Los encuentros colectivos
Los adolescentes progresan
afectivamente y normalmente eligen una persona del otro sexo para fundar una
familia a menos que haya el deseo de una castidad perfecta.
Hacia los 13-16 años rige la atracción heterosexual. Cesa
el antagonismo de los sexos.
Pueden empezar ya las relaciones
de amor entre un chico y una chica, pero lo común es las relaciones en grupo,
en pandilla, con conversaciones superficiales que sirven para que chicos y
chicas se conozcan sin excesivo peligro porque se hacen público. Hay a veces
encuentros o fiestas que pueden ser peligrosas si no hay un control de los
mayores. Más que tomar una actitud de prohibición o permitir las fiestas sin
reservas, lo mejor es informarse sobre los detalles. De vez en cuando conviene
prohibir algo, así el adolescente entenderá que esta bajo la tutela de sus
padres y se sentirá protegido.
La coeducación
Es un estilo de formación que
reconoce que la riqueza de la vida humana reside en la duplicidad de los sexos.
Encuentra su primer lugar privilegiado en la familia, se prolonga en la escuela
y asociaciones juveniles. Representa un sistema positivo de cara a los fines de
la maduración juvenil ya que el encuentro habitual de muchachos y muchachas
bajo una luz educativa puede ser de gran valor para ambos grupos. Aprenden a
verse como seres distintos pero complementarios, a respetarse como personas que
tienen igual dignidad, a dar vida a una amistad de grupo, a eliminar
prejuicios, a conocerse como seres humanos que están en condiciones de situarse
por encima de los instintos.
Entre los peligros están la mayor
posibilidad de contacto sexual, el flirteo, el enamoramiento prematuro.
Tener presente los inconvenientes
de la coeducación no es condenarla, sino preparar las condiciones más adecuadas
para hacerla más fecunda.
Encuentros singulares
Entre los 15 y los 20 años los adolescentes tienden al
amor singular y exclusivo del individuo del otro sexo. Esto puede provocar
dificultades con sus compañeros del propio sexo que se ven postergados en la
amistad, así como en la pandilla. Está atracción y relación hacia al otro sexo
de tipo individual, si bien en sí, normal y natural, a la que se llama amistad
fuerte o ligue, puede adoptar las formas negativas de las experiencias precoses
o del flirt.
Experiencias precoces
A la curiosidad sexual que
sienten los adolescentes puede unirse la búsqueda de satisfacciones inmediatas
en la relación heterosexual, siendo esto expresión de una inmadurez afectiva.
Estas relaciones pueden generar traumas psíquicos y físicos pues no se tiene la
suficiente capacidad fisiológica ni psicológica para asumir lo sexual como un
acto verdaderamente humano y duradero. El ejercicio precoz de la sexualidad
suele crear un proceso progresivo de despersonalización.
Otras veces no se busca la
satisfacción de un deseo físico, sino la prueba de que se es amado. Estamos
asistiendo a una inflación sexual, seguida de una devaluación del sexo y la
sexualidad. Los jóvenes deben llegar a comprender que el amor se construye en
el tiempo; que solo de él puede sacar satisfacción y alegría; que las primeras
atracciones sexuales no deben obstaculizar la maduración personal, lo que
supone paciencia y capacidad de espera. Quien no actué de este modo se expone a
convertir el placer en una trivialidad.
El flirt
No es propiamente amor, sino
jugar con el amor. Los amantes ejercen y padecen la seducción, y en esto
consiste el juego peligroso del amor. Este amor se hace cada vez más vehemente,
pero es poco estable porque no se ama a la persona por si misma sino por las
emociones que procura, emociones que tienen un final sea porque se obtenga la
satisfacción sexual; sea por la repugnancia de uno de ello a los actos cada vez
más osados. Surgen graves decepciones especialmente en las chicas que creyeron
en falsas intenciones matrimoniales.
El primer enamoramiento
Hay que hacer ver al adolescente
que lo que le pasa es natural. Así mismo hay que hacerle ver que es poco
frecuente que noviazgos iniciados entre los 15 y 17 años terminen en matrimonio
ya que los adolescentes de estas edades difícilmente están unidos largo tiempo
con la misma persona. Se ha de reconocer en todo momento el derecho del otro a
salir con otras personas y a romper esa relación. Por amor a la otra parte no deben
hacer nada que puede herir la reputación del otro y nada que pueda
avergonzarles. Han de procurar no salir demasiado solos, sino con amigos y
amigas. Hay que juzgar los besos como legitimas y limpias manifestaciones de
afecto; los jóvenes deberán examinarse si van con está limpieza, o buscando
satisfacer su egoísmo o pasión. Hay que hacerles ver que el amor a una persona
del otro sexo es el camino normal de santidad. Las relaciones entre jóvenes de
está edad pueden ser útiles y sanas, especialmente si no se fundan solo en el
ocio y diversión, sino que existe alguna actividad apostólica, cultural o de
trabajo común.
Amor espiritual a Dios y
al prójimo
Para la perfecta evolución del
amor heterosexual se requiere la educación de la mente y de la voluntad a los
valores espirituales. Quien es capaz de amar a Dios y al prójimo puede respetar
los derechos de los demás y poner fin a su egoísmo. La sociedad actual está
sufriendo profundas transformaciones que afectan particularmente a los jóvenes
en proceso de cambio y maduración. Para que las transformaciones sean positivas
hay que darse cuenta del poder destructor del odio y de la fuerza liberadora
del amor. Hay que poner al joven en condiciones de poder alcanzar la libertad y
la autorresponsabilidad. Es muy importante que el joven sepa desarrollar su
fuerza de voluntad para mandar en sí mismo y no ser un juguete ni de los demás
ni de sus pasiones. Se ha de insistir en la importancia del sacrificio y la
generosidad que no es sino la apertura hacia Dios y hacia los demás. Este es un
período en donde muchos adolescentes se apartan de la Iglesia, pero también en
el que muchos interiorizan y personalizan su fe.
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