LA
PERSONA COMO SUJETO DE LA ACTIVIDAD MORAL
TEORÍA
DE LA ACCIÓN Y
TEORÍA DE LA PERSONA
La ética se ocupa
de las acciones humanas, estas son su objeto material. Los conceptos éticos
fundamentales se refieren de un modo u otro a la acción y solo pueden ser
correctamente entendidos con relación a ella. En este sentido, la ética
presupone una teoría de la acción humana.
Desde el punto de
vista temático la acción humana puede recibir una explicación teleológica, una
explicación causal, una explicación intencional o una explicación aristotélica.
Ninguno de estos enfoques puede ser dejado completamente de lado, pero ninguno
es en si mismo completo. El enfoque antropológico-moral consiste en poner de
manifiesto la completa gama de relaciones que existen entre la teoría de la acción
y la teoría de la persona. Estas relaciones se establecen en tres planos:
1.
El primero esta determinado por el
hecho de que la persona es el origen y el sujeto de la acción propiamente dicha.
Siendo la voluntad la capacidad de vincular y hacer depender del yo
personal las acciones, el estudio de la voluntariedad tiene el sentido de fijar
cuando y bajo que condiciones la persona puede ser considerada autora y causa
verdadera de un comportamiento.
2.
El segundo obedece al hecho que la acción
humana manifiesta el dinamismo especifico de la persona. La teoría de
la acción ofrece la posibilidad de enriquecer el conocimiento de la persona,
pues pone de manifiesto ciertas estructuras y dimensiones de la subjetividad
que se actualizan solo en la acción.
3.
El tercer plano esta determinado
por el hecho de que la persona propia y ajena es también objeto de la acción, y
no solo sujeto de ella.
UNIDAD Y COMPLEJIDAD DE LA PERSONA COMO SUJETO ONTOLÓGICO Y COMO SUJETO MORAL
Unida y complejidad de la persona como sujeto ontológico
Boecio da la
siguiente definición: persona es la sustancia individual de naturaleza
racional. Es persona el individuo cuya esencia constitutiva es de carácter
racional, espiritual, o al me4nos el individuo en el que el espíritu constituye
la parte formal de su esencia.
Interesa destacar
que el espíritu no es el único elemento esencial de la persona humana, porque en
ella el espíritu es también, y esencialmente, forma del cuerpo. Concebir el espíritu
humano como una realidad ajena al cuerpo es tan inadecuado como concebir el
cuerpo humano separado del alma. el hombre no es solo cuerpo, pero el cuerpo
humano vivo es una realidad verdaderamente personal: es el aspecto visible de la
persona, de cuya dignidad participa.
La persona humana
es una totalidad unificada de cuerpo y espíritu, también en el plano de la acción.
También la acción humana es una unidad de “alma” y “cuerpo”, intención interior
y realización exterior, sentido proyectado y gesto que lo significa y ejecuta.
La unidad y
complejidad de la persona humana puede ser comprendida también como síntesis
unitaria de naturaleza y libertad. El problema ha sido afrontado desde
diversas perspectivas filosóficas.
- Desde una perspectiva fundamentalmente ontológica, como es la de la filosofía tomista, el
problema se plantea y se resuelve en el plano de la acción y no en el
plano entitativo. La voluntad se distingue de la naturaleza cuando
ambas son consideradas como principios de dos dinamismos tan diferentes
como son la acción voluntaria y los procesos o reacciones naturales.
Mientras que el sujeto domina libremente sus acciones voluntarias, lo
propio de la inclinación natural es la determinación ad unum. Santo Tomas
de Aquino denomina voluntas ut natura a la dimensión
natural de la voluntad, que es el fundamento y la condición de posibilidad
de la libertad ante los bienes concretos (voluntas ut ratio).
Entre
naturaleza y libertad hay una clara distinción. La libertad humana es finita, y
es propio de ella el estar limitada por ciertos elementos de orden natural
(temperamento, reacciones pasionales, etc.).
