LA VIDA
CRISTIANA
La naturaleza de la teología moral
solo puede ser explicada y entendida con referencia a la vida cristiana. Es la vida del hombre en Cristo; mas
exactamente, la vida del hombre como
hijo de Dios en Cristo
por medio del Espíritu Santo. Don de
Dios que se recibe inicialmente con el bautismo y que requiere libre
aceptación y colaboración por parte del hombre.
Hijos de Dios en Cristo por medio del Espíritu
Santo
Con el bautismo el hombre se incorpora a Cristo
crucificado y glorificado y se regenera para participar en la vida divina. Es
liberado del pecado y recibe la primera gracia santificante que lo configura
ontológicamente con Cristo y lo hace verdadero hijo de Dios.
Se recibe la gracia de la filiación divina, fundamento de la vida cristiana. La
filiación divina implica la
recepción de los principios sobrenaturales de la nueva vida: la gracia santificante como principio
vital remoto y las virtudes teologales
y los dones del Espíritu Santo como principios operativos inmediatos.
Los cristianos deben con la gracia de Dios, llevar a plenitud en su vida la santidad que
recibieron. Este perfeccionamiento requiere el empeño moral de buscar
una mayor identificación con Cristo. El
agente principal en este progreso moral es el Espíritu Santo – el Santificador- de quien somos
colaboradores libres.
Carácter sacramental y eclesial de la vida
moral cristiana
El carácter
sacramental de todo el designio de salvación deriva del querer divino de
prolongar su eficacia salvifica a través de una mediación instituida por el mismo Cristo, con la cual se superan
las distancias espacio-temporales. Mediación
constituida por la Iglesia ,
“sacramento universal de salvación”, y por los sacramentos,
signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y custodiados
y administrados por la
Iglesia.
-
El
bautismo nos hace miembros de Cristo y de la Iglesia.
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La
confirmación enraíza profundamente la filiación divina, otorga
una mayor efusión del Espíritu Santo y de sus dones, y hace más perfecta la
inserción en la Iglesia.
-
La Eucaristía es la “fuente y cima de toda la
vida cristiana”, “el centro y la raíz de la vida espiritual del cristiano”,
realiza una profunda e intima unión con Cristo, actualiza el Sacrificio del
Calvario y aplica sus frutos, aumenta la gracia y preserva del pecado, restaura
las fuerzas espirituales, refuerza la unidad de la Iglesia y es prenda de la
gloria futura.
-
El
sacramento de la penitencia tiene un papel muy importante
en la vida moral: permite recuperar la gracia y los meritos perdidos por el
pecado, renueva el alma y la vida moral, y constituye un medio eficaz para
formar la conciencia moral.
La vida
moral cristiana tiene un fundamento sacramental sin el cual la vida cristiana
no es posible o se extingue. La mediación salvífica de la Iglesia no se limita a la
administración de los sacramentos. Las enseñanzas del Señor deben
superar la distancia espacio-temporal para que sean contemporáneos a todos los
hombres. Esto se logra con la predicación
y la tradición moral viva de la
Iglesia : parénesis (exhortación) apostólica.
La vida de la Iglesia , es el lugar
hermenéutico privilegiado de la experiencia moral cristiana. Los Apóstoles y sus sucesores han recibido
de Cristo el mandato de trasmitir fielmente su doctrina moral, asistidos por el
Espíritu Santo para mantener intacta la identidad del mensaje. Existe en la Iglesia un Magisterio, también en el ámbito moral,
que por voluntad de Cristo es normativo para la conciencia del creyente.
La relación entre el hombre y Cristo, núcleo de
la vida moral cristiana, “no es pensada
y establecida por el mismo creyente en una soledad individualista”, sino
que debe realizarse dentro de la
Iglesia y en comunión con ella.
MORAL
CRISTIANA Y MORAL HUMANA
La vida moral
cristiana se inicia con el bautismo; no se puede decir lo mismo de la vida y la experiencia moral en
general. Existe una reflexión ética anterior al cristianismo e independiente
incluso de la revelación del Antiguo Testamento: el hombre es, por su condición natural, un ser moral, capaz de percibir
por si mismo la distinción entre el bien y el mal.
