La Sagrada Escritura se abre con el relato de la
creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26-
27) y se cierra con la visión de las "bodas del Cordero" (Ap
19,7.9).
De un extremo a otro la Escritura habla del
matrimonio y de su "misterio", de su institución y del sentido que
Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo
de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su
renovación "en el Señor" (1 Co 7,39) todo ello en la
perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (Ef 5,31-32).
EL MATRIMONIO EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO
El matrimonio como estado de vida fue instituido
por Dios desde el principio de la creación.
En la Sagrada Escritura vemos cómo el matrimonio
responde a las estructuras más íntimas del ser humano, hombre y mujer. Como
Dios es el Creador de esa humanidad masculina y femenina y de las inclinaciones
que llevan inscritas. Es el mismo Dios el autor del matrimonio.
En los dos primeros capítulos del libro del Génesis
se recogen las enseñanzas básicas del matrimonio "de los orígenes",
es decir, tal y como fue querido por Dios "desde el principio”.
“Entonces
dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en
toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó
Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó,
y les dio su bendición… Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y
gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se
arrastran.” (Gen 1, 26-28)
La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer
fueron creados el uno para el otro:
Luego dijo Dios: “No es bueno que
el hombre este solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él.
(Gen 2, 18).
Entonces Dios el Señor hizo caer
al hombre en un sueño profundo y. mientras dormía, le saco una de las costillas
y le cerro otra vez la carne. De esa costilla Dios el Señor hizo una mujer, y
se la presento al hombre, el cual al verla, dijo: Esta sí que es carne de mi
carne y huesos de mis huesos. Se va a llamar mujer porque Dios la saco del
hombre...” (Gen 2, 21-23).
Por eso el hombre deja a su padre
y a su madre para unirse a su esposa y los dos llegan a ser como una sola carne…
(Gen 2, 24).
Se expresa así la tendencia natural del hombre hacia
la mujer y de la mujer hacia el hombre y la indisolubilidad de la unión
que crean en el "Matrimonio".
Esta enseñanza la ratifica Jesucristo cuando en Mt
19, 3-9 afirma: "¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo
hombre y mujer, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y
se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos,
sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre.
La conciencia moral relativa a la unidad e
indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley
antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavía prohibida
de una manera explícita.
No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a
proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve
también, según la palabra del Señor, las huellas de "la dureza del
corazón" de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el
repudio de la mujer.
Cuando un hombre toma a una mujer
y se casa con ella, si resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos,
porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de
repudio, se lo pondrá y la despedirá de su casa. Si después de salir y
marcharse de casa de éste, se casa con otro hombre, y luego este otro hombre le
cobra aversión, le redacta un libelo de repudio, lo pone en su mano y la
despide de su casa (o bien, si llega a morir este otro hombre que se ha casado
con ella), el primer marido que la repudió no podrá volver a tomarla por esposa
después de haberse vuelto impura así (Dt 24, 1-5).
«Moisés, teniendo en cuenta la
dureza de vuestra cabeza, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al
principio no fue así (Mt 19, 8).
Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y
fiel, los profetas fueron
preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda
de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio.
Oseas obedece el mandato de Dios de
contraer matrimonio con una prostituta a la que perdona, como Dios lo hace con
su pueblo infiel:
“La tierra de Israel se ha
prostituido apartándose de mí. De la misma manera, ve tú y toma por mujer a una
prostituta, y ten hijos con ella; así ellos serán hijos de una prostituta.
Oseas tomo entonces por mujer a Gomer, la cual quedo embarazada y le dio un
hijo (Os 1, 1-3).
Isaías se refiere a la Nueva Alianza
como una alianza matrimonial, Dios se ha desposado con Israel:
“Eras como una esposa joven
abandonada y afligida, pero tu Dios te ha vuelto a llamar y dice: Por un corto
instante te abandone pero con bondad inmensa te volveré a unir conmigo. En un
arranque de enojo, me oculte de ti, pero con amor eterno te tuve compasión.” (Is
54, 6-8)
Jeremías: El amor de Dios es
comparado con el amor de los esposos.
“El Señor se dirigió a mí, y me
dijo: Ve y habla a la ciudad de Jerusalén, grita para que lo oiga bien: ¡Así
dice el Señor! Recuerdo que cuando eras joven, me eras fiel, que cuando te hice
mi esposa me amabas, y me seguiste a través del desierto… Israel estaba
consagrada a mí, era lo mejor de mi cosecha…” (Jer 22, 1-3)
El Señor dice: si un hombre se
divorcia de su mujer y ella, al separarse de él, se casa con otro hombre, el
primero no volverá a unirse con ella. ¡Eso sería una grave ofensa al país! Sin
embargo tu Israel te has prostituido con muchos amantes y ¡ahora quieres volver
a mí! (Jer 3, 1)
El Señor afirma: “En ese tiempo
yo seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo… El
Señor dice: “En el desierto me mostré bondadoso con el pueblo que escapo de la
muerte. Cuando Israel buscaba un lugar de descanso, yo me aparecí al de lejos.
Yo te he amado con amor eterno, por eso te sigo tratando con bondad”… (Jer
31, 2-3)
Ezequiel: habla del pecado del
pueblo como infidelidad y prostitución.
“Yo el Señor, digo: Te voy a dar
tu merecido, pues faltaste a tu juramento y no cumpliste el pacto. Pero yo si
me acordare del pacto que hice contigo cuando eras joven y hare contigo un
pacto eterno…Yo renovaré mi pacto contigo, y reconocerás que yo soy el Señor. Tú
te acordaras y sentirás tanta vergüenza y humillación que no volverás a abrir
la boca cuando y te perdone todo lo que has hecho.” (Ez 16, 59-63)
“Por eso yo, el Señor, digo:
puesto que te has olvidado de mí y me has vuelto la espalda, tendrás que sufrir
el castigo de tu libertinaje y de tus prostituciones”. (Ez 23, 35)
Malaquías:
Judá es infiel a Dios, y se
cometen acciones horribles en Jerusalén y en Israel…los hombres de Judá han
tomado por esposas mujeres que adoran a dioses falsos… el Señor es testigo de
que tú has faltado a la promesa que le hiciste a la mujer con quien te casaste
cuando eras joven. Era tu compañera y tú le prometiste fidelidad. ¿Acaso no es
un mismo Dios el que ha hecho el cuerpo y el espíritu? ¿Y que requiere ese Dios
sino descendientes que le sean consagrados? ¡Cuiden ustedes de su propio
espíritu y no falten a la promesa que le hicieron a la esposa de su juventud!
…¡Cuiden de su propio espíritu y no sean infieles, pues yo aborrezco al que se
divorcia de su esposa y se mancha cometiendo esa maldad! (Mal 2, 11-16)
Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios
conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura
de los esposos.
Tobías le dijo a Sara: “Mi amor,
levántate y hagamos oración para pedirle al Señor que tenga misericordia de
nosotros y nos proteja” Ella se levanto y los dos comenzaron a orar así:
alabado seas, Dios de nuestros antepasados, alabado sea tu nombre por siempre… Tú
creaste a Adán y le diste por esposa a Eva como compañera y apoyo. Y de ellos
dos nació todo el género humano. Tu dijiste no es bueno que el hombre esté
solo, le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él. Ahora yo no
tomo a esta mujer movido por deseos impuros, sino con intenciones sinceras,
dígnate tener compasión de mi y de ella, y concédenos llegar juntos a la
vejez”. Ambos añadieron, así sea, así sea y se acostaron. (Tobit 8, 4-8)
¡El Señor haga que la mujer que
va a entrar en tu casa sea como Raquel y Lea, de quienes descendemos todos los
israelitas…Que el Señor te de muchos hijos de esta mujer, que tengas una
familia numerosa…!” Así fue como Booz se caso con Rut, y se unió a ella, y el
Señor permitió que quedara embarazada y que tuviera un hijo. …Entonces las
mujeres decían a Noemí: ¡Alabado sea el Señor que te ha dado un nieto! ¡Ojala
sea famoso en Israel! El te dará ánimos y te sostendrá en tu vejez, porque es
el hijo de tu nuera, la que tanto te quiere y que vale para ti más que siete
hijos. (Rut 4, 11-15).
La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión
única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor
"fuerte como la muerte" que "las grandes aguas no pueden
anegar" (Cnt 8,6-7).
Llévame
grabada en tu corazón,
¡llévame
grabada en tu brazo!
El
amor es inquebrantable como la muerte;
la
pasión, inflexible como el sepulcro.
¡El
fuego ardiente del amor
es
una llama divina!
El
agua de todos los mares
no
podría apagar el amor; tampoco los ríos podrían extinguirlo.
Si
alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor
burlas
tan solo recibiría. (Ct 8, 6-7)
El matrimonio por tanto, no es efecto de la
casualidad o consecuencia de instintos naturales inconscientes; es una sabia
institución del Creador para realizar su designio de amor en la humanidad.
Por medio de él, los esposos se perfeccionan y
crecen mutuamente y colaboran con Dios en la procreación:
“Tengan muchos, muchos hijos;
llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los
animales que se arrastran…” (Gen 1, 28).
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