrínseco con conocimiento formal significa por una parte, que el sujeto agente conoce “aquello en vista de lo cual” (el fin) la acción se cumple y que lo conoce expresamente bajo la razón de objetivo de su obrar, valorando su conveniencia en cuanto tal. El sujeto se determina a obrar consciente y activamente, después de haber juzgado la conveniencia de hacerlo.

Conocimiento formal del fin significa por otra parte que el conocimiento ponderado del fin es de algún modo el origen de la acción.  La acción voluntaria es una acción consciente porque incluye un juicio intelectual en su estructura intima.

El termino fin expresa el objeto propio de la voluntad. La acción voluntaria tiene un objeto, lo que se expresa técnicamente diciendo que la acción voluntaria es intencional. La intencionalidad es una característica de los actos de la inteligencia y de la voluntad que consiste en su esencial apretura hacia un objeto.

Características de la intencionalidad de la voluntad

  1. Es consciente porque la direccionalidad del acto hacia el objeto es vivida por el sujeto. Antes de obrar, la persona proyecta y se representa la acción. Estos son actos de la razón (conocimiento formal del fin) implicados por la actividad voluntaria.
  2. Es activa, porque la relación establecida entre el sujeto voluntario y el objeto es decidida y puesta por aquel.
  3. Es guiada y ordenada por la razón. El objeto intencional, esto es, la acción o el objeto hacia el que la voluntad se dirige intencionalmente, es presentado y valorado por la razón y constituido por ella. El juicio racional pone en relación la acción o su objeto con un motivo. No es exactamente lo mismo el objeto intencional y el término físico de un acto voluntario. La intencionalidad voluntaria comporta una cierta dosis de interpretación, en la que puede introducirse el error.
  4. Es autoreferencial. La persona queda comprometida como persona en todo acto de voluntad y por ello toda determinación de la voluntad acerca de un objeto es siempre también autodeterminación.
La autoreferencialidad no debe confundirse con la reflexión, es decir con la vuelta intencional del querer sobre si mismo, con el querer que se toma a si mismo como objeto intencional. La reflexión esta en la línea del objeto intencional, la autoreferencialidad no.



Actos elícitos y actos imperados: la doble actividad elícita de la voluntad

Son elícitos los actos ejercidos directamente por la voluntad (amor, odio, etc.).
Son imperados los actos realizados inmediatamente por una facultad diversa de la voluntad (la inteligencia, los brazos, los ojos) bajo la influencia y la moción de la voluntad (leer un libro, golpear la mesa, prestar atención).

Tipos de actividad elícita de la voluntad

  1. El acto de la voluntad como adhesión o rechazo puramente espiritual de un objeto de la voluntad. La persona como centro espiritual, toma postura ante un objeto con independencia de que la realización del objeto este o no en su poder. Es la actividad elícita propia de la voluntad en cuanto potencia espiritual.
  2. La persona pone voluntariamente  en movimiento ciertas actividades del espíritu (de la inteligencia, de la memoria, de la imaginación) y sobre todo del cuerpo, que tienden a realizar o a conseguir efectivamente el objeto amado o a destruir lo odiado. La voluntad elige y acepta un proyecto de actividad imperada, a la vez que mueve y domina su ejecución. Al dominar la acción, la voluntad la finaliza: la ordena a un fin o la hace depender de una razón o motivo (la persona sabe lo que hace y porque lo hace). Este segundo tipo de actividad es propia de un ser en el que el espíritu es esencialmente forma de un cuerpo y consiste en “animar” la acción imperada.

Acción perfectamente voluntaria y acción imperfectamente voluntaria

Acción perfectamente voluntaria es aquella que cumple plenamente las condiciones de la acción voluntaria. Obra de modo perfectamente voluntario la persona que advierte lo que hace y que consiente plenamente en su acción. Si falta alguno de estos dos requisitos, la acción será imperfectamente voluntaria.

La imperfección del acto voluntario puede originarse de dos modos:

  1. Presencia imperfecta del conocimiento formal del fin en el momento de la acción. Existencia de causas o situaciones que dificultan en el momento en que se obra, que el conocimiento del fin poseído informe la acción (semi-somnolencia, ebriedad parcial, perturbación parcial de la mente por enfermedad, pasión violenta, estado de agitación). Se trata de causas que obstaculizan o impiden la normal realización psicológica del juicio intelectual implicado en todo acto de voluntad.
  2. Imperfección del movimiento de la voluntad hacia el objeto, porque este posee también aspectos que causan repugnancia, titubeo, etc. La imperfección del movimiento de la voluntad suele originarse ante acciones que se presentan como ambivalentes, por poseer caracteres de deseabilidad de diverso género y de signo contrario.