El cristiano es sujeto moral por un doble
titulo: en cuanto hombre y en cuanto cristiano.
Una primera observación la encontramos en Mc 1,
15: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios esta cerca, convertíos y creed
en la Buena Nueva ”. Aparecen dos conceptos relevantes: novedad y cumplimiento. Se
completa con otra del Sermón de la
Montaña : “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento”
(Mt 5, 17.20).
En relación con la Ley de Moisés (e
implícitamente con la ley moral natural), el mensaje cristiano es novedad,
pero novedad sin ruptura, una novedad como cumplimiento. La moral cristiana excede la moral humana
y la Ley de
Moisés, pero a la vez las lleva a su plenitud, interiorizándolas y
radicalizándolas.
El bien del hombre es
conservado y llevado a plenitud cuando se eleva al nivel de la filiación divina. “El misterio del hombre solo se
esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Gaudium et spes, n. 22).
El cristianismo concede gran importancia a las realidades y las virtudes éticas humanas, incluyéndolas
como presupuesto necesario de la vida moral cristiana.
Si entendemos por virtudes humanas los hábitos morales que constituyen la perfección
del hombre como tal (también del no creyente), entonces el desarrollo de estas
cualidades precede al de las virtudes
cristianas, aunque en la práctica los dos desarrollos van juntos y se
entrecruzan. Las virtudes éticas humanas no son tan solo un medio para el
ejercicio de las virtudes cristianas; son al mismo tiempo para el cristiano
consecuencia y fruto de la caridad.
Objeto y fin de la teología moral
Parte de la teología
que tiene como objeto propio la inteligencia de la vida de los fieles en
Cristo. Es un saber reflexivo.
Entre las diversas
formas de reflexión moral, es aquella que se desarrolla con metodología
teológica.
Debe ser “entendida en
su especificidad de reflexión científica sobre el Evangelio como don y
mandamiento de la vida nueva, sobre la vida según “la verdad en el amor” (Ef 4,
15), sobre la vida de la santidad de la Iglesia , o sea, sobre la vida en la cual
resplandece la verdad del bien llevado hasta su perfección” (Veritatis
splendor, n. 29).
El Concilio Vaticano II afirma que la teología
moral debe ilustrar científicamente “la excelencia de la vocación de los fieles
en Cristo y su obligación de producir frutos en el amor para la vida del
mundo”. La teología moral “trae a reflexión esa vida que nace de nuestro ser en
Cristo por medio del Espíritu, verificándola mediante su principio que es la Revelación testimoniada
por la Sagrada
Escritura y por la Tradición ”.
El hombre tiene una inclinación natural a
conocer la verdad, y esto comporta la exigencia de pensar lo que él es y lo que
hace. A esta exigencia se une el dinamismo presente en la fe, que, desvelando
al hombre la verdad última sobre su destino y el camino para alcanzarlo,
requiere ser entendida y comunicada, tanto a los creyentes, como a los no
creyentes para que también ellos lleguen al conocimiento de Cristo.
La reflexión teológica contribuye por
consiguiente, a reforzar la vida de los fieles y favorece el desarrollo de la
actividad apostólica de la
Iglesia. La capacidad y responsabilidad eclesiales de
garantizar a lo largo de los siglos la identidad substancial de la vida
cristiana han sido confiadas por Cristo a los pastores; solo ellos tienen
autoridad divina para enseñar en el campo dogmático y moral.
La complejidad de las cuestiones morales hace
importante la verificación reflexiva
de las nuevas soluciones a la luz primordial de la Revelación , y la
proyección de esta luz sobre los problemas emergentes aún no resueltos. Todo
esto es tarea de la teología moral, que se configura como un servicio a los
fieles y una vocación eclesial que debe realizarse en colaboración con los
pastores y bajo su juicio último.
El estatuto científico de la teología moral
En la reflexión moral del siglo XX se ha
difundido la tendencia de concebir la vida moral como un hecho que la teología
moral debería explicar en forma análoga a como las ciencias de la naturaleza
explican los hechos naturales. El hecho moral consistiría en la conciencia de
los valores y la obligación moral que de ellos deriva, y la tarea de la
teología moral sería la de fundamentar la obligación moral.
