miércoles, 19 de agosto de 2015

RELACIONES CON EL OTRO SEXO

Los encuentros colectivos

Los adolescentes progresan afectivamente y normalmente eligen una persona del otro sexo para fundar una familia a menos que haya el deseo de una castidad perfecta.
Hacia los 13-16 años rige la atracción heterosexual. Cesa el antagonismo de los sexos.
Pueden empezar ya las relaciones de amor entre un chico y una chica, pero lo común es las relaciones en grupo, en pandilla, con conversaciones superficiales que sirven para que chicos y chicas se conozcan sin excesivo peligro porque se hacen público. Hay a veces encuentros o fiestas que pueden ser peligrosas si no hay un control de los mayores. Más que tomar una actitud de prohibición o permitir las fiestas sin reservas, lo mejor es informarse sobre los detalles. De vez en cuando conviene prohibir algo, así el adolescente entenderá que esta bajo la tutela de sus padres y se sentirá protegido.


La coeducación

Es un estilo de formación que reconoce que la riqueza de la vida humana reside en la duplicidad de los sexos. Encuentra su primer lugar privilegiado en la familia, se prolonga en la escuela y asociaciones juveniles. Representa un sistema positivo de cara a los fines de la maduración juvenil ya que el encuentro habitual de muchachos y muchachas bajo una luz educativa puede ser de gran valor para ambos grupos. Aprenden a verse como seres distintos pero complementarios, a respetarse como personas que tienen igual dignidad, a dar vida a una amistad de grupo, a eliminar prejuicios, a conocerse como seres humanos que están en condiciones de situarse por encima de los instintos.
Entre los peligros están la mayor posibilidad de contacto sexual, el flirteo, el enamoramiento prematuro.
Tener presente los inconvenientes de la coeducación no es condenarla, sino preparar las condiciones más adecuadas para hacerla más fecunda.

Encuentros singulares

Entre los 15 y los 20 años los adolescentes tienden al amor singular y exclusivo del individuo del otro sexo. Esto puede provocar dificultades con sus compañeros del propio sexo que se ven postergados en la amistad, así como en la pandilla. Está atracción y relación hacia al otro sexo de tipo individual, si bien en sí, normal y natural, a la que se llama amistad fuerte o ligue, puede adoptar las formas negativas de las experiencias precoses o del flirt.

Experiencias precoces

A la curiosidad sexual que sienten los adolescentes puede unirse la búsqueda de satisfacciones inmediatas en la relación heterosexual, siendo esto expresión de una inmadurez afectiva. Estas relaciones pueden generar traumas psíquicos y físicos pues no se tiene la suficiente capacidad fisiológica ni psicológica para asumir lo sexual como un acto verdaderamente humano y duradero. El ejercicio precoz de la sexualidad suele crear un proceso progresivo de despersonalización.
Otras veces no se busca la satisfacción de un deseo físico, sino la prueba de que se es amado. Estamos asistiendo a una inflación sexual, seguida de una devaluación del sexo y la sexualidad. Los jóvenes deben llegar a comprender que el amor se construye en el tiempo; que solo de él puede sacar satisfacción y alegría; que las primeras atracciones sexuales no deben obstaculizar la maduración personal, lo que supone paciencia y capacidad de espera. Quien no actué de este modo se expone a convertir el placer en una trivialidad.

El flirt

No es propiamente amor, sino jugar con el amor. Los amantes ejercen y padecen la seducción, y en esto consiste el juego peligroso del amor. Este amor se hace cada vez más vehemente, pero es poco estable porque no se ama a la persona por si misma sino por las emociones que procura, emociones que tienen un final sea porque se obtenga la satisfacción sexual; sea por la repugnancia de uno de ello a los actos cada vez más osados. Surgen graves decepciones especialmente en las chicas que creyeron en falsas intenciones matrimoniales.

El primer enamoramiento

Hay que hacer ver al adolescente que lo que le pasa es natural. Así mismo hay que hacerle ver que es poco frecuente que noviazgos iniciados entre los 15 y 17 años terminen en matrimonio ya que los adolescentes de estas edades difícilmente están unidos largo tiempo con la misma persona. Se ha de reconocer en todo momento el derecho del otro a salir con otras personas y a romper esa relación. Por amor a la otra parte no deben hacer nada que puede herir la reputación del otro y nada que pueda avergonzarles. Han de procurar no salir demasiado solos, sino con amigos y amigas. Hay que juzgar los besos como legitimas y limpias manifestaciones de afecto; los jóvenes deberán examinarse si van con está limpieza, o buscando satisfacer su egoísmo o pasión. Hay que hacerles ver que el amor a una persona del otro sexo es el camino normal de santidad. Las relaciones entre jóvenes de está edad pueden ser útiles y sanas, especialmente si no se fundan solo en el ocio y diversión, sino que existe alguna actividad apostólica, cultural o de trabajo común.

Amor espiritual a Dios y al prójimo


Para la perfecta evolución del amor heterosexual se requiere la educación de la mente y de la voluntad a los valores espirituales. Quien es capaz de amar a Dios y al prójimo puede respetar los derechos de los demás y poner fin a su egoísmo. La sociedad actual está sufriendo profundas transformaciones que afectan particularmente a los jóvenes en proceso de cambio y maduración. Para que las transformaciones sean positivas hay que darse cuenta del poder destructor del odio y de la fuerza liberadora del amor. Hay que poner al joven en condiciones de poder alcanzar la libertad y la autorresponsabilidad. Es muy importante que el joven sepa desarrollar su fuerza de voluntad para mandar en sí mismo y no ser un juguete ni de los demás ni de sus pasiones. Se ha de insistir en la importancia del sacrificio y la generosidad que no es sino la apertura hacia Dios y hacia los demás. Este es un período en donde muchos adolescentes se apartan de la Iglesia, pero también en el que muchos interiorizan y personalizan su fe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario