El quehacer fundamental de la Bioética es dilucidar
los problemas éticos que se derivan de los descubrimientos y las aplicaciones
de las ciencias biológicas. Es a partir del extraordinario desarrollo de esta
rama del conocimiento en la segunda mitad del siglo XX que la humanidad se
enfrenta con dilemas nunca antes imaginados.
La posibilidad de transformar el patrimonio genético
de las especies, de tener procreación sin sexualidad y sexualidad sin
procreación, de trasplantar órganos, de prolongar la vida en forma artificial,
de crear nuevos seres vivientes mediante la clonación, son “conquistas”
recientes. Nunca antes en la historia hubo tantas personas y especies
implicadas como agentes o espectadores, como beneficiarios o víctimas del
llamado progreso científico.
Hoy en día las ciencias de la vida exigen una
reflexión teórica más vasta. Las discusiones más apasionadas se suelen dar en
aquellos temas que se abren al futuro como los derivados del estudio del genoma
humano, la fecundación artificial y la clonación, el cultivo de órganos, la
eutanasia.
A lo largo del desarrollo de la capacidad
científico-técnica de la humanidad, ciertos principios (variables según la
época y las concepciones prevalentes del mundo), han guiado y formado las
actitudes ante la reproducción, el vinculo entre los sexos, el tratamiento de
los enfermos, el trance de la muerte, las relaciones entre etnias y del ser
humano con el medio y la naturaleza. La bioética es un elemento de la vida
cotidiana al alcance de todo ser pensante, de toda mujer y todo hombre, de todo
ciudadano.
Si bien Aristóteles puede ser considerado el padre de
la ética, fue Kant el que formulo los principios del ethos y el que propuso una
concepción autónoma anclada en la razón humana y exenta de cualquier influencia
metafísica. Estos principios conciernen a un ser humano que esta por fuerza y
por encima de toda evaluación material, un ser que no puede ser tratado como
medio sino como fin. Su razón soberana le confiere una dignidad anclada en lo
humano y le asegura la autonomía de su voluntad.
La bioética es también una forma de dialogo político,
de comunicación constructora de convivencia y consenso, como lo define el
kantiano alemán Habermas, quien ha rechazado la racionalidad innata de Kant a
favor de una racionalidad esencialmente comunicativa.
Wikler ha descrito cuatro etapas que en su criterio ha
recorrido la bioética. La primera, fase deontológico o de ética médica, tiene
sus raíces en la medicina hipocrática y la filosofía clásica. Responde a un
código de conducta definido por los médicos y otros profesionales de salud con
el fin de establecer normas de conducta, derechos y responsabilidades de los
profesionales para con los pacientes a su cargo. La segunda identificada en el contexto
norteamericano, abrió el debate sobre temas de la vida y la salud entre los
profesionales y el resto de la sociedad. Las implicaciones éticas de los
avances científicos obligaron a generar un espacio y un lenguaje compartido
para la discusión interdisciplinaria e interprofesional de la vida y de la
muerte, en que tanto los derechos y responsabilidades, no solo de los
profesionales sino de los pacientes empiezan a ser analizados.
A partir de 1980, se propone que la bioética no puede
seguir restringida a los asuntos que se desprenden de la relación médico-paciente.
Reconociendo la importancia de esto, se enfatizo que tanto el médico como el
paciente escogen conductas alternativas determinadas en gran medida por factores
externos, estructura, funcionamiento, regulación y financiamiento de los
sistemas de salud. Se concluyo que era necesario introducir el conocimiento de
la economía de la salud y la administración. La bioética se convierte en una
herramienta adicional para el análisis de políticas públicas de salud. Se
plantea que hoy en día se abre una cuarta fase denominada tentativamente
bioética de la salud poblacional o salud colectiva. Se incorpora el conjunto de
determinantes del Estado de salud de la población. Esta línea de investigación está
inspirada en parte por la creciente acumulación de evidencia que vincula los
condicionantes socioeconómicos, étnicos y de género con las disparidades de
salud observadas en casi todos los países del mundo y surge en respuesta al
crecimiento del enfoque de salud y derechos humanos. Los conceptos modernos de
la salud se derivan de dos vertientes relacionadas, la de la medicina y la de
la salud pública. La primera se enfoca hacia la salud del individuo, la segunda
a la salud de la población.
Frente a la medicina que enfatiza la curación y
rehabilitación del enfermo, la salud pública tiene metas de promoción de la
salud y prevención de la enfermedad, la discapacidad y la muerte prematura. El
concepto moderno de salud va mas allá de la atención medica, para abarcar las
dimensiones sociales más amplias del bienestar individual y colectivo. Igualmente
se propone que la promoción y la protección de los derechos humanos así como la
protección y promoción de la salud estén ligados.