La teología moral se constituiría como un saber
sobre las normas morales que hay que observar, sería una moral normativista. Esta
concepción de la teología moral intenta acercarse a la mentalidad científica
moderna, y quiere sostener que la reflexión moral es un saber normativo, y no
solo descriptivo de las costumbres. Está condicionada por la idea de que las
ciencias de la naturaleza son el modelo al cual cada saber científico debería
adecuarse.
La vida moral tiene que ser contemplada como
una vida, como una conducta, que es entendida y valorada primariamente con
referencia al fin hacia el cual el sujeto moral se conduce a sí mismo. La vida
moral cristiana es la actividad con la cual el cristiano en base a la fe y a
las otras virtudes cristianas y humanas, elabora un plan de vida que determina
el modo y la medida según los cuales han de ser buscados, usados o realizados los
diversos bienes para que pueda ser concretamente alcanzada la santidad
cristiana.
La teología moral asume este orden inmanente a
la vida cristiana y lo lleva a la conciencia refleja y científica, explicitando
sus principios y su lógica interna, verificando su congruencia con la Revelación , y
facilitando su comunicabilidad. Su atención se centra en el fin, que es el bien
de la vida humana tomada como un todo, y que el sujeto moral manifiesta día a
día a través de comportamientos concretos.
La teología moral asume así la perspectiva
interna del sujeto moral autor de su conducta, es decir, la perspectiva de la
primera persona y del dinamismo intencional interno que informa las acciones
humanas. La teología moral es una
“operativa scientia”, una ciencia práctica o al menos un saber que posee
algunas de las características metodológicas de las ciencias prácticas.
Para Santo
Tomás de Aquino la teología es una ciencia especulativa, que puede
abarcar tanto el objeto de las ciencias filosóficas especulativas cuanto de las
ciencias filosóficas prácticas, pues estudia los dos desde una perspectiva
formal superior y común: en cuanto contenidos en Revelación divina. Para Santo
Tomás, el objeto de la teología es Dios, pero Dios no solo como es en SI, sino
también en cuanto es principio y fin de las cosas creadas, especialmente del
hombre.
La originalidad del pensamiento moral tomista
se encuentra en la perspectiva de la primera persona, elaborada por él sobre la
base de la ética aristotélica y de la teología cristiana de la ley.
Teología moral y teología dogmática
El saber teológico es unitario, porque unitaria
es la revelación divina, a cuya luz la teología estudia las verdades teóricas
que hay que creer y las verdades prácticas que permiten especificar las
conductas congruentes con las verdades creídas.
La unidad del saber teológico es compleja y
articulada, pero es verdadera y real unidad. Por razones didácticas, la
teología se divide en distintas partes (teología dogmática, moral, bíblica,
etc.). No es posible afrontar el estudio de la moral cristiana sin tener
presente su fundamento cristológico, eclesiológico y sacramental.
LAS FUENTES DE LA TEOLOGÍA MORAL
La fuente especifica y el fundamento perenne de
la teología moral es la
Revelación divina. Según el Concilio Vaticano II: “la
teología se apoya, como en cimiento perdurable, en la Sagrada Escritura
unida a la tradición”.
El saber teológico es el esfuerzo humano de
entender y profundizar científicamente el contenido de la Revelación acogido en
la fe. La teología es la ciencia de la
fe; tiene en la fe sus principios constitutivos propios (fides quae), y
la luz (fides qua) que inspira y hace posible la posterior profundización
racional.
El dinamismo interior del saber teológico fue
expresado por San Agustín con la
formula “creo para comprender y comprendo para creer mejor”, en la cual se
evidencia que la fe es la meta y la
regla intrínseca de la teología. Cristo Jesús ordeno a los Apóstoles
predicar a todos el Evangelio. La revelación es trasmitida por medio de la Sagrada Escritura
y de la Sagrada
Tradición de origen apostólico.
El Magisterio de la Iglesia
Cristo ha prometido la asistencia
del Espíritu Santo para que la
Iglesia conserve intacto el depósito de la divina revelación,
tanto de la fe profesada y de la fe enseñada. El oficio de interpretar y de
custodiar en nombre de Cristo la palabra de Dios ha sido confiado solo al
magisterio vivo de la
Iglesia. Este “no esta por encima de la palabra de Dios, sino
a su servicio, para enseñar puramente lo trasmitido con la asistencia del
Espíritu Santo” (Dei verbum, n.10).