La
persona humana no es la suma de naturaleza mas razón, sino un individuo de
naturaleza racional. En el plano entitativo “naturaleza” no se entiende como
modo de ser y de obrar opuesto a lo espiritual y a lo libre; debe tomarse como
la índole propia o la peculiar manera de ser de un ente considerada como
principio de su dinamismo especifico.
- Modernamente el problema se plantea
de una manera más global y en un plano existencial. Naturaleza es todo
aquello que le viene ya dado al sujeto humano a nivel físico, psicológico,
espiritual, etc., mientras que la libertad o la persona es considerada
como la pura capacidad de autodecisión y lo que resulta de su ejercicio. A
la naturaleza pertenecerían todas las inclinaciones y disposiciones espontáneas,
mientras que a la persona se reconducen las acciones y disposiciones
causadas enteramente por el yo.
En
el orden ontológico la necesidad de integrar diversos elementos psíquicos y caracterológicos
de la acción libre, pertenece a la esencia de la libertad humana y responde a
una de las condiciones metafísicas de todo espíritu finito: el acto es distinto
del sujeto, y procede de el; el sujeto no es acto puro. Por tanto es preciso
Presuponer en el sujeto algo que no ha sido puesto por el. Porque la posición
seria un acto y un acto no puede poner sus propias condiciones intrínsecas.
Aquello que es presupuesto por el acto de un espíritu finito es la naturaleza
espiritual. En ese sentido lo espiritual tiene también una dimensión natural.
En el caso de la persona humana la condición natural es a la vez de índole corpórea
y espiritual, porque el espíritu humano, además de ser finito, es esencialmente
forma de un cuerpo.
El concepto metafísico
de naturaleza es rigurosamente solidario de la concepción creacionista. Las
naturalezas creadas, siendo algo distinto de Dios, tienen su arquetipo y norma
originaria en la razón creadora de Dios; en la persona humana brilla la imagen
de Dios. En la sabiduría del Creador tiene su norma la dignidad y el sentido de
la persona y de sus dimensiones esenciales. Ese sentido no puede quedar a
merced de la libertad humana. La libertad del hombre es finita.
Unidad y complejidad
de la persona como sujeto moral
La naturaleza
unitaria de la persona humana es principio de operaciones a través de una
pluralidad de facultades o potencias operativas. La naturaleza de la persona
es el principio radical mediato de las acciones. Pero estas tienen su principio
inmediato en las potencias o facultades que son como canales operativos del
principio radical único.
El hombre es sujeto
moral fundamentalmente por estar dotado de conocimiento intelectual y de
voluntad libre. Las características esenciales de
la moralidad solo se verifican en el sujeto dotado de razón y de libertad. La
moralidad` se refiere directamente al querer y a la tendencia, por lo que el
sujeto de la moralidad es en sentido estricto la voluntad libre. La libertad es
la cualidad por la que el hombre es imagen de Dios y puede entrar en relación
con El.
A la disposición y
a la actividad moral del hombre contribuyen también de diversos modos las
facultades de la vida vegetativa y sensitiva. El
hombre no es solo espíritu. La unión sustancial del alma y cuerpo tiene
continuas manifestaciones en el obrar por el que la personalidad se desarrolla
y crece, principalmente bajo la forma de una profunda interconexión entre las
facultades de la vida vegetativa, sensitiva y racional. La actividad de la
razón y de la voluntad presupone la actuación del conocimiento y de la
apetición sensible, y estas operaciones presuponen a su vez la integridad de
las bases orgánicas de los sentidos, del cerebro, etc. No menos importante es
el significado y la incidencia que la diferencia de sexo tiene sobre la vida
moral y la vocación ética personal; tampoco debemos olvidar el importante papel
desempeñado por los sentimientos.