Acción y omisión

El concepto de acción voluntaria se aplica también al no querer y al querer no hacer, es decir a lo que llamamos omisiones. El omitir es una decisión tan voluntaria como el hacer. 
El concepto de omisión es éticamente relevante cuando determinadas situaciones exigen un comportamiento que sin embargo no se realiza, cuando queda defraudado quien esperaba algo de nosotros, cuando se trata de omisiones reprobadas por la ley moral o civil. En estos casos la omisión puede suponer un explicito acto elícito  o la omisión de todo acto.

Santo Tomas de Aquino dice que lo que resulta de la omisión procede de la voluntad indirectamente, es un efecto indirecto de la voluntad.

Acción no voluntaria, acción involuntaria y acción voluntaria mixta

La acción no voluntaria significa simple privación de voluntariedad, sobre todo por falta del conocimiento formal del fin: ignorancia de las circunstancias concretas de la acción, principalmente de su objeto. Son no voluntarias las acciones realizadas por algunos enfermos mentales graves o en otras situaciones de perdida completa del uso de razón.

El concepto de acción involuntaria añade un elemento más al de acción no voluntaria. Ese elemento es la contrariedad u oposición de la acción involuntaria al acto o a la disposición habitual de la propia voluntad. Una de las causas mas frecuentes de la acción involuntaria es la violencia. También la ignorancia de las circunstancias concretas de la acción, pero solo cuando una vez que se comprende lo que se ha hecho sin querer se siente dolor, porque se ha hecho algo que no solo no fue querido, sino que nunca se habría hecho, porque se opone a los propios afectos o convicciones, etc.

Mucho mas frecuentes son las acciones realizadas por personas sanas, en que se verifica
una mezcla de voluntariedad e involuntariedad: son las acciones mixtas.

Las acciones mixtas son en principio acciones libres y psicológicamente normales, pero que no responden a una libre iniciativa de la persona. Se toman a causa de una situación difícil en la que el sujeto viene a encontrarse, y no sin vencer una notable repugnancia, pues se oponen a sus deseos, y desde luego no se realizarían fuera de esa situación. La constricción de la situación puede a veces atenuar la responsabilidad moral, sin suprimirla. Desaparecería la responsabilidad moral solo si el terror u otra pasión causada por el peligro cercano impidiese totalmente el uso de la razón.

EL OBJETO DE LA VOLUNTAD

El objeto directo de la voluntad

El objeto propio de la voluntad es el bien y el fin. El objeto es el principio de actualización propio de cada facultad. El objeto de la voluntad humana, esto es, aquello en vista de lo cual la voluntad pasa a la acción, es el bien en cuanto tal, que solo pueden captar los seres inteligentes. Las acciones o cosas concretas son objeto de la voluntad en la medida en que son vistas como convenientes o apetecibles. El bien es la razón general (motivo) por la que la voluntad actúa, el horizonte en el que la persona proyecta y realiza su acción. En este momento poco importa que la estimación del sujeto sea acertada (bien verdadero) o errada (bien aparente).

El fin es lo que se presenta como bueno o deseable en si mismo, lo que tiene interés en si y por si y por ello puede ser en si mismo principio de la actualización (objeto) de la voluntad y termino de ella. Una vez conseguido el fin que origino un acto de la voluntad, ese acto voluntario termina.
El fin puede ser objeto de la actividad puramente espiritual de la voluntad cuando su existencia, realización o consecución puede no depender de la voluntad: es querido en si mismo. Puede ser algo cuya existencia, realización  y consecución  dependa de la voluntad poniéndose de manifiesto una segunda característica del fin que es ser objeto práctico: fin es lo apetecible que se realiza o consigue por medio de la acción.
Fin es lo que es visto como bueno o apetecible en si mismo y por tanto es querido u obrado por si mismo.

La razón general de fin, lo bueno en si mismo, tiene dos modalidades: lo honesto y lo deleitable. El bien honesto tiene un carácter objetivo, la persona humana se reconoce en el y lo aprueba. El bien deleitable es querido porque causa un efecto positivo: placer, satisfacción, alegría, etc.

Existe una tercera clase de bien llamada bien útil (bien finalizado según Sto. Tomás). Es querido no en si mismo sino porque se presenta como ordenado a la realización o consecución del fin (que es un bien honesto o deleitable). Es querido en virtud del fin para cuya consecución resulta útil.