El Concilio Vaticano II ha
recordado la intima unión entre los tres elementos. “La Tradición , la Escritura y el Magisterio
de la Iglesia ,
según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno
puede subsistir sin los otros y bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen
eficazmente a la salvación de las almas” (Dei verbum). El oficio de enseñar en
materia de fe y de moral corresponde a los obispos en comunión con el Romano
Pontífice y al Romano Pontífice mismo; por eso merecen el respeto de todos,
pues son testigos de la verdad divina y católica” (Lumen gentium, n.25).
Magisterio y teología
El magisterio no constituye una
fuente autónoma de la teología. La fuente
y la norma de la teología es la
Revelación divina, y con referencia a ella hay que considerar
la función del magisterio. En su íntima conexión con la Sagrada Escritura
y la Sagrada
Tradición , el magisterio precede y regula la labor teológica
en el mismo sentido en que lo hace la fe.
Para la teología, el magisterio no
es una instancia extracientífica opuesta a la búsqueda racional, sino que
constituye su premisa necesaria. La teología no es simple y exclusivamente una
función auxiliar del Magisterio; no se limita a repetir o a recoger los temas
que este ha enseñado.
La teología tiene una dinámica
propia, enraizada en la tendencia hacia la verdad y en la comprensión racional
propia del hombre y de la misma fe. La teología se propone tanto el desarrollo
de la vida cristiana de los fieles, cuanto la tarea de dar razón de la propia
esperanza a cuantos todavía no conocen a Cristo. El magisterio y la teología,
aun cumpliendo funciones diversas, se proponen mantener en el Pueblo de Dios la
verdad que libera.
CONTENIDO DE LA REVELACIÓN -
COMPETENCIA DEL MAGISTERIO EN EL CAMPO MORAL
Revelación, Magisterio y moral
El Evangelio ha sido predicado por
los Apóstoles y sus sucesores “como fuente de toda la verdad salvadora y de
toda norma de conducta”. Es tradicional el uso de la fórmula “in rebus didei et
forum”, en materia de fe y moral, para referirse tanto al contenido de la Revelación cuanto al
ámbito en el cual el magisterio de la Iglesia es doctrinal y autoritariamente
competente.
La existencia de un contenido moral revelado y de una competencia doctrinal específica del
magisterio eclesiástico en el campo moral ha sido universal y pacíficamente
afirmada por la teología moral hasta la mitad del siglo XX.
El magisterio de la Iglesia es competente en
el campo moral:
a) Como guardián e intérprete de la Revelación (y por tanto
de su contenido ético)
b) En cuanto que Cristo envió a los Apóstoles y
a sus sucesores a predicar el mensaje de salvación, y la observancia de toda la
ley moral es necesaria para la salvación.
Sobre la base de esta segunda razón,
la Iglesia ha
afirmado su competencia incluso en materias de ley moral natural, sin que por
esto haya dirimido la cuestión teórica de si existen verdaderas exigencias de
la ley moral natural que no hayan sido de alguna manera reveladas o que no
estén ligadas a la custodia y exposición del depósito de la fe.
La moral autónoma
En los años sucesivos al Concilio
Vaticano II emergió una orientación teológica, conocida como “moral autónoma” o
“moral autónoma en el contexto cristiano”, que se propuso un replanteamiento de las relaciones entre la
moral humana y la moral cristiana.
La solución propuesta tiende a negar
la competencia del Magisterio de la
Iglesia en el ámbito de las normas morales concretas de la
ley natural. Algunos exponentes de tal orientación llegaron a sostener
posiciones manifiestamente erróneas, las cuales motivaron la intervención del
Romano Pontífice con la encíclica Veritatis
splendor.
Fe y moral
El problema de fondo es el modo de
concebir la moral humana en relación con Dios y con la moral cristiana o, según
la Veritatis
splendor, la relación entre fe y moral. El problema puede recibir distintas
soluciones doctrinalmente aceptables.