Entre la esfera del
sentimiento y la de la voluntad se instauran relaciones de reciproca
comunicación, que influyen en las percepciones de la razón practica. La
sensibilidad reacciona certeramente solo ante lo que para ella constituye un
valor positivo o negativo, y por ello el sentimiento, aun siendo verdadero, no representa
para la totalidad del sujeto de naturaleza racional un criterio seguro de
verdad y de bien. La tonalidad sentimental que acompaña a una acción no es
decisiva para la cualidad moral de la acción, pero constituye un signo de la
estructura psicológica de la persona. El sentimiento también manifiesta la
estructura moral del sujeto humano, en cuanto que evidencia el grado en que la
afectividad ha sido educada e integrada y el grado en que la persona podrá
servirse de sus sentimientos para la realización de las tareas morales. La
educación de la esfera sentimental constituye una tarea moral muy importante.
TEORÍA DE LA ACCIÓN VOLUNTARIA
Concepto
Acción que procede
de un principio intrínseco con conocimiento formal del fin.
Procede de un principio
intrínseco la acción que tiene su origen en una facultad apetitiva del
sujeto agente, que actúa desde dentro de el.
Proceder de un principio intrínseco con
conocimiento formal significa por una parte, que el sujeto agente conoce
“aquello en vista de lo cual” (el fin) la acción se cumple y que lo conoce
expresamente bajo la razón de objetivo de su obrar, valorando su conveniencia
en cuanto tal. El sujeto se determina a obrar consciente y activamente, después
de haber juzgado la conveniencia de hacerlo.
Conocimiento formal del fin significa por otra parte que el conocimiento ponderado del fin
es de algún modo el origen de la acción.
La acción voluntaria es una acción consciente porque incluye un juicio
intelectual en su estructura intima.
El termino fin
expresa el objeto propio de la voluntad. La acción voluntaria tiene un objeto,
lo que se expresa técnicamente diciendo que la acción voluntaria es
intencional. La intencionalidad es una característica de los actos de
la inteligencia y de la voluntad que consiste en su esencial apretura hacia un
objeto.
Características de la intencionalidad de la voluntad
- Es consciente porque la
direccionalidad del acto hacia el objeto es vivida por el sujeto. Antes de
obrar, la persona proyecta y se representa la acción. Estos son actos de
la razón (conocimiento formal del fin) implicados por la actividad
voluntaria.
- Es activa, porque la relación
establecida entre el sujeto voluntario y el objeto es decidida y puesta
por aquel.
- Es guiada y ordenada por la razón.
El objeto intencional, esto es, la acción o el objeto hacia el que la
voluntad se dirige intencionalmente, es presentado y valorado por la razón
y constituido por ella. El juicio racional pone en relación la acción o su
objeto con un motivo. No es exactamente lo mismo el objeto intencional
y el término físico de un acto voluntario. La intencionalidad voluntaria
comporta una cierta dosis de interpretación, en la que puede introducirse
el error.
- Es autoreferencial. La
persona queda comprometida como persona en todo acto de voluntad y por
ello toda determinación de la voluntad acerca de un objeto es siempre también
autodeterminación.
La
autoreferencialidad no debe confundirse con la reflexión, es decir con la
vuelta intencional del querer sobre si mismo, con el querer que se toma a si mismo
como objeto intencional. La reflexión esta en la línea del objeto intencional,
la autoreferencialidad no.
Actos elícitos y actos imperados: la doble actividad
elícita de la voluntad
Son elícitos los
actos ejercidos directamente por la voluntad (amor, odio, etc.).
Son imperados los
actos realizados inmediatamente por una facultad diversa de la voluntad (la
inteligencia, los brazos, los ojos) bajo la influencia y la moción de la
voluntad (leer un libro, golpear la mesa, prestar atención).
Tipos de actividad
elícita de la voluntad
- El acto de la voluntad como adhesión
o rechazo puramente espiritual de un objeto de la voluntad. La persona
como centro espiritual, toma postura ante un objeto con independencia de
que la realización del objeto este o no en su poder. Es la actividad
elícita propia de la voluntad en cuanto potencia espiritual.
- La persona pone voluntariamente en movimiento ciertas actividades del espíritu
(de la inteligencia, de la memoria, de la imaginación) y sobre todo del
cuerpo, que tienden a realizar o a conseguir efectivamente el objeto amado
o a destruir lo odiado. La voluntad elige y acepta un proyecto de
actividad imperada, a la vez que mueve y domina su ejecución. Al dominar
la acción, la voluntad la finaliza: la ordena a un fin o la hace depender
de una razón o motivo (la persona sabe lo que hace y porque lo hace). Este
segundo tipo de actividad es propia de un ser en el que el espíritu es
esencialmente forma de un cuerpo y consiste en “animar” la acción
imperada.
Acción
perfectamente voluntaria y acción imperfectamente voluntaria
Acción
perfectamente voluntaria es aquella que cumple
plenamente las condiciones de la acción voluntaria. Obra de modo perfectamente
voluntario la persona que advierte lo que hace y que consiente plenamente en su
acción. Si falta alguno de estos dos requisitos, la acción será imperfectamente
voluntaria.
La imperfección del
acto voluntario puede originarse de dos modos:
- Presencia imperfecta del conocimiento
formal del fin en el momento de la acción. Existencia de causas o
situaciones que dificultan en el momento en que se obra, que el
conocimiento del fin poseído informe la acción (semi-somnolencia, ebriedad
parcial, perturbación parcial de la mente por enfermedad, pasión violenta,
estado de agitación). Se trata de causas que obstaculizan o impiden la
normal realización psicológica del juicio intelectual implicado en todo
acto de voluntad.
- Imperfección del movimiento de la
voluntad hacia el objeto, porque este posee también aspectos que causan
repugnancia, titubeo, etc. La imperfección del movimiento de la voluntad
suele originarse ante acciones que se presentan como ambivalentes, por
poseer caracteres de deseabilidad de diverso género y de signo contrario.
Acción y omisión
El concepto de acción
voluntaria se aplica también al no querer y al querer no hacer, es decir a lo
que llamamos omisiones. El omitir es
una decisión tan voluntaria como el hacer.
El concepto de omisión
es éticamente relevante cuando determinadas situaciones exigen un
comportamiento que sin embargo no se realiza, cuando queda defraudado quien
esperaba algo de nosotros, cuando se trata de omisiones reprobadas por la ley
moral o civil. En estos casos la omisión puede suponer un explicito acto
elícito o la omisión de todo acto.
Santo Tomas de
Aquino dice que lo que resulta de la omisión procede de la voluntad indirectamente,
es un efecto indirecto de la voluntad.
Acción no voluntaria, acción involuntaria y acción
voluntaria mixta
La acción
no voluntaria significa simple privación de voluntariedad, sobre todo
por falta del conocimiento formal del fin: ignorancia de las circunstancias
concretas de la acción, principalmente de su objeto. Son no voluntarias las
acciones realizadas por algunos enfermos mentales graves o en otras situaciones
de perdida completa del uso de razón.
El concepto de acción
involuntaria añade un elemento más al de acción no voluntaria. Ese elemento es
la contrariedad u oposición de la acción involuntaria al acto o a la
disposición habitual de la propia voluntad. Una de las causas mas frecuentes de
la acción involuntaria es la violencia. También la ignorancia de las
circunstancias concretas de la acción, pero solo cuando una vez que se
comprende lo que se ha hecho sin querer se siente dolor, porque se ha hecho
algo que no solo no fue querido, sino que nunca se habría hecho, porque se
opone a los propios afectos o convicciones, etc.
Mucho mas
frecuentes son las acciones realizadas por personas sanas, en que se verifica
una mezcla de voluntariedad
e involuntariedad: son las acciones mixtas.
Las acciones mixtas
son en principio acciones libres y psicológicamente normales, pero que no
responden a una libre iniciativa de la persona. Se toman a causa de una
situación difícil en la que el sujeto viene a encontrarse, y no sin vencer una
notable repugnancia, pues se oponen a sus deseos, y desde luego no se realizarían
fuera de esa situación. La constricción de la situación puede a veces atenuar
la responsabilidad moral, sin suprimirla. Desaparecería la responsabilidad
moral solo si el terror u otra pasión causada por el peligro cercano impidiese
totalmente el uso de la razón.
EL OBJETO DE LA VOLUNTAD
El objeto directo de la voluntad
El
objeto propio de la voluntad es el bien y el fin. El objeto
es el principio de actualización propio de cada facultad. El objeto de la
voluntad humana, esto es, aquello en vista de lo cual la voluntad pasa a la acción,
es el bien en cuanto tal, que solo pueden captar los seres inteligentes. Las
acciones o cosas concretas son objeto de la voluntad en la medida en que son
vistas como convenientes o apetecibles. El bien es la razón general (motivo)
por la que la voluntad actúa, el horizonte en el que la persona proyecta y
realiza su acción. En este momento poco importa que la estimación del sujeto
sea acertada (bien verdadero) o errada (bien aparente).
El fin
es lo que se presenta como bueno o deseable en si mismo, lo que tiene interés
en si y por si y por ello puede ser en si mismo principio de la actualización
(objeto) de la voluntad y termino de ella. Una vez conseguido el fin que
origino un acto de la voluntad, ese acto voluntario termina.
El fin puede ser
objeto de la actividad puramente espiritual de la voluntad cuando su
existencia, realización o consecución puede no depender de la voluntad: es
querido en si mismo. Puede ser algo cuya existencia, realización y consecución
dependa de la voluntad poniéndose de manifiesto una segunda característica
del fin que es ser objeto práctico: fin es lo apetecible que se realiza o consigue
por medio de la acción.
Fin es lo que es
visto como bueno o apetecible en si mismo y por tanto es querido u obrado por
si mismo.
La razón general de
fin, lo bueno en si mismo, tiene dos modalidades: lo honesto y lo deleitable.
El bien honesto tiene un carácter objetivo, la persona humana se reconoce en el
y lo aprueba. El bien deleitable es querido porque causa un efecto positivo:
placer, satisfacción, alegría, etc.
Existe una tercera
clase de bien llamada bien útil (bien finalizado según Sto. Tomás). Es querido no en si mismo sino porque se presenta como ordenado a
la realización o consecución del fin (que es un bien honesto o deleitable). Es
querido en virtud del fin para cuya consecución resulta útil.
Las diversas clases
de bienes no cumplen la razón de bien en igual medida. El bien en sentido mes
propio es el bien honesto, después lo que es deleitable y finalmente el bien
finalizado o bien útil. La distinción entre estas tres clases de objetos de la
voluntad es una distinción formal entre razones por las que el sujeto puede
querer algo y no una distinción entre cosas.
El estudio de la noción
de fin permite entender que cuando se dice que toda acción voluntaria se hace
por un fin, no se afirma solamente que la acción voluntaria tiene un objeto (es
intencional), sino que el querer o el hacer voluntario esta dentro del
horizonte constituido por el bien en cuanto tal y que lo que concretamente se
quiere y se hace o es un bien en si y por si, o esta ordenado a algo que es
bueno en si y por si.
El objeto indirecto de la voluntad
Es una consecuencia
de la acción que no interesa ni es querida de ningún modo, ni como fin ni como
medio, pero que es prevista y permitida en cuanto que esta inevitablemente
ligada a lo que se quiere.
Para que el efecto
previsto de una acción pueda ser considerado objeto indirecto de la voluntad,
tal efecto no puede ser la causa (en el plano intencional, el medio) de la
consecución o realización de lo que realmente interesa. El efecto indirecto no
es querido, sino permitido, tolerado o sufrido.
En la práctica la
distinción entre objeto directo y objeto indirecto de la voluntad puede ser a
veces difícil de establecer, pudiendo dar lugar a abusos.
El estudio de la
voluntariedad indirecta es de notable importancia para la ética. Nunca es
licito querer directamente, como fin o como medio, algo que contradice el orden
moral; sin embargo en ciertas situaciones, el mal puede ser tolerado o sufrido,
esto es, puede ser efecto indirecto de la voluntad sin que por ello el sujeto
cometa una culpa moral.
LOS DIVERSOS ACTOS DE LA VOLUNTAD
Visión de conjunto de los actos elícitos
Santo Tomás de
Aquino, asumiendo y completando análisis de Aristóteles, San Agustín y San Juan
Damasceno, elaboro un cuadro general de los diversos niveles de actuación de la
voluntad.
A la primera aprehensión de un fin sigue una complacencia de la
voluntad que se llama amor. Después
hay un juicio que valora la
posibilidad y el modo del alcanzarlo, al que puede seguir una firme decisión de
obtenerlo a través de ciertas acciones: esa decisión se llama intención. Movida por la intención, la
inteligencia delibera acerca de los
medios (acciones finalizadas) idóneos para conseguir o realizar ese fin, a los
que la voluntad puede prestar o no su consentimiento.
Se debe precisar después cual de esas acciones es la más apropiada y a la que
se puede poner en práctica inmediatamente (juicio
de elección), y se toma la decisión interior
de hacerlo así (elección). Cuando se
ha decidido lo que se hará aquí y ahora, hay que organizar y coordinar la
actividad de las diversas potencias operativas (imperio racional) y de acuerdo con ese plan la voluntad mueve a las
otras potencias (uso activo de la
voluntad y uso pasivo de las otras
facultades). Sigue la consecución del fin y el gozo en el fin poseído.
La primera aprehensión,
el amor, la intención y el juicio que la precede, así como el gozo o fruición
final son actos que tienen como objeto el fin, lo que es apetecible en si y por
si y, entre esos actos, el amor, la intención y la fruición son actos elícitos
de la voluntad. El consentimiento, la elección y el uso activo son actos
elícitos de la voluntad que tienen como objeto las acciones finalizadas, es
decir, las acciones ordenadas al fin.
Santo Tomas
advierte que no se deben establecer distinciones y secuencias rígidas, “puesto
que los actos de la voluntad tiene reflexión sobre si mismos, en todo acto de
la voluntad puede encontrarse consentimiento, elección y uso; y así, puede
hablarse de que la voluntad consiente en elegir, consiente en su propio
consentimiento y usa de si misma para conseguir y elegir, y siempre estos actos
son anteriores a aquel al que se ordenan”.
Tienen gran interés
para la ética el estudio de la decisión
interior o elección y el de la intención.
Entendemos por intención
un acto elícito de la voluntad que consiste en el querer eficaz de un fin que,
en su realidad fáctica, esta distante de nosotros, de modo que no resulta
inmediatamente realizable o alcanzable. Obviamente el acto de intención
presupone un acto cognoscitivo que juzga acerca de la posibilidad de superar la
distancia que nos separa del fin deseado y acerca del modo de superarla.
El objeto de la intención
es un fin, que ha de ser alcanzado o realizado mediante una serie de acciones
finalizadas a el. El fin es visto y proyectado formalmente en cuanto termino de
unas acciones finalizadas; la intención es por excelencia el acto finalizador.
Se llama decisión o
elección al acto elícito de la voluntad que tiene por objeto lo inmediatamente
operable en vista de un fin intentado. El objeto de la decisión es la acción
finalizada que esta inmediatamente en mi poder hacer o no hacer, hacerla de un
modo o de otro. La decisión presupone varios actos de la inteligencia: deliberación,
juicio practico y presupone también la intención.
Desde el punto de
vista de la génesis del obrar, la intención señala la orientación inicial del
comportamiento, y es como su motor. La intención refleja la disposición de ánimo
de la persona agente. En el orden del bien la intención realizada añade un
nuevo valor positivo o negativo a la intención solo proyectada. La intención es
un principio al que debe añadirse un recto discernimiento acerca del modo
concreto de realizarla. La intención se hace realidad a través de decisiones
acertadas. La intención es solo un momento particular de la organización y
proyectación interior de la acción. La proyectación intencional no es solo finalización,
sino también decisión acerca de las acciones finalizadas y del modo de
ejecutarlas.