Las diversas clases de bienes no cumplen la razón de bien en igual medida. El bien en sentido mes propio es el bien honesto, después lo que es deleitable y finalmente el bien finalizado o bien útil. La distinción entre estas tres clases de objetos de la voluntad es una distinción formal entre razones por las que el sujeto puede querer algo y no una distinción entre cosas.

El estudio de la noción de fin permite entender que cuando se dice que toda acción voluntaria se hace por un fin, no se afirma solamente que la acción voluntaria tiene un objeto (es intencional), sino que el querer o el hacer voluntario esta dentro del horizonte constituido por el bien en cuanto tal y que lo que concretamente se quiere y se hace o es un bien en si y por si, o esta ordenado a algo que es bueno en  si y por si.

El objeto indirecto de la voluntad

Es una consecuencia de la acción que no interesa ni es querida de ningún modo, ni como fin ni como medio, pero que es prevista y permitida en cuanto que esta inevitablemente ligada a lo que se quiere.

Para que el efecto previsto de una acción pueda ser considerado objeto indirecto de la voluntad, tal efecto no puede ser la causa (en el plano intencional, el medio) de la consecución o realización de lo que realmente interesa. El efecto indirecto no es querido, sino permitido, tolerado o sufrido.

En la práctica la distinción entre objeto directo y objeto indirecto de la voluntad puede ser a veces difícil de establecer, pudiendo dar lugar a abusos.

El estudio de la voluntariedad indirecta es de notable importancia para la ética. Nunca es licito querer directamente, como fin o como medio, algo que contradice el orden moral; sin embargo en ciertas situaciones, el mal puede ser tolerado o sufrido, esto es, puede ser efecto indirecto de la voluntad sin que por ello el sujeto cometa una culpa moral.

LOS DIVERSOS ACTOS DE LA VOLUNTAD

Visión de conjunto de los actos elícitos

Santo Tomás de Aquino, asumiendo y completando análisis de Aristóteles, San Agustín y San Juan Damasceno, elaboro un cuadro general de los diversos niveles de actuación de la voluntad.

A la primera aprehensión  de un fin sigue una complacencia de la voluntad que se llama amor. Después hay un juicio que valora la posibilidad y el modo del alcanzarlo, al que puede seguir una firme decisión de obtenerlo a través de ciertas acciones: esa decisión se llama intención. Movida por la intención, la inteligencia delibera acerca de los medios (acciones finalizadas) idóneos para conseguir o realizar ese fin, a los que la voluntad puede prestar o no su consentimiento. Se debe precisar después cual de esas acciones es la más apropiada y a la que se puede poner en práctica inmediatamente (juicio de elección), y se toma la decisión interior de hacerlo así (elección). Cuando se ha decidido lo que se hará aquí y ahora, hay que organizar y coordinar la actividad de las diversas potencias operativas (imperio racional) y de acuerdo con ese plan la voluntad mueve a las otras potencias (uso activo de la voluntad y uso pasivo de las otras facultades). Sigue la consecución del fin y el gozo en el fin poseído.
La primera aprehensión, el amor, la intención y el juicio que la precede, así como el gozo o fruición final son actos que tienen como objeto el fin, lo que es apetecible en si y por si y, entre esos actos, el amor, la intención y la fruición son actos elícitos de la voluntad. El consentimiento, la elección y el uso activo son actos elícitos de la voluntad que tienen como objeto las acciones finalizadas, es decir, las acciones ordenadas al fin.

Santo Tomas advierte que no se deben establecer distinciones y secuencias rígidas, “puesto que los actos de la voluntad tiene reflexión sobre si mismos, en todo acto de la voluntad puede encontrarse consentimiento, elección y uso; y así, puede hablarse de que la voluntad consiente en elegir, consiente en su propio consentimiento y usa de si misma para conseguir y elegir, y siempre estos actos son anteriores a aquel al que se ordenan”.

Tienen gran interés para la ética el estudio de la decisión interior o elección y el de la intención.

Entendemos por intención un acto elícito de la voluntad que consiste en el querer eficaz de un fin que, en su realidad fáctica, esta distante de nosotros, de modo que no resulta inmediatamente realizable o alcanzable. Obviamente el acto de intención presupone un acto cognoscitivo que juzga acerca de la posibilidad de superar la distancia que nos separa del fin deseado y acerca del modo de superarla.
El objeto de la intención es un fin, que ha de ser alcanzado o realizado mediante una serie de acciones finalizadas a el. El fin es visto y proyectado formalmente en cuanto termino de unas acciones finalizadas; la intención es por excelencia el acto finalizador.

Se llama decisión o elección al acto elícito de la voluntad que tiene por objeto lo inmediatamente operable en vista de un fin intentado. El objeto de la decisión es la acción finalizada que esta inmediatamente en mi poder hacer o no hacer, hacerla de un modo o de otro. La decisión presupone varios actos de la inteligencia: deliberación, juicio practico y presupone también la intención.

Desde el punto de vista de la génesis del obrar, la intención señala la orientación inicial del comportamiento, y es como su motor. La intención refleja la disposición de ánimo de la persona agente. En el orden del bien la intención realizada añade un nuevo valor positivo o negativo a la intención solo proyectada. La intención es un principio al que debe añadirse un recto discernimiento acerca del modo concreto de realizarla. La intención se hace realidad a través de decisiones acertadas. La intención es solo un momento particular de la organización y proyectación interior de la acción. La proyectación intencional no es solo finalización, sino también decisión acerca de las acciones finalizadas y del modo de ejecutarlas.

Estudio especial del amor

El amor es el acto primordial de la voluntad, la primera impresión que un fin provoca en el espíritu, despertando el deseo, y muchas veces el sentimiento; en el tienen su origen los demás actos de la voluntad: intención, elección, gozo, etc. San Agustín considera que el amor es la fuente de la conducta humana y lo que explica en último termino la estatura moral de la persona.

Existen varias formas o grados de amor.  El amor es la primera complacencia de la voluntad en el bien; el ser atraídos. El amor de complacencia es la primera respuesta a la atracción. El siguiente grado es el amor de la concupiscencia, que es el amor en cuanto se traduce en el deseo del bien no poseído. El amor de concupiscencia es una forma del amor espiritual, que presupone la referencia de un objeto concreto a la noción inteligible del bien: es el deseo del bien para mí, una tendencia hacia lo que es para mí un bien. En cuanto es deseo del bien para si, el amor de concupiscencia es en último término un amor de si mismo, al que sin embargo no debe atribuirse una connotación necesariamente negativa.

Otra forma de amor es el de benevolencia o amor de amistad. Es la estima y la afirmación del bien. El amor de benevolencia es afirmación de la persona, afirmación de su valor, querer su bien. La amistad es un amor de benevolencia reciproco. Más que un amor entre uno y otro es un vínculo de unión entre las dos personas.

La forma mas alta del amor consiste en al entrega de si, en la completa donación de la propia persona. Lo que no es posible en el plano ontológico, se hace realidad en el plano ético del amor. La entrega de si es la manifestación por excelencia de la libertad. La entrega de la propia persona en su totalidad psicofísica puede darse en el matrimonio monogámico e indisoluble y de modo mas pleno entre el hombre y Dios.

En cuanto la persona humana ha sido creada a imagen y semejanza de Dios que es Amor, el amor que consiste en darse representa para ella su vocación específica; tal amor supone su máximo enriquecimiento. En la entrega de si quedan reunidos y purificados en un nivel axiológicamente superior, los elementos del amor de concupiscencia y del de benevolencia que son inseparables de la actividad del ser humano.

Los actos imperados y sus problemas específicos: cooperación y ejemplaridad

La ejemplaridad consiste en la influencia, querida o solo prevista, que mi acción puede desarrollar sobre la voluntad ajena, es decir, es aquella relación según la cual la determinación tomada por otra persona es efecto directo indirecto de mi acción voluntaria, de lo que deriva para mi una cierta responsabilidad.
Desde el punto de vista amoral puede ser de signo positivo o de signo negativo, en cuyo caso recibe el nombre de escándalo.

La cooperación consiste en la ayuda o facilitación que mi acción presta a la ejecución de lo que otro ya ha decidido hacer. No se da un influjo de mi acción sobre la voluntad ajena, a diferencia de la ejemplaridad. Nuestra cooperación a la acción ajena, en cuanto esta es buena o mala, puede ser querida directamente y por libre iniciativa y como tal implica aprobación de la acción ajena (cooperación formal), o puede ser tolerada sin que ello implique aprobación del comportamiento ajeno, en cuanto la cooperación se desprende inevitablemente de una acción que bajo algún aspecto tenemos necesidad de poner (cooperación material).


Lo que ocurre en este segundo caso es que determinadas circunstancias sociales o laborales ponen a otra persona en condiciones de servirse de nuestro comportamiento para realizar con mayor facilidad sus propios designios. Surge el problema de saber hasta que punto es posible colaborar de modo efectivo, aunque involuntario a la realización de lo que es moralmente ilícito.

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