La posición de la “moral autónoma”
tiene notables instancias positivas que, según la Veritatis splendor, responden a la mejor
tradición del pensamiento católico. Quiere favorecer el diálogo con la cultura
moderna, subrayando el carácter racional de la ley moral natural; y poner de
relieve su carácter interior, no interpretable como heteronomía. La Veritatis splendor ha indicado los confines
propios de la doctrina católica, no siempre respetados por algunos seguidores
de la “moral autónoma”.
Parece ser determinante la capacidad
de concebir la relación razón-fe y la relación conocimiento natural-Revelación
de una manera no dialéctica. No es verdad que solo pertenezca a la razón este
mundo y solo a la fe el otro. Dios ha revelado cosas relacionadas con nuestro
obrar moral que también la razón puede alcanzar.
Es iluminante el modo de enfocar la
relación razón-fe sugerido por Scheeeben: no es una relación dialéctica, sino
esponsal. En este sentido se puede considerar a Jesucristo, el “Hombre en su
unión de dos principios de actividad, la naturaleza divina y la naturaleza
humana, como tipo de la relación existente entre la razón y la fe, dos
principios de conocimiento”. Se trata, en último análisis, de tomar en serio la
lógica de la Encarnación.
Razón humana
y teología moral
“La verdadera teología proviene de
la fe y trata de conducir a la fe”. El ejercicio ordenado y sistemático de la
razón es una parte esencial de la teología; no en el sentido de una yuxtaposición de dos instancias cognoscitivas,
sino en que ambas dan lugar a un saber humano cuyos principios son divinamente
revelados; es el saber que llamamos teología.
Mediante la “fides”recibimos la
palabra de Dios, mediante el “intellectus” la comprendemos; solamente mediante
los dos unidos nos apropiamos del saber de Dios expresado en la palabra y nos
hacemos también sus sabedores. La unidad y la armonía entre razón y fe resulta
así la característica del buen trabajo teológico
Sobre la base de este criterio la Iglesia ha expresado sus
preferencias por el uso de la filosofía del ser de Tomás de Aquino, preferencia
que no significa una exclusividad cerrada a los progresos registrados a lo
largo de la historia del pensamiento filosófico.
Ética filosófica y teología moral
El conocimiento exacto de la natural
condición moral del hombre, objeto de la ética filosófica, es indispensable
para la teología moral. Así lo indica Juan Pablo II: “La teología moral
necesita, aún más que la dogmática, la aportación filosófica.
En la Nueva Alianza la
vida humana está menos reglamentada por prescripciones que en la Antigua. La vida en el
Espíritu lleva a los creyentes a una libertad y responsabilidad que van más
allá de la Ley
misma. El Evangelio y los escritos apostólicos proponen principios generales de
conducta cristiana y enseñanzas y preceptos concretos. Para aplicarlos a la
vida individual y social, el cristiano debe ser capaz de emplear a fondo su
conciencia y la fuerza de su razonamiento.
La teología moral debe acudir a una
visión filosófica correcta tanto de la naturaleza humana y de la sociedad como
de los principios generales de una decisión ética.
La ética filosófica no constituye el principio
hermenéutico último para la inteligencia de la vida cristiana, pero debe
aportar las bases que permitan y faciliten la comprensión teológica. Una ética
filosófica que viese la instancia moral de manera positivista, como una
constricción normativa procedente del exterior del hombre, no permitiría la
comprensión de la vida cristiana como desarrollo de la gracia divina que por el
bautismo está en nuestros corazones.
Uso de las ciencias humanas
Permiten entender mejor las condiciones
fácticas en las que se desarrolla la vida moral cristiana. Conviene recordar
que, como “la doctrina moral de la
Iglesia implica necesariamente una dimensión normativa, la
teología moral no puede reducirse a un saber elaborado solo en el contexto de
las así llamadas ciencias humanas.
Mientras estas se ocupan del fenómeno de la
moralidad como hecho histórico y social, la teología moral, aun sirviéndose de
los resultados de las ciencias del hombre y de la naturaleza, no está en
absoluto subordinada a los resultados de las observaciones empírico-formales o
de la comprensión fenomenológica. Su utilización debe ser regulada según los
criterios de la epistemología teológica.
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