Estudio especial del amor
El amor es el acto
primordial de la voluntad, la primera impresión que un fin provoca en el espíritu,
despertando el deseo, y muchas veces el sentimiento; en el tienen su origen los
demás actos de la voluntad: intención, elección, gozo, etc. San Agustín
considera que el amor es la fuente de la conducta humana y lo que explica en último
termino la estatura moral de la persona.
Existen varias
formas o grados de amor. El amor es la
primera complacencia de la voluntad en el bien; el ser atraídos. El amor de
complacencia es la primera respuesta a la atracción. El siguiente grado es el
amor de la concupiscencia, que es el amor en cuanto se traduce en el deseo del
bien no poseído. El amor de concupiscencia es una forma del amor espiritual,
que presupone la referencia de un objeto concreto a la noción inteligible del
bien: es el deseo del bien para mí, una tendencia hacia lo que es para mí un
bien. En cuanto es deseo del bien para si, el amor de concupiscencia es en último
término un amor de si mismo, al que sin embargo no debe atribuirse una
connotación necesariamente negativa.
Otra forma de amor
es el de benevolencia o amor de amistad. Es la estima y la afirmación del bien.
El amor de benevolencia es afirmación de la persona, afirmación de su valor,
querer su bien. La amistad es un amor de benevolencia reciproco. Más que un
amor entre uno y otro es un vínculo de unión entre las dos personas.
La forma mas alta
del amor consiste en al entrega de si, en la completa donación de la propia
persona. Lo que no es posible en el plano ontológico, se hace realidad en el
plano ético del amor. La entrega de si es la manifestación por excelencia de la
libertad. La entrega de la propia persona en su totalidad psicofísica puede
darse en el matrimonio monogámico e indisoluble y de modo mas pleno entre el
hombre y Dios.
En cuanto la
persona humana ha sido creada a imagen y semejanza de Dios que es Amor, el amor
que consiste en darse representa para ella su vocación específica; tal amor
supone su máximo enriquecimiento. En la entrega de si quedan reunidos y
purificados en un nivel axiológicamente superior, los elementos del amor de
concupiscencia y del de benevolencia que son inseparables de la actividad del
ser humano.
Los actos imperados y sus problemas específicos:
cooperación y ejemplaridad
La ejemplaridad consiste en la influencia,
querida o solo prevista, que mi acción puede desarrollar sobre la voluntad
ajena, es decir, es aquella relación según la cual la determinación tomada por
otra persona es efecto directo indirecto de mi acción voluntaria, de lo que
deriva para mi una cierta responsabilidad.
Desde el punto de vista
amoral puede ser de signo positivo o de signo negativo, en cuyo caso recibe el
nombre de escándalo.
La cooperación consiste en la ayuda o facilitación
que mi acción presta a la ejecución de lo que otro ya ha decidido hacer. No se
da un influjo de mi acción sobre la voluntad ajena, a diferencia de la
ejemplaridad. Nuestra cooperación a la acción ajena, en cuanto esta es buena o
mala, puede ser querida directamente y por libre iniciativa y como tal implica
aprobación de la acción ajena (cooperación formal), o puede ser tolerada sin
que ello implique aprobación del comportamiento ajeno, en cuanto la cooperación
se desprende inevitablemente de una acción que bajo algún aspecto tenemos
necesidad de poner (cooperación material).
Lo que ocurre en
este segundo caso es que determinadas circunstancias sociales o laborales ponen
a otra persona en condiciones de servirse de nuestro comportamiento para realizar
con mayor facilidad sus propios designios. Surge el problema de saber hasta que
punto es posible colaborar de modo efectivo, aunque involuntario a la
realización de lo que es moralmente ilícito.
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