Interés
por la bioética
En el mundo desarrollado
asistimos a una etapa de gran interés por los temas morales relacionados con la
medicina y la biología. A partir de la década de los setenta surge un número
creciente de revistas de buena calidad dedicadas al tema. Con todo, la
presencia del tema moral no se reduce a estas revistas especializadas. En las
grandes revistas de medicina, aparecen con frecuencia colaboraciones sobre
temas morales. Además se han de mencionar las bibliografías y libros sobre la
misma materia.
Otro indicador del interés que suscita el tema, es la
proliferación de cursos organizados y estables sobre ética médica en centros
universitarios para la formación de médicos. A este respecto, en España se ha
asistido a un fenómeno inverso en relación con otras naciones. En el contexto
socio-político posterior a la guerra civil, España destacó por la presencia del
tema ético dentro de la carrera de medicina y enfermería, de acuerdo con una
inspiración católica. El enfoque dado a la ética médica y su vinculación a un
contexto socio-político contribuyeron a la desafección general por parte de los
médicos. Ello explica el derrumbe de los cursos de ética médica con la entrada
de la democracia. En al actualidad va creándose una nueva sensibilidad junto a
un nuevo estilo de discurso moral. Otra de las manifestaciones del interés por
la bioética son los congresos y simposios dedicados específicamente a estos
temas o en los que la dimensión moral encuentra cabida.
La creación de centros o
departamentos de bioética es al mismo tiempo un eco de una preocupación
existente y un dinamizador importante. Otra referencia del interés es la
constitución de comisiones éticas de diverso tipo: comités éticos de
hospitales, comités para evaluar
protocolos de investigación y experimentación, comités éticos nacionales
estables, como el francés, alemán o danés, u ocasionales, como en Estados
Unidos, para asesorar al presidente o a órganos legislativos. Los poderes
públicos también elaboran a nivel nacional o supranacional documentos y leyes
sobre medicina donde se expresa la preocupación moral. Los medios de
comunicación social han actuado como un ampliador gigante de cuanto sucedía
entre profesionales, científicos y ciudadanos en general.
Una serie de factores ha
contribuido al interés creciente por la dimensión ética en biología y medicina.
Los avances científicos y técnicos han ido poniendo en manos de los
profesionales poderes crecientes de intervención en la vida y destino de las
personas. La técnica se revela como un poder ambiguo, con grandes promesas a
favor de la humanidad y también como portadora de serias amenazas para la
humanización. Se han difundido señales de alarma entre algunos hechos que
parecían constituir abusos por parte de los profesionales. A pesar de logros
evidentes, hay signos de que la atención humana a la persona deja mucho que
desear. La sensibilidad social acerca de los derechos de la persona ha llegado
también, aunque más tardíamente, al ámbito de la salud. La dimensión
socio-política de los cuidados de la salud ha contribuido a despertar el
interés por una problemática moral de signo menos individualista.
En este contexto surge el término
“bioética”, en torno al cual va convergiendo una parte muy importante de la
reflexión moral médica reciente.
La bioética
Bioética es una expresión acuñada
recientemente, aparecida en el mundo anglosajón y aceptada hoy corrientemente.
Van Rensselaer Potter, investigador del cáncer, pretende ser el inventor del
término, recogido en un libro suyo. Es un vocablo compuesto de bios= vida y ética.
Se discute si es una disciplina
independiente o una mera rama de la ética, semejante a la moral económica,
sexual o política. Hay quienes insisten en su condición de nueva disciplina y no
en una subdivisión o subdisciplina de la ética, aun cuando, según algunos, no
haya todavía logrado su estatuto plenamente. Para otros se trata de una esfera
particular de la ética, reconociendo eso sí, el contexto nuevo y los contenidos
añadidos a la ética médica del pasado.
También hay debates sobre el
lugar de su enseñanza y los profesionales responsables de ella: escuelas de
medicina, escuelas de leyes o de administración pública, estudios de filosofía,
etc. Estas discusiones ponen de relieve que ciertos aspectos de la bioética
interesan más a unos profesionales que a otros y manifiestan al mismo tiempo el
sentido abierto, no compartimental, cerrado, de los saberes que afectan a lo
humano en sus dimensiones más hondas. Entre algunos sanitarios existe cierto
recelo a los moralistas y filósofos éticos, por un pretendido peligro de
prestar excesiva atención a los principios y por su alejamiento de la práctica.
Otros, en cambio, desconfían de los médicos y sanitarios en ejercicio por su
preocupación excesiva por lo concreto. Frente a posturas excluyentes y
recelosas, la bioética trata de integrar las diversas aportaciones, en el
intento de evitar enfoques parciales de una realidad rica en dimensiones.
Todavía no es infrecuente la
confusión en torno al significado de bioética, por algunos identificada con las
nuevas técnicas de reproducción asistida, con la ingeniería genética, etc.
podemos definirla como “el estudio sistemático de la conducta humana en el
campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que esta
conducta es examinada a la luz de los valores y principios morales.
Esta definición nos aporta
precisiones importantes sobre el estudio emprendido. El objeto del mismo es la
conducta humana en dos terrenos específicos: las ciencias de la vida (la
biología) y los cuidados de salud. Este objeto es estudiado desde un ángulo
particular: a la luz de los valores y de los principios morales, y de forma
sistemática.
Sin embargo, esta definición, por
sí sola, no aclara totalmente el campo de la bioética. Si nos atenemos en todo
rigor a los términos podemos pensar que toda la realidad humana, en cierto
modo, es objeto de la bioética. Y podríamos correr el riesgo de convertirla en
un todo heterogéneo, falto de homogeneidad, inabarcable por sus dimensiones,
hegemónico. Sin negar la unidad de la realidad humana y los vastos horizontes
abiertos justificadamente por y para la bioética, es necesario un cierto pacto
a la hora de organizar este saber en nuestra sociedad. Más importante que las
formas de organizarlo es un cierto estilo de enfocar la realidad.
Existen debates sobre diversos
puntos, de escasa importancia algunos de ellos, que no impiden una imagen
suficientemente definida de lo que es la bioética. Se preguntan algunos si esta
reflexión ética ha de poseer un carácter más práctico o más teórico. Unos
insisten en la orientación primera: ayudar a los médicos, científicos,
políticos a tomar decisiones justas; para otros se trata simplemente de
clarificar un cuerpo de conocimientos sin contemplar la traducción de esos
principios en casos específicos. Hoy en día no es fácil esa pretendida
separación entre dos dimensiones de la vida, y si se hace, los planteamientos
se empobrecen.
De bioética se habla a partir de
la década de los setenta, aun cuando esta expresión coexiste con la de “ética
médica”, “ética biomédica”, etc. El cambio de expresiones puede ir acompañado
de una carga de convencionalismo, en parte arbitrario; sin embargo, no pocos,
con el nuevo término pretenden marcar más claramente las diferencias evidentes
que la separan de la ética médica anterior. Otros, en cambio, piensan que el
antiguo nombre de ética médica es suficientemente acogedor para los nuevos
enfoques y la nueva problemática. La cuestión de nombres la estimo bastante secundaria;
más importantes son las diferencias entre la situación anterior y la actual.
La bioética no sólo trata de la
relación médico-paciente desde los valores, sino que también incluye la
preocupación por las profesiones “aliadas”, de salud mental y otras. Extiende
su campo a la investigación biomédica y de la conducta, tenga o no significado
directamente terapéutico. Incluye en su estudio una amplia gama de temas
sociales: salud pública, del medio laboral, demografía, etc. Va más allá del
campo de la vida y salud humanas, para interesarse por la vida animal y
vegetal.
Por encima de estas diferencias
que afectan más bien al área de contenidos, me parece todavía más importante
señalar la novedad en cuanto a la fundamentación, metodología y pluralismo de ofertas,
todo ello íntimamente conectado.
Presencia de la
Iglesia
El interés de la Iglesia por la
moral médica está bien documentado a través de los siglos, pero sus expresiones
varían según evoluciona la misma medicina, de acuerdo con los cambios sociales,
desde la auto comprensión de la misma Iglesia y en relación con la evolución de
la moral. Junto a la labor de reflexión, existe otra vertiente de acción,
preocupándose de los enfermos, especialmente de los más desasistidos, aunque
predomina en esta acción la dimensión espiritual.
En la reflexión de la Iglesia
sobre la enfermedad prevaleció durante mucho tiempo el aspecto religioso: se la
contemplaba en conexión con la fe y desde ella era frecuentemente interpretada
tanto en su origen como en su terapia.
Desde un punto de vista moral,
entre sus aportaciones se ha de contar el apoyo prestado a la tradición ética
vinculada al juramento de Hipócrates, con algunos rasgos característicos: en la
base de la relación terapéutica no está el amor a al naturaleza, a la
naturaleza universal, sino el amor cristiano al prójimo, a ejemplo de Cristo,
al que la literatura cristiana presenta no raramente como médico. Entre los
nuevos desarrollos debidos al cristianismo se encuentran la naturaleza
igualitaria del tratamiento para todos, la gratuidad en la ayuda, el no asignar
límites naturales a la asistencia ni en enfermedades mortales o incurables.
Muy lentamente, el cuerpo de
moral médica va tomando consistencia, siguiendo el paso de la evolución de la
medicina.
Los tratados de medicina
pastoral, iniciados en el siglo XIX constituyen el precedente más inmediato de
la ética médica como conjunto amplio y estructurado. La obra que marca el rumbo
a esta orientación es la de Capellmann, médico alemán que publicó en 1877 su Medicina
pastoral y de la que se han hecho múltiples ediciones en diversas lenguas,
incluido el latín. Concibe su obra con un doble objetivo: servicio a párrocos,
confesores y médicos. Para ayuda de confesores y sacerdotes recoge
conocimientos anatómico-fisiológicos y patológico-terapéuticos. Para servicio
del médico cristiano en el ejercicio de su profesión incluye principios
teológico-morales. La obra más importante dentro de este género es la del Dr.
Niedermeyer.
Desde la segunda guerra mundial
el puesto de la Iglesia católica en la moral médica ha sido muy relevante,
estimulado por las numerosas intervenciones del Papa Pío XII. En la actualidad,
la aportación de los católicos no tiene el peso de otros tiempos en el conjunto
mundial; sin embargo, su presencia es notable si miramos a las intervenciones
pontificias. Los documentos de los episcopados nacionales son también mucho más
abundantes que en otras épocas y suelen estar muy cercanos a los problemas que
se suscitan. Las publicaciones católicas siguen siendo numerosas, pero no
ofrecen un modelo tan homogéneo como el de hace unas décadas: la variedad
existente en la sociedad tiene un reflejo en la Iglesia.
La expansión de la bioética en el
mundo occidental se ha abierto a otras concepciones religiosas distintas de la
católica. En diálogo con ellas y con la bioética de inspiración civil, la
Iglesia sigue prestando un valioso servicio a favor del hombre bajo la
inspiración del evangelio.
En la Biblia se nos ofrece una
visión religiosa del ser humano y, según los estudios exegéticos actuales, no
es fácil esperar de ella una normativa definida sobre los complejos problemas
planteados en bioética, pero sí direcciones luminosas necesitadas de múltiples
mediaciones.
La vida y reflexión de las
comunidades cristianas del pasado constituyen una fuente de sabiduría para los
cristianos de hoy. La memoria de este pasado ha de evitar dos riesgos: el verse
reducida a un puro resto anacrónico, sin incidencia viva en el momento actual,
o el ser interpretada como un punto de llegada, definitivo, olvidando su
contexto histórico contingente.
El otros tiempos, la moral
cristiana estuvo muy atenta a la realidad humana, aunque su interpretación, en
un mundo mucho más estable que el actual y menos invadido por la técnica, estaba
fuertemente influenciada por el modelo excesivamente estático de la naturaleza,
de la ley natural. El conocimiento de la realidad humana en todas sus
dimensiones es determinante para las posturas ante los diversos problemas
suscitados en bioética: la fiel escucha de la realidad es una actitud ética
básica, tanto si esa escucha confirma como si cuestiona las propias opciones.
Todos nos enfrentamos con la realidad en situación de no-neutralidad, con
concepciones previas; pero existe una gran diferencia entre acudir a esa cita
con visiones totalmente cerradas o dispuestos a aceptar el cuestionamiento y la
corrección. El diálogo ha de entrar como componente esencial de la experiencia
moral; de lo contrario, esa experiencia sufriría un grave empobrecimiento.
La aportación del magisterio en
esta materia ha sido y está siendo abundante y luminosa.
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