La declaración de que todos los seres humanos, sin
discriminación alguna, puedan tener acceso a las condiciones mínimas que
aseguran tener la oportunidad de vivir vidas sanas y productivas, se convierte
hoy en un imperativo tanto para la salud pública como para la vigilancia del
respeto a los derechos humanos.
Es necesario profundizar sobre el concepto de equidad
en salud y el rol que la reflexión ética puede jugar para alimentar los
procesos de análisis de situación y de formulación y evaluación de políticas públicas
con impacto en la salud colectiva.
En América Latina y el Caribe al menos tres resultados
empíricos motivan el reclamo de que las disparidades en salud entre grupos
socio-económicos deberían constituir un problema del desarrollo humano y específicamente
una preocupación para la salud pública, los derechos humanos y la bioética:
- los pobres usan menos recursos públicos que los
grupos de ingresos medios y superiores.
- existen grandes disparidades de salud entre grupos
socio-económicos así como por categorías de género y orden étnico, sugiriendo
el vinculo entre las condiciones de salud y una variedad de condiciones de vida
material y social.
- las disparidades en la salud y el bienestar general
siguen aumentando.
La equidad no es la igualdad de la distribución sino
la justicia en la distribución. Enfocar exclusivamente el debate sobre equidad
en el tema del acceso los servicios de salud resulta insuficiente para reducir
las disparidades en la situación de salud entre los grupos más desfavorecidos.
Muchos otros sectores y aspectos de la vida afectan el
estado de salud, incluyendo las condiciones de vida, de trabajo, los temas
ambientales, el nivel de educación y el acceso a la participación cultural,
social y política. Es necesario que el sector salud reconozca la importancia de
otros sectores para determinar la salud y desarrollar mecanismos eficaces para
su incorporación en una estrategia de equidad en salud.
La autora británica Margaret Whitehead define las
inequidades en salud como “las diferencias en salud que no solo son
innecesarias y evitables sino que se consideran incorrectas e injustas”.
Especifica que existen 7 determinantes de disparidades
en salud que pueden ser identificadas:
- variación biológica natural
- comportamiento perjudicial para la salud que se
elija libremente
- ventaja transitoria en condiciones de salud de un
grupo sobre el otro causadas por la adopción temprana de una conducta que
mejora la salud, siempre y cuando los otros grupos tengan iguales medios para
adoptarla en poco tiempo.
- comportamiento perjudicial para la salud en el cual
la libertad de escogencia o el grado de preferencia está severamente
restringido.
- exposición a condiciones de vida y de trabajos
insalubres y estresantes
- acceso inadecuado a la salud esencial y a otros
servicios básicos
- selección natural o movilidad social relacionada con
la salud (descenso en la escala socioeconómica de la gente enferma).
Un enfoque guiado por la equidad en la formulación de
políticas de salud implica una visión amplia de los determinantes de salud de
la población. Es necesario considerar la más amplia acción política requerida
para promover la equidad en salud. La preocupación por la equidad conduce a
metas políticas más amplias que han de proseguirse a través de la propia
política de salud. La búsqueda de la equidad esta necesariamente vinculada al
tema de la gobernabilidad y a los procedimientos de toma de decisiones y en la
medida en que estos lo permitan, a la amplia representación y ejercicio eficaz
elegidos por todos los grupos sociales y los miembros de la sociedad.
El Director de la Organización Panamericana de la
Salud manifiesta:
“La equidad se refiere a diferencias que son
innecesarias o reducibles y son incorrectas e injustas. Cada persona debe, en
función de la equidad tener la oportunidad de acceder a aquellas medida
sanitarias y sociales necesarias para proteger, promover y mantener o recuperar
la salud”.
La bioética latinoamericana deberá convertirse en la
vanguardia del nuevo enfoque sobre los determinantes de la salud, unida a la
preocupación por el respeto a los derechos humanos, a la construcción de
sociedades civiles y gobernables, a la búsqueda de un desarrollo humano con
mayor equidad y justicia, al análisis de las políticas públicas que afectan a la
salud y el bienestar de la población, al funcionamiento de los servicios y la
calidad y calidez de las interacciones entre profesionales y pacientes,
ciudadanos y gobernantes, hombres y mujeres, hombre y naturaleza.
Un medico tradicional del altiplano expresaba que el
concepto de salud de los pueblos originarios del continente americano es la
conjunción de tres círculos de armonía: la armonía del ser humano consigo
mismo, la armonía entre los miembros de la comunidad y la armonía de la
comunidad con la Madre Tierra. La nueva bioética latinoamericana va a
levantarse sobre las sólidas columnas de los principios de nuestros pueblos, de
nuestra diversidad y de nuestra historia. El reto que enfrentamos es el de
construir una bioética de la justicia, de la equidad y de la armonía.
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