viernes, 5 de septiembre de 2014

EL MATRIMONIO EN LA SAGRADA ESCRITURA

La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26- 27) y se cierra con la visión de las "bodas del Cordero" (Ap 19,7.9).
De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación "en el Señor" (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (Ef 5,31-32).
EL MATRIMONIO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
El matrimonio como estado de vida fue instituido por Dios desde el principio de la creación.

En la Sagrada Escritura vemos cómo el matrimonio responde a las estructuras más íntimas del ser humano, hombre y mujer. Como Dios es el Creador de esa humanidad masculina y femenina y de las inclinaciones que llevan inscritas. Es el mismo Dios el autor del matrimonio.
En los dos primeros capítulos del libro del Génesis se recogen las enseñanzas básicas del matrimonio "de los orígenes", es decir, tal y como fue querido por Dios "desde el principio”.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó, y les dio su bendición… Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran.” (Gen 1, 26-28)
La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro:
Luego dijo Dios: “No es bueno que el hombre este solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él. (Gen 2, 18).
Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un sueño profundo y. mientras dormía, le saco una de las costillas y le cerro otra vez la carne. De esa costilla Dios el Señor hizo una mujer, y se la presento al hombre, el cual al verla, dijo: Esta sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos. Se va a llamar mujer porque Dios la saco del hombre...” (Gen 2, 21-23).
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos llegan a ser como una sola carne… (Gen 2, 24).
Se expresa así la tendencia natural del hombre hacia la mujer y de la mujer hacia el hombre y la indisolubilidad de la unión que crean en el "Matrimonio".
Esta enseñanza la ratifica Jesucristo cuando en Mt 19, 3-9 afirma: "¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavía prohibida de una manera explícita.
No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de "la dureza del corazón" de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer.
Cuando un hombre toma a una mujer y se casa con ella, si resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá y la despedirá de su casa. Si después de salir y marcharse de casa de éste, se casa con otro hombre, y luego este otro hombre le cobra aversión, le redacta un libelo de repudio, lo pone en su mano y la despide de su casa (o bien, si llega a morir este otro hombre que se ha casado con ella), el primer marido que la repudió no podrá volver a tomarla por esposa después de haberse vuelto impura así (Dt 24, 1-5).
«Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestra cabeza, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así (Mt 19, 8).

Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel, los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio.
Oseas obedece el mandato de Dios de contraer matrimonio con una prostituta a la que perdona, como Dios lo hace con su pueblo infiel:
“La tierra de Israel se ha prostituido apartándose de mí. De la misma manera, ve tú y toma por mujer a una prostituta, y ten hijos con ella; así ellos serán hijos de una prostituta. Oseas tomo entonces por mujer a Gomer, la cual quedo embarazada y le dio un hijo (Os 1, 1-3). 
Isaías se refiere a la Nueva Alianza como una alianza matrimonial, Dios se ha desposado con Israel:
“Eras como una esposa joven abandonada y afligida, pero tu Dios te ha vuelto a llamar y dice: Por un corto instante te abandone pero con bondad inmensa te volveré a unir conmigo. En un arranque de enojo, me oculte de ti, pero con amor eterno te tuve compasión.” (Is 54, 6-8)
Jeremías: El amor de Dios es comparado con el amor de los esposos.
“El Señor se dirigió a mí, y me dijo: Ve y habla a la ciudad de Jerusalén, grita para que lo oiga bien: ¡Así dice el Señor! Recuerdo que cuando eras joven, me eras fiel, que cuando te hice mi esposa me amabas, y me seguiste a través del desierto… Israel estaba consagrada a mí, era lo mejor de mi cosecha…” (Jer 22, 1-3)
El Señor dice: si un hombre se divorcia de su mujer y ella, al separarse de él, se casa con otro hombre, el primero no volverá a unirse con ella. ¡Eso sería una grave ofensa al país! Sin embargo tu Israel te has prostituido con muchos amantes y ¡ahora quieres volver a mí! (Jer 3, 1)
El Señor afirma: “En ese tiempo yo seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo… El Señor dice: “En el desierto me mostré bondadoso con el pueblo que escapo de la muerte. Cuando Israel buscaba un lugar de descanso, yo me aparecí al de lejos. Yo te he amado con amor eterno, por eso te sigo tratando con bondad”… (Jer 31, 2-3)
Ezequiel: habla del pecado del pueblo como infidelidad y prostitución.
“Yo el Señor, digo: Te voy a dar tu merecido, pues faltaste a tu juramento y no cumpliste el pacto. Pero yo si me acordare del pacto que hice contigo cuando eras joven y hare contigo un pacto eterno…Yo renovaré mi pacto contigo, y reconocerás que yo soy el Señor. Tú te acordaras y sentirás tanta vergüenza y humillación que no volverás a abrir la boca cuando y te perdone todo lo que has hecho.” (Ez 16, 59-63)
“Por eso yo, el Señor, digo: puesto que te has olvidado de mí y me has vuelto la espalda, tendrás que sufrir el castigo de tu libertinaje y de tus prostituciones”. (Ez 23, 35)
Malaquías:
Judá es infiel a Dios, y se cometen acciones horribles en Jerusalén y en Israel…los hombres de Judá han tomado por esposas mujeres que adoran a dioses falsos… el Señor es testigo de que tú has faltado a la promesa que le hiciste a la mujer con quien te casaste cuando eras joven. Era tu compañera y tú le prometiste fidelidad. ¿Acaso no es un mismo Dios el que ha hecho el cuerpo y el espíritu? ¿Y que requiere ese Dios sino descendientes que le sean consagrados? ¡Cuiden ustedes de su propio espíritu y no falten a la promesa que le hicieron a la esposa de su juventud! …¡Cuiden de su propio espíritu y no sean infieles, pues yo aborrezco al que se divorcia de su esposa y se mancha cometiendo esa maldad! (Mal 2, 11-16)
Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos.
Tobías le dijo a Sara: “Mi amor, levántate y hagamos oración para pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros y nos proteja” Ella se levanto y los dos comenzaron a orar así: alabado seas, Dios de nuestros antepasados, alabado sea tu nombre por siempre… Tú creaste a Adán y le diste por esposa a Eva como compañera y apoyo. Y de ellos dos nació todo el género humano. Tu dijiste no es bueno que el hombre esté solo, le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él. Ahora yo no tomo a esta mujer movido por deseos impuros, sino con intenciones sinceras, dígnate tener compasión de mi y de ella, y concédenos llegar juntos a la vejez”. Ambos añadieron, así sea, así sea y se acostaron. (Tobit 8, 4-8)
¡El Señor haga que la mujer que va a entrar en tu casa sea como Raquel y Lea, de quienes descendemos todos los israelitas…Que el Señor te de muchos hijos de esta mujer, que tengas una familia numerosa…!” Así fue como Booz se caso con Rut, y se unió a ella, y el Señor permitió que quedara embarazada y que tuviera un hijo. …Entonces las mujeres decían a Noemí: ¡Alabado sea el Señor que te ha dado un nieto! ¡Ojala sea famoso en Israel! El te dará ánimos y te sostendrá en tu vejez, porque es el hijo de tu nuera, la que tanto te quiere y que vale para ti más que siete hijos. (Rut 4, 11-15).
La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que "las grandes aguas no pueden anegar" (Cnt 8,6-7).
      Llévame grabada en tu corazón,
      ¡llévame grabada en tu brazo!
      El amor es inquebrantable como la muerte;
      la pasión, inflexible como el sepulcro.
      ¡El fuego ardiente del amor
      es una llama divina!
      El agua de todos los mares
      no podría apagar el amor; tampoco los ríos podrían extinguirlo.
      Si alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor
      burlas tan solo recibiría. (Ct 8, 6-7)
El matrimonio por tanto, no es efecto de la casualidad o consecuencia de instintos naturales inconscientes; es una sabia institución del Creador para realizar su designio de amor en la humanidad.
Por medio de él, los esposos se perfeccionan y crecen mutuamente y colaboran con Dios en la procreación:

“Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran…” (Gen 1, 28